Sunday, March 03, 2024

ESCATOLOGÍAS COTIDIANAS


 
No ser Isabel Preysler ha dañado mi vida de muchas maneras. Una de ellas es que en mi casa solo hay un WC. Con los años he descubierto que esta circunstancia convierte mi vida y la de mi familia en una aventura digna de Alejandro Magno. Si a Preysler se le estropea un inodoro, le quedan otros dieciocho; si me pasa a mí, puede sobrevenir lo de esta semana, la cual –y perdonen el chiste fácil- ha sido una semana de mierda.

Grosso modo... El domingo detecto algunas pequeñas anomalías en el funcionamiento de la simpática máquina. El lunes, ante la evidencia del problema, pues cae agua a borbotones desde mi tubería, aviso a mi seguro. Me envían un “fontanero”, o eso decía ser. Tras inspeccionar el territorio, llega a la conclusión de que no sabe cuál es el problema, pero que le va a decir al seguro que es cosa de la finca, con lo que ellos no aportarán ninguna solución.
La pregunta ¿y entonces para qué cojones tienes un seguro de hogar si cuando se rompe una cañería no te lo arreglan y has de pagar tú?, es ciertamente muy oportuna. Me ha dejado huella el interfecto. Se burló de mí diciendo que “me tocaba irme a cagar al bar”. Le pedí un informe urgente y me dijo que “tranquilo, ya lo haré esta noche pero después de una cervecita”. Debió tomarse más de una, pues diez días después sigo esperando el informe de mi seguro.
No voy a entrar en muchos más detalles. El seguro de la finca determinó que el escape era de mi bajante y tuve que avisar yo a una cuba, la cual, como ya me había advertido algún vecino, entendió fácilmente que era un fuerte embozo y lo liberó en cuestión de segundos. Trescientos y pico euros que, no tengan duda, ya he reclamado a mi seguro, Caser, para más señas, a la espera de que me digan que no es cosa suya y me dé el gustazo de ponerles una denuncia que -también hace falta este chiste- se van a cagar.
Dejo mis problemas, que ya tienen ustedes bastante con los suyos. Solo se me ocurre pensar en lo lejos que queda la lírica del mundo cuando se estropea un wáter. Se te quitan las ganas de decirle a tu pareja que la amas, de escribir soflamas contra los enemigos del pueblo o de celebrar un cumpleaños. Solo piensas en ir al Corte Inglés porque suele tener los aseos limpios.
Afirma el siempre ocurrente Zizek que la relación que establecemos con nuestra mierda tiene implicaciones dignas de la antropología cultural y, acaso, también del psicoanálisis. Se podría definir una cultura nacional –dice el esloveno- a partir de la singularidad de sus inodoros.
Sabemos que desde los neandertales siempre hemos instituido formas de alejar nuestra industria excrementicia. Es más o menos lo mismo que con los cadáveres pero con menos religión y, en consecuencia, menos ritualismo. Los romanos, por ejemplo, desarrollaron una tecnología tan avanzada y compleja como la de las cloacas, y parece que todo alto gestor de la capital imperial contaba con un mapa de la distribución del subsuelo de la urbe. El Medievo no fue capaz de mantener aquello, de manera que hoy nos imaginamos a los habitantes de aquellos burgos fortificados como particularmente malolientes. ¿Estoy diciendo que un sistema de alcantarillado es sinónimo de civilización? Sí, eso digo, y también que lo distintivo de la barbarie es precisamente la ausencia de una política de desechos.
Si yo entiendo bien a Zizek, la gran ventaja de nuestro modelo es que, más que eliminar los residuos, lo que hacemos es simplemente apartarlos de nuestra vista. Nosotros solo tenemos que excretar… a partir de ese momento todo desaparece por una red de tubos que conectan con una misteriosa red de alcantarillas de las que apenas nada sabemos. Esto significa que podemos trazar una larga biografía sin tener que entablar ningún tipo de relación con nuestras deposiciones. Como con aquellos morlocks de “La máquina del tiempo”, duendes del subsuelo se ocupan de todo y nosotros nos olvidamos absolutamente de ello, de ahí que podamos preocuparnos solo de opinar sobre la amnistía a Puigdemont o hacernos selfies para instagram.
Esta es, sin embargo, una crítica que no vale para mí, perdonen la inmodestia. No es solo lo de mi wc de esta semana. Cuando ejercí de presidente de la enorme finca donde habito, tuve la oportunidad de conocer seriamente el infierno de los sótanos. Como Nexus 4, “vi cosas que no imagináis”. Pero hay algo que sí debo referirles, es una muestra de la indignidad humana, pero no la de los desechos biológicos, sino la que anida en el alma. Una empresa que vino a inspeccionar las tuberías me dijo que si influía en la comunidad de propietarios de forma que los contratáramos a ellos para cambiar las bajantes “tendrían un detalle conmigo”… Especificaron después, sin yo preguntar, la cifra en euros.
Los envié a cagar, claro. Yo no me vendo, y menos por quinientos euros.

Thursday, January 04, 2024

ADIÓS, SAVATER

 




Muchos varones, en especial aquellos que han ejercido cierto poder durante su vida, terminan convirtiéndose en una caricatura, algo así como una parodia de sí mismos. Les cuesta demasiado entender que sus alrededores ya no están dispuestos a ajustarse a la medida de sus deseos. Ese desorden del mundo, ese desarreglo en que quedan las cosas porque ya no eres tú quien las dirige... supongo que es eso lo que invita a los ancianos a matraquearnos con la jeremiada de que la civilización se encamina inexorablemente a su final.


Por si no lo han adivinado, voy a hablar de Savater. Me he resistido durante años, a pesar de que los signos de declive intelectual, por no decir de degeneración, eran más que evidentes.
Yo le quise, le quise mucho, y me equivoqué, o acaso no. Yo tenía 18 años cuando le asaltamos en Donosti para hacernos una foto con él. “¿Qué pasa, soy una atracción turística más”...“Pues no, la verdad, pero somos de la Facu de Filosofía y nos queremos hacer la foto para presumir después con las chicas de clase”...“Vale, ahora sí me habéis convencido, a mí también me gusta presumir”... y nos hicimos la foto. Guardo esa foto y ese recuerdo, pero ya no me haría otra foto con él... ni harto de vino... Y, ¿saben qué? Tampoco él se la haría conmigo.


He defendido durante años a Fernando Savater de múltiples ataques, y eso, por escandaloso que ahora les resulte, tiene una explicación. Dijo Carlos Martínez Llíria que “Savater pudo llegar a ser el Chesterton español”. No sé si da para tanto, pero nos ayudó a entendérnoslas con Nietzsche y, de propina, nos trajo a Cioran, lo que no es poca cosa. Los compañeros más sesudos y “escolares” de la Facultad, esos lo suficientemente imprudentes como para tomarse en serio la profesión filosófica, le miraban con desprecio, acusándole de “divulgador” y de agradarle en exceso la atención de los focos. A mí, la verdad, nunca me han dicho demasiado estas críticas, que huelen a ese rancio clericalismo que la grey intelectual parece que nunca se quita del todo. ¿Era Ortega algo más que un buen conversador obsesionado con la celebridad? ¿Era demasiado “mediático” Sartre? ¿Era un divulgador Umberto Eco? Se tiene el mérito que se tiene por lo que uno aporta al mundo. Y Savater ha contribuido a actualizar la filosofía en España, esto me parece difícilmente discutible.


Claro que mi admiración por Savater jamás habría llegado tan lejos de no ser por su papel en los últimos años del llamado conflicto vasco. La cuestión no es si compartes sus propuestas, sino si adviertes el inmenso coraje que hace falta para salir en los peores momentos con una docena de ciudadanos al centro de Donosti para gritar “Basta ya”. Aquella iniciativa, que se sostuvo en el tiempo, fue digna de héroes, pues heroico es el esfuerzo de quien se arriesga a ser marginado, vilipendiado e incluso asesinado por los bárbaros. Todos decimos oponernos al fascismo, pero cuando unos pocos valientes dan la cara para hacerle frente porque nos está derrotando, entonces, puesto que yo no he tenido ese valor, lo que toca es quitarse el sombrero y aplaudir.


¿Justifica aquello todo lo que ha venido después? Digamos que, durante mucho tiempo, yo podía experimentar desacuerdo e incluso cierta vergüenza por las opiniones que vertía Savater en El País. Guardé silencio por respeto. El viejo era como ese amigo que hace locuras pero le perdonas porque sabes que ha sufrido mucho. El problema es que lo de ahora no es desacuerdo ni vergüenza ajena, es asco, el asco que se le debe tener al fascismo, porque en eso se ha convertido Savater, en un fascista. O, para ser más exacto, en un falangista, es decir, eso que de pequeño le obligaron a ser. No es solo la desfachatez con la que suelta todo tipo de invectivas contra cualquiera que le moleste, es la pobreza argumental.


Estamos ante uno de esos ancianos resentidos y llenos de odio que solo saben soltar ladridos que ya ni siquiera los aludidos se toman en serio. Y cabe casi todo: Sánchez, Podemos, las feministas, el cambio climático, los nacionalistas. La lista debería incluirnos a casi todos, pues solo se es digno del respeto de don Fernando cuando no se discrepa de él. Nadie, ni tan siquiera su hijo Amador, que me parece un señor muy valioso, parece atreverse a explicarle que hace el ridículo y que ya ni sabe pensar ni es mínimamente decente como escritor. Le quise, sí, pero ahora solo es un pelmazo y un majadero, y por cierto, tediosamente previsible.


Tengo que hacerme la pregunta: ¿y si el problema no es que se haya vuelto loco a la vejez, como he supuesto durante mucho tiempo ¿Y si siempre fue el tipo odioso que ahora vemos y yo no me di cuenta a tiempo? Moriré sin ser capaz de contestar a esa pregunta. En cuanto a Savater morirá sin que yo vuelva a leerle ni a escribir sobre él.

Saturday, December 16, 2023

EN LA MUERTE DE TONI NEGRI

 




El shock que me produce la muerte de Toni Negri desata en mí dos ideas estúpidas. La primera es que si Negri se va es que se puede ir cualquiera, empezando por mí y siguiendo por Woody Allen o Mick Jagger. La segunda es una pregunta: ¿nos las podremos arreglar sin él? Es un tópico decir que una pérdida nos deja huérfanos. En mi caso es completamente cierto: Negri ha mejorado mi vida porque ha ayudado a afinar  mi pensamiento. No he recibido una influencia mejor que la suya a lo largo del siglo XXI, cuando empecé a someterle a una vigilancia insistente.

Antonio Negri nació en vísperas de la Guerra Civil Española y con Mussolini a punto de enviar a su ejército a invadir Etiopía. A finales de los años setenta fue acusado de implicación con banda terrorista e ideólogo y responsable moral del asesinato de Aldo Moro. Los presos de las Brigadas Rojas insistieron repetidas veces en la inexistencia de vínculo alguno con el filósofo y la ONU detectó toda suerte de irregularidades en su proceso penal. A pesar todo Negri hubo de vivir durante años en Francia, acogido a la doctrina Miterrand, y mantuvo problemas con la justicia italiana hasta 2004.

Yo empecé a entender la importancia de Spinoza gracias a Negri. Nietzsche ya había dicho en algún momento que encontrarse con este pensador judío del XVII le había reportado la enorme felicidad de dejar de sentirse solo. Pero lo más difícil lo hizo Negri, que encontró un hilo conductor a favor del pensamiento de lo inmanente en el holandés, al que, junto a Maquiavelo, consideraba un precursor genial de la obra de Karl Marx. Estos tres pensadores constituirían a su juicio el mapa oculto de la filosofía crítica europea, por oposición a la triada “oficial”, formada por Descartes, Kant y Hegel, cuyo pensamiento arrastra el peaje del culto a la trascendencia.

Sus estudios sobre Spinoza son la base de la insurrección filosófica que plantea Negri, pero son los trabajos con Michael Hardt en la trilogía Imperio lo que sitúa al italiano en primera línea de batalla ideológica del llamado “posmarxismo”.

 Estoy entre quienes reivindican  “Imperio”  como  el “Das Kapital” del siglo  XXI. Regresé al marxismo con esta obra porque en ella cobraban vida todas las viejas sombras que siempre me han fascinado: Marx, Nietzsche, Gramsci, Deleuze, Foucault… Y, sobre todo, valoro en esa obra la encarnizada lucidez con la que los autores analizan la singular deriva del capitalismo contemporáneo. Con la sustitución como clase protagonista del proletariado por las multitudes, los autores apuntan a la diversidad, frente al monolitismo de la clase revolucionaria del XIX, reivindicando con ello la pluralidad de las luchas y los espacios de resistencia. El precariado y el cognitariado aparecen como figuras protagonistas en las sociedades postindustriales, generando una sugerente expectativa de formas de trabajo y representación cooperativas y liberadas de la lógica mercantil. La imposibilidad de controlar los flujos migratorios masivos es interpretada en Imperio como otra las grietas destinadas a hacer saltar en pedazos la omnipotencia del capital.

No tiene sentido insistir con Negri, como han hecho algunos con todas las teorías tardomarxistas, en la inconcreción  a la hora de designar al enemigo: el Imperio son las grandes corporaciones, la ONU, los lobbies y el gobierno norteamericano, la troika europea.

Tras haber presenciado los debates con Zizek, Badiou, Laclau o Ranciere, autores de enorme talento a los que se vincula a un nuevo e insurgente marxista, supuestamente exitoso tras la Recesión y el descrédito del sueño de la globalización neoliberal, se me ocurre que la mayor de las críticas a Negri es razonable. Es plausible su teoría de las multitudes como poder constituyente, lo que nos saca de la excusa de la pasividad y recuperar el poder del pueblo y de los movimientos sociales como protagonistas de la historia. Pero el optimismo de Negri y Hardt a la hora de profetizar que dicho poder declinará en instituciones emancipatorias y sociedades más justas es cuestionable. De acuerdo, no hay manera de garantizar que las formas de insurrección que presenciamos hoy conduzcan a sociedad más igualitarias y libres… quizá nos traigan más xenofobia, más Trumps y Mileis, más violencia sobre las mujeres y nuevas guerras. Quizá, pero, como Francisco de Asís, cuya inspiración memorable comparto con Negri, la única manera de vencer a los malos es no sucumbir a la desesperanza.

Que la tierra te sea leve, maestro.

Tuesday, December 05, 2023

LA GENERACIÓN DE CRISTAL, INSTRUCCIONES DE USO.

 





No lo comenten mucho por si alguien me lo pisa, pero tengo una idea estupenda para forrarme. Voy a escribir un libro llamado “La generación de cristal, instrucciones de uso”. Lleva subtítulo: “Cómo tratar con los jóvenes de hoy en día sin hacerlos añicos y, en ese caso, no hacerse sangre con ellos”.

Bueno, seré honesto, lamentablemente no la voy a llevar a cabo. Ya me veo firmando ejemplares en la Feria del Libro, los inspectores fiscales echándome encima o a mi amigo Signes espetándome que el escritor que publica gilipolleces para obtener fama y fortuna es una prostituta. Pero la idea es buena, no me digan que no. Es el momento ideal para este producto literario, a medio camino entre la sociología barata y la autoayuda.

Me dejo de gansadas. Pese a mis chanzas, no reniego de la denominación acuñada para la generación de quienes han nacido en este siglo. A grandes rasgos: son altamente vulnerables, con una piel fina fina como la princesa del guisante… La susceptibilidad llega a poner en def con uno a cualquiera que les hable, pues la mínima desconsideración puede activar la bomba atómica de la ofensa. Y el problema es que hay demasiadas cosas que tener en consideración. No me refiero, no solo, a cuestiones de alto voltaje como la orientación sexual, la raza, la clase social. Hay que tener en cuenta si se han cambiado de género y, por consiguiente, de nombre, si sufrieron acoso, si han sido diagnosticados de algún trastorno de esos que llevan iniciales raras, si sus padres se han divorciado, etc, etc…

¿Estamos de verdad ante una “Generación de cristal”? Yo a esta denominación la encuentro mucho más eficaz que la de “milennials” o “Generación X”. Me mola porque está en la línea de “boomers”, que me define a mí y que, por cierto, dice muchísimo de entrada de la gente de mi quinta.

Vale, pero ¿qué hacemos? Yo, como padre, educador y sociólogo debería poder dar una respuesta útil. No voy a recurrir a lo fácil: “Ah, bueno, tampoco generalicemos tanto… no todos son así” El problema es, como dice Elvira Lindo, que “ya lo sé, pero es que si no generalizo no escribo”. Lo cierto -y lo dice un tipo que trata a diario con chavales de clase obrera y, por tanto, poco propensos por extracción social a la fragilidad - es que anda extendida por el mundo la sospecha de que infinidad de jóvenes arrastran serias psicopatologías, se autoodian, se autolesionan, piensan en suicidarse, no desarrollan anticuerpos frente al Mal ni tolerancia a la frustración, son perezosos, están abducidos por los videojuegos, la pornografía, las redes sociales, el culturismo o como demonios le llamen ahora a pasarse comiendo mierdas proteínicas y cargando pesas horas y horas…

Todo esto tiene algo de verdad, sería ridículo negarlo, aunque también convendría matizar, entre otras cosas porque a lo mejor somos sus padres los que no les hemos enseñado a ser mejores y, lo que es peor, acaso, siendo ellos tan malos, resulta que no son peores de lo que hemos sido nosotros. Quizá ellos tengan a Dulceida, C.Tangana e Ibai Llanos, pero nosotros tuvimos a González y Aznar, el Emérito, Pujol, Luis Aguilé, Torrebruno, Pajares y Esteso… Cuidadín.

Aún así parece que la cosa está jodida. En mis dos profesiones, la de profe y la de padre, se me ocurre una cosa: resistir, seguir creyendo que la pereza, la indiferencia y la incapacidad para sobreponerse al fracaso son los verdaderos grandes males del ser humano. No olvido la aseveración de Adorno que ha atravesado mi trayectoria profesional y diría que mi vida: “Eduquemos para que Auschwitz no se repita”. Quizá solo sea el escalón inmediatamente anterior al “sálvese quien pueda”, que en mi caso será jubilarme. (Si me dejan)

Lo que no podemos es extrañarnos. Tenemos los frutos que hemos labrado. Todos los días pasan por mis aulas dóciles consumidores y futura mano de obra barata. Cuando se percaten de que el mundo allá afuera de los muros del cole es una puta selva, entonces se darán cuenta de que no les prepararon adecuadamente. Lo peor es que ni siquiera hemos conseguido que sean felices. Más bien son indiferentes y perezosos, sus sentidos abotargados por el exceso de gadgets, tremendamente lejos de la madurez de quienes han de cargar con la supervivencia de la comunidad más pronto que tarde, y esa misteriosa rabia con la que miran al mundo los varones porque las chicas monas hacen con ellos lo mismo que hacían conmigo: ni puto caso. Todo lo contrario, por cierto, de lo que pasa en los videos porno que consumen a diario, claro.

 

Friday, September 22, 2023

SEX EDUCATION

 




El regreso de "Sex education" a Netflix merece una recensión... Una alegre recensión, añado, pues me parece un producto televisivo particularmente grato y divertido, algo que no sobra en un tiempo donde para ser reconocido como narrador tienes que sumergirte en los lóbregos corredores de la tragedia. Lo más socorrido es decir que Sex es una comedia “desenfadada”, y, si les apetece, “picante”. Yo creo que hay demasiada corrosión, demasiada mala hostia para conformarse con adjetivos tan blanditos.


Ottis es un adolescente de high school cuya madre es una reputada sexóloga y su mejor amigo es maricón perdido (si quieren corrección política no me lean). Además de enamorarse de Maeve –de la cual ya les digo que es imposible no enamorarse- Ottis monta una consultoría sexual clandestina en su instituto. No cuento más. Veo la serie porque me gustan Ottis, Eric y Maeve, sin desperdicio de los demás personajes secundarios. Una ficción funciona, no se engañen, porque los personajes están bien definidos y tienen densidad, lo cual facilita extraordinariamente el encadenamiento narrativo… Digamos que el guión casi sale solo. Este es el fundamento de todo buen relato. Añadamos eso que Billy Wilder tenía tan claro, que el humor se abre camino rompiendo estereotipos, creencias asentadas, roles y prejuicios… y, voi là, ya tenemos la comedia.


Hasta aquí, nada especial. Y ahora vuelvo a "Sex education". El mundo del siglo XXI va a ser seguramente muchas cosas malas, pero también algunas buenas. El paisaje juvenil que nos ofrece esta brillante serie está llenos de queers, maricas, bolleras y tipos y tipas que consumen gran parte de sus horas en imaginar que se follan a medio instituto. Si todo fuera luz tendría mucho de farsa edulcorante y tramposa al estilo "Sex and the city", serie que detesto especialmente. Pero no, la vida sexual de la gente está llena de problemas, de diarreas mentales y físicas, penes disfuncionales, gente creída y odiosa, abusos sexuales… Será una comedia y debe hacer reír, pero no se trata de blanquear nada, ni siquiera la pobreza. (Maeve vive en un aparcamiento de roulottes cuidando de su hermana pequeña porque su madre es heroinómana)


Ya imagino las jeremiadas habituales: “todo eso de las políticas de la identidad es un invento capitalista”, “lo queer es puro consumo”, “la supuesta libertad de la proliferación de sexualidades solo es una manera más de individualizarnos y bloquear la resistencia”, “la posmodernidad desmoviliza y genera pasividad y conformismo hedonista”. En fin, ya conocemos las letanías de los tristes.


Miren. El capitalismo aprovecha todo lo que haga falta, empezando por la Revolución misma, para generar consumo, eso lo sabemos todos. Sin embargo, no ha sido el capitalismo sino los movimientos sociales los que han ido demoliendo la jaula de hierro del victorianismo, aquí entendido durante cuarenta años como una feroz represión nacional-católica que no hizo sino fabricar neurosis, violencia e infelicidad.


Cuando los movimientos de los años sesenta proyectaron el foco de batalla sobre la identidad y la vida privada lo que consiguieron fue mejorar sustancialmente –y no solo en Occidente- la calidad de las relaciones entre los seres humanos. Algún ortodoxo carpetovetónico me dirá que todo eso son “epifenómenos de la opresión burguesa”, pero, ya ven, yo prefiero un mundo donde los gays se besan en público, la gente se siente en condiciones de definir su identidad sexual, las mujeres no son propiedad de nadie y el deseo sexual es respetado y no culpable mientras no se exprese desde la agresión sino desde el consentimiento.


Me gusta "Sex education" porque desde su ácido humor entiende perfectamente lo que yo sé desde que se me apareció Dios a los ocho años, cuando me topé de morros con un poster de Brigitte Bardott desnuda en la casa de mis primos. Lo siento por beatos y reprimidos, pero el deseo, la inclinación a relacionarnos con cuerpos ajenos, es parte esencial de la felicidad en este mundo donde no abundan los motivos para sentirnos relajados y felices.

Nada me parece menos culpable que eso.

Thursday, September 14, 2023

¿CIENCIAS O LETRAS?

 




Al contrario que mi madre no soy capaz de perseguir algo sin descanso hasta el fin de los tiempos. En el asunto al que voy a referirme temo haber tirado ya hace tiempo la toalla.

 

Hoy vuelvo a referirme a él, pero no va a ser mucho más que aquello de Adorno de lanzar un botella al océano con un mensaje dentro y la esperanza de que alguien lo lea algún día. En cuanto a mis verdaderos interlocutores en el tema, los científicos, y muy en especial, los profesores de lo que comúnmente denominamos “ciencias”, soy bastante más escéptico. Simplemente, después de tantas décadas de esfuerzo y de intentar –por lo general inútilmente- no ya convencer sino simplemente ser escuchado, he llegado a la conclusión de que la enseñanza de las humanidades se habrá de mantener litigando no solo contra los políticos y el creciente sesgo tecnocrático que toman nuestras sociedades, sino también contra algunos compañeros. Lo siento, no soy capaz de sacar del error a muchos de ellos: el prejuicio de que los estudios científicos son “mejores”, y que los humanísticos deberían ser poco menos que residuales en el sistema educativo está implantado entre muchos docentes por ignorancia, por egoísmo o, por qué no decirlo, por la pura incapacidad para apreciar el esfuerzo ajeno.

Lo vuelvo a intentar… sin mucha esperanza, desde luego.

1.       La verdad, como explicó Platón hace milenios, es lo opuesto a la opinión. Creer que solo son verdaderos los juicios propios de la metodología matemático- experimental, es decir, que saberes como el literario o el historiográfico son simplemente opinables, equivale a confundir el valor de los estudios sobre el derecho romano o el genocidio armenio con los del tarot o la ouija.

2.       Diferenciar entre saberes útiles y saberes, digámoslo así, “ornamentales”, arrastra consecuencias peligrosas. La inversión en algo tan valioso como un laboratorio que investiga la covid es algo que decide un político, y que por cierto se lo carga en cuanto le viene bien porque no es rentable, porque es mejor comprar armas o porque al milmillonario de turno no le viene bien. Lo que quieren de nosotros, a ver si lo entendéis de una vez, queridos compañeros de “ciencias”, es que produzcamos mano de obra barata y dócil y que instruyamos a los niños en el consumismo y la pasividad.

3.       Coinciden quienes tienen capacidad para diagnosticar males sociales en que vivimos un tiempo de desorientación e incertidumbre, en una crisis general del sentido… “Faltan valores”, se dice, y vosotros soléis estar de acuerdo. Blanco y en botella, amigos, necesitamos conocimientos de tipo ético, entendiendo que cuestiones como la virtud y la decencia forman parte del ámbito de la razón, aunque los resultados de su enseñanza no se puedan someter a una probeta ni haya una fórmula pitagórica para determinarlos. Así de compleja es nuestra especie.

4.       Personajes como Donald Trump, con epígonos en todo el mundo, incluyendo España, y con poder para difundir fakes y majaderías de todo tipo a través de internet se combaten con la política, la ética o la historia tanto como con el rigor científico. Lo que convierte a Greta Thunberg en un personaje ejemplar no son solo los datos a favor del desastre climático, también su dignidad y su coraje. 

5.       Acabo, soy profesor de filosofía, no de “letras” o de “humanidades”. En el Corte Inglés ponen los libros de mi disciplina al lado de los de esoterismo, pero me da completamente igual: mi misión es explicar a los alumnos cómo se diseña el mapa de la razón, o, si lo prefieren, cómo podemos diferenciar lo verdadero de la ilusión, la demagogia, los fakes o la charlatanería. La filosofía es la ciencia madre, el origen mismo de la civilización entendida como construcción racional y, por tanto, diferenciada del mito y el miedo a los dioses. El hecho de que tantos saberes que formaron inicialmente parte de la tarea filosófica se hayan ido desgajando del tronco para independizarse solo es una prueba más de la validez de esta gran aventura iniciada con los griegos y que alcanza logros tan colosales como las vacunas, los derechos humanos o la democracia.

Creo que tengo con mis queridos compañeros de biología, matemáticas o física el mismo problema que he tenido a lo largo de la vida con algunas mujeres: ellos me gustan a mí más que yo a ellos. Permitidme recordaros cierta canción de La Polla Records, es decir, del gran Evaristo:

“Luchamos entre nosotros,

mientras ellos se ríen,

unámonos contra ellos…”

Tuesday, August 29, 2023

UN AÑO





Se ha cumplido un año de mi muerte, bueno, de mi casi-muerte. Mi médica de cabecera, una venezolana encantadora, insiste en recordarme en cada visita la fortuna que tengo por haber sobrevivido a un tromboembolismo pulmonar masivo: “de a poco está usted aquí, ¿eh?”, me dice Doña Deisi (se escribe así, ignorantes) incluso aunque solo vaya a pedirle que me saque un tapón de cera.

De este proceso y pasado un año extraigo unas pocas conclusiones, por si les sirven. A saber:

 1. Les quiero mucho a ustedes mis prójimos, pero más me quiero a mí.

2. No es verdad que se mueran los demás, tú también te mueres.

3. El final es chungo, pero puede ser mucho peor que chungo. En uno u otro caso tiene usted que intentar pasarlo bien mientras pueda… no hay otra, les aseguro que no hay otra.

 4. Dios no existe, les doy mi palabra de honor. Recen si eso les consuela, pero San Pedro solo está para que contemos chistes. Es una leyenda, metánselo en la puta cabeza o seguirán viviendo en el error de no entender que solo hay una oportunidad.

5. Cuiden su salud, mimen al personal sanitario y defiendan la sanidad, en especial la pública. No se engañen, por fortuna ya no estamos en la Edad Media…ni deambulando de noche por el peor barrio de su ciudad corren el peligro de morir que tienen por un problema de salud. Vayan al médico a tiempo. El puto psicópata que va a degollarles es el cáncer, las embolias y el covid.

Bien, pues no me he muerto –jódanse algunos-, pero estuve cerca. Resulta que hace un par de días vi que en cierta localidad se anunciaban unos juegos florales consistentes en un “concurso de epitafios”. Sí, de epitafios, así como suena. No de poemas a la Virgen de Fátima ni de novela corta… ni siquiera de relatos en lengua klingon. Pues bien, pensando en qué epitafio me iría bien, me di cuenta que mi imaginación daba bastante de sí, de manera que he decidido presentarme al susodicho concurso. Merezco ganar, sin duda, aunque eso no va a pasar porque el premio de ese concurso, como decía un amigo mío, “está más dao que dao” (Todos los concursos están “daos”, por cierto, y además en todos está Fernando Savater de jurado) Puesto que no voy a ganar, al menos me doy el placer mundano de que lean una parte de la obra con la que comparezco al concurso. Les invito, además, a aportarme ideas. Si después de todo resulta que no está “dao” y gano, les enviaré una parte del busto del Coronel Pereira que, por lo visto, es en lo que consiste el premio.

Ahí van mis epitafios.

1.       Pues, ya estaría.

2.       Lo que más me jode es que me voy sin haber descubierto de qué se ríe José Vélez.

3.       Ya dije que “en descuidarte un poco…”

4.       Te vas un poco con la sensación de no haberte enterao.

5.       No lloréis tanto… Tampoco ha sido tan guay.

6.       Hala, arregladito (Este es muy de las cajeras de Mercadona)

7.       Al menos ya no voy a oír hablar de Rubiales.

8.       Vale, tenía que morir, pero ¿de verdad tenía que irme antes que Bertín Osborne?

9.       Si no he parado de quejarme, ¿por qué no quería venirme aquí?

10.   La peli, regular, pero el final, muy cutre… yo diría que previsible.