Friday, July 28, 2017

DERECHO A TODO

Síntoma de salud democrática es la convicción de que los derechos tienden a extenderse. En ocasiones escucho la especie de que "hay demasiados derechos". La pronunció, por ejemplo, un compañero de trabajo para convencer a los demás docentes de que debíamos endurecer el trato hacia nuestros alumnos y echar mano de medidas de castigo con mucha más asiduidad: "los alumnos tienen demasiados derechos", nos espetó. Se equivocaba, y por eso duró poco en la profesión, confundía un instituto de enseñanza secundaria con un cuartel o con una cárcel. Que los alumnos gocen de derechos de los que, por cierto, yo no gocé en muchos casos, es el resultado de una larga batalla que no se ha acabado. Uno de esos derechos es el de recibir una clase de matemáticas en condiciones o el de no ser insultados, por eso el profesor debe apercibir o, si es necesario, sancionar a los alumnos que obstaculizan el desarrollo de la tarea académica o que acosan a sus compañeros. 

 Perdonen que me ponga tan pedagógico, pero cualquier ciudadano de bien entiende que cuando el ejercicio de un derecho conculca el de otros ciudadanos, entonces estamos ante un abuso. A mí me puede gustar el tabaco, pero no puedo fumar en un espacio y público porque destruyo el derecho de otros a no respirar mis humos. 

Últimamente tengo la sensación de que muchos ciudadanos creen que cualquier cosa que les apetezca debe reconocerse como un derecho, y a menudo llaman mojigato, aguafiestas o cosas peores a quienes nos negamos a aceptar que las bicis discurran por las aceras, que se monten bárbaros botellones de madrugada bajo mi casa o que perros peligrosos vayan sin correa ni bozal por donde yo paso con un niño pequeño. 

Lanzaré tres ejemplos para la reflexión, es más que nada por ganas de montar polémica, ya saben cómo soy. 

En un pueblo andaluz se ha celebrado una manifestación nudista contra una ordenanza del ayuntamiento que prohíbe a la gente ir como Dios la trajo al mundo por la playa que forma parte del núcleo urbano. No se engañen, yo voy en pelotas muy a menudo y como no me considero culpable por las gilipolleces que hizo Adán, no me avergüenzo en lo más mínimo de mi cuerpo ni me escandaliza ver las carnes de mis prójimos, sean guapos o feos, hombres o mujeres. Ahora bien, lo que no entiendo es el argumento con el cual las asociaciones afectadas protestan: el naturismo es una ideología, y la desnudez es la libre expresión de sus principios, luego proscribir el nudismo de una playa atenta contra la libertad de pensamiento. 

Pues miren, no, que el nudismo sea una ideología es algo bastante traído de los pelos, salvo que pensemos que cualquier cosa es una ideología. O si lo es, se me ocurre, pero en ese caso me pregunto si quienes tanto pelean por liberarnos de la tiranía del atuendo no ganarían crédito a mis ojos si sus ansias reivindicativas se dirigieran contra la precariedad laboral, la violencia contra la mujer o la pobreza infantil. No voy a denunciar a nadie que vaya en pelotas por la playa, ni siquiera -me pasó una vez- si anda sin atavío alguno por el centro de una gran urbe. Pero si el ayuntamiento de una localidad, que representa la voluntad popular, decide que hay unos mínimos de respeto cívico, hay que entender que no es un tema de mojigatería y mucho menos de ataque a la libertad ideológica. De igual manera que un alumno no entra en mi aula con una gorra, tampoco aceptaría que entrase desnudo; de igual manera que me parece aceptable e incluso saludable que dos alumnos se besen, no vería con buenos ojos que se pusiesen a follar en medio del pasillo. Lo que no intento decir es que no todo es aceptable, y eso tiene que ver con muchos aspectos de la convivencia más trascendentes que la ropa, pero también con ella. 

Segundo caso, me sorprende mucho el consenso que advierto respecto a los "hoteles para adultos". De igual manera que no hay bares para fumadores porque entonces casi todos los bares se acogerían a esa posibilidad, convirtiendo los bares libres de humos en lo que eran antes de la ley antitabaco, es decir, una excepción, temo que los hoteles sin niños podrían proliferar tanto que lo raro fuera encontrar uno al que yo pudiera acudir acompañado de mi vástago. 

Esta sólo es una hipótesis, pero no lo es la evidencia de que la Constitución evita discriminar a las personas, y no veo por qué vetar a los niños en un lugar público -y un hotel lo es, aunque su titularidad como negocio sea privada- es distinto de poner hoteles sin negros, sin disminuidos psíquicos o sin transexuales. Ya puestos, y en aras de la "segmentación" o "diversificación de oferta" que plantean ciertos empresarios hoteleros que defienden esta medida, podrían montar hoteles sin mujeres, que ya se sabe que emplean demasiado tiempo en asearse y sobreocupan los cuartos de baño, sin madrileños, que son prepotentes, o sin Testigos de Jehovà, que son unos pelmazos. 

Lo que intento decir con estas gansadas es que en un hotel hay unas normas, y que si yo las cumplo, aunque vaya con niños, debo tener el derecho a que se me permita usar sus servicios. Por cierto, algunos adultos sin críos deberían haber sido echados a patadas de establecimientos en los que he estado con mi vástago... No sé si me estoy explicando. 

Acabo ya y les dejo en paz. La Consellera de Sanitat de la Comunitat Valenciana se ha negado a reconocer el carácter clínico de la homeopatía y de otras prácticas "pseudo-científicas" como la hipnoterapia, la acupuntura, la medicina ayurvédica, el chi-kung, el yoga, la reflexología, el shiatsu, la fitoterapia, el reiki...

No es mi objetivo debatir el poder terapéutico de toda una larga serie de prácticas ajenas a la llamada "medicina convencional" o "alopática", ni siquiera creo que lo sea de la señora Montón, aunque seguro que la consideración de que todas estas especialidades no han demostrado su eficacia encuentra encendidas hostilidades. Lo que pretende la consellera es contestar a la demanda de quienes pretenden incluir ciertos productos y prácticas dentro del programa y la financiación de los hospitales públicos. 

Citaré a un amigo médico, Fran: cuando algún paciente le dice que está siguiendo tal o cual tratamiento ajeno a la práctica convencional que un médico común lleva a cabo diariamente, él les pregunta si les está sentado bien, si les ayuda... Si el paciente contesta que sí, Fran ya no añade nada más: "siga con ella entonces, pero no se olvide del tratamiento que yo le he dado". Hay mucho que decir sobre el funcionamiento de los hospitales, sobre las guardias infernales que se come Fran o sobre la competencia de algunos profesionales. Pero esa es otra historia. Si la medicina alopática es un servicio público no es porque haya una conspiración de oscuras élites para impedir que prosperen el reiki o el curanderismo, sino porque desde Galileo y Newton resulta que los niños ya no se nos mueren como moscas ni somos ancianos moribundos con cuarenta años, como sucedía cuando la única medicina era homeopática. 

Practico taichi y meditación, artes milenarios y en cuyo poder terapéutico para mi complicado sistema nervioso creo firmemente. Pero, qué quieren, no aspiro a que me los pague la ciudadanía. Por otro lado, si he de tener un ataque de apendicitis, cosa bastante desagradable en cualquier caso, prefiero tenerlo en 2017 que en en el siglo XV. 

Feliz canícula, les quiero. 

Friday, July 21, 2017

ÚLTIMAMENTE ME PREGUNTO SI HAN DECIDIDO EXTERMINARNOS



1. Omar Little, uno de los personajes más fascinantes y contradictorios en la historia de la teleficción, vive en una ciudad repleta de hampones que pasan las cinco temporadas de la magnífica The wire intentando liquidarle. Parece imposible sumar tantos enemigos peligrosos y salir vivo de tantos atentados contra su vida. Al final -viene un espoiler- Omar muere por el disparo de un niño al que nunca habíamos visto antes y del que ni siquiera sabemos si tiene algún motivo para hacerlo. Es en apariencia una muerte ridícula para un héroe de tan colosales dimensiones, y, sin embargo, cuando ocurre lo entendemos: de alguna inexplicable manera hay un destino irónico que se ríe de nosotros mientras Omar Little agoniza. 

Me asalta esa imagen cuando pienso que a lo mejor quienes terminan por exterminarnos a todos son Trump y Kim Jong-un. Hemos hecho Santa Sofía de Estambul, las pirámides o la democracia, merecemos algo mejor, pienso, pero luego me acuerdo del niño de Omar, y creo que nuestra hipotética extinción a cargo de estos dos niñatos tendría algo sarcástico.  

2. Mi ex-alumno y sin embargo amigo Enrique Ferri anda algo afligido estos días por la muerte de George A.Romero, mítico director de películas de terror y con los zombis como protagonistas estelares. El encanto irresistible de su primer film, "La noche de los muertos vivientes", de 1968, tiene que ver con lo exiguo de sus medios. Apenas máscaras ni cuerpos deshechos, sin vísceras ni apenas gruñidos... sólo ropas de mortaja y ese caminar lento de la maloliente tropa que se acerca para devorarnos. Es pueril, sí, pero lo prefiero al circo de efectos especiales que convierte tantas películas posteriores en un carrusel de sustos y trucos tecnológicos.

3. Se debe leer "Patria", de Fernando Aramburu, sin duda. Hay un pasaje que me conmueve, pero en él no hay lágrimas ni asesinatos ni familias enfrentadas. Dos etarras se ven obligados a pasar una noche al raso en el Monte Igueldo de Donostia para eludir un posible registro policial en el piso que alquilan. Desde lo alto divisan la ciudad en su Semana Grande... los ciudadanos vascos divirtiéndose y poteando despreocupadamente mientras ellos están allá, pasando frío y miedo, cargados a la espalda con la misión de salvarles. El desasosiego que les asalta hace que, al menos por un momento, nos sintamos menos lejos de ellos.   

4. Soy muy de Martin Landau, fallecido en estos días. Me atrae ese joven y malhumorado esbirro fiel del gran James Mason en "Con la muerte en los talones", aunque mi recuerdo más antiguo es el de su papel protagonista en la serie Espacio 1999, que me encantaba. Su imagen se agranda con el papel del médico Judá en "Delitos y faltas", obra maestra de Woody Allen, y se hace gigante con su papel de un Bela Lugosi anciano y devastado en el mejor film que ha rodado -y rodará- Tim Burton: "Ed Wood". 

5. Las encuestas en Barcelona acreditan que hoy el mayor problema para los habitantes de la Ciudad Condal es el turismo descontrolado. "Ustedes nos molestan, váyanse", parecen estar diciéndoles los miles y miles de turistas que visitan la ciudad. Paradójicamente, es esa ciudadanía acosada la que ha hecho históricamente grande a las urbes que ahora son masivamente visitadas precisamente para admirar esa grandeza. Una ciudad gentrificada y entregada a la depredación de enormes cruceros y legiones de autobuses, una ciudad sin verdaderos habitantes... es una terrible distopía, pero parece ser la dirección que llevan las grandes villas de Europa, esa península de Asia amenazada con convertirse en un enorme museo lleno de fetiches sin vida. 

6. La Academia de la Lengua Española admite el imperativo "Iros", parece que gracias a los esfuerzos del simpar Pérez Reverte. Mi vástago dice "cantad" o "jugad" porque su madre y yo se lo hemos enseñado. Tiempos difíciles para ser padre o maestro cuando uno es desautorizado incluso por los doctos. 

7. Me repugna todo lo que tiene que ver con Blesa y algunos de su especie. Pero reconozcámosle un último indicio de elegancia. Fingió durante días, acaso semanas, encontrarse en plena forma, interrumpió una banal tertulia para salir con una excusa cualquiera y se alejó lo suficiente para matarse sin grandes aspavientos. 

8. Amo el fútbol, o para ser más exacto, amo el recuerdo de lo que el fútbol hizo por mí cuando era niño. Y saber, sin embargo, que los palcos de los grandes estadios del mundo son ocupados por muchos de los peores indeseables de la Tierra.  


Saturday, July 15, 2017

ESTIVALIDADES

1. Adorno estaba cargado de todas las razones imaginables para preguntar si tenemos derecho a seguir escribiendo poemas después de Auschwitz. Pero la poesía es también testimonio del horror. No le concedamos a los asesinos la victoria de callarnos. Aunque, bien pensado, incluso la determinación de guardar silencio contiene algo poético. 

2. ¿No les parece que la gente cada día es más maleducada? Una profesora, extrañamente contumaz en el empeño de no contestar al preceptivo saludo matutino, explicó que los hábitos corteses le sonaban a hipocresía. La educación que mis padres pagaron me impidió enviar a la mierda a semejante gilipollas. 

3. Mientras tomo mi primer baño del verano en la playa mi cabeza es insistentemente asaltada por una canción de una vieja comedia del desarrollismo español de los sesenta: 

"El mar está fresquíribis, fresquíribis, fresquíribis
y da mucho gustíbiris, gustíbiris, gustíbiris, nadar, 
si se sabe el truquíribis, truquíribis, truquíribis, 
el truco tan sencillo de flotar."

... Y después pretendo que la culpa de todo la tenga el Gobierno. Hay que joderse. 

4. Algunas personas no nos quieren. Nos gusta pensar que no nos entienden, pero a lo mejor es que han descubierto la naturaleza de nuestro juego, o sea, que nos entienden demasiado bien. 

5. No me acabo de reconocer cuando me miro en el espejo. No sé explicarlo y seguramente no van a entenderme, pero es esta la razón por la que creo, erróneamente, que quienes me quieren no lo hacen por aquello por lo que "merezco" ser querido. Este razonamiento vale exactamente igual para quienes me detestan. 

6. Inger Enkvist, una antigua asesora para educación del Gobierno de Suecia afirma que hay que recuperar la disciplina y la autoridad en la escuela. Por fortuna la gente como Enkvist -he conocido así a millares en mi vida- va desapareciendo de las aulas. Lo advirtió el viejo Kant en "¿Qué es la ilustración?", un breve escrito en el que se explica con inigualable claridad el desafío que supone atreverse a ser modernos. "Es incómodo" -dijo- "vivir emancipados. Con cada traspiés que suframos no faltarán quienes nos recuerden que hubiera sido más cómodo no intentarlo". La libertad es el mayor don que nos han legado los dioses, no es extraño que tenga tantos enemigos. 
  

Sunday, July 09, 2017

CONTRACUMBRE DE HAMBURGO

Paso últimamente una hora diaria en las gradas de una piscina cubierta donde mi vástago aprende a nadar. Hace demasiado calor, pero la mayoría de los críos parecen inmensamente felices en el agua. Es una piscina pública, la financia el Ayuntamiento, es decir, el conjunto de la ciudadanía de la localidad en cuestión. Mi vástago conversa animosamente con sus compañeros, algunos de ellos niñas o niños pakistaníes o africanos. La mayoría de estos niños provienen de familias poco pudientes... creo que no somos capaces de imaginar hasta qué punto infraestructuras como una piscina pública generan cohesión social y ayudan a que los jóvenes no se desorienten.

Mientras observo el entusiasmo con que los jóvenes profes -alguno es, por cierto, ex alumno mío del Instituto- les dan instrucciones para desenvolverse en el agua, pienso en que lo único que puedo entresacar de la Cumbre del G20 en Hamburgo es que todo el mundo le tiene miedo a ese gran macho alfa que es Trump, que Gran Bretaña es vocacionalmente una traidora a Europa y que los ricos del mundo presionan a los gobernantes para que les ayuden a aumentar sus ganancias si quieren que les sigan financiando sus partidos políticos y les garanticen el dulce futuro que les espera tras la puerta giratoria. Es posible que mi versión de la reunión en cuestión sea demagógica y simplista, llámenme lo que quieran, pero lo que no van a poder llamarme es ingenuo, los países más poderosos no se han reunido en Hamburgo para defender las libertades, sino para proteger el capitalismo corporativo que se ha convertido en la lógica que atraviesa la globalización.

Todo lo demás es la supuesta violencia de la Contracumbre. Pues miren, no me lo creo. Faltan noticias, pero como he estudiado la evolución histórica de las Contracumbres desde Seattle 99, tengo la sospecha de que las cosas no están siendo muy distintas. 

A ver, sin duda han acudido los Black Blok, grupo de supuestos anarquistas que visten de negro y consideran que quemar contenedores y provocar enfrentamientos duros con la policía es la manera de conseguir publicidad para el evento. Son una pequeña parte del heterodoxo y amplísimo maremagnun de grupos izquierdistas, anticapitalistas, feministas, pro-gays, ecologistas, indigenistas que se reúnen para manifestarse de forma pacífica y creativa con dos objetivos esenciales:

1. Hacer ver a la ciudadanía mundial que en el G20 los amos del mundo van a decidir qué hacer con nosotros, por lo que mejor haríamos haciendo caso de sus reuniones. 
2. Llamar la atención de la gente sobre los problemas que realmente aquejan al planeta y que amenazan seriamente con destruirnos o, cuanto menos, con generar tales niveles de desigualdad que corremos el riesgo de convertir nuestro mundo en un lugar inhabitable. 

Bueno, quizá todos estos grupos -a veces peleados entre ellos- sean un hatajo de hippies histéricos, pero yo de ustedes pegaría una miradita a la web del Foro Social Mundial, auténtico artífice de todas estas contracumbres. Díganme después si creen que el programa de temas que vienen llevando a cabo durante el 2017 les parecen insignificantes: 

-Evolución de los modelos de empresa hacia la empresa integrada o cooperativa.
-Abuso infantil. 
-Resistencia civil y revolución no violenta.
-La renta básica internacional.
-Auditoría ciudadana de la deuda sanitaria.
-Cuidado y salud mental de la población. 
-Decrecimiento y sostenibilidad.
-Sobretasaciones y estafa bancaria. 
-Laicidad y democracia. 
-Disponer de la propia vida: eutanasia. 
-Paro y precariedad. 
-Feminización de la pobreza

Este es un breve extracto de las actividades del Foro Social Mundial en su delegación madrileña, todas ellas dirigidas por gente que parece muy preparada a tenor de su currículum. Es esta gente la que se manifiesta en estas horas en Hamburgo. ¿Se puede ser más irresponsable?