Wednesday, December 30, 2020

KACZYNSKI


Es oportuno el momento para ver "Manhunt: Unabomber", la serie que produjo en 2017 Netflix sobre el pánico que desató en los Estados Unidos Theodore Kaczynski, autor de numerosos paquetes-bomba entre 1977 y el momento de su detención, en 1995.  Unabomber, que por cierto continúa en una prisión de alta seguridad a la edad de setenta y tres años
, ha encontrado un émulo reciente en un fanático que se dedicó durante unas cuantas semanas a enviar bombas a distintas celebridades que -como Robert de Niro, Obama o los Clinton- se han mostrado críticas hacia Donald Trump, al cual adoraba el personaje en cuestión. Felizmente ya fue detenido y encarcelado. 




Estos días los habitantes de Nashville han vivido uno de estos episodios calificados como de terrorismo no organizado que se dan con cierta frecuencia en los USA. Un tipo que llevaba años intentando desenmascarar a los extraterrestres que dominan secretamente el mundo hizo explotar su auto cargado con abundante material explosivo. Tuvo la deferencia de avisar con un megáfono de lo que iba a suceder, lo que evitó que hubiera más muertes que la suya, pero no una considerable destrucción en tiendas, viviendas y mobiliario urbano, con el consiguiente daño para muchos vecinos de Nashville. Se especula con que no pretendía intimidar a los alienígenas, sino manifestar su desaprobación ante la tecnología 5G. Al parecer el tema le tenía muy preocupado por constituir un proyecto perverso ideado por Bill Gates para monitorizar nuestros movimientos, además de servir para inocularnos el covid... Desconozco si también pensaba destruir en breve a los que comemos carne o vacunamos a nuestros hijos. 


Esto no va a parar, la locura es por definición incontrolable. Y el problema lo diagnosticó con gran sensatez mi madre ya hace mucho: "Locos... he conocido a más de uno con mal fondo; lo que no he visto es a ninguno repartir billetes de mil duros por la calle". 


Kaczynski... A ver. Dado que la teleficción, por cierto artísticamente muy respetable, coincide en lo sustancial con la documentación sobre el Caso Unabomber que podemos rastrear por la Red, no haré mayores distinciones entre la serie y lo realmente ocurrido. Lo que pretendo, más que averiguar la verdad sobre la personalidad de Kaczynski, es propiciar una reflexión sobre la violencia en las sociedades mass-mediáticas. 



Antes de recluirse en una cabaña sin luz ni agua en un bosque de Montana, Kaczynski escribió un manifiesto en el que denunciaba la revolución industrial como el mayor mal de la historia. Apartados de la naturaleza, obligados a contener nuestra energía pulsional para poder integrarnos en el "Sistema", los civilizados contemporáneos hemos tolerado cobardemente la servidumbre al dispositivo tecnoindustrial, destinado a destruirnos al planeta y a nosotros mismos. Así, cultivando lechugas y cazando conejos, 
Theo intentaba demostrar que podemos vivir sin dañar el medio ambiente. El tiempo restante lo dedicaba a fabricar bombas que enviaba a través del sistema postal americano mediante paquetes que, en el momento de abrirse, explotaban en la cara del desdichado destinatario, asesinándole o dejándole terriblemente lisiado. Tres fallecidos y más de veinte heridos son el resultado del original sentido del activismo político que tenía el Unabomber. 


La serie tiene una virtud de la que suelen carecer los relatos convencionales sobre serial killers y asesinos más o menos terroríficos: rastrea biográficamente la raíz de los males que perturban el alma del personaje. 


Kaczynski aparece desde crío como un superdotado en matemáticas. Adelantado en varios cursos a su edad, arrastra algunas experiencias desagradables por su relación con compañeros mayores, a lo que se añade la frustración provocada por la pérdida de un amigo de infancia que, simplemente, prefirió pasar las tardes morreándose con una jovencita. Años después, su admirado profesor Murray le incluyó en un grupo de debate que no era sino una tapadera para un programa lanzado por la CIA en las universidades para desarrollar estrategias de control mental enfocadas a la lucha contra el espionaje soviético. Lo que parecía ser el reconocimiento, al fin, del talento de Kaczynski por un sabio era en realidad una burda manipulación que dañó seriamente la mente del joven. 


"Todos me habéis traicionado", le dice Theo a su hermano, cuyo pecado consiste en haberse sometido al sistema formando una familia, comprando una casa llena de comodidades y manteniendo un empleo estable. No pongo en duda que los episodios vividos por Kaczynski en su juventud fueran crueles y difíciles. Claro que también me malicio que tenía una característica que ya he encontrado en otros supuestos irredentos y antisistema: era tan extraordinariamente sensible para el daño que recibía como poco empático con el que él era capaz de causar a los demás. 




¿Eran poderosos opresores los destinatarios de los artefactos explosivos artesanales que con tanta paciencia diseñaba en su cabaña? No, algunos eran desdichados empleados a los que les tocó abrir el diabólico paquete. ¿Justifica su drama biográfico tanto odio como para lanzarse a aquella carrera infernal durante tanto tiempo? En ningún modo: a mí también me la han jugado unas cuantas veces, los seres humanos me han decepcionado y no me gusta cómo es el mundo, pero no me dedico a vengarme cargándome a inocentes, entre otras cosas porque no creo ser mejor que ellos. En cuanto a la revolución industrial, no sé si es el gran mal de la humanidad, no estoy en condiciones de decirlo, pero lo que sí sé es que no acabaré con ella yéndome a vivir a una cabaña y reventándole la cabeza a bombazos a los ujieres de una compañía telefónica.  



Ya sé que parece fácil denostar a un lunático que se pudre en una pequeña celda hasta el fin de sus días. Los culpables de nuestros males son los capitalistas, los políticos y los líderes mediáticos... Sí, ya lo sabemos, pero a veces me pregunto si de verdad disponemos de criterios sólidos para diferenciar entre el bien y el mal. Alguien dijo que "un enemigo es alguien cuya historia aún no has oído". Oída la de Kaczynsky yo sólo veo a un falso genio obsesionado con un narcisismo tan desmesurado que le llevó a preferir ver arder el mundo antes que resultar insignificante para sus conciudadanos. Por eso, a cambio de la dudosa promesa de detener su "actividad", obligó al Washington Post a publicar su manifiesto, por cierto una colección de vulgaridades, tópicos gruesos y paranoias conspirativas sin ninguna profundidad ni recorrido. 


Dijo Hannah Arendt que el gran problema de la filosofía de posguerra se habría de centrar en la definición del mal. No me preocupa Unabomber, ni siquiera sus posibles émulos. Lo que de verdad me cuestiono es si la ira que emerge en mí, como en cualquiera de ustedes, ante lo inhóspito del mundo, me otorga otro derecho que el de pelear por la justicia con las únicas armas que ésta puede permitirse: la razón y el sentimiento moral.  


Claro que también puede uno ir por ahí poniendo bombas. A Kaczynski siguen mandándole cartas de amor sus admiradores.  



Friday, December 25, 2020

NOSOTROS, LOS "TIERRA-GLOBO"


En vísperas de Inocentes veo un documental sobre el movimiento terraplanista. Cinematográficamente no es gran cosa, pero da igual: el valor del contenido hace recomendable su visionado.

A grandes rasgos, la cosa es más o menos así. En el siglo XIX , un tal Samuel Birley Rowbotham publicó los resultados de sus arduos estudios, en los que concluía que, tal y como la Biblia ya nos hizo saber miles de años atrás: la Tierra es plana. Los seguidores de Rowbotham crearon la Sociedad Zetética -no dirán que no mola el nombre-, que participó en encendidos debates públicos y se vio envuelta en juicios por fraudes y calumnias. También sabemos que, siguiendo los pasos de Rowbotham, se creó una comunidad teocrática llamada Zion, que se instaló cerca de Chicago y sobrevivió hasta mitad del siglo XX, tras una larga sucesión de escándalos por oscuras maniobras financieras y explotación de seres humanos en condiciones de esclavitud. 


En los años posteriores, el programa espacial contó con el escepticismo de un terraplanista llamado Daniel Shenton, quien lanzó la especie de que las fotografías de los primeros astronautas, en las que se evidenciaba la esfericidad del planeta, estaban trucadas y formaban parte de una gigantesca conspiración para engañar a toda la humanidad. Asimismo, se dio por hecho que episodios como el del alunizaje de 1969 correspondían a trucajes cinematográficos manufacturados en Hollywood. 



En los últimos años el terraplanismo se ha reactivado, y es de sus actuales héroes de lo que trata el documental. Gira en torno a la actividad de Mark Sargent, al que mi olfato identifica de inmediato como un perfecto farsante. "Siempre le han encantado las conspiraciones", dice de él su esposa, quien curiosamente ve algunas pegas a la hipótesis terraplanista. Hay una señora, Patricia Steere, muy mona ella, que parece encantada de haberse convertido en musa del movimiento. "Lo que pasa con Patricia es que está muy buena", dicen algunos de sus adeptos, no quedando claro si la siguen por su enorme talento científico o porque sueñan con tirársela. 


En la reunión anual de la nueva religión uno diría que se respira una felicidad similar a la que los cristianos perseguidos por el Imperio Romano sentirían cuando se reunieran en las Catacumbas. En ese momento el hatajo de frikis y lunáticos que se han ido conociendo en los últimos años a través de internet pueden soltar sus majaderías sin que nadie les censure. Allá se venden maquetas de la Tierra Plana, la gente se hace fotos con los líderes, hay incluso un macarra que muestra orgulloso su moto tuneada con emblemas del movimiento. Que los promotores del asunto son en esencia unos cínicos... de eso no me cabe duda. Hasta qué punto es ancha la línea que separa a un manipulador, con la imaginación y la desvergüenza suficientes para lograr algo de fama y dinero con cualquier mamarrachada, de un pobre desdichado capaz de creerse lo que sea con tal de sentirse aceptado en algún sitio... eso no sé contestarlo. 


En pleno festival de conductas esperpénticas uno escucha aseveraciones tan ridículas que desatarían la hilaridad de un niño de primaria. El problema es que son pronunciadas con tal convicción y reciben tantos aplausos que solo hace falta un poquito de fragilidad psicológica y algo del atrevimiento del ignorante para que se den por absolutamente probadas e incuestionables. Empiezo a acordarme de los viejos perturbados que retrató Luis Landero en "Juegos de la edad tardía", donde uno presiente la invencible sombra quijotesca, cuando descubre que dentro del movimiento terraplanista ya han surgido escisiones y herejías, y que hay quien cuestiona el liderazgo de los "oficialistas" y hace sonar los tambores de una inminente contienda para desenmascarar a los traidores. 


En fin... 



Un asunto como éste no requeriría mayores reflexiones de no ser porque creo que -pese a su carácter minoritario y ubuesco, o precisamente por ello- nos puede ayudar a detectar algunos síntomas de la que, posiblemente, sea la peor enfermedad de nuestro tiempo: el descrédito del conocimiento o, si lo prefieren, la incapacidad -peligrosamente extendida- para distinguir la verdad de la opinión... entendiendo como "opinión" cualquier soplapollez que se le ocurra al influencer de turno. 


Hace como medio siglo, Jean Baudrillard, teórico por excelencia de los simulacros y de todo eso a los que ahora llaman "posverdad", ya se hizo eco de este tipo de movimientos cuando empezaron a aparecer en Europa los negacionistas del Holocausto. Curiosamente, los mismos argumentos que sirvieron a Hitler para exterminar millones de inocentes fueron usados por sus defensores de finales de siglo: los judíos conspiran. Y así, de igual manera mas de medio siglo atrás, se hizo valer la artera propensión de los judíos a manipular a la opinión pública para hacernos ver que todo aquello de Auschwitz y demás había sido un invento. "Despertad", se nos decía, "os engañan". El día que se descubrió que decir estupideces podía dar éxito y dinero, siempre que las "verdades" que se enunciaran correspondieran a lo que muchos deseaban oír, se sentaron las bases de la cultura fake que tanta presencia ha tenido en los últimos años. 


No estoy seguro de que la mejor manera de contrarrestar la posverdad, el fake o el negacionismo pase por poner sobre la mesa  argumentos científicos, aunque bueno sería que en la escuela los profesionales les recordemos a nuestros alumnos que la medicina y la meteorología no son lo mismo que el reiki o el tarot. Como explica Baudrillard, la cuestión no es si lo que dicen tiene base, pues obviamente no la tiene... lo llamativo es que tengan éxito y difusión precisamente cuando lo que defienden es infumable y ridículo. El diagnóstico del pensador francés me viene dando que pensar desde hace décadas: lo que se ha difuminado es la autoridad... habiéndose desplomado el prestigio de los agentes creadores del sentido que cohesiona a la comunidad, resulta que cualquier superchería puede tener éxito. Es el grado cero de la promesa ilustrada: en plena era mediática, lo verdadero es lo que a mí me apetece que sea verdadero. 


Me pregunto, siempre siguiendo a Baudrillard, si no hemos entrado en un ciclo en el que la Ciencia y la Historia estén volviéndose, de alguna manera, inconcebibles. ¿Por qué leer los diálogos de Galileo o atender a los descubrimientos de Newton o Darwin si los que ahora mismo bullen de actividad y entusiasmo son los terraplanistas? ¿Por qué documentarse con verdaderos historiógrafos si lo que yo quiero es que aparezca un panoli diciéndome que Franco no era tan malo y que en el bombardeo de Guernica solo murieron dos gatos y del susto?



A fin de cuentas, todo esto no debería extrañarnos tanto. Vivimos en un país donde la mayoría de los periódicos que todavía se imprimen viven a costa de decirles a sus cándidos lectores lo que quieren leer, es decir, que el gobierno está formado por íncubos del demonio, que los catalanes son malvados y que en las escuelas públicas adoctrinamos a los niños para volverlos a todos maricones. 


"Los Tierra-globo", llaman en el documental a los tipos que piensan como yo. Ay, señor: luego nos extrañamos de que un esperpento como Donald Trump haya gobernado la nación más poderosa del planeta durante cuatro años.

Thursday, December 24, 2020

AFORISMOS PARA FASTIDIAR


1. Hace cerca de cuatro décadas, rodeado de convencidos comunistas, realicé una afirmación -no recuerdo exactamente qué dije- en la que hice gala de un mezquino egoísmo. Noté, sin ninguna duda, que generé una profunda decepción. Desde entonces he batido records en la misma dirección. Estoy en ascuas por saber a cuantos me dará todavías tiempo para decepcionar.
 


2. En algunos momentos puntuales siento un profundo odio hacia todos ustedes. ¿Y si son esos momentos los únicos de lucidez?


3. Por influencia materna soy habitualmente simpático y cordial... suelo caer bien. He detectado a través de mi biografía que, pese a todo, siempre hay alguien que me detesta. Son esas personas recalcitrantes las únicas que, sin pretenderlo, cuidan realmente de mí. Su atención a mis errores y contradicciones, el empeño que alguno pone en no dedicarme siquiera los buenos días por la mañana... dudaría en demandar a un amigo tal perseverancia en recordarme que el mundo es un lugar peligroso y que la muerte y el dolor aguardan en todas las esquinas. 


4. Soy insignificante y prosaico, mi vida y mis actividades son un aburrimiento. ¿Por qué entonces sorprendo a esa señora de en frente mirándome con tanta atención cuando descorro las cortinas del balcón por las mañanas? ¿Qué espera ver? ¿A qué actividades infames y perversas cree que me dedico en la intimidad del hogar?


 5. Hacer muchos esfuerzos para que te quieran revela un insoportable mal gusto.


6. No recuerdo haber hecho en mi vida una sola cosa interesante y digna que no haya suscitado críticas o me haya sido ferozmente desaconsejada. Si hubiera hecho caso a mis allegados, a todos los que decían querer protegerme, me habría quedado para siempre en un sofá bajo una manta viendo la tele... Y no me habría suicidado porque sospecho que eso también habría desencadenado toda serie de censuras. 


7. El defensor cristiano de Jerusalem, cuando Sal-a-haddin jura por Alá que perdonará la vida a los defensores, recuerda al líder sarraceno que los cristianos pasaron a cuchillo a los árabes que defendieron la ciudad cuando ellos la conquistaron: "Pero yo no soy esos hombres, yo soy Sal-a-haddin, ¡Sal-a-haddin!" En ese momento, el caballero Balian sabe que su enemigo cumplirá su palabra indefectiblemente. No busquen más, he ahí el retrato literal del héroe del que tanto habló Nietzsche. 


8. No pasa un solo día de mi vida sin que oiga hablar de la importancia del talento. Valiente patraña: nada debilita más que creerse dueño de talento. Solo el esfuerzo nos lleva a alguna parte. Pero no el esfuerzo aprendido de capellanes y gerifaltes, que no es sino la obediencia. Yo me refiero al que nace de la furia, de esa rabia incontenible que nos devora ante la evidencia de que el mundo nos desprecia. Si el talento es algo es justamente esa determinación con la que nos sobreponemos a la condición de siervo y subalterno a la que nuestro entorno nos relega, incluso aunque no tengamos para la batalla más armas que el dolor y la cólera. 


9. Tuve un compañero de clase que insistía en recordarme que era superior a mí... "en deportes, en calificaciones, en ligar con las tías, en amigos, en pelear...". Me lo recordaba tan a menudo que se diría que más que intentarme convencerme a mí de lo evidente, lo que intentaba era convencerse a sí mismo. Si hoy realizara un top cien de los tontos de baba y perfectos fracasados  que he conocido a lo largo de mi vida, creo -sin dejar de reconocer que las medallas estarían reñidas- que aquel majadero subiría a lo alto del pódium. Lo más curioso de todo es que tenía parte de razón: yo no era gran cosa, al menos eso era verdad. La diferencia es que yo lo sabía... y entonces, la palabra "diferencia" alcanza proporciones gigantescas. 


10. Recientemente, y ante la inevitable destroza que la pandemia va a hacer con las fiestas navideñas, una conocida me trasladó, furiosa y plenamente convencida, todos los mantras de los conspiranoicos, según los cuales estamos ante una gran farsa de los oligarcas y lo que quieren es jodernos la vida y que nos recluyamos en el miedo para dominarnos mejor. Añadió que "los que están muriendo son enfermos y ancianos que, de todas formas, van a morir igual". Y concluyó con que a ella nadie podía prohibirle "estar en un bar con mis amigos, que es lo que me gusta". Una vez más, la banalidad del mal de Hannah Arendt: el problema del Mal más monstruoso no es que haya personajes luciferinos como Hitler, el Mal se alimenta de la cotidiana mezquindad de los "muchos" y los "normales". 



Tuesday, December 08, 2020

MANK Y EL NIÑO PRODIGIO


Sería tramposo ponerme a crujir a Carlos Boyero sin reconocer que me divierte tanto como me irrita. Al tiempo que pone "Mank" como una absoluta obra maestra, se complace en arrastrar por el fango "Beginning", la película georgiana que fascinó a los asistentes al Festival de San Sebastián. Con independencia de la autoridad que queramos conferirle a Boyero como analista de cine, siempre me ha llamado la atención la prepotencia con la cual los profesionales de la crítica cultural se cargan una obra de arte en cuya manufactura hay quien se ha dejado la piel y ha puesto inmensas ilusiones. Quizá si Boyero hubiera hecho alguna vez una película sabría de lo que hablo. No obstante, tiene razón en una cosa: el postureo de los snobs es odioso.


Verán. En una ocasión pusieron en la Filmoteca Valenciana una serie de cortos de Wim Wenders. En el primero aparecía el cuerpo cortado por la mitad de un corredor. Durante cinco o seis minutos que a mí me parecieron eternos veías exclusivamente las piernas de un tipo corriendo. El problema no es lo que pagué por ver aquella solemne imbecilidad, sino la cara de fascinación que ponían un grupo de panolis con pretensiones que tenía delante. A veces parece que hace falta un friki con afición al dry martini como Boyero para reírse de quienes, tras aburrirse como ostras en un festival de snobs con una peli vietnamita infumable o la última paja mental de Julio Médem, salen del cine convencidos de haber presenciado una gran genialidad. 



Este argumentario conduce siempre al mismo problema: ¿cómo diferenciamos la obra buena de la mala? Me parece especialmente lúcido el análisis que, con respecto a la novela de masas en el XIX, realiza Umberto Eco a propósito del caso Eugene Sue, uno de los más singulares de la historia de la industria cultural. En su momento "Los misterios de París" enloqueció a los franceses hasta el punto de agrisar la aparición de novelas tan importantes como "Los tres mosqueteros". ¿Cómo se explica un éxito tan colosal, teniendo en cuenta que después la historia ha relegado las obras de Sue, que han quedado como insignificantes al lado de las de Stendhal, Balzac, Dumas o Victor Hugo?


Eco realiza un esfuerzo didáctico encomiable para ayudarnos a diferenciar entre lo que él llama "novela problemática" y la "novela popular". En ésta nos encontramos siempre una lucha entre el bien y el mal que habrá de resolverse en favor de aquél en función de los valores y la ideología dominante. Por el contrario, en aquella la resolución es ambigua porque de lo que se trata es de cuestionar la noción adquirida del bien... y por tanto la del mal. 


"En una palabra, la novela popular tiende a la paz, mientras la novela problemática deja al lector en guerra consigo mismo" (U.Eco, "El superhombre de masas")



Lo que según Eco indica el caso Sue es la profunda interrelación entre la técnica del relato de consumo, la industria cultural y lo que el propio Eco denomina "ideología del consuelo". En "Los misterios de París" se nos invita a condolernos con la miseria social. Los lectores lloraron a mares, pero el planteamiento está enfocado hacia el sentimentalismo, el paternalismo y la utopía. Y por consiguiente también lo están las soluciones. Así, desde su reformismo edulcorado, Sue se presenta ante Eco como un "vendedor de emociones que especula con la miseria humana". Tras asombrar e intrigar al lector, la novela terminará sedándole al recuperar el trono para aquella verdad que aquél ya sabía antes de abrir el libro. El efecto es típicamente kitsch: el tópico literario se impone, todo suena a visto en otros sitios y se nos ofrece en dosis calculadas para que no detectemos a tiempo la impostura. Se trata de satisfacer al lector con soluciones que correspondan a sus deseos pero que no cuestionen sus valores de base. 


No es casualidad que en nuestro tiempo el relato de masas, también obviamente en el cine y en las teleseries, se adecúe al formato Sue. La sucesión aparentemente desbocada de intrigas y golpes de efecto se sujeta, desde su aparente incontinencia, a una plantilla tremendamente simple: el drama entre opresores y oprimidos y la necesidad de un héroe carismático que restaure el orden cuestionado por la maldad de unos pocos que deben ser suprimidos para que el sistema subsista. Así es como la crisis abierta para desencadenar el drama demandará un Deus ex machina, el cual nunca podrá identificarse con las clases populares, pues en ese caso el relato dejaría de ser consolatorio para hacerse inquietante y, finalmente, revolucionario. El héroe surge de la clase dominante y forma parte de una raza de justicieros que, ante la incapacidad general para entender su elevado sentido de la justicia, habrán de actuar en soledad y a menudo contra las leyes y los poderes convencionales. 



Perdonen todo este rollo, pero aparte de que no pienso desperdiciar una ocasión para inocularles el placer de leer a don Umberto, necesitaba tiempo para llegar a lo que verdaderamente me preocupa. 


Muchos de mis alumnos tienen la conexión a Netflix, y eso me proporciona un canal de comunicación con ellos muy útil. Ven allí series buenas y otras muchas manifiestamente mejorables. El tema es que "Mank" es, como hace un año "Roma", una peli de Netflix... La oportunidad es incomparable. "Debéis verla"... pensaba decirles el viernes pasado... Y en esto se me cruzó otra idea aún más perversa: si lo que a fin de cuentas relata "Mank" es la supuesta historia no revelada del primer film dirigido por Orson Welles, ¿no será entonces el momento para que vean "Ciudadano Kane". 


Alguno desde su pupitre me demandará razones. Puedo contestarle que según los críticos es la mejor película de la historia y que Orson fue, como le llamaban entonces en Hollywood, un "niño-prodigio"... y no seré yo quien les desdiga. Pero no será suficiente. De manera que entonces tendré que hacerles uno de esos discursos apasionados como el que cierto profe de Literatura del instituto me hizo hace una eternidad para explicarme por qué había que amar a Shakespeare. Lo estoy ensayando desde hace un rato. A ver qué les parece. 



"Veréis, queridos. Se dice que en Filosofía nos dedicamos a contestar preguntas como aquello de quiénes somos, de donde venimos y a donde vamos. No sé de nada que hayan dicho Platón o Descartes que no esté al respecto mejor explicado en Kane. Quizá sea precisamente porque el arte, como dijo Wittgenstein, no explica... más bien se diría que el arte "muestra". Todas las preguntas que realmente me importan están de alguna manera contestadas en cada instante de este film irrepetible. Nada en él está destinado a consolarnos ni a reforzar nuestras convicciones. Todo lo que creemos saber de lo más profundo del alma humana está retratado por Welles y Mank... Y, sin embargo, las dos imágenes finales, esas letras del trineo que se incinera sin remedio en la gran hoguera de Xanadú, y el letrero "No trespassing" que cierra el paso a los curiosos, nos recuerdan que lo que encontramos en esta extraña criatura que somos es un misterioso vacío. De él, por contradictorio que parezca, emana todo nuestro poder... ese poder con el que somos capaces de dominar y también de destruir el mundo."


... y bla bla bla, bli bla blu... En fin... que sí, que "Mank" está muy bien. Aunque lo diga Boyero.


Thursday, November 26, 2020

DIOS HA MUERTO


No es elegante acudir a las exequias de un mito cuando uno se sitúa entre sus detractores. Pero es que a este funeral se nos ha convocado a todos. 


Yo nunca le amé. Me molestaba el papanatismo con el que algunos de mis compañeros de pupitre vitoreaban sus gambetas más o menos efectistas mientras un Barça de nuevos ricos le aflojaba millonadas imponentes. Soy uno de esos que tienen la impertinencia de afirmar que Messi le supera, aunque detecto en la figura del Pelusa una dimensión carismática y legendaria de la que el estilo frío y un poquito Asperger de Messi carece por completo. 


Asistí a su carrera desde el primer instante, cuando ya se hablaba de un joven porteño que deslumbraba a cualquiera que tuviera la suerte de ver sus actuaciones con el modesto Argentinos Juniors.  Maradona era, sin ninguna duda, un futbolista único, un genio dotado de un talento natural que solo se entiende nacido de villas-miseria pobladas por niños que sostienen la pelota en al aire desafiando a Newton y hasta duermen con ella. Yo quedé maravillado como cualquiera con aquel mundial de México donde su clase se agrandó hasta proporciones homéricas. Me asombró igualmente que condujera hasta la gloria en el Scudetto a un equipo del sur de Italia, ninguno de cuyos clubs había ganado jamás la liga nacional. Acaso después de todo mi problema no sea Maradona sino el maradonismo. 



La gente se toma en broma la existencia en Argentina de una iglesia maradoniana. No estaría mal si fuera broma, pero no estoy nada seguro de que lo sea... Y no hay más que observar las desgarradoras imágenes de algunos aficionados junto al féretro del 10 para advertir que, también en nuestros tiempos supuestamente cínicos y desencantados, la mitomanía puede alcanzar cimas preocupantes.


Ante la llantina generalizada, yo me pongo de perfil. Se presiente en el culto del mundo hispano a Diego una aureola guevarista. Como si por haber insultado a los mandarines de la FIFA, fumado puros con Fidel o brindado con Maduro, aquel chico nacido del subdesarrollo fuera el Elegido para cerrar las venas abiertas de América Latina. No se quiso entender que, como dijo Mick Jagger respecto al rock´n roll, es solo fútbol aunque nos gusta. Maradona no fue Simón Bolívar. Su ejemplo no explica cómo los pobres pueden armar la revolución, sino más bien cómo un genio surgido del barro puede convertirse en un juguete roto. Diego despilfarró, se hizo adicto a cualquier cosa que le divirtiera, maltrató a su familia, insultó a cualquiera que se atreviera a afearle su conducta y decidió que su celebridad le autorizaba para hacer y decir lo que le viniera en gana a cada momento. 



Hay quien, como Jorge Valdano, ese que, como un Borges futbolístico, presume de los goles que ha visto antes de los que ha marcado, nos echa a todos la culpa de la infelicidad de Maradona. "Entre todos hinchamos la leyenda hasta deshumanizar a Diego y destruir al hombre". No podrá decirlo por mí, que jamás me dejé deslumbrar por sus gambetas... Pero es que ni siquiera es verdad: Maradona no digirió su celebridad porque eligió comportarse como un niño caprichoso e insolente. Lo que sus palmeros hicieron ante sus excesos de mal gusto fue lo que Valdano hizo cuando Diego le marcó el célebre gol a Inglaterra: jalearle. Pero Maradona se destruyó a sí mismo, no se engañen.


En cualquier caso no es responsable del maradonismo. Adictos al espectáculo como nadie, los argentinos han convertido el funeral en un epítome de su propio fracaso como nación. El país donde todo partido político se proclama "peronista", como si todo fuera admirable en un personaje tan discutible como Perón, ha trasladado su enfermiza idolatría hacia un personaje que jamás supo hacer bien otra cosa que jugar al fútbol. 


Argentina me ha fascinado siempre. Ese cruce de amor y odio que me asiste cuando pienso en la nación más equivocada de la Tierra me hace pensar en Luppi y en Darín, en Borges y en Cortázar, en Quino y en Aristarain... Puestos a bajar a la cancha, me seducen antes Kempes y Ayala que Maradona...



Cada uno tiene sus dioses, supongo. El problema es que se mueren. Igual que cualquiera de nosotros. 

Wednesday, November 25, 2020

¿LIBERTAD DE ELEGIR?


Se acababa de anunciar el suicidio en la prisión de Spandau de Rudolf Hess, corresponsable de la Solución Final entre otros horrendos crímenes contra la humanidad. "Hess, martir por la paz". Camino de la Facultad me topé con esa pintada en la pared... Aquella mañana descubrí hasta qué punto pueden tergiversarse los conceptos, incluso los más nobles. 


Si existe un vocablo más prostituido que el de "paz" es el de  "libertad". Me maravilla la insistencia con la que se apoyan en él los reaccionarios. Bush jr. hablaba de Sadam Hussein como "enemigo de nuestra libertad" para justificar los bombardeos sobre la población iraquí. En España la Brunete mediática ha defendido durante décadas la teoría de que estamos sometidos poco menos que a una dictadura orwelliana como consecuencia del supuesto poder omnímodo del grupo Prisa. (Qué desfachatez, sí). Cuando cayó el Muro de Berlín, circunstancia ciertamente ilusionante, los apologetas del capitalismo vendieron la especie de que el libre mercado, ya sin enemigos naturales, llenaría de felicidad nuestras vidas. 



Puedo seguir y volver interminable la secuencia de imposturas con la libertad como estandarte, pero el último asunto al que me he referido en el párrafo anterior debe reclamar nuestra atención de forma preferente, pues ha condicionado sobremanera nuestras vidas. Los herederos de Friedrich Hayek o Milton Friedman tienen permanentemente en la boca la palabreja dichosa... Y así, la libertad de la que los neoliberales se presentan como paladines se acompaña de las conocidas recetas de la agenda más favorable para las grandes corporaciones: privatizaciones, eliminación de impuestos a los amos del mundo, supresión de los servicios sociales básicos.... La promesa de prosperidad general oculta el plan de agrandar la brecha de la desigualdad, desproteger a los trabajadores y asfixiar los cauces de participación ciudadana. Los efectos sobre la calidad de la democracia son demoledores, pero de ellos los think tanks neoliberales siempre pueden culpar a los gobiernos laboristas, a la maldad congénita de las instituciones públicas o a la flacidez moral que nos impide asumir que en la vida hay ganadores y perdedores. 


En estos días nos encontramos una impostura de ese mismo estilo. No pienso defender la nueva Ley de Educación, con la que el PSOE va a demostrar, y si no al tiempo, que no sabe ni le interesa atajar los problemas esenciales del sistema educativo español. Sin embargo, me suscitan cierta curiosidad los amagos de motín que le están planteando desde la enseñanza concertada, que constituye el mayor negocio de la iglesia católica española. Sospecho que tienen mucho de aspaviento. Los obispos y las distintas congregaciones católicas, que sostienen con financiación pública sus instalaciones educativas, se dicen entre dientes que no se van a atrever a tocarles un pelo y que, todo lo más, el Gabinete Sánchez -mientras no se le eche demasiado encima el ala de UP- se conformará con escenificar una batalla de conveniencia en la que no llegará la sangre al río.



Más allá de mi pesimismo, no me privaré de desenmascarar la impostura de una línea argumental que vive de la desinformación de la audiencia. 


Veamos. Se habla -la fórmula viene de Milton Friedman- de "libertad de elegir", lo cual es de entrada una redundancia, pues no hay libertad si no es para elegir. No es cierto que la izquierda pretenda acabar con la enseñanza religiosa, lo que se demanda es que no nos toque financiarla a todos. Yo, por ejemplo, soy laico antes que ateo, y ya ha pasado demasiado tiempo desde la Revolución Francesa para que todavía no queramos entender lo que significa el laicismo. Si los católicos no son la bastante generosos como para pagar su Iglesia, como le toca hacer en nuestro país a los adeptos a otras religiones, por cierto igualmente respetables, no entiendo porque ha de ser mi bolsillo quien lo compense. 


¿Se han preguntado por qué en los Centros verdaderamente privados, que son por entero sufragados por sus clientes, se ve este modelo de financiación como una forma de competencia desleal?  Y tienen toda la razón, pues tales escuelas se permiten cobrar -contra toda legalidad- cuotas a las familias, además de que pueden seleccionar sin grandes apuros a sus alumnos. El resultado es el contrario al perseguido por unas instituciones que deberían velar por la fortaleza de la escuela como ascensor social, pues la red pública termina convirtiéndose en destino irremediable de inmigrantes, alumnos problemáticos y familias descompuestas o poco pudientes. 


Les pongo un ejemplo de una claridad meridiana. Me viene brindado por la intervención de un diputado de Vox, partido que, a fuerza de distinguirse de la "derechita cobarde", tiene la virtud de poner sobre la mesa la evidencia del carácter ferozmente clasista de la ideología reaccionaria. "Atacan la libertad de elegir la enseñanza religiosa, la enseñanza diferenciada...", dicen.



 ¿Saben ustedes lo que es la "enseñanza diferenciada"? Pues es la enseñanza que segrega por sexos, o para, ser más claro, lo que hacen centros como el valenciano Guadalaviar, entre otros, que solo admite alumnas y profesoras. Hay otras formas de segregación, como crear en un mismo centro clases o incluso pabellones diferenciados por sexo. Podemos entrar en el debate sobre si es aceptable tal medida en un Estado cuyas normas constitucionales están basadas en derechos humanos básicos. Pero lo que me parece más escandaloso es que una práctica tan repugnante haya de ser financiada por quienes la repudiamos. Una familia puede entender que es sano para su hija no tener compañeros ni profesores varones, por más que a mí me parezca que tal visión de las cosas proviene de una ideología que es tóxica y patológica en sí misma. Ahora bien, cuando el ínclito Espinosa de los Monteros indica que cancelar las subvenciones a tales prácticas en colegios de élite atenta contra la libertad, yo me pregunto si es que la derecha de este país se ha creído que los españoles somos todos gilipollas, cosa sorprendente teniendo en cuenta lo mucho que estiman a la Patria. 


Permítanme para acabar darles un consejo. No se dejen impresionar demasiado por los golpes de pecho, las exclamaciones inflamadas y las palabras grandilocuentes. Lo único que quieren es su dinero. 

Wednesday, November 18, 2020

MUERTE A LA ENSEÑANZA DE LA ÉTICA

 


No es casualidad que la materia de Ética venga impartiéndose en enseñanzas elementales y medias desde tiempos remotos. Sin ánimo de remontarme a los antiguos griegos, es conveniente, como sucede a menudo, encontrarnos con los ideales de la Ilustración, que son -quiero creer- los pilares que sostienen la civilización contemporánea. Gracias al rigor y la maestría del viejo Kant entendimos que el lugar de la Ética ya no era el que le destinaba el monacato medieval: la fundamentación de las virtudes teologales. Entendida como respuesta a la pregunta por el deber, la Ética ocupa el lugar de la acción libre y gobernada por la Razón. 


Podemos pretender entonces que las clases de Ética están destinadas a deambular hoy por el desierto, pues creemos vivir en un mundo gélido y desprovisto de sentido, donde los valores de lo virtuoso buscan refugio en la subjetividad de cada individuo, lo que equivale a eliminarlos del espacio de lo público. Más a mi favor, precisamente porque la reflexión sobre el ethos en el contexto presente es contracíclica, necesitamos de ella más que nunca. 


Conviene informar a los legos sobre algunas cuestiones que nos permiten entender mejor lo que aquí hay en juego. 


Felizmente superadas las tinieblas de la Dictadura, España debió pasar a una condición de Estado laico que nunca se consumó de facto, de ahí los  privilegios de los que sigue gozando la Iglesia Católica. Al menos dejamos de ser un Estado teocrático, por eso los estudiantes podían elegir no dar la asignatura de Religión. La presión de la jerarquía curial obligó a la administración a elegir entre el adoctrinamiento evangélico y la materia de Ética, lo que en la práctica, convertía esta última en una asignatura de castigo para quienes no aceptaran ser adoctrinados por un piadoso "profesor" enviado por el obispo de turno. 



Antes de que en la etapa Rajoy la Ley Wert recuperara el antiguo dilema entre Ética y Religión, provocando una simpática regresión que nos hizo sentir a todos más jóvenes y más idiotas, la Ética había sido recluida por el PSOE a la condición de asignatura de dos horas en 4º de ESO. Bien, al menos dejábamos de ser castigo para infieles y se superaba el absurdo de que un alumno que diera Religión no tuviera derecho a conocer los fundamentos racionales de la ley moral... como si por el hecho de abrazar la fe uno quedara automáticamente exento de la reflexión racional sobre el problema del bien y del mal, que es a fin de cuentas de lo que va la Ética. Con el delirante Wert volvimos a la casilla de salida... Lo que no entiendo es por qué han tardado tanto en acabar con su infame legado. 


Bien, creo haber presentado los términos del problema. Vamos al siguiente escándalo, en este caso provocado por el gobierno socialista, que arrastra históricamente una especial afición a pasar como el caballo de Atila sobre todas las disciplinas filosóficas. La idea de la Ministra Celaà es cargarse la Ética. Si la sustituirá por alguna materia de nombre estúpido lo ignoro, pero hay precedentes. La cuestión es por qué. 


Veamos. Hay un primer factor que siempre está presente y al que no atendemos suficientemente. Los gobernantes suelen tener la patológica aspiración de dejar su nombre en la historia poniéndole a las materias algún nombre ridículo y de aire tecnocrático como "Emprendimiento", "Educación ético-cívica" y gilipolleces similares. Lo de "Ética", ya se implantó hace dos mil quinientos años, y ellos no van a ser menos que Aristóteles, un pobre hombre que deambulaba por el ágora vestido con túnica. Es como llamar a un hijo "Balian" o "Daenerys", lo que equivale a hacer cargar a un inocente con tu ridícula voluntad de distinguirte y ser original. 


Sigo. Cuando gobierna la derecha, el objetivo de minimizar la Ética se dirige a reimplantar el principio pre-moderno según el cual el problema de los valores debe inspirarse en la Palabra Revelada y no en la Razón, que parece ser cosa de ateos irredentos. 



¿Y la izquierda? ¿Por qué acosa a la asignatura? Pues miren, yo creo que el problema tiene que ver con ese prejuicio al que antes me he referido, según el cual la pregunta por el deber y la virtud no hace sino sumirnos en abstractas reflexiones metafísicas... Es mucho más práctico y rentable ventilarlo en "soluciones técnicas". Preguntada sobre el particular, la simpar ministra contesta que la Ética es una "materia transversal", que es como decir que no le cae mal pero que prefiere que no la impartamos porque le parece una pérdida de tiempo. 


No soy conspiranoico, no creo que Celaá sea tan lista como para decidir que si los ciudadanos reflexionan demasiado sobre la decencia descubrirán que ella, como la mayoría de sus compañeros de profesión, no está a la altura. Lo que sí sé es que ese es finalmente el efecto que se consigue, es decir, evitar que proliferen los librepensadores, pues para pensar ya están ellas, y lo que a nosotros nos toca es obedecer, producir y consumir.  



Lo curioso es que después, cuando preguntamos por qué la sociedad es violenta, injusta y reaccionaria, la gente contesta que faltan valores éticos y que debería intensificarse su presencia en la enseñanza. Yo creo que sin Ética no solo seguiremos teniendo gobernantes deleznables, lo que conseguiremos es cargarnos la democracia misma. 


Concluyo con Rousseau: "Renunciar a nuestra libertad es renunciar a nuestra calidad de hombres, y con esto a todos los deberes de la humanidad". (Rousseau, Jean-Jacques, "El contrato social", 1762) Piensen en ello, por favor. 

Sunday, November 08, 2020

VOLANTAZO


Entiendo perfectamente las reticencias, en realidad yo también las tengo. Soy el primero que lamentó en su momento la derrota de Sanders ante Biden en las primarias del Partido Demócrata, circunstancia que viví con similar escepticismo cuatro años atrás, cuando le tocó a Rodham Clinton relegar a Sanders para enfrentarse a Trump, que se presentaba por primera vez para ganar la Casa Blanca. 


No hace falta ser un irredento revolucionario y un feroz enemigo del capitalismo para entender que Biden va a ser un presidente moderado, un político del stablishment que de ninguna manera hará sentir bajo amenaza a las élites del país, que son, en gran medida, los amos del mundo. "Necesitamos una transformación radical, una auténtica revolución... Al menos Trump muestra sin hipocresías la verdadera cara del sistema, lo que incentiva la construcción de espacios de resistencia", se nos dice. Y lo dicen personajes tan celebrados como el marxista Zizek, quien alimentó su leyenda de provocador declarando que de ser americano también habría votado a Trump antes que a Hillary.



Este argumentario suena poco menos que a incontestable. El problema es que no nos lleva a ningún sitio. Más bien anuncia lo contrario: la hipocresía de un gobierno moderado refuerza las bases del sistema y seda las energías críticas... ergo las multitudes encontrarán en la derrota de Trump la excusa para el retorno a la pasividad. Vale, pero, ¿soy entonces el único que está moderadamente feliz, o cuanto menos aliviado, por una derrota Republicana que, después de todo, ha sido bastante más rotunda de lo que se nos hacía ver en los últimos días? ¿Se trata solo de la venganza por ver cómo muerde el polvo un majadero? 


Intento explicarme. 



En primer lugar este resultado supone un volantazo de alcance global, con repercusiones que iremos comprobando. Durante los últimos años, el malestar de la ciudadanía del planeta parecía expresarse con el apoyo a nuevos amos de talante reaccionario. Autoritarismo, machismo, homofobia, negacionismo climático, racismo, nacionalismo, culto al dinero fácil, histrionismo mediático... Con Trump llegó a la Casa Blanca precisamente quien construyó su discurso desde el rechazo a la política. Se diría que los americanos votaron hace cuatro años al tipo que pretendía ocupar las instituciones para destruirlas. No es muy distinto el planteamiento  que llevó al éxito a Le Pen o Bolsonaro, entre otros. En esa guerra contra la democracia la batalla que acaba de ganarse es en realidad el triunfo de la decencia. Solo por eso, y no por lo mejor o peor gobernante que resulte Biden, ya hay una razón para alegrarnos. La hay porque los norteamericanos han reaccionado acudiendo masivamente a votar, demostrando que no quieren vivir en un país del que se avergüencen por tener un mamarracho de presidente. 


Hay otra cuestión, entiendo que más discutible, pero que no me resisto a poner sobre la mesa. La mayor transformación social promovida desde la política en el siglo XX, el New Deal, tuvo como autor a un político, F.D.Roosevelt, que tenía de socialista lo que yo de bailarín de claqué. El mundo necesita otro contrato social, la ciudadanía del planeta debe, a través de sus instituciones representativas, de embridar una serie de procesos que, ahora mismo y bajo el efecto de una globalización caótica, se han descontrolado por completo. Nos estamos adentrando en un territorio ecológico catastrófico, el fundamentalismo de mercado ha disparado la desigualdad, la tecnología está devastando la estructura del mundo laboral, los desplazamientos de población discurren según la agenda de los explotadores y no de los gobiernos, los agentes financieros envenenan la economía productiva...



No soy ingenuo, no pretendo que Biden sea el hombre llamado a corregir todas estas tendencias. Lo que sí es que hay cosas que nunca hará la derecha... y otras muchas que, con la presión ciudadana debida, sí puede llegar a hacer un gobierno socialdemócrata, aunque solo sea porque, por puro interés de partido, saben que siempre habrá otro Trump esperando para capturar a los decepcionados.  


Permítanme una última observación a modo de posdata. Me ha sorprendido mucho en los últimos días el miedo generalizado a la reacción de Trump, a su negativa a aceptar la derrota. En algún diario satírico aparecía el personaje recordándonos a todos que aún tiene a su alcance el célebre botón nuclear. En el New York Times un sesudo analista advertía que el padre de Ivanka seguirá teniendo una gran influencia sobre la vida política del país. Pues miren, yo discrepo: Donald es un hombre acabado, así de sencillo. Su ridícula reacción denunciando supuestos fraudes en el recuento me hace pensar en ese monstruo de las películas que sigue moviendo los tentáculos histriónicamente y pegando alaridos cuando ya lo han arrojado al barranco y está definitivamente derrotado. Trump no va a conseguir nada en los tribunales. Incluso sus amigos están empezando a rehuirle. Pasará con Trump como en la ciudad donde vivo pasó con Rita Barberà. Parecía invencible y creía tener abducida a la ciudadanía. El día que se la pegó en unas elecciones se disolvió como un azucarillo, su legado quedó reducido a la nada y fue olvidada por todos, hasta el punto de que ni siquiera quienes tanto la jalearon se atreven hoy a mentarla porque quedan como unos cutres. 



Es curioso que un tipo que se hizo célebre con un reality televisivo como The Apprentice, basado en eso tan americano del odio a los perdedores, pase ahora a formar parte sin remedio de la legión de los que hemos fracasado en la vida. 


Bienvenido, Donald, temo que te va a costar entenderlo, pero aquí no se está tan mal después de todo. 

Tuesday, November 03, 2020

¿UN TIRO EN EL PIE?


De "tiro en el pie" califica Vargas-Llosa la elección de Trump para ocupar la Casa Blanca hace cuatro años. Los americanos votaron mal, afirma el Nobel peruano. No estoy seguro de que sea muy liberal dicho planteamiento, yo creía que la democracia era intrínsecamente buena y que no se depreciaba en función de si ganan los que a mí me gustan. De otro lado, al novelista parece que se le olvida que Trump no obligó al Partido Republicano, con el que tanto simpatiza don Mario, a ser proclamado candidato para enfrentarse en las presidenciales a Hillary Clinton, elegida por los Demócratas. Pese a los numerosos hostiles dentro de la jerarquía del Partido, las bases republicanas creyeron que sería un buen competidor, y no parece que se equivocaran, pues Donald, contra pronóstico, terminó derrotando a Clinton. No obstante, la cuestión de fondo que da sentido al artículo es otra: a los EEUU les va mal con Trump, luego lo mejor es que pierda. 


Es de agradecer que Vargas-Llosa, un irredento conservador, tenga personalidad suficiente para reconocer lo que todos advertimos, que Trump es un patán.  Es la misma que le inclina a pedir a la ciudadanía que vote el martes a los Demócratas, pues entiende que Joe Biden, pese a sus insuficiencias, es el hombre de la moderación que el momento que vivimos necesita, en favor de la nación y del resto del mundo, ver sentado en el Despacho Oval. 


Está muy bien... el problema es que no le creo. No es que no sea sincero en su diatriba a Trump. Lo que advierto es que su análisis es tramposo y su posición falaz, entre otras cosas porque elude cualquier atisbo de autocrítica. Lo diré de una vez: la derecha más o menos elegante del mundo sabe que Trump es impresentable y sospechan que va a ser derrotado por Biden... es el momento oportuno para romper definitivamente puentes con su modelo de derecha cutre y maloliente. El artículo de Vargas-Llosa responde a ese plan...



Pero no es tan sencillo, lo siento. Y la razón es bien sencilla: el trumpismo no es un verso suelto ni un accidente que le ha sobrevenido al conservadurismo norteamericano. La presidencia de Trump es hija de la furiosa y muy bien financiada presión ejercida por el Tea Party durante los ocho años de Obama. Trump no es un liberal, desde luego, no en el sentido en que la gente como Vargas-Llosa se reconoce a sí misma como tal. Pero el trumpismo que derrota a Clinton sí está vinculado a aspectos tan inseparables de la cultura reaccionaria como el odio a la inmigración, el machismo, el nacionalismo, el militarismo y el culto a las armas, el rechazo al ecologismo, el odio a la política profesional... Trump no ha llegado a la Casa Blanca por ser, como piensa Vargas-Llosa, un conservador equivocado, sino mas bien por lo contrario... porque su estilo rabioso y autoritario encarna ahora mismo mejor que nadie la deriva del conservadurismo en nuestro tiempo. 


Veamos...


Sin dejar de recordarnos en su artículo de este domingo en El País su profunda aversión por los regímenes de Cuba y Venezuela, el creador de Pantaleón deja bien claro su lugar en el mundo al declararse ferviente admirador de Ronald Reagan y simpatizante del Partido Republicano. Han pasado cuarenta años y las circunstancias son otras, desde luego, pero, qué quieren, a mí me recuerda mucho la emergencia del reaganismo y sus posteriores líneas de acción a las que ahora encuentro en Trump... La única diferencia es que, como actor, Donald es algo más histriónico que Ronnie. De otro lado, y aunque no soy fan del castrismo ni del chavismo, creo que esa obsesión por recalcar que son el eje del mal desnuda un error muy común: Vargas-Llosa parece ignorar que el autoritarismo es hijo de la pobreza y la desigualdad, y no a la inversa. El problema es que, mientras no haya supuestos comunistas en el poder, al novelista la pobreza le suele traer al fresco. Por cierto, reprocha a Trump que su hostilidad al gobierno venezolano, además de ineficaz, responde al "oportunismo", pues no se ha preocupado de ayudar de verdad al pueblo de aquel país, en lucha contra sus tiranos. Me pregunto cuándo la lucha del gobierno norteamericano contra algún régimen comunista en América Latina se ha basado en la voluntad de ayudar al bienestar y la paz entre los ciudadanos del país en concreto. Siempre hay geoestrategia, lo que de verdad molesta a Vargas-Llosa es que Trump no ha conseguido todavía cargarse el régimen de Caracas e imponer a su amigo Guaidó en el gobierno. 


Se ceba a continuación el escrito con la pavorosa gestión del covid. 



Acusa a Trump de ser un millonario sin cultura, algo que en realidad me parece muy de "Mocasines", como llamaban a don Mario en su juventud: a los pijos de noble cuna siempre les han molestado los arribistas y los nuevos ricos... Y no porque les moleste la riqueza, sino porque sus formas les recuerdan a la chusma. Y tiene razón, Trump es vulgar y plebeyo, no tiene ningún interés en ocultarlo y es ese por cierto su gran secreto. Le afea Mario su racismo, expresado en delirios como el de la gran muralla con México y el insistente discurso anti-inmigración. Le va algo en el asunto porque Vargas-Llosa es hispano, pero creo que su análisis es poco profundo. La derecha, diga lo que diga, no quiere echar a los inmigrantes, quiere esclavizarlos, mantenerlos en situación de precariedad y aún de esclavismo... y, cuando venga bien, poder echarlos sin problemas y culparlos de los problemas del país. A mí no me preocupa demasiado el racismo de Trump porque lo verdaderamente racista son las prácticas del capital, al cual le conviene una mano de obra barata y sin derechos porque le resulta rentable. De eso no habla Mario, solo le molesta que Trump hable con tono de paleto del Ku Kux Klan. También podría el articulista elogiar el trabajo contra del racismo de Obama durante su gobierno, pero para el negrito no hay ni una palabra. 


Alude Vargas-Llosa al fracaso en el plan para la paz entre israelís y palestinos, que ha fracasado porque es evidentemente inaceptable para estos últimos. No recuerdo que haya sido de otra forma cuando el tema ha caído en manos de un gobierno republicano, por ejemplo el de Bush jr, aún más pirómano que Trump a la hora de poner sus sucias manos sobre el Medio Oriente. Pero los dislates de anteriores gobiernos republicanos en la región no habla, claro.


Concluye, por supuesto, denunciando la nefasta gestión del gabinete Trump respecto al covid. Si el país no ha ido a la ruina es gracias a la agilidad y eficacia del modelo de oferta y demanda, el cual permite a los empresarios seleccionar a los mejores empleados y a estos exigir mejores salarios y decidir en qué empresa quieren trabajar. No dudo que en los EEUU haya profesionales que ocupan un lugar privilegiado en el sistema laboral, pero, qué quieren, yo -que tengo miras estrechas- asocio el modelo americano a la precariedad, la neutralización sindical, la desigualdad escandalosa y el deterioro de los derechos de los trabajadores. Sí, Wall Mart, Mac Donald´s y todas esas cosas, pero, según Vargas-Llosa, el país es el paraíso de las relaciones laborales. Yupiii!!!


Pero lo que de verdad me llama la atención es que acuse a Trump de haber desoído las reiteradas llamadas de los expertos para decretar restricciones pretextando razones económicas. Quiero recordar que Vargas-Llosa, en pleno confinamiento español, encabezó junto a José María Aznar un escrito que proclamaba lo siguiente: "Algunos gobiernos han identificado una oportunidad para arrogarse un poder desmedido. Han suspendido el Estado de derecho e, incluso, la democracia representativa y el sistema de justicia". Tras referirse, como no, a Venezuela, Cuba y Nicaragua, afirman que "En España y la Argentina dirigentes con un marcado sesgo ideológico pretenden utilizar las duras circunstancias para acaparar prerrogativas políticas y económicas que en otro contexto la ciudadanía rechazaría resueltamente". 


¿En qué quedamos, Mario? ¿Debían los gobiernos restringir ciertas libertades en aras de la salud, como hicieron los gobiernos de distintos signos ideológicos, aunque el documento solo habla de izquierdistas, o, por el contrario, había que proteger las libertades ciudadanas frente a la algarada estalinista que que nos amenazaba con la excusa sanitaria? 


Asombrosa desfachatez, me parece a mí. Ojalá pierda Trump. Y no, desde luego, porque lo diga Vargas-Llosa, entre otras cosas porque mañana igual dice lo contrario. A saber. 



 



 



Thursday, October 22, 2020

"DERECHITA COBARDE"


 Lo lamento por sus numerosísimos detractores y por algún amigo que ya he perdido por defenderle, pero Pablo Iglesias vuelve a tener razón: la culpa del ascenso de la ultraderecha la tiene, al menos en parte, el Partido Popular. 


Nada que objetar al comportamiento de Casado y su gente en relación a la moción de censura. Entendieron desde el principio que no iba contra el Gobierno sino contra ellos. Dado que la relevancia política del acontecimiento era nula -al menos si entendemos como político lo que afecta a los ciudadanos y no al interés de los partidos- no había otra que menospreciarlo en público y esperar a que escampara pronto y con las mínimas consecuencias. 


Nadie sino el PP podía salir perjudicado por estos días que han sido todavía más esperpénticos de lo que esperábamos. Sánchez sale reforzado mientras hay dentelladas en la derecha por encabezar la oposición, Iglesias revitaliza su perfil guevarista de luchador contra el fascismo y Abascal conforta a sus votantes demostrándoles que es igual que ellos, es decir, un tarugo. Solo el PP sufre con la comedia bufa de esta semana, y no le ha ido peor porque Casado ha entendido a tiempo, como advertimos en su discurso del jueves, que o marca las distancias con Vox o le hacen la pinza. 



Este procedimiento de pura supervivencia no salva a su partido, sin embargo, de las responsabilidades respecto al crecimiento de la bestia. O acaso no sea exactamente su partido, sino más bien la derecha española en general, la que debiera hacer un examen de conciencia respecto a la amenaza de que un grupo hostil a la democracia llegue a convertirse en una seria alternativa de poder. Alguien me podría decir que esto no ha ocurrido antes porque, en realidad, el PP contenía a esa derecha cerril, civilizándola en valores democráticos básicos y limando sus peores aristas. Esta hipótesis tiene a mi entender las mismas posibilidades de acierto que la contraria, es decir, que el PP ha mantenido en su seno el franquismo residual, protegiéndole de la extinción. 


En uno u otro caso, creo que estamos en un ciclo nuevo. A la sombra de Abascal se reaniman algunos viejos fuegos de nostalgia franquista, no hay duda. Pero el contexto es completamente diferente al del 23F y los nuevos incendios obedecen a causas nuevas, causas por cierto muy próximas a las que han animado a la derecha extrema en otras naciones europeas. 


De esa mutación, que afecta a todos los ámbitos de la sociedad y que no es nacional sino global, no tiene la culpa el PP. De lo que sí la tiene es de haber creído que podría usar ese nuevo impulso reaccionario en su favor, de ahí los numerosos pactos con Vox en diferentes gobiernos autonómicos y consistoriales. Ese cortoplacismo que lleva a obtener el poder donde sea y como sea, y la miopía estratégica de quien no ve que da de comer al monstruo que ha de devorarlo, lleva a la derecha a la circunstancia actual, la peor en que ha llegado a encontrarse desde los tiempos de Fraga. 



Pero creo que hay algo más, y es bastante siniestro. Si la ultraderecha ha tardado tanto en asomar en España no es porque no existiera, es porque estaba integrada en el sistema. Su electorado vivía satisfecho con los principios del aznarismo, sobre todo desde que don José María empezó a enloquecer y nos condujo a una guerra intolerable junto al zote de Bush. Siempre intuyeron que aquél era el partido de Manuel Fraga... Y tenían razón, la tenían incluso cuando se dedicaron a vender la panoplia del "partido centrado", que era desde luego una mentira pero que les sirvió para recoger a muchos votantes defraudados por abundantes razones con el felipismo.  


El deterioro económico, la revolución en los sistemas de información y comunicación, el proceso catalán, la inmigración o el creciente protagonismo de las mujeres o los homosexuales en la vida del país han propiciado una creciente irritación entre quienes no son capaces de asumir la complejidad de las sociedades contemporáneas. Quizá algunos hayan descubierto en estos días que Vox no tiene una sola propuesta factible o razonable. Ni es posible hacer lo que pretenden ni constituye solución a nuestros problemas. Por eso, si alguna vez alcanzaran el gobierno, no nos sacarían de Europa ni echarían al mar a los inmigrantes, aunque estos sin duda lo tendrían peor de lo que lo tienen. Lo que sí harían es lo que ya ha hecho Trump y lo que, en realidad, siempre hizo la derecha española y, con los matices pertinentes, el PSOE, es decir, proteger el capitalismo corporativo. O, si lo prefieren, el poder omnímodo del IBEX y del sistema financiero. 


Prefiero ver a Casado enviar a la mierda a Abascal que lo contrario. Pero ¿realmente los conservadores españoles están en contra de las ideas de Vox? En eso consiste el examen de conciencia que deben hacer. Otra cosa es que quieran hacerlo.