Sunday, November 30, 2008






HÉROES Y VILLANOS



1. Es poco lo que en este blog puedo añadir a todo lo que se viene diciendo desde hace días en el blog de Justo Serna -aquí lo tenéis linkeado- respecto a la presentación de su último libro Héroes alfabéticos. Por más que yo me haga el listo en la animadísima tertulia a la que dan lugar sus blogs, debo reconocer que me sorprendió extraordinariamente que me invitara a la presentación en La Casa del Libro. Soy algo más joven que los otros tres que se sentaron a la mesa -el propio Serna y los otros dos presentadores, Anaclet Pons y Francesc Vila-, conozco personalmente al autor desde hace relativamente poco tiempo, no formo parte del gremio de historiógrafos y, sospecho, no tengo una historia personal que me haga merecedor de una gran confianza.



Esto último debo explicarlo. Justo Serna no me conoce tanto como para suponer que con toda seguridad no hubiera acudido borracho al acto, en cuyo caso le hubiera empastrado la presentación. Tampoco sabe que mi vocación frustrada es la de payaso -estoy hablando totalmente en serio- y que, en una circunstancia como la del pasado miércoles en La Casa del Libro, hubiera podido sobrevenirme la tentación de ponerme a soltar gilipolleces. Por suerte, entendí hace muchos años que no tengo tanta gracia como para montar números así, y que, después de todo, tampoco mi ansia de protagonismo es tan incontenible como para no entender -creo que es una pura cuestión de cortesía- que a quien vienen a ver los asistentes es al autor.


Hablando del autor, creo que hay algunos prejuicios que convendría desactivar. Héroes alfabéticos es un ensayo inteligentemente divertido. Lo de "inteligente" le parece bien a todo el mundo, lo de "divertido" tiene cierta mala fama. Añadan a la pinta seria y sesuda que -cuando no se le conoce, y sobre todo, cuando no se le lee ni se le escucha- presenta Justo Serna el hecho de que el libro haya sido publicado por la Universitat de València, y puede uno hacerse la idea de que si lo adquiere va a pasarse un par de domingos de frío aguantando un rollo plomizo y culterano sobre los literatos que se ha empapuzado el autor.



Y entonces, uno empieza a leer... "Nos multiplicamos con personajes y con relatos que sin ser nuestros nos interpelan y nos conmueven( ...) Leer puede ser un acto tan creador y esforzado como el de escribir, porque cuando lees y lees con denuedo, con perseverancia, con exaltación ávida y adolescente, te nutres, te expresa de manera vicaria, te rehaces con las experiencias de otros para adensarte interiormente y para hacerte más rico y expansivo."(pp.17)



La imagen de la lectura como una oportunidad, como una suerte, eso que mi padre tuvo tan claro de niño, cuando un libro era un lujo casi inalcanzable, alcanza un poder inmenso de la mano de Serna en pasajes tan luminosos como éste "Todavía hay narradores que describen y observan el mundo con furia, con la convicción firme de estar abarcando precisamente las dimensiones de lo real. Hay escritores en cuyas historias aún se aprecia la nostalgia de los viejos maestros, de esos grandes creadores dotados de riqueza inmaterial y capaces de reconstruir la dimensión exacta del mundo , de hacer el depósito de su imaginación."(pp.18)



Me formé haciendo eso que llamaban en los ochenta "radio libre". Tuve muchísimas noches la sensación de que, mientras hablaba al micro, (recuerdo una noche de Navidad así, allá en estudio de la Calle Garrigues), era perfectamente posible que ni una sola persona me estuviera escuchando. Explicando el cogito cartesiano a mis alumnos, ese "yo pienso", única certeza absoluta que puedo permitirme, me he acordado a veces de aquellas noches en Radio Klara. Eso, y la sensación de que para obtener hoy en día la atención de un grupo de adolescentes hay poco menos que bailar una sardana desnudo sobre la tarima -creo que hacen algo así en algunas telediarios del Este de Europa, poner a alguien dando el tiempo en pelotas para que no baje el share- me ha hecho vivir absolutamente obsesionado con la necesidad de no aburrir. Quizá mi intervención en la presentación del miércoles fuera algo corta, como me han comentado, quizá el libro merecía una lectura más enjundiosa y profunda que la que yo hice. Pero no hay nada que me asuste tanto como un oyente deseando apagar la radio... Como le dicen los marcianos a Woody Allen en Recuerdos de una estrella, cuando bajan de la nave y éste les exige que le digan cuál es el sentido de la vida, estos le contestan que no lo tiene y que si quiere hacer algo bueno por el mundo lo que le conviene es ingeniárselas para contar mejores chistes.



Lo pasé muy bien el miércoles, lo pasé mejor todavía leyendo el libro de Justo Serna, Héroes alfabéticos, pero ¿saben?, incluso de algunos de los momentos más dolorosos de mi vida, lo único que me ha parecido verdaderamente memorable no ha sido una intervención académica y sesuda... ha sido más bien el golpe de humor producido por una frase a contracorriente de alguien que se expuso a la censura de los cruzados contra el humor, el resbalón por piel de platano del tipo más serio o el premio obtenido y que alguien por error cambió en el último momento por el objeto más absurdo. Presentí el miércoles una corriente de afecto hacia el escritor muy intensa, muy extendida, entre quienes asistieron al acto. A algunas personas se les escucha porque son capaces de enseñarnos algo, pero también porque consiguen, sin proponérselo, que mucha gente les quiera bien. Si tienen la grandeza de asumir que en esto último reside parte de su éxito, retendrán a su audiencia y podrán seguir siendo algo más que un Descartes solitario en una cabaña en medio del invierno hablándole a una estufa. O a un micrófono.








2. El sábado, último día de noviembre, la Plataforma per l´ensenyament públic, que no es otra cosa que la representación de la totalidad de la comunidad educativa, salió masivamente a la calle para manifestarse contra la devastadora política educativa del gobierno autonómico. El Conseller de Educació del gobierno del País Valenciano, don Alejandro Font de Mora, se tuvo que comer una movilización popular de esas que no se recordaban casi desde tiempos post-dictatoriales. Cuando la derecha española llega al poder, hace falta tan solo un gesto obsceno de soberbia, una cacicada esperpéntica como lo de la Educación para la Ciudadanía en inglés para que la gente se dé cuenta de que les importa un comino la educación, de que tienen perfectamente asumido que la red publica escolar no es más que un estorbo cuyos gastos hay que economizar, que los niños -ellos que dicen tanto creer en la familia- son rehenes ideales de cualquier mezquina contienda partidaria, de que aquello que no produce una rentabilidad inmediata debe ser minimizado y despreciado... La mamarrachada de Citizenship no es en realidad más que un síntoma. La gestión de la educación -que no solo ha sido maltratada por el PP, no se engañen- requiere manos expertas y serias... De alguna manera, los ciudadanos deberíamos saber que son hombres buenos los que planean y administran el futuro de nuestra sociedad. Todos mis esfuerzos, todos mis proyectos, todo lo que he realizado y lo que me quede por realizar, aquello que alguna vez me ha parecido importante... todo quedará alguna vez en manos de los críos que mañana mismo oiré pegar gritos sobre el campo de fútbol del instituto. Que sean las tempestades quienes vuelvan baldía toda esa tierra hecha de sueños, que no sea un hatajo de petimetres que creyó, un día, que la mayoría absoluta les permitiría hacer lo que les diera la gana con todos nosotros.






Friday, November 21, 2008










20 DE NOVIEMBRE








1.Cuando yo nací Franco aún existía. Estaba viejo como una pasa y el pulso le temblaba a pesar de la determinación con la que firmó la sentencia de muerte de Puig Antich y tantos otros... Todos, en mayor o menor medida supimos a qué sabían las hostias de la dictadura, incluso mi hermana Andrea, que nació dos días antes del fallecimiento oficial del Caudillo, quizá incluso muchos que nacieron después han experimentado las consecuencias de haber vivido en una especie de edad media gris y cutre durante cuarenta años. Cuatro décadas en las que el mundo civilizado aprendía a convivir libremente y que nosotros perdimos miserablemente por la fuerza de las armas y el derecho de conquista, que permite al ganador destruir, humillar o silenciar al enemigo. Ayer, en un programa trivial de la tele celebraban una especie de encuesta: "si quieres que Franco resucite llama a tal número, si quieres que siga en la tumba llamas a tal otro". A muchos el nombre del dictador les suena todavía a cartilla de racionamiento en la posguerra, a sótanos de la policía, a palizas nocturnas a los mariquitas por la Brigada Social, a un paisaje zafio y sin estilo de ritos impostados y al cobarde asentimiento del rebaño de borregos que aman a quienes conducen el mundo hacia la paz de los cementerios. Ahora ya solo es un chiste, mejor así después de todo. Mi sobrina Lola puede permitirse el lujo de no saber siquiera quien fue Francisco Franco. Su tiempo le deparará cambios climáticos, nuevos virus, nuevas vulnerabilidades, nuevos riesgos... pero no volverá a soportar una España de obispos orondos, coroneles con bigote y caciques que hacían callar al pueblo entero cuando ellos hablaban.

Se acabó, las tormentas de arena de la historia apenas dejarán más rastro de todos ellos que el del simple recuerdo. Eso, y un puñado de chistes que con el tiempo acaso ya ni tengan gracia. Adiós para siempre.




2. La detención de Cheroqui da también lugar a algunos chistes. Mi primera inclinación es mirar con severidad al de las bromas. El tema no me hizo gracia jamás, ni pizca. Alguien alude a la afición del terrorista al hachís, la cual probablemente facilitó su descuido y detención. (Ya decía mi abuela que las drogas son malas) Pienso un poco... quizá sea mejor reírse un poco. En una escena de la segunda parte de El Padrino, Kay dice a Mike Corleone: "ahora mismo creo que ya no siento ningún amor por ti... Ya solo te tengo miedo, Mike". Qué poca seducción son capaces los pistoleros de ejercer sobre mí, qué poco han significado en mi vida, qué pocas luces han añadido a mis desvelos, qué poco habré de acordarme de ellos cuando muera, qué insignificantes resultan quienes todavía dicen que no entendemos el conflicto vasco... Acaso la risa sea, después de todo, más inteligente que el miedo.


3. El 20 de noviembre es también, por cierto, el día internacional de la filosofía. No me atrevo a insistir en lo de siempre: que si la sociedad no puede deshacerse de la necesidad de la reflexión, que si debemos seguir incordiando con preguntas trascendentales para saber que aún no nos hemos convertido en borregos del rebaño, que si la filosofía es la bestia negra de los tiranos, que si hay un contubernio mundial del capitalismo y la tecnocracia para acabar con la enseñanza de los saberes críticos y convertirnos así a todos en sumisos esbirros. Pero por esta vez no voy a fastidiarles con frases lapidarias de Kant o Descartes. Sólo quiero acordarme del único filósofo que verdaderamente alegra mis actuales días: el Doctor House. La imagen que acompaña el párrafo me suscita un breve texto: "Mi silencio es la victoria de los tiranos". Es un personaje de ficción, pero no se puede tener todo.




Hablando de risas, el último capítulo emitido en la fox de la actual temporada me deja largamente pensativo. Wilson, que lleva semanas alejado de su amigo House, se siente obligado a llevarle al entierro de su padre. House, que no parece sentir en lo más mínimo el fallecimiento de su progenitor, pasa el viaje puteando a su viejo amigo y tratando de dificultar el viaje porque no le apetece en lo más mínimo asistir a las exequias. Una vez allá, obligado a pronunciar un discurso, simula una enorme pena para, a continuación, acercarse al cadáver como para besarlo y aprovechar para extraerle un poco de sangre, pues tiene la teoría de que en realidad no es su padre verdadero, hipótesis cuya veracidad se demuestra días después con el correspondiente análisis. En realidad House es un bastardo, su verdadero padre es el lechero. En ese momento Wilson llega a desear profundamente matar a House.


Al regreso, tras un largo silencio lleno de ira reconoce la verdad ante el tribunal de sí mismo. "Eres detestable, House, pero desde que murió Amber (su novia) hace dos meses, no me había divertido ni una sola vez como hoy lo he hecho contigo. No puedo prescindir de ti, aunque me pese". Dijo el príncipe de los filósofos, Friedrich Nietzsche, no estar dispuesto a "tomarme en serio a nadie que no haya sido capaz de hacerme reír" Por eso he dejado a Kant y veo a House, es lo más filosófico que se me ha ocurrido decir hoy.


4. La comunidad escolar se encerró la pasado noche en el instituto. Carteles reivindicativos, cena comunitaria, algunos gritos... El motivo es el que ha motivado toda la corriente de encierros, protestas y movilizaciones de todo tipo que se vienen llevando a cabo en el País Valenciano desde hace meses: la nefasta política educativa de la actual Conselleria. Vamos camino de una gran manifestación, el sábado de la siguiente semana, y de una gran jornada de huelga. Si conseguimos algo, mejor, si no, nos hemos divertido. Al menos, la otra noche.





5. El próximo miércoles, a las siete y media de la tarde en la Casa del Libro de Valencia, nuestro querido Justo Serna (consulta su blog), estrena su último libro, Héroes alfabéticos, una serie de escritos sobre la trascendencia que para cualquiera de nosotros han ido teniendo algunas tramas, personajes o escenarios míticos de la novela moderna. Dado que colaboro en la presentación no puedo por más que invitaros a todos al evento. Lo pasaremos bien y habrá copita de champán.






Thursday, November 13, 2008






EL NADADOR









Una constante del imaginario novelístico y cinematográfico son los indios. En su condición de salvajes actúan de forma incomprensible para los hombres blancos; por ejemplo cuando, tras una matanza feroz, perdonan extrañamente la vida a un tarado inofensivo. La razón, según la tradición narrativa iniciada en el viejo Fenimore Cooper (El último de los mohicanos, leer la novela, olvidar la película), es que para los indios los locos son sagrados, pues por su boca hablan los dioses. En su lenguaje extraño resulta pues que los locos anuncian la verdad. El cine de John Ford, acuérdense de Mose Harper en la grandiosa The searchers, ha insistido en esa idea. ¿Absurdo? Quizá, pero como sucede en aquel cuento de Hans Cristian Andersen, El traje nuevo del emperador, hace falta una mente no sometida a las convenciones institucionalizadas -un niño, un loco, un esclavo, qué más da- para atreverse a decir lo que todos ven pero nadie parece querer reconocer, que el emperador va desnudo.




Cambio de escena. En un film español de los noventa, Todo por la pasta, se da una escena aparentemente intrascendente que, sin embargo, a mí se me ha quedado grabada para siempre. En un geriátrico, un viejo loco -magistral interpretación de Luis Ciges- se sube a lo alto del campanario anunciando su intención de tirarse al vacío. La enfermera que se tiene que subir a convencerle de que no se tire le recuerda que la vida merece la pena, que tiene hijos... al final le promete que le pondrán la tele todas las horas que quiera:





-"¡No, no quiero ver la tele porque solo salen hijos de puta!", contesta a gritos el viejo. Loco, pero no tonto, desde luego.



Aquel hombre me hizo ver la luz. El verdadero problema de la televisión no es la falta de calidad de algunos programas ni su carácter adictivo ni el exceso de publicidad ... el verdadero problema de la televisión es su bajeza moral. No creo que todos los que aparecen regularmente en la pantalla sean unos indeseables, pero sospecho que es tan difícil encontrar a tipos honrados en la tele como en la mafia rusa o en el aparato de un partido político.







Hace tiempo que quería referirme a un suceso nocturno televisivo que todavía colea en internet. Su protagonista fue David Meca. El tipo no me es especialmente simpático. Tiene pinta de pijo de las playas, de beber cócteles tropicales en los chiringuitos, de un poco guapo, un poco tonto, un poco bronceado y un poco creído. Ninguna razón para tomarnos una cerveza juntos, pues dudo mucho que yo le gustara más de lo que él me gusta a mí. No voy a entrar en las razones por las que ocupa un escalón más abajo de la cima de la fama habitada por Fernando Alonso, Pau Gasol o Rafa Nadal. Quizá su especialidad, la natación de larga distancia y a mar abierto, no puede recibir el trato mediático de deportes como los que practican los aludidos, quizá es que cruzando estrechos entre océanos no hay medallas para España... No lo sé, y no me importa mucho, la verdad. Hasta que apareció en aquel programa de Tele Cinco, aparte de un pijo atontado, David Meca era el tipo del que yo, con cada una de sus hazañas, repetía aquello de "qué huevos tiene este tío, hay que reconocerlo". Me gusta el mar, no soy nadador... pero siempre he admirado el esfuerzo y la tenacidad de los corredores de fondo. Si he llegado a ser un hombre digno y no un tirado de la vida es porque, incluso en los momentos en que todo parecía importarme un carajo y me abocaba a la vida de un alcohólico o un vagabundo, algo en mí me decía que a donde no pudiera llevarme el talento me podría llevar el esfuerzo. Por eso respeto a David Meca.



Aquella noche cometió la imprudencia de acudir al programa ¿Dónde estás, corazón?. Creyó que por ser deportista y tener cierto don de gentes le dejarían promocionar sus aventuras por el reino de Poseidón y que todo lo más le preguntarían si tiene novia o si se tinta las canas. Calculó mal. Todos calculamos mal cuando creemos poder sacar frutos hermosos de árboles podridos. No entendió que quienes ven masivamente este tipo de programas no quieren saber si estamos enamorados o como llenamos el fondo de armario, lo que quieren es ver cómo nos arrastramos por el fango. El problema con un héroe del deporte es que, salvo que le lleven engañado a un programa, no hay manera de jugar a eso de yo te pago y tú dejas que te machaquemos. Es lo que sucede con tanto friki que va a la tele a dejar que la hidra de muchas cabezas le asesté mordiscos y escupitajos durante horas a cambio de un puñado de euros. Más o menos como prostituirse, pero sin la decencia de las putas.






A David Meca le engañaron. Le pasaron al empezar la entrevista un documento donde se demostraba el carácter fraudulento de sus hazañas marinas. Al parecer todo arrancaba de un intento de record consistente en cruzar tres veces a nado el estrecho de Gibraltar sin descansar. Yo puedo pensar que solo un lunático podría plantearse tal salvajada, pero hay quien camina de rodillas durante cincuenta kilómetros o se come doscientas hamburguesas solo para que su nombre salga en el Libro Guinness, esa enciclopedia del mundo contemporáneo donde se cita a los mayores idiotas de nuestros tiempos. Por lo visto, Meca cruzó dos veces; a la tercera, y como consecuencia del mal tiempo, las olas eran de tal altura que Meca optó por subirse a la barca acompañante y abandonar la empresa. De aquel asunto, Tele Cinco dedujo que había cosas oscuras en los records del nadador, de manera que se lanzaron sus reporteros micro y cámara en mano para descubrirlas. El resultado fue un reportaje donde gente que no daba su nombre y aparecía con la cara borrosa decía ser testigo de que Meca hacía trampas y falseaba los datos de sus hazañas solitarias, difundiendo como records lo que en realidad solo eran fraudes. Los miembros del programa de marras no dudaban en dar crédito a tan dudosas fuentes, por más que tal cosa fuera en contra de las normas más elementales de la ética periodística.



Por más que le recordemos a la gente que, en democracia, todos somos inocentes mientras no se demuestre lo contrario y que una acusación infundada culpabiliza al que la lanza y no al que la recibe, no dudo de que la imagen de David Meca quedó ensombrecida desde ese momento para los millones de españoles que se comen esa carnaza televisiva de la prensa rosa. ¿Con quien ha empatado la enana de la vena hinchada que preguntaba como un inquisidor o el tipo gris con pinta de huelebraguetas que ponía risa cínica ante las contestaciones del cada vez más sorprendido invitado? Meca se indignó, no es para menos, pero, por lo que he visto en los vídeos que circulan por internet, ni una vez perdió los nervios... se comportó hasta el final como un caballero frente a la hidra, salió del lugar como un gran campeón.


¿Cuando empezaremos a entender que ciertas conductas que se han vuelto tolerables y cotidianas constituyen en realidad un atentado al derecho que toda persona tiene a ser respetada en su dignidad, su intimidad y integridad moral? ¿Cuando dejaremos de dar crédito a personajes que se han forrado a costa de escarbar sin escrúpulos en la basura y que son despreciados por toda la profesión periodística? ¿Cuantos Jueces Garzón han de hacer falta para obligar a las televisiones privadas a devolver todo el dineral que han ganado difundiendo pornografía?


Al menos consiguieron una cosa. Aquel pijo con cara de beber piña colada me empezó a parecer un gigante. Dí en pensar que bajo esa sonrisa idiota se ocultaba el corazón de un león, aunque fuera un león de mar... No sé qué suerte de locura afecta a quien es capaz de lanzarse a mar abierto, enfrentarse a olas homéricas y a bestias con aleta y llegar a destino, a riesgo de sucumbir a cada momento y ser engullido por las aguas. No lo sé, pero a veces miro al mar desde el embarcadero, sigo una estela lejana...y apago de una vez la puta tele.

Saturday, November 08, 2008





LO QUE SÉ DE OBAMA




Lo que sé de Obama es que, en realidad, no sé prácticamente nada. Cuando nos acostumbramos a ver a cada momento en la tele o en las portadas de los periódicos a un personaje, nos llega a parecer tan familiar que se diría que es ya como de los nuestros, sobre todo si, como Obama, o como el Zapatero de los primeros tiempos, tiene facilidad para caer simpático. En realidad, y dado que no soy muy dado a mirarme en el espejo, parece que sé ya más de Obama que de mí mismo... Esta cara, que a veces me encuentro reflejada en el espejo y de la que cada vez me doy más cuenta que es una mezcla al cincuenta por cien de mi padre y de mi madre, me transmite muchas más sombras que la de Obama, entre otras cosas porque, acaso, la de Obama ya es más mi cara que la que el espejo me dice que es la mía. Si yo fuera un fontanero de Arkansas no me votaría a mí, votaría a Obama. ¿Y por qué le hemos votado a él y no a McCain? (digo "hemos" porque los yanquis, en contra del autismo que se les supone, votan en tanto que nación mesiánica pensando que es el mundo lo que va a gobernar el presidente electo, ya que el mundo es los USA)

Cierta teoría afirma que en los periodos de cierta calma económica, la gente tiende a votar a aquel con el que se tomaría una cerveza, un tipo llano que desconfía de los intelectuales y los homosexuales y que no deja dudas respecto a sus intenciones. En la práctica, esto se traduce, por ejemplo, en mantener la laxitud en materia de armas de fuego o de subcontratación de inmigrantes -sobre todo hispanos-, los cuales habrán de seguir produciendo riqueza pero sin dejarles que se crean que pueden vivir como nosotros. Cuando llega la recesión, es un poco como cuando a uno lo someten a una intervención quirúrgica de las gordas, lo que uno quiere entonces es un hombre fuerte. Y sí, Obama parece buen tipo, pero, a diferencia de Bush, ni el americano medio se tomaría cervezas con él ni parecen molestarle los intelectuales y los gays. Y lo que es peor, no se sabe muy bien qué demonios pretende hacer con la nación y, por ende, con el mundo. Y sin embargo le han votado porque parece un hombre fuerte, un líder en toda la extensión de la palabra.



Obama no es Kennedy, no pueden estar más lejos sus árboles genealógicos ni se asemejan las condiciones históricas que posibilitaron sus respectivas irrupciones. Pero hay algo que se respira en ambos casos y que huele un poco a lo mismo, algo que está en la gente y que tiene la virtud de ilusionar... no es que conforte o calme, es más bien esperanza lo que crea, una esperanza tensa y preocupada, una rumor de expectación como el que se crea en las gradas de un estadio cuando un novato con aura de estrella coge el balón. ¿Qué va a hacer? En realidad nadie lo sabe, quizá ni él mismo, pero ahí está él, recogiendo todas las miradas en el centro de la cancha, con el mundo dispuesto a vitorearle en cuanto lance con arte su primera bola. Obama, como Kennedy, es un presidente de la cultura pop, al contrario que Reagan o Bush, asociados en el imaginario de la clase media al referente del cine clásico de Hollywood.


¿Hay razones para confiar en Obama? Ninguna. Las hay para la expectación. Algunos analistas sospechan que en realidad es un subproducto cuya marca de fábrica son ciertos think tanks de Chicago... un subproducto que funciona de maravilla desde el punto de vista del marketing pero que, precisamente por ello, se desinflará cuando su brillantez mediática se tramite en una simple política de gestos. A la hora de la verdad, será el puro pragmatismo el que determine lo verdaderamente importante. A fin de cuentas, incluso Bush ha sido pragmático en contra de la doctrina más ultraliberal cuando ha implementado un plan de intervención profunda en los mercados en cuanto la falta de liquidez de los bancos ha amenazado seriamente con colapsar el sistema financiero. Si lo hizo un hombre tan transparente como Bush,¿por qué no va a actuar Obama al contrario de como nos promete si a fin de cuentas aún no ha prometido nada?






"Los americanos eligen al hombre más poderoso de la Tierra", decían el martes los periódicos. ¡Qué estupidez! A los verdaderos mandarines de nuestro bonito planeta no se les ha perdido nada en el ala oeste de la Casa Blanca. Si soy escéptico respecto a la alta política no es porque sospeche que el sistema de partidos está corrupto o porque no me caigan bien los profesionales de la política. Es porque la lógica desde la cual se constituye el espacio de lo político, que no es otra que la de la representación, está completamente obturada. En el modelo de la democracia catódica característica de la sociedad tardoindustrial, los gobernantes no salen de entre nosotros... la democracia contemporánea es mejor que las dictaduras sangrientas, quien lo duda, pero no es un modelo de representación y, por tanto, no es capaz de articular un espacio público con el espesor suficiente como para otorgar el poder a los ciudadanos. En realidad, la política, si la definimos como el juego del poder, está ventilándose en otras habitaciones de la casa en las que no entran las cámaras ni hay candidatos dando discursos y vendiendo esperanza. La partida se está jugando en los centros desde los que los especuladores deciden donde van a invertir su dinero. Por eso, la función de procesos como el de las elecciones que acabamos de vivir cumple, por encima, de todo, el papel de simulacro. Un gran escenario con actores perfectamente adoctrinados y aplauso final, aplauso terapéutico, pues la obra nos ha hecho creer, por un rato, que somos los ciudadanos quienes tenemos el control de la situación. Pobres, nos sentamos cada cuatro años a los mandos de un bólido que no responde, pero eso sí, tiene colores luminosos, simula el ruido de grandes motores y hay, como en la realidad virtual, una imagen que se desplaza a gran velocidad como si el monoplaza funcionara.





¿Nihilismo? No lo sé. He aprendido que los políticos no nos engañan porque sean unos indeseables, aunque muchos ciertamente lo son, sino porque no pueden dejar de hacerlo, dado que en realidad es eso lo que verdaderamente les pedimos... Y pese a todo, soy tan frágil en mis convicciones como cualquiera de esos tontorrones yanquis comedores de hamburguesas que aclaman al nuevo mesías. Y después de todo, hay algunas noches últimamente en que me acuesto con una sonrisa algo idiota en la comisura de los labios. No sé si Obama es Kennedy porque siempre he sospechado que ni siquiera Kennedy era Kennedy. Fueron las fotos en la playa con su esposa y sus hijos, algunas intervenciones más o menos oportunas o afortunadas y, sobre todo, su asesinato, las que crearon la leyenda del presidente revolucionario. Hay sin embargo algo en Obama que hace pensar en Jefferson o en Lincoln y no en esperpentos como Reagan o Bush, algo que nos recuerda que la Constitución americana es una de la joyas literarias en favor de la libertad y la dignidad de los seres humanos, que su sofisticado y admirable modelo de poderes y contrapoderes responde al principio de que las instituciones no deben cuidar de los ciudadanos, sino permitirles que cuiden de sí mismos... Hay algo en la sonrisa de Obama que hace pensar que, la próxima vez que alguien ofenda a América, su primera inclinación no será la de ponerse a soltar cañonazos a todo lo que se mueva, sino buscar aliados y convencerlos de que tenemos problemas comunes. Quizá es solo que duermo más tranquilo pensando esto.

Tengo un familiar algo reaccionario al que provoqué malvadamente el miércoles preguntándole qué le parecía que el gobernante del Planeta fuera un negro. "Ahora ya solo falta que la siguiente sea mujer, o un maricón, y entonces nos obligarán a todos a hacernos maricones", contestó. Creo que Obama no va a hacer que seamos negros, pero al menos algunos mandarines tendrán que sentarse delante de un negro para seguir mandando sobre todos nosotros. Algo es, ¿no?


*(Mi amigo Francisco Fuster publicó en Claves de Razón Práctica un estupendo artículo a modo de semblanza sobre Obama, cuando todavía era simple candidato al Partido Demócrata en disputa con Hillary Clinton. Barack Obama. Tres precursores: Lincoln, Kennedy, Clinton. Mi prolífico -y profético- amigo publicó también en Ojos de papel una reseña sobre la autobiografía del senador, ahora presidente. Podéis encontrarlas ambas sin problemas en la red. Paco es apenas algo mayor que mis alumnos del Instituto, pero ya está -intelectualmente- armado hasta los dientes. Lo que sé de Obama es en gran medida lo que él me ha contado. Gracias, pues, querido)