Friday, September 26, 2014

JOAQUÍN REYES, ALGUNAS RAZONES PARA HACER REÍR A LA GENTE




Cada época tiene su humor, de igual manera que tiene sus angustias, sus pecados, su fondo musical o hasta su droga. Hace una década tocaba reírse casi en exclusiva con El Terrat, grupo dirigido por un animal televisivo como Andreu Buenafuente y en el cual se advierten los ecos del largo aprendizaje de los grupos cómicos catalanes. Últimamente nos ha pegado por reírnos con Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla y demás habituales de un grupo que se hizo "de culto" con La hora chanante, predecesora en alguna cadena minoritaria de la ya masiva Muchachada nui. 

"Demasiado surrealista para mi gusto", me dijo alguien. No entiendo que inclinarse al surrealismo sea malo, al contrario, el humor trabaja a menudo por los intersticios del consciente, deambula por las zonas de luz pero procede de las sombras, juega con las creencias que damos por firmes para recordarnos que volveremos a equivocarnos como siempre y que, si alguna vez acertamos, resulta que tampoco la cosa tenía la trascendencia que tan imprudentemente le otorgábamos. ¿Surrealismo? Sí, puede ser. 

Cualquier sketch televisivo -y les recomendaría los protagonizados por el formidable Raúl Cimas- puede empezar como un diálogo convencional y tedioso y entrar de golpe en una lógica delirante donde se revelan las más extremas debilidades humanas. 


Friquismo... sí, son friquis, si por tal cosa entendemos la incapacidad para enfrentarse con distancias de seguridad al bombardeo mediático que convierte a las celebrities -desde las más glamurosas hasta las más casposas- en los dioses de la época. Reyes y su gente inciden sobre esa subcultura idiota que nos intoxica desde internet y la televisión para conseguir que nos riamos de nosotros mismos. Ser friqui supone poder hacer chistes malos sobre cualquier cosa y añadir metraje perfectamente prescindible a los sketchs, pero también permite alejarse de cualquier forma de corrección política, pues el surrealista vive confortablemente su proximidad con la locura. 


Humor albaceteño... En realidad todos los españoles venimos un poco de los yermos desolados de la meseta, todos somos hijos de Don Quijote y nos pegan degradantes revolcones en las ventas del camino cuando anunciamos que estamos a punto de sacar la espada para defender a una dama. Hace medio siglo la gente se reía con los chistes archisabidos de Gila porque algo en el inconsciente se identificaba con esos paletos recién salidos de las cavernas que se asomaban con ojos perplejos a la modernidad de los tours de vacaciones por Europa, los electrodomésticos que hacían cualquier cosa o la libertad sexual de la que hablaban los emigrantes cuando regresaban en verano.  Algo de ese paleto que llevamos dentro se remueve en los intestinos cuando, agotados por la noche o hastiados por el paro, miramos embobados las últimas mamarrachadas de  Bjork o Lady Gaga, o nos reímos de unos pobres desgraciados que se citan para celebrar juntos su culto a Juego de tronos.   

Friday, September 19, 2014

LO QUE GALÁCTICA OLVIDÓ




"¡Todos somos unos hijos de puta!", gritaba una antigua amiga -Galáctica la llamábamos- tras un par de cervezas en una reunión en el bar de la Facultad, hace ya muchísimos años, como es imaginable. Ella no era mala gente, dicho sea de paso, acaso un pelín estrambótica, pero ya entonces intuí que la frase, que repetía una y otra vez hasta hartar a todos los presentes, contenía una intención tramposa. Si todos somos algo, entonces es que nadie puede ser otra cosa, de lo cual se deduce que todos somos iguales. Si todos somos malos es inútil tratar de diferenciar a los buenos, pues no existen, y podemos exculpar a quienes nos parece que tienen un comportamiento inmoral. La moral misma no es entonces más que una hipocresía: cuando digo de alguien que es un mal tipo, lo que en realidad juzgo es su atrevimiento para hacer lo que yo no me atrevo, aunque me gustaría. Soy pues un envidioso, aunque no estoy seguro de que se me pueda juzgar negativamente por ello, pues habíamos quedado en que la moral no existe. 

De entrada este argumentario parece cuanto menos algo chusco. Me recuerda mucho a Mourinho, el célebre ex-entrenador del Real Madrid, un tipo convencido de que cualquier trampa o infamia que conduzca al éxito debe ser utilizada, y que acusa de hipócritas a aquellos entrenadores que, pese a buscar la victoria como él, creen que no todo vale para conseguirla. 

Todos los días uno se ve obligado a tratar con indeseables, lo cual no significa que, como creen mezquinamente algunos, el mundo esté lleno de ellos. Gestionar el tema es cualquier cosa menos fácil. Quienes tratamos de evitar vivir permanentemente en el autoengaño sabemos que a todos hay que darnos de comer aparte, pero también sabemos que Dios ha repartido sus dones sin excesiva ecuanimidad.  De ello deriva que hay personas admirables por su integridad y su coraje, personas que, como es mi caso y el de la mayoría, intentan como buenamente pueden no ganarse a cada momento el infierno, y, en tercer lugar, personas a las que podemos comparar tranquilamente con trozos de carne. Todos somos unos hijos de puta, vale, pero lo que Galáctica no dijo es que unos lo son más que otros. Y lo jodido es que hay que vivir en el mismo mundo que ellos.


Friday, September 12, 2014

LIMÓNOV


De Eduard Limónov sabemos algunas cosas por wikipedia. Se nos informa que es un destacado activista político en su país, donde lidera junto al destacado ex-campeón del mundo, Gary Kaspárov, el movimiento Otra Rusia, considerado como opositor al régimen de Vladimir Putin. Cada día 31 se reúne en el centro de Moscú con los demás miembros del grupo para reclamar el derecho de reunión que recoge la constitución rusa. Esto le supuso en el pasado cercano ser sistemáticamente detenido y encarcelado por actividades ilícitas, algo que, ante el escándalo internacional, ha dejado de suceder en los dos últimos años. 

Limónov, cuyo verdadero nombre es Eduard Veniamínovich, nació hace 71 años en Dzerzhinsk, aunque se crió en la ciudad ucraniana de Járkov. Un breve vistazo a la biografía que se nos ofrece invita a pensar en un personaje legendario, un escritor cuya fama e influencia sobre los jóvenes escritores rusos debe más a la apabullante riqueza de su experiencia vital que a su talento literario. Limónov empezó a acercarse a la delincuencia durante los melancólicos años del estalinismo, en medio de una sociedad gris y atemorizada donde la ambición personal era considerada un peligro público y consiguientemente castigado. 

Condenado a la vida previsible y prosaica o la delincuencia y el alcoholismo, Limónov marchó a Moscú, donde vivió en medio de terribles dificultades hasta conseguir el favor de una pintora conocida en los escasos espacios underground de la época. Logró marchar a Nueva York, desde donde supuso que jamás regresaría a su patria, dada la expectativa de "dos siglos de comunismo" que se preveía para el imperio soviético. Sus dificultades para sobrevivir en la capital del mundo dan para una novela picaresca de nuestro tiempo. Eduard, en los peores momentos, llegó a acostarse con un negro medio vagabundo de la ciudad sólo para tener un techo donde dormir y remediar una espantosa soledad. "Todo hombre debería haber experimentado alguna vez en su vida que le dieran por culo", dijo en alguna ocasión. De aquello queda un libro que le hizo célebre en Rusia y que le convirtió en una especie de enfant terrible al estilo de Houllebecq, Bukowski o incluso Jean Genet: El poeta ruso prefiere los negros grandes. Sobra preguntarse si el texto fue tolerado en una URSS todavía regida por el puño de hierro del Partido Comunista y previa al aperturismo de Mikhail Gorbachov. Eduard vivió sus mejores días neoyorkinos gracias a su noviazgo con la criada de un magnate norteamericano que, atraído por la misteriosa personalidad del ruso, le convirtió en su mayordomo.  




De Nueva York pasó a vivir en París, donde contactó con la divina bohemia francesa. Ganó fama y recogió habladurías gracias a sus escritos en la revista L´idiot international, desde donde se ganó la definición de "rojo-pardo", es decir una especie de comunista ortodoxo y prosoviético con un enigmático trasfondo fácilmente identificable con el fascismo. 

Limónov regresa a Rusia en el 91, y su participación en el convulso devenir de la nación -desde la descomposición del Partido y del propio imperio hasta la actualidad, dirigida por Putin y todo lo que rodea a este personaje tan trascendente para la geopolítica del momento- le convierte en uno de las figuras más célebres y polémicas del momento. Dirigió la revista Limonka y fundó el Partido Nacional Bolchevique, que terminó por ser prohibido. Su actividad en el país le costó pasar dos años en la cárcel, donde dice haber alcanzado la lucidez que las filosofías orientales, en las que fue instruido por un anciano en las estepas asiáticas, llaman el nirvana. Antes de eso protagonizó un episodio sumamente oscuro y que le granjeó el rechazo de la intelligentsia europea, en especial la francesa: fue filmado en amistosa actitud con Radovan Karadzic en la guerra serbio-bosnia, y se le ve disparando sobre Sarajevo. Él reconoce haber disparado aunque no está seguro de haber acertado a ningún habitante de la ciudad. 

Tras abandonar la prisión, Eduard Limónov declaró su intención de seguir activamente en política. Sus escritos de prisión han aumentado su fama, un poco a la usanza de aquel Alexandr Solzhenitzyn al que Limónov considera un "llorica", como al Nobel Sajarov, como al pichafría de Gorbachov, como a tantos otros. Curiosamente, coincide con su odiado Putin en lo esencial: la descomposición de la Unión es la mayor catástrofe de la historia contemporánea. 

Hasta aquí no he dicho nada que no sepa cualquiera que tenga diez minutos para perderlos con internet. Esta sucinta biografía sólo es el esqueleto de una novela prodigiosa firmada por Emmanuel Carrère, hijo de una prestigiosa estudiosa de la Rusia moderna, única historiadora que predijo antes que nadie el final del periodo comunista y la implosión de la URSS. La misma wikipedia presenta este trabajo como una más de las biografías de Eduard Limónov. No es cierto, no estamos exactamente ante una biografía, o, en todo caso, asistimos a una reinvención de tal género. 

¿Por qué fascina tanto Limónov a Carrère? Dijo Cioran no ser capaz de amar nada sin a la vez odiarlo. El autor reconoce que su vida ha sido prosaica, la de uno de tantos intelectuales de familia bien que ha pasado el tiempo hablando de cosas que no ha experimentado. Limónov es todo lo contrario, resulta odioso en muchas ocasiones, pero la suya, si es la de un villano, es en cualquier caso la vida de un personaje novelesco, un mito contemporáneo en toda la extensión de la palabra. Resuenan en las páginas de este relato -la mejor novela que he leído en el siglo XXI- los ecos de las páginas más delirantes de Nietzsche. Quizá Eduard Limónov esté más allá del bien y del mal, o quizá "más acá",  presa de ese primitivismo que se antoja tan estepario y primitivo para quienes preferimos no cruzar las líneas rojas que la comunidad nos marca. 

Es casi un milagro que este hombre esté vivo; en este sentido tiene algo de monumento viviente. Debemos aprovecharlo en complicidad con Emmanuel Carrére. Pero hay algo más. Alguien dice que los historiadores deben leer novelas -y los filósofos, y los científicos, diría yo-; pues bien, no encuentro mejor manera de entender lo que ha pasado en la Rusia del último medio siglo que leer esta novela. Entender a Rusia, si es que es posible hacer luz en ese laberinto, pero entender también el devenir de las comunidades posmodernas, donde intuimos que un personaje como Eduard Limónov deambula con una inquietante comodidad. 

Saturday, September 06, 2014

GOLPE DE CALOR


La escena transcurre en un aula de 2º de la ESO de un instituto valenciano cualquiera. Un niño con una importante minusvalía que le obliga a desplazarse en silla de ruedas ofrece síntomas de lo que podemos asociar con un golpe de calor. El profesor de guardia llama al hospital del seguro privado que tiene asignado el Centro; allí le contestan que sólo envían médico "en casos de accidente y lesiones". El profesor queda preguntándose si en el momento en que alcanzas una parada cardio-respiratoria ya podemos estar hablando de "accidente". En cualquier caso me viene a la memoria aquel chiste de El Roto en que el hospital comunicaba a un enfermo que no iban a atenderle: "Lo sentimos, su dolencia no es rentable".

El suceso se está repitiendo en otros muchos centros y tiene pinta de repetirse por doquier en los próximos días, en los cuales no se anuncian bajadas de temperatura, algo nada sorprendente teniendo en cuenta que estamos en pleno verano. Fue la actual consellera del ramo, doña María José Català, que luce una sonrisa afable y hasta cariñosa en sus fotos oficiales, quien tuvo la ocurrencia de adelantar casi dos semanas el inicio del curso. De esta forma, lo que como consecuencia de la dureza del estío valenciano ya era un problema en enseñanza primaria, se ha extendido a secundaria y bachiller, donde no resulta difícil imaginar la escena de un aula con hasta treinta y cinco hormonados adolescentes derrotados delante de un tipo sudoroso que explica a Kant a las dos y media de la tarde. Y por cierto, digo lo de los treinta y cinco alumnos porque es el partido de la señora Català el que cree firmemente que está muy bien incrementar las ratios (número máximo de alumnos por aula), medida que en su opinión no deteriora la calidad de la enseñanza. Estaría bien que cuando afirman este tipo de majaderías escucharan lo que se dice al respecto en las salas de profesores, creo que a algunos gestores se les desharía la gomina. 

Por lo que a mí respecta, la justificación pedagógica de esta medida se me escapa tanto como la de adelantar a julio las pruebas extraordinarias que antes correspondían a septiembre, aunque a primera vista parece bastante improbable que un alumno recupere una asignatura suspendida habiendo pasado tan solo quince días desde las notas finales. Otra genialidad de la ocurrente Maríajo.

Vuelvo al niño al borde de la lipotimia. Seriamente preocupados, varios profesores del Centro al que me he referido optamos por acudir a todas las aulas provistos con un termómetro y otro artefacto para determinar la humedad relativa y extrajimos las siguientes conclusiones: la media de temperatura a las once de la mañana era de 31 grados, con humedades de alrededor del setenta. Consultado el BOE que reglamenta las condiciones de seguridad en el trabajo en lugares cerrados, descubrimos que la temperatura nunca puede subir de 27 grados, a lo que se añade un baremo de humedad cuyo máximo es el setenta por ciento. Lo que se infiere es que en el caso que relatamos, que es el mismo del de cualquier centro educativo valenciano en estos días, nuestra obligación como empleados públicos sería dar por concluidas las clases. 

Alguien podría pensar que los padres de nuestros alumnos están muy contentos porque tienen a sus niños bien aparcados en el Insti desde que finalizó agosto. Sin embargo, las asociaciones de padres están bastante menos repletas de idiotas de lo que sospecho que piensan en el PP. Los padres de mis alumnos piensan exactamente lo mismo que usted o yo con respecto a nuestros hijos: queremos que en el cole les hagan estudiar y que les riñan si se portan mal, pero no que pongan en peligro su salud. Sé que para la gente del PP valenciano cada protesta que proviene de los profesionales de la escuela pública es producto de la inquina que les tenemos. Les cuesta entender que esa inquina es la que ellos mismos se han ganado a pulso, no hay más que ver a los "especialistas" que han ido colocando en la conselleria educativa -recordemos al simpar Font de Mora-. En cualquier caso, sería una irresponsabilidad por parte del profesorado asistir en silencio a este nuevo ejercicio de devastación de la salud pública y de las condiciones laborales que nos encontramos en los centros educativos. 

Todo por la ocurrencia de una señora que, como el resto de sus correligionarios, no va más allá de la idea de que la educación merece la pena sólo en la medida en que se pueda explotar como un negocio más. Llevan veinte años con el poder autonómico en sus manos y ahora mismo su imagen es la de un partido en descomposición. Hay que ayudarles a marcharse, es una cuestión de salud pública.