Saturday, January 30, 2010















MICHAEL MOORE

Si la década anterior sustanció su milenarismo en el miedo a la catástrofe que habría de provocar el efecto 2000 –qué lejana parece ahora tal preocupación- la que ahora concluye ha desarrollado otras ansiedades que nos hacen sentirnos a todos tan culpables o tan víctimas como se sentían los ciudadanos del mundo desarrollado en los tiempos de la Guerra Fría, o los europeos medievales con aquello del Apocalipsis del Año Mil. Así, tenemos el pavor a la pandemia suscitada por virus fabricados en laboratorios donde se trabaja con pollos y cerdos como en la isla del doctor Moureau; desde el 11 de septiembre hemos llegado a la conclusión que el agente infernal por excelencia es un terrorista con ínfulas de iluminado cuya eficacia en la fabricación de muertos se debe a que está dispuesto a reventar con sus víctimas; y luego está el cambio climático, claro…
Todos estos factores atemorizadores, pese a que sus condiciones de posibilidad vienen de lejos, tienen cierta frescura, se constituyen dentro de una lógica que solo puede entenderse desde la coyuntura abierta en esta última década. Temo, sin embargo que los factores que de verdad deterioran activamente la convivencia en este bonito planeta, no tienen nada de novedoso. Para decirlo de una vez, la de los “años cero” ha sido la década de los gobernantes incompetentes y la rapiña de los especuladores. Los primeros encuentran referentes tan clásicos como los emperadores romanos, los segundos son nietos de quienes llevaron a medio mundo a la miseria con el crash de 1929 y la consiguiente Gran Depresión, acontecimiento decisivo en la evolución del capitalismo contemporáneo.

Tampoco es nuevo el espíritu que ha extendido la necesidad de resistirse a los abusos institucionalizados, la cual se ha concretado en los llamados Nuevos Movimientos Sociales, los Antiglobalizadores, el auge de las ONGs más críticas e ideologizadas… ¿Movimientos minoritarios e impotentes para incidir sobre el “Sistema”? Sí, eso es exactamente lo que quieren que pensemos aquellos que temen que su poder mengüe si la cultura de la solidaridad se extiende en exceso, no vaya a ser que se implante en demasiada gente esa idea que tienen algunos “hippies histéricos” de que entre los banqueros, los gobernantes o ciertos fabricantes de según qué cosas hay criminales más eficaces que entre la más fanática de las organizaciones terroristas.


Era irremediable que esta nueva cultura de la protesta, heredera -¿por qué no?- de los movimientos por las libertades civiles de Europa o Norteamérica de los años sesenta y setenta, terminara por activar liderazgos, lo cual habría de crear en el enemigo la expectativa de que desacreditando a dichos líderes se desactivarían todo este tipo de movimientos que, entre otras cosas, tienen la fastidiosa costumbre de perturbar las cumbres de naciones ricas, del cambio climático o del Fondo Monetario Internacional. Lo peor de los disturbios generados por los “antiglobalización” en Seattle, Davos, Rio de Janeiro Kyoto o, recientemente –y con la delegación española de Greenpeace como protagonista- en Copenhague, es que al atraer la atención mediática sobre los altercados con los manifestantes, se deja ver en exceso la cara represora de las fuerzas de seguridad de los estados y se distrae la atención de los esfuerzos que hacen los mandarines para simular que quieren arreglar el mundo, qué putada.

José Bové, Susan George, Naomi Klein, Al Gore, Michael Moore, Ignacio Ramonet, el Subcomandante... habría que detenerse mucho en cada uno de estos nombres y en otros muchos para determinar el grado de legitimidad que tienen como referentes de un movimiento ciertamente vulnerable y difuso. En algunos casos, nos parecerían personajes tan inconsistentes o contradictorios como Danny Cohn-Bendit pudo haber sido para Mayo del 68, en otros podemos llegar a la conclusión de que las figuras más decisivas e influyentes de nuestro tiempo –como la historia se encargará de demostrar- surgieron dentro de todo este revolutum.

Me detendré en el caso Michael Moore, ahora que se ha estrenado su último y, por supuesto, polémico documental: “Capitalismo, una historia de amor”. Si aún no la han visto, y creo sinceramente que deben verla urgentemente, tampoco les resultará demasiado difícil intuir por donde van los tiros. Si “Roger and me” se ocupaba de la deslocalización, “Bowling for Columbine” de la cultura armamentística, “Fahrenheit” de Bush y la neurosis terrorista, y “Sicko” de la desatención hospitalaria sobre cuarenta millones de norteamericanos, “Capitalismo…” -¿lo adivinan?- carga sobre los causantes de la Gran Recesión que habitamos en el momento presente.

Una de las cosas que aprendí estudiando esa cosa tan inútil que se llama Filosofía es que hay que perder el menor tiempo posible con la falacia ad hominem. Dicho en términos más precisos: la condición de quien emite el discurso no invalida el contenido de dicho discurso. Cuando, como sucede con aborrecible insistencia en la contienda parlamentaria, se desatiende sistemáticamente la obligación de desmontar los argumentos del oponente por declararle deslegitimado para emitirlos, el funcionamiento de la democracia, cuya clave es el debate, termina por colapsarse, convirtiendo las instituciones en simulacros de representación y el intercambio de ideas en pura contienda retórica. Creo por ello que es mejor dejarse las menores fuerzas posibles en desmontar los ejercicios de descrédito que una y otra vez se lanzan sobre este tipo de personajes.

Veamos. El referente que antes me viene a la cabeza respecto a este tipo de procedimiento, muy característico del pensamiento reaccionario, lo encuentro en el ensayo “Rebelarse vende”, de Joseph Heath y Andrew Potter. (Dejaré de lado otros como el de cierto excompañero y antiguo militante comunista que decía que lo de Marcos y los zapatistas en Chiapas era una cuestión de “corrección política”… hay que volverse un poco imbécil para pasarse al electorado del PP, por lo visto). El argumentario de este texto gira en torno al principio de que los aires de insurrección generan en nuestro tiempo toda una iconología que termina volviéndose mercantilmente valiosa. La conclusión, en mi opinión sumamente feble porque cae por su propio peso, es que es ese propósito el que secretamente anima el surgimiento de prácticas de rebelión contra el sistema.

No me cabe duda de que la capacidad del capitalismo postmoderno para metabolizar en su favor los signos de insurrección que contra el propio capitalismo se producen en la calle es, no solo uno de sus mayores secretos de éxito, sino probablemente la clave secreta de su lógica en ese modelo de dominación tan sutil que es la sociedad de consumo. Ahora bien, que los signos de la rebelión se conviertan en iconos vendibles –de lo que el retrato del Che realizado por Korda sería el paradigma- ¿supone que lo mejor es abandonarlos y quedarse en casa bebiendo Coca-cola? Esa parece ser la pretensión de Heath y Potter, que –como todo reaccionario- necesitan considerar hipócrita o “buenista” a todo aquel que tiene agallas para denunciar los desajustes del sistema. Si ustedes leen el libro, advertirán que emplea unas cuántas páginas en convencernos de que Naomi Klein, autora del ya mítico “No logo”, es una pija canadiense muy bien situada que critica a McDonald´s porque se puede permitir gastarse su abundante dinero en comida macrobiótica o a los especuladores inmobiliarios porque tiene un lotf que te cagas en el centro de Toronto.

“Veis, en el fondo lo que quieren estos es medrar, como todo el mundo, mucha revolución y mucha historia, pero ya ves qué casas tienen y cómo haciendo la revolución engrosan su cuenta corriente”. Se cansa uno de escuchar esta reflexión tan profunda en relación también a, por ejemplo, Michael Moore. “Un millonario que pone a parir a otros millonarios”. Con eso uno se puede ir tranquilamente a ver películas de palomitas y echarle después la culpa a Zapatero si le echan del trabajo. Desconozco si tienen razón y, la verdad, me deja dormir si el gordito usa su fama para ventilarse a macizas efebas, hartarse de langosta de Terranova o darle collejas a su suegra sin que rechiste. Lo que me parece relevante de Moore es que sus películas-documentales muestran un paisaje muy ajustado sobre las responsabilidades de los males que aquejan a nuestras opulentas sociedades. Y lo ha hecho siempre con maestría cinematográfica, ha sabido documentarse, ha convertido la cámara en un arma de combate directo… y todo ello siempre con un humorismo que, pásmense, está en la línea de la tradición de los cómicos norteamericanos, desde los Hermanos Marx o Bob Hope hasta Woody Allen.


Es hora pues de extraer conclusiones y armarse para el verdadero gran debate de nuestro tiempo, perfectamente planteado en el film: la historia de amor de los USA, y por ende de Occidente, con el capitalismo, ¿nos lleva derechitos a la catástrofe? ¿No suena a broma que la Reserva Federal –como ha sucedido en las demás grandes naciones- inyectara enormes cantidades de dinero de todos sobre los bancos para reflotar el sistema financiero cuando son los propios bancos los que nos han conducido a la recesión? En otras palabras, ¿debo yo darle mi dinero al banco para que luego él me lo preste con intereses?

Sumo y sigo, ¿en qué cabeza cabe que un grupo de gestores nefastos y desvergonzados sean indemnizados por cantidades astronómicas después de haber hundido la empresa y con ella a todos sus pequeños accionistas? ¿No es siniestro que muchas grandes empresas incorporen un seguro de vida al contrato del trabajador, de manera que necesitan una abundante cifra de muertes anuales para que las cuentas cuadren? ¿Somos conscientes de que el modelo neoliberal que alegremente adoptamos desde Thatcher y Reagan no produce prosperidad sino unas cuantas fortunas obscenas al precio del deterioro ecológico y el aumento de la exclusión social y la miseria? ¿Se nos ha ocurrido pensar que la guerra es el mayor negocio del mundo, probablemente por encima del narcotráfico o la prostitución?

Añadiría si no hemos advertido que, junto a personajes tan significativos como Mándela o Lula Da Silva, el cuadro de las celebridades que gobiernan el mundo está repleto desde hace años de figuras tan siniestras como Bush, Sarkozy, Berlusconi, Putin… Qué quieren que les diga, quizá Moore se ilusione puerilmente con Obama, pero prefiero acabar la película con un mensaje ilusionado, y en cualquier caso, me siento menos amenazado con el negrito ocupando el despacho oval que con Bush, desde luego.

No considero a Michael Moore un gurú ni nada por el estilo. No es capaz de enseñarme demasiadas cosas que no sepa. Creo que es un buen pedagogo, que sabe cómo dirigirse a mentes no excesivamente intelectualizadas –lo cual es un peligro, aunque también un mérito- y que, todo sea dicho, acusa en ocasiones una tendencia excesiva a seleccionar la información a favor de sus tesis más apocalípticas, lo que le pone en camino de convertirse en un manipulador. En cualquier caso, creo que Moore pone el dedo en la llaga cuando reflexiona sobre las formas de lucha. Su territorio no es la teoría, sino la acción, algo por cierto muy anglosajón. ¿Cómo resistirnos? Hay que tener el inteligente coraje de hacerse esa pregunta. Mejor además con un buen sentido del humor. Moore lo tiene, lo cual es muy sano.

Friday, January 22, 2010






PROSA







1.“¡Qué momento más dulce!”, dice con sonrisa de oreja a oreja una compañera al acabar su jornada del viernes. Una frase así debería asociarse, suponemos, al nacimiento de su hijo, a su primer beso, al viaje de novios a París… pero no, lo que le parece “dulce” es no ver el jodido centro de trabajo, con todas sus fastidiosas implicaciones, durante las próximas cuarenta y ocho horas. Y lo peor es que tiene razón. Se vuelve uno prosaico con la edad. Una persona muy cercana, cuando por fin obtiene un modesto trabajo de sustituta en una escuela, alude a la inmensa poesía que le encuentra al hecho de que, por primera vez en muchos años, tiene derecho a un modesto paro por el tiempo trabajado, le pagan al acabar el mes, no le hacen trabajar los domingos, no tiene que aguantar las mamarrachadas de un jefe esclavista y… lo más romántico: tiene seguridad social. Solo es una sustitución temporal, el trabajo contiene más momentos desagradables que lo contrario y en la escuela de marras abundan los incompetentes, pero ¡qué dulzura que a una los papeles le reconozcan como ser humano!

No, no es que uno se vuelva prosaico con la edad, es que aprende a encontrarle la poesía a lo que parecía no tenerla. Decía Woody Allen, ese gran hipocondríaco que las palabras más bonitas del universo no eran “te amo”, sino “es benigno” (dichas por el oncólogo, se supone). Yo, por ejemplo, me he tirado un par de días de intensa amargura motivada por una de estas gripes destroyer que te hacen pasar una noche nada lírica de diarrea o, como me sucedió ayer, te inclinan a poner un problema de Lógica en la pizarra mientras dices “haced el problema, que salgo un momentito”, tú llegas a duras penas al water, piensas en lo amarga que es la vida mientras echas hasta la primera leche que mamaste y a la vuelta –tú con la cara toda blanquita de recién potado y feliz, aunque agotado,por lo que parece un nuevo amanecer tras las náuseas- te pregunta una alumna si el problema sale por modus ponens o vale también por transitividad. (Ya les explico otro día qué es el modus ponens, que aún estoy convaleciente) Y ¿saben? Lo más poético es que hoy mi estómago ha dejado atrás su predisposición regurgitante. Seguiré leyendo a Gil de Biedma y a Gamoneda, pero, a falta de una enfermedad como la tuberculosis, de la que uno pueda presumir entre los románticos, cambiaría todo Shakespeare por un invierno sin gripe intestinal. Qué prosaico.

2. “La cinta blanca”, no he visto una película tan densa, tan enérgica y a la vez tan encarnizadamente precisa en muchos años. Hay algo del mejor Bergman en este film. No creo, como se insinúa, que Haneke intente contarnos los orígenes históricos del nazismo en Alemania. La interpretación sería inexacta de entrada, puesto que el relato rural concluye justamente con el inicio de la Primera Gran Guerra, cuyas condiciones de emergencia son sustancialmente diferentes a las de la Segunda. En todo caso, esta historia de violencias soterradas y poderes ejercidos desde el terror de las habitaciones cerradas explica cómo la Europa profunda destilaba su cotidianeidad –todavía feudal en cierto modo- en medio de terribles tensiones. Estas tensiones estallaron con la guerra, una guerra entre naciones con pretensiones imperiales, pero también la expresión de que los viejos órdenes morales y sus correspondientes servidumbres habían sobrepasado ya su fecha de caducidad. En ese grupo de niños, sobre los que se ejerce en todo su rigor el principio de la vigilancia y el castigo que atraviesa la sociedad disciplinar, podemos encontrar el trasunto de los jóvenes del Partido Nazi que veinte años después persiguieron a los judíos como inicio de un plan de exterminio que, desde luego, no fue solo el invento de un fanático con bigote. Quizá, pero es la constitución identitaria del individuo europeo contemporáneo lo que se nos revela aquí con la precisión de un cirujano. Hay que verla.

3. “Malfaeners”. Es así como en Valencia llaman a esos profesionales ineptos con los que todos convivimos. Una empresa es capaz de soportar un cierto nivel de entropía, es más, creo que necesita mantener ciertos niveles de desorden porque, de lo contrario, corre el riesgo de colapsarse por falta de creatividad y de conflicto. El problema llega por el otro extremo cuando la incompetencia y la desvergüenza se extienden de tal manera que el sistema ya no puede albergarlos sin desequilibrarse. Todos conocemos a esa pequeña cantidad de fabricantes de entropía que nos complican la vida a todos. Cada mañana se dejan caer por la empresa y lanzan las redes sobre el primer desgraciado al que puedan endosarle cualquier de las obligaciones de las que ellos intentan escaquearse. Parecen epígonos sin gracia de Homer Simpson, cuya máxima para la vida es aquello de "cuando yo entré ya estaba así."Nadie somos infalibles ni enteramente éticos, pero en este país hay demasiadas oficinas donde un tipo con principios se carga a las espaldas lo que otros no quieren hacer. No sé otros países, pero éste funciona mal, entre otras cosas, por culpa de tales personajes. Digámoslo de una vez.

4. No es fácil que yo simpatice con un pope mediático. Pero, al hilo del oscuro asunto de Vic y la ilegal normativa anti-inmigración que pretende sacar adelante su ayuntamiento, Iñaki Gabilondo, tuvo una intervención que me atrevo a calificar de memorable. Lo reproduzco tal cual, lo merece:

"La inmigración es como la ley de la gravedad. Inexorable. Desde que el mundo existe, y mientras exista, los seres humanos se desplazarán para poder vivir, o para vivir mejor, o para escapar o para cumplir sus sueños. La dirección de la ruta presenta pocas sorpresas. Se viaja desde la miseria hacia la prosperidad; de la opresión hacia la libertad. Siempre ha sido así, siempre será así. Y como esos movimientos no son rectilíneos ni uniformes, y tienen muchísimo de aleatorio y ondulante, están llamados a chocar con estructuras tan rígidas como las fronteras o las naciones. De ahí surgen los desajustes. Cuadrar el número de inmigrantes que se desea acoger exactamente es intento tan inútil como conservar el agua en un cesto, e inhumano. Que estén cuando los necesitamos pero que, cuando no los necesitemos, se evaporen, con sus familias. Por eso se suceden las leyes, que ya no valen cuando se promulgan, y que son corregidas por otras que tampoco sirven. Y así sucesivamente. Aquí y en Europa, y en los Estados Unidos, con normas distintas, con angelismo o con todo lo contrario, entreabriendo las puertas o tapiándolas, y disponiendo de alambradas o tiradores de élite, la realidad sólo obedece a una ley. La que llamamos ley de vida; buscarse la vida aunque nos cueste la vida. Y ante esta realidad toda política, la dirija el partido que sea, solo puede ser imperfecta, solo puede gestionar los desequilibrios con prudencia. Y con respeto a los derechos humanos, recogidos en el artículo trece de la declaración universal. En el caso de Vic, se propone negar el empadronamiento a los sin papeles y se ha abierto un gran debate en el que se pide que no haya hipocresías. Bien, pero, sin hipocresías, dígase también. ¿Cuántos inmigrantes no tienen papeles aunque deberían tenerlos porque sí que trabajan?. Sin hipocresías. ¿Cuánta gente, autoridades incluidas, sabe que esto es así en pueblos y ciudades de España?. Sin hipocresías. ¿Acaso ha sido y es un secreto el hacinamiento de inmigrantes en habitáculos infectos?. ¿Quien los ha denunciado durante las vacas gordas?. Claro que es buena una reflexión nacional en torno a la inmigración y se entienden todas las inquietudes. Pero las fuerzas políticas deben enfriar las emociones, no excitarlas. Ya es bastante triste que el actual debate lo haya abanderado un partido de extrema derecha."

5. Ricardo Signes, compañero y sin embargo amigo, saca por fin su blog, titulado Zapatos de ante azul. Ricardo es un tipo raro en algunos aspectos. Cuando le conocí pensé que era de esos tipos que si te ven hablando con su novia o dices que eres del equipo que les cae mal te sueltan una hostia, después de lo cual te invita a unas cervezas, de manera que entendí que era mejor intentar hacerme el simpático con él, por aquello de preferir la cerveza sin hostia previa. Después entendí que esa pinta de "tengo un mal pronto, tío" respondía en realidad a un hábito que le hará hasta que se muera granjearse hostilidades y adhesiones, pero desde luego no indiferencias, y que consiste en decir lo que realmente piensa. Al contrario de lo que es común entre los escritores, que no soportan glorias ajenas -ya decía Woody Allen que los intelectuales son como los mafiosos, "solo se matan entre ellos"-, Ricardo Signes te dice que lo que has escrito le gusta si realmente le gusta y -esto es acaso lo más anómalo- parece alegrarse sinceramente si te publican un libro o te dan un premio. No me viene ahora a la memoria el antónimo de "mezquindad", pero estoy seguro de que es el que le va. Además su escritura es virtuosa, enérgica y conmovedora. Tomenlo como consejo de lectura, tienen el vínculo en el blog roll.

Saturday, January 16, 2010








LUNES. ¿Por qué no amar a Paquirrín? El hijo del torero y la folklórica no es ejemplar, más o menos igual que cualquiera, le sobran kilos, le falta pelo y no le asisten excesivas ganas de trabajar. Las víboras de la prensa rosa, deseosas de vengarse de la cantaora, que siempre ha tenido el buen criterio de tratarlos como lo que son, es decir, chusma, han explotado la carnaza de Paquirrín con sus noches de farra, sus putas, sus amigachos desleales, mientras un auditorio envilecido les ríe las gracias a tanto miserable que se las da de moralista. ¿Escándalo? ¿A quien puede escandalizarle un joven que bebe tres gin-tonics, fuma dos porros e intenta aprovechar su fama para ligarse a alguna tía buena? Lo escandaloso es el poder de crear opinión que tienen todos esos canallas que hacen “prensa rosa”, aunque ahora les den premios ondas. Amo a Paquirrín porque, bien pensado, los ha puesto a todos en su sitio. No se enfada, no se siente insultado, es el fondo un tipo encantador que te invita a cervezas y sabe reírse de sí mismo. Por eso ha decidido jugar la estrategia invencible: “¿queréis reíros de mí? Pues ahora soy yo el que va a hacer el bufón, pero el bufón con ganas y con vocación, y además soy yo el que se lo va a llevar crudo”. Ya no tiene morbo meterse con Paquirrín, es él el que hace chistes malos sobre las hazañas nocturnas que antes daban para un programa nauseabundo en Tele Cinco, es él quien reconoce que liga porque es famoso a pesar de ser feo, calvo y gordo. Paquirrín ha aplicado la reducción al absurdo, es el primer famoso que ha puesto en crisis la lógica envilecida que gobierna los shows televisivos.

MARTES. Era irremediable convertir a Mrs Robinson en estrella de Internet y a su joven amante en candidato a portada de revista gay, tanto como asociarla a la Señora Robinson de El graduado, relato imprescindible para entender el sentido del giro espiritual que supuso la cultura de los sesenta para las sociedades occidentales. No hay nada que me escandalice en que una mujer de sesenta años ame a un hombre de diecinueve, me parece incluso sano, yo también lo haría si fuese ella y tuviese un marido como el que tiene. El problema es la doble moral, desde luego. Da un poquito de risa imaginarse a Mrs Robinson soltando orgásmicos alaridos mientras en los periódicos de la mañana ha aparecido jaleando a las mayorías morales irlandesas y declarando que “la homosexualidad es una abominación.” ¿Sorprendidos? Yo no. He visto más hipócritas
bajo las columnas del templo que lejos de ellas, y no me parece que en esto los protestantes anden peor aviados que los papistas. Pero no es Mrs Robinson quien me preocupa, ya intentará poner en paz con Dios su alma cuando llegue su hora… No es ni siquiera que beneficiara con poder y dinero públicos a su amante. Pienso en qué pasa por la cabeza de todos aquellos que votan a alguien porque se da golpes en el pecho y amenaza con fustigar a todos los que sus disipadas costumbres amenazan los sagrados valores de la familia cristiana, la castidad y todos los demás espantajos con los que se vienen justificando atrocidades desde hace milenios. Por cierto, a mí siempre me gusto más la bruja que Blancanieves, es decir, siempre preferí a Mrs Robinson que a la tonta de Elaine, tenía más morbo… Aunque la otra Mrs Robinson, la de verdad, también tiene su punto, para qué voy a mentir.

MIÉRCOLES. Borges cuenta que entró por azar en una representación del Hamlet en un barrio bonaerense. Escenografía pueril, actores nefastos… “pero yo salí del teatro henchido de pasión trágica, Shakespeare se había abierto camino a pesar de todo.” Hermoso pero falso, Borges mentía más que hablaba. Viene a cuento la cita porque han estrenado el último Sherlock Holmes. No, lo siento, no voy a pedirle a Conan Doyle que vaya a abrirse camino ante un relato donde su héroe pega mamporros de karate y marca músculos, mientras resulta que Watson es guaperas y delgadito. “El público de hoy no soportaría a Holmes reflexionando”. ¿Por qué no decir directamente que el público de hoy es imbécil? Algún día advertiremos las dimensiones del mal que han hecho al cine Spielberg o Lucas, que solventaron la crisis del Hollywood de los setenta sustituyendo la inteligencia de los guionistas y el talento de los actores por la espectacularidad circense de los efectos especiales y la “acción”. No se trata de acabar con el trucaje, el cine siempre es, como la pintura, un “truco”, un trompe l´oeil… se trata de que a uno no le tomen por imbécil. ¿Ortodoxia? No, ¿por qué? No hay visión más heterodoxa y a la vez más hábil y hermosa del héroe de Baker Street que la de Billy Wilder en The secret life of Sherlock Holmes. Claro, pero entonces, el público amaba al personaje de Conan Doyle, el cual, qué le vamos a hacer, solía reflexionar y tocar el violín. Me entran ganas de decir aquello de “¡quita tus sucias manos de Sherlock Holmes!”, pero creo que es mejor simplemente no ir a ver semejante engendro.

JUEVES. Perdí demasiado tiempo en los años de universidad explicando a mis compañeros qué era eso tan misterioso que me hacía acudir al cine cuando se estrenaba un film de Erich Rohmer. Fue inútil. “No hay nada en sus películas”, pero es atributo de la barbarie el no saber ver nada allá donde sí se nos está mostrando algo. Mostrar, eso es lo que siempre intentó Rohmer. No hay declaraciones de principios grandilocuentes ni excesos poéticos, se trata más bien de un cine prosaico. Misteriosa seducción la que ejercen los personajes tras la banalidad de sus conversaciones. Seducción de la lentitud, del ritmo de la vida tras conversaciones aparentemente inanes donde los cuerpos se deslizan hacia su propia incapacidad para entenderse a sí mismos. Hay en los relatos de Rohmer una extraña quietud, como si se presintiera un orden espiritual en el universo, orden religioso, en cierto modo, pero no sacrificial ni paroxístico. No sé explicarlo, son las imágenes las que nos muestran eso indecible del arte que el discurso crítico no puede atrapar. Hay algo en la vida que ya es rohmeriano para siempre.


VIERNES. Haití, el horror. La gente se indigna ante la televisión porque le hace sentir el vértigo de su propia impotencia. El horror-show es la pesadilla de la sociedad sobreinformada. Las celebridades como Pitt y Jolie que declaran su pesar y ofrecen su dinero… Los cuerpos que se apilan en las calles como si las vidas de cada uno de ellos jamás hubieran valido nada, un Auschwitz en los trópicos. El silencio, creo que prefiero el silencio...





Friday, January 08, 2010








EL DOBLE
Y
LA NIEVE




Mi vida es tan fascinante o tan aburrida como la de cualquiera. Si les relato mis últimas cuarenta y ocho horas no es por ese exhibicionismo blogger tan adolescente del que la Red anda saturada, sino porque corrobora la impresión que me ronda cada vez más de que el Destino juega conmigo... y lo hace, qué maricón, para reírse a mi costa.

1. Este relato empieza anteanoche cuando, al ingresar en el ascensor, tras congelarme absurdamente en un estadio, me topé con uno de esos tipos cuya cara no te suena pero que, por su actitud, se identifica bajo la categoría presunta "Nuevos Vecinos del Bloque", algo nada extraño teniendo en cuenta que vivo en un edificio inmenso y muy propenso a habitantes esporádicos y estrafalarios (Creo que hay incluso una discreta casa de putas, no les digo más). Alude al frío reinante, yo -mientras se me pasa por la cabeza que tiene cara de duende de cuento de los Hermanos Grimm- le contesto resoplando y asintiendo con la cabeza.
-"Este frío es de nieve", dice con aire de experto en el tema, "... va a nevar".

-"Si, bueno, pero no en Valencia...", contesto dándomelas de tipo cerebral y equilibrado.
-"Le digo que va a nevar", hágame caso.



2. La conversación con Tiresias, el Profeta, sobre la inminencia de la nevada trae a mi mente dos recuerdos. Uno es una fotografía de mi madre, de los años sesenta, joven sonriente junto a sus amigas en un lugar completamente vestido con el manto blanco y cuajado: es la Plaça de la Mare de Deu de Valencia. Todos los que viven recuerdan aquel día, del que por cierto hay innumerables fotos en blanco y negro entre las familias de la ciudad, pues acaso ninguna mañana fue tan fotografiada. Yo solo vi aquella nieve mítica una vez en Valencia, donde todo el mundo sabe que tal cosa es imposible. Fue hace veinticinco años. Acudí al colegio un sábado a las ocho de la mañana para disputar un partido de la liga de futbito. Era un problema que te cambiaran porque te quedabas sudado y con los pantaloncitos cortos congelado en el banquillo. Yo llevaba el balón en el mediocampo, y recuerdo perfectamente lo que pensé en aquel momento. "joder, vienen hacia mí un montón de papelillos blancos", pero no, aquellas cositas blancas que se dejaban llevar por el viento eran copos de nieve.


3. Por la tarde ingreso en internet y, por casualidad, descubro un plagio. Nuestro amigo Justo Serna cuelga en su blog un artículo que publicó en 2003. Asisto, alucinado, a la evidencia de que ese artículo ha sido plagiado de la manera más burda y desvergonzada que se pueda imaginar. (Podéis consultar los pormenores del rocambolesco asunto consultando el blog de Justo, que tenéis aquí linkeado) No consigo terminar de indignarme, pobre hombre, pienso, me recuerda a mis alumnos cuando fusilan un trabajo de wikipedia o el Rincón del Vago. Y se me ocurre pensar también en que, después de todo, me gustaría que alguien me plagiara. Creo que me sentiría igual que si me intentaran fotografiar desnudo en la playa o me intentaran observar en la ducha... en el fondo me sentiría halagado.



4. Todas esas teorías delirantes sobre la media naranja, la leyenda urbana de que tenemos un idéntico en algún lugar del mundo. Tengo razones para pensar que mi clon es un narcotraficante de poca monta, pues hubo una época en que todo dios me pedía hachís cuando pasaba junto al bar que hay junto a la casa de mis padres. Los tímidos se me acercaban susurrando algo que nunca entendía a la primera -yo me imaginaba cualquier cosa guarrona-: "Oye, ¿tú no conocerás a alguien que pase chocolate por aquí cerca?" Hasta que uno, menos tímido o con demasiadas horas de mono, se cansó de mi tenaz negativa: "¡Va, tío, si fuiste tú el que me pasó hace cuatro noches!" "Pues debías ir muy ciego, cabrón...", pensé, "... para no darte cuenta de que no era yo tu camello" Un día no pude aguantar más mi curiosidad y entré en el baretucho de marras: y allí estaba mi presunto clon: menos sexy, fresco y lozano que yo... pero bueno, vale, teníamos una retirada común, no iban pues tan desencaminados nuestros clientes.

Ahora bien, encontrarse nuestro escrito plagiado, eso se me antoja más inquietante. Alguien, en un lugar remoto, ha hecho de caja de resonancia de nuestra voz... Sin conocernos, nos ha hecho el honor de doblarnos. Como una sombra, ha reproducido nuestros gestos, se ha apropiado siquiera momentáneamente de nuestra identidad, un poco como esas cámaras que enfurecían a los salvajes cuando los fotografiaban porque pensaban que les robaban el alma. El plagiador nos hace el honor de robarnos un cachito de alma... un honor inquietante. ¿Cómo será mi plagiario?



5. Llaman los freudianos material onírico a esos elementos de la experiencia cotidiana que se reciclan después en el relato del sueño para adoptar significaciones gobernadas desde el subconsciente. Lo sucedido por la tarde con el plagio descubierto y la lectura -meses atrás- de El castillo blanco, de Orhan Pamuk, se convierten en el material onírico de esa noche. Sueño que viajo a Estambul -una de mis ciudades más amadas- y soy recibido en la corte otomana con todos los honores. Los cientos de miradas que se concentran sobre mí no pueden reflejar una bienvenida más admirativa: me han destinado a grandes empresas porque resulta que soy el doble del Gran Turco o, si lo prefieren, del Sultán. Mi clon, o mejor, mi Original, se acerca a con ojos afectuosos, se sitúa a mi lado para que todos nos vean juntos: está orgulloso de tenerme como su nuevo y leal servidor. El sueño es estúpido, desde luego, ¿cuál no lo es?, pero es el primer sueño plácido que recuerdo en bastante tiempo.
6. Salgo de casa cuando el día no se atreve aún a asomarse ni remotamente. Me inquieta la sensación de que el sueño grato que acabo de tener me otorga el triunfo, pero solo por ser el "doble", el plagio, la reproducción de otro. Hace mucho frío. Hago recuento de los cuadernos y libros que he de llevar en la mochila. Doblo la esquina del enorme bloque donde vivo. Unos papelillos blancos se estrellan tiernamente contra mi cuerpo. Pienso que alguien los lanza desde un balcón, o que vienen de las ramas de un árbol... Y, de pronto, caigo: "Joder! que está nevando... la nieve en Valencia, otra vez" Río estruendosamente mientras camino en la noche hacia el trabajo por enmedio de la calle para que los copos se ceben sin vergüenza sobre mí. Se me cruza por la acera una mujer con cara de "estoy helada", extiende la mano fuera del arco protector del paraguas y descubre que es nieve lo que viene del cielo... Se pregunta también probablemente de qué se ríe el idiota de la mochila que acaba de cruzarse.




7. Pueden plagiarme, lo estoy deseando, pueden también fotografiarme desnudo... Pero no me pidan hachís, no soy yo el que les pasó la otra noche, cenutrios.





Friday, January 01, 2010







EN DINAMARCA







No empezamos año, empezamos década, que no significaría absolutamente nada de no ser porque políticos, popes religiosos, líderes terroristas y otros personajes del show business suelen elegir fechas señaladas para perpetrar medidas de alto calado para salvarnos. En otras palabras, que en años acabados en cero tenemos todos más posibilidades de ser considerados efecto colateral de alguna guerra santa, residuo industrial tóxico o víctima sacrificial para aplacar a Kuculcán... vamos, que -por más que usted se considere insignificante- tiene más papeletas que otras veces para que algún gran diseñador de proyectos considere que es usted muy útil, siempre y cuando se deje matar un poco.



Aparte de las conspiraciones universales, los templarios, los insultos a Zp o las leyendas urbanas, entre los blogueros es común en días como hoy dar el parte de noticias del año que viene, en este caso de la década que viene. Así, lo común -porque tiene más gracia- es ubicarse con tono pesimista en el 1 de enero de 2020 y decir cosas como éstas: "En estos diez años, y siguiendo la senda de Obama, ha habido más negritos presidentes, pero han terminado siendo tan ineptos y corruptos como los blancos... Desde La Habana se anuncia que Fidel Castro está gravemente enfermo y que se prepara una apertura política... Raúl fue nombrado entrenador del Madrid y lo destituyeron a las tres semanas ("mi corazón siempre será merengue", dijo al conocer la noticia)... Manuel Fraga empezó a perder poder paulatinamente entre los populares gallegos..."


En fin, mejor lo dejo, que tampoco es tan divertido.




Ya puestos a hacer valer la máquina del tiempo para situarnos en el futuro, prefiero ponerme serio y hacerles partícipes de la indignación que ahora mismo debe tener cualquier persona de bien por la prisión incomunicada de Juantxo López de Uralde y sus tres compañeros de la organización Greenpeace. El dirigente de la organización en España y una compañera encontraron la manera de hacerse pasar por aristocráticos invitados a la recepción real que se realizó con motivo de la Cumbre sobre el cambio climático en Copenhague. Una vez dentro del palacio desplegaron la pancarta correspondiente y denunciaron lo que todos sabemos, que la cumbre no es más que un simulacro. "Es que ahora no nos viene bien... es que nosotros también tenemos derecho a enguarrar el aire... es que yo no me puedo permitir...". Sí, vamos, que hay que reunirse porque los verdes, Al Gore y algún otro pelmazo han extendido eso de que hay cambio climático y tiene que parecer que los líderes hacen algo y andan preocupados por el tema. La Cumbre tenía un final feliz, los jefazos chismorreando sobre lo buena que está Carla Bruni y todos poníéndose hasta el culo en la cena fin de fiesta... Lástima, Juantxo y compañía les amargaron el paisaje, y eso que el Estado danés hizo mucho para que todo saliera bien, empeñado en reprimir "contundemente" las protestas en la calle. Pero nada, Greepeace recurrió como tantas veces en su ya dilatada historia reivindicativa a la astucia, jugó con las mismas armas del enemigo -vestir a dos de los suyos de aristócratas de rancio abolengo- y consiguió, no solo hacer llegar su protesta sino además, de rebote, evidenciar lo perverso de la lógica de los poderes públicos, los cuales son convocados supuestamente desde la ética, pero terminan demostrando que están muy poco dispuestos a aceptar el disenso.
Sí, sí, ya lo sé, Juantxo y su compañero cometieron "delitos" como la usurpación de identidad, la violación de un acto oficial... claro, al Gobierno de Dinamarca le preocupa mucho la legalidad. Y le va a preocupar más si la legalidad internacional se deja guiar por un principio básico de justicia, pues creo que es el gobierno danés el que algún día tendrá que rendir cuentas ante los tribunales por la barbaridad que está cometiendo.





En cualquier caso, Greenpeace ha conseguido ya lo que pretendía. Y lo ha hecho desde una estrategia de desenmascaramiento de la que todos deberíamos aprender. Está, insisto, en la historia de Greenpeace: propaganda hábil y con pegada, ironía que devuelve a los poderes el reflejo de su propia hipocresía, labor de investigación seria y fundamentada pero orientada a una propaganda con grandes connotaciones emocionales, independencia y autofinanciación respecto a los gobiernos... Y todo ello sin consentirse un solo procedimiento violento.





¿Una conclusión? Desde el principio todos sabíamos que la Cumbre sería un simulacro. Lo sabían los convocantes, lo sabían los mandarines y lo sabía Greenpeace, sencillamente porque aplicar medidas contra el cambio climático no es inmediatamente rentable, y mientras ese criterio -el de la rentabilidad inmediata- no deje de regir nuestras sociedades, seguiremos caminando hacia el abismo. Eso sí, uno siempre puede confortarse escuchando a los negacionistas que dicen que Al Gore miente, que el cambio climático es una invención conspirativa, que en Greenpeace hay tramas oscuras... En fin, lo de siempre. Les invito a pegarse una vuelta por las publicaciones de todo tipo que defienden este tipo de posturas y se darán cuenta de que quienes niegan el cambio climático lo hacen con similares argumentos a los que hace más de un siglo refutaban el "contubernio"evolucionista.
Mientras tanto, volveré a ese recurso muy blogger de avanzarme al futuro, y se me ocurren las siguientes noticias-resumen de la de década en el primer noticiario del año 2020.




1. Juantxo López de Uralde y sus compañeros fueron liberados el Día de Reyes de 2010. Un tribunal internacional obligó a los jueces daneses a eliminar los cargos e instruyó un procedimiento contra el gobierno de Dinamarca por terrorismo de estado.





2. Durante estos diez años los ciudadanos han entendido por fin que el control de la natalidad es un factor clave para la supervivencia de la especie. En el Vaticano siguieron sin entenderlo, pero durante esta década han dejado definitivamente de hacerle caso, de ahí que Benedicto XVI haya agudizado su característica cara de mala hostia.

3. Los ciudadanos han entendido que pueden vivir con menos y que la obsesión por el Crecimiento era uno más de esos grandes relatos a modo de religión con los cuales se nos mantiene lo suficientemente hipnotizados como para poder engañarnos a placer.

4. El peatón se convirtió en la nueva especie protegida, el gran agente de reivindicación que consiguió que la idea de unas ciudades peatonalizadas en todo su centro histórico y libres de humos y de ruidos dejara de ser una utopía.





5. Se entendió que el hambre y la injusticia eran verdaderas cuestiones ecológicas...

6. Los ciudadanos se dieron cuenta -al fin- de que los políticos no iban a resolverles la vida, de modo que dejaron de perder el tiempo echándoles la culpa de todo y suponiéndoles un poder que no tienen, y encontraron el coraje para buscar soluciones por sí mismos. El asociacionismo civil ha sido el gran protagonista de la década. Por contra, no ha sido una buena década para los gobernantes carismáticos... A la gente dejó de hacerle gracia Berlusconi, Sarko perdió el poder y luego a su novia -"¿no creerías que estaba contigo por lo guapo que eres?, dejo escrito ella en su carta de despedida-... en general les ha ido bastante mal a todos, incluso a Chávez, que perdió su programa de televisión Aló, Presidente por falta de audiencia.

...En fin, sigan ustedes si quieren. Y antes de eso pásense por la web de Greenpeace y firmen el documento de apoyo.