Thursday, January 31, 2019

PERSONAS TÓXICAS

"Es una persona tóxica". He escuchado últimamente a menudo esta frase. La psicología de multitudes pone de moda un concepto, a menudo una metáfora o un anglicismo procedente de la literatura de autoayuda, y se normaliza su uso hasta hacerse masivo. No obstante creo que conviene prestar atención en este caso. 

¿Qué es una persona tóxica? En realidad, todos somos algo tóxicos. Los seres humanos ejercemos poder los unos sobre los otros. Lo hacemos en el sentido más foucaultiano de la palabra... Como afirmaba el filósofo francés, "el poder está en todas partes, o mejor, viene de todas partes". De nuestros actos y de nuestras palabras se deriva la facultad de influir sobre los demás, y con ello, de forma intencionada o no, les hacemos mejores o les intoxicamos. Las consecuencias de lo que hacemos son incontrolables, y eso nos convierte en un peligro para nuestros semejantes. Yo soy potencialmente tóxico, sospecho que lo soy especialmente para mis alumnos o para mis hijos. La cuestión es si los venenos que les inoculo son auténtica e insistentemente nocivos y pueden dañarlos. 

Les cuento una pequeña historia verídica que sucedió hace más de medio siglo a una persona allegada. Siendo niña fue ingresada de urgencia en un hospital con diagnóstico de envenenamiento por arsénico. Requirió un lavado de estómago y los padres fueron interrogados bajo sospecha. Resultó que la niña reconoció haberse comido dieciocho polos de limón en apenas media hora. En aquel tiempo los polos contenían una cantidades mínimas de arsénico perfectamente inocuas en condiciones normales, pero tóxicas en una ingesta masiva. No se si ven a dónde quiero ir a parar. Todos somos malos, todos los padres proyectamos nuestras frustraciones sobre nuestros hijos y les hacemos cargar con nuestras fidelidades, traumas y fobias... La cuestión es si se las administramos en dosis tolerables e incluso beneficiosas o si, por el contrario, les hacemos comerse dieciocho polos de nuestro arsénico nada más se levantan de la cama por la mañana. 

Como no he contestado aún a la cuestión esencial, trataré de ser más concreto. Una persona tóxica no es, por ejemplo, Donald Trump. El actual ocupante de la Casa Blanco es malo, pero se le ve venir, se detectan sus embustes, su agresividad y su demagogia a kilómetros. De ello se deduce que el tóxico es, por encima de todo, un tipo de intenciones dañinas y maniobras soterradas. A menudo su conducta corresponde a un tartufo, manifiesta valores santurrones para desviar la atención sobre su verdadero propósito, que siempre es hacer daño. ¿A quién? Sencillo: a aquellos que, con su conducta, amenazan con desvelar la mediocridad y la pequeñez del santurrón. El tartufo es un acosador de manual. Le aterra que la nobleza y la audacia de otro le haga reconocerse como inferior. Por eso, en vez de intentar ser mejor, se esfuerza por convencer al otro de que sus sueños no pueden realizarse, que no será capaz, que no vale, que por más que lo intente nunca llegará a ningún sitio. 

Sólo hay una solución para que una persona tóxica no te dañe: ignorarla... Y, si es posible, alejarse de ella. 

Friday, January 25, 2019

GRETA, JULEN Y CLEO

1. Greta Thunberg, una adolescente sueca, comparece en la Cumbre sobre el Cambio Climático de la ONU en Katowice. Nos tacha de hipócritas a los adultos. Decimos querer a nuestros descendientes, pero las evidencias cada vez más incuestionables apuntan hacia un entorno a corto plazo inhabitable. Trump y otros negacionistas afirman sin rubor alguno que eso del calentamiento global es una patraña urdida contra el capitalismo y contra Norteamérica. Tienen razón en una cosa: los demás gobiernos, esos que guardan silencio o los que incluso asisten con aparente entusiasmo a los foros donde se plantea la urgencia de tomar medidas, coinciden con ellos en lo que están haciendo para frenar el desastre, o sea, nada. Escuchen a Greta si no lo han hecho aún. Conmueve. 




2. De lo que no se puede hablar más vale callarse. Por eso no sé qué puedo decir sobre la tragedia de un niño cuyo cuerpo -temo que sin vida- intentan extraer de un agujero convertido en la puerta del infierno. Nada puede consolar a una familia que sufre una tragedia de esta magnitud, no hay paraísos a los que dirigir nuestras plegarias capaces de remediar tal injusticia. 

Pese a todo, en el tiempo que llevamos esperando noticias milagrosas han muerto miles de niños en el mundo por causas evitables como el hambre, las enfermedades contagiosas o la violencia. No podemos golpearnos la cabeza contra la pared porque este sea un planeta despiadado. Pero, al menos, podemos apagar la tele tras maldecir a las hienas que, tras despotricar de Paquirrín o los últimos líos de Gran Hermano, ponen semblante compungido y convocan a tertulianos "expertos" para lloriquear sobre el affaire que esta semana incrementa exponencialmente las audiencias. 

Me viene a la memoria "El gran carnaval", una de las joyas más a contracorriente de Billy Wilder. Charles Tatum, interpretado por un joven Kirk Douglas, es un periodistas alcoholizado a punto de ser despedido de su periódico. Le encargan cubrir la noticia de un minero aprisionado en un agujero cuyo rescate se complica. Cuando por fin la autoridad competente encuentra la manera de sacar al minero, y cuando la atención del público se hace masiva, Tatum decide obstaculizar activamente el rescate para que el asunto se prolongue. No creo que estemos tan lejos de semejante monstruosidad. 

3. "Roma" es sin duda una de las mejores películas que hemos visto en años. Alfonso Cuarón alcanza en ella la cumbre en materia de realización cinematográfica. Es extraña y a la vez irreprochable. Con ella pasa en cine lo que en su día pasó con "The wire" en la teleficción: nunca has visto nada igual y, sin embargo, cuando la ves llegas a presentir que ha reinventado el lenguaje narrativo y que ya nunca más verás un relato como antes los veías. 

Ganará todos los Oscars que haya que ganar, pero me asaltan algunas dudas. Los señores ricos y trajeados que aplaudirán a rabiar en ceremonias donde correrá el Don Perignon, ¿son conscientes de lo que "Roma" nos está contando? ¿Entendemos que la Matanza de Tlatelolco, para la cual el gobierno mexicano contó por cierto con la asesoría de la CIA,  fue un crimen contra la humanidad que quedó impune? ¿Creemos que vivir destinadas a la pobreza, la servidumbre y la ignorancia, como sucede con la joven amerindia que protagoniza la película, es un recurso narrativo más o menos talentoso? ¿Han pensado los votantes de Trump, ese señor que odia tanto a los pobres y a los inmigrantes, si el Presidente debería felicitar a Cuarón por su éxito?

Friday, January 18, 2019

SIGLOS IMPARES

Tengo una estúpida fobia, los siglos impares. No me ofendo si lo consideran un síntoma psicopatológico o, si lo prefieren, una perfecta majadería. Sólo deseo no inocularlo a mis herederos... En primer lugar, porque deja el presente y el futuro cercano en el peor lugar imaginable: nos hallamos en los compases tempranos de un siglo impar. En segundo, porque es una apreciación racionalmente injustificable. Cien años es un periodo demasiado largo, pasan cosas buenas y malas, hay demasiadas tribus en el planeta para que un hombre serio como el que pretendo ser se entregue a consideraciones tan gruesas. Casi sería mejor afirmar la típica jeremiada de que todos los siglos han sido igualmente nefastos -no faltan argumentos-, que la historia es un reguero de sangre y todas esas cosas...  parece que uno queda mejor. Pero, qué quieren, esto una informal bitácora, de manera que, a riesgo de exasperarles, voy a hablarles de mi impresentable fobia. 

Empiezo en el XVI, un periodo de admirable impulso innovador, durante el cual surgieron, especialmente en Italia, algunos de los mayores talentos que el mundo ha conocido. La centuria siguiente -impar- se me antoja sangrienta y tenebrosa, con Europa desgarrada por las guerras y sometida a la tiranía de los fanáticos. El XVIII se beneficia a mis ojos del culto ilustrado a la razón y la libertad, mientras que el XIX recoge el sufrimiento masivo del capitalismo industrial más desaforado y alimenta los espíritus inquietos con el tóxico falsamente romántico de los nacionalismos. En cuanto al XX... bueno, es par, sí, pero hablar bien de un siglo atravesado en su primera mitad por dos guerras mundiales y sus genocidios adheridos resulta como poco irresponsable, ya lo sé, pero yo pienso mucho en la cultura de los Derechos Humanos, el Estado del Bienestar o la democratización de la vida política y de las costumbres, fenómenos característicos de la segunda mitad del novecientos. 

Me detendré sobre el XVII, seguramente porque en estas últimas semanas me toca explicar a Descartes en el aula. 

Asocio el seiscientos a una película magnífica y terrible, "El último valle", de 1970, interpretada por un joven e impecable Michael Caine. Vogel, un poeta nómada que huye del hambre, la peste y la guerra, y un grupo de despiadados mercenarios dedicados a arrasar y saquear poblaciones coinciden en una pacífica aldea aislada en la montaña alemana que, gracias a las nieves invernales, se ha librado milagrosamente de los desastres que asolan el corazón de Europa. Vogel y el capitán de los mercenarios urden un astuto plan para que, al menos durante un tiempo, convivan campesinos y soldados sin matanzas ni saqueos ni violaciones. Nadie hará tanto por lesionar el plan como dos habitantes de la aldea, el cacique y el sacerdote. Éste último desencadenará la catástrofe cuando decida quemar por brujería a la bella aldeana de la que se ha enamorado el capitán. Vogel (Omar Shariff), hombre de paz de principio a fin, verá poco a poco, como si de un destino endemoniado se tratara, que la precaria convivencia irá gangrenándose paso a paso hasta el desastre final. 

La tragedia del XVII, en concreto la de su primera mitad, atravesada por las guerras de religión hasta la Paz de Westfalia, resulta de la colisión entre el impulso humanista, heterodoxo y científico que el Barroco hereda del Renacimiento, y el fanatismo, la intolerancia y la crueldad de los poderes que venían dominando con puño de hierro la civilización europea desde mil años atrás. Dijo Michel de Montaigne, padre del escepticismo y la tolerancia modernas: 

Yo vivo en una época pródiga en ejemplos increíbles de crueldad. Apenas podía yo creer, de no haberlo visto con mis propios ojos, que existieran almas tan monstruosas que, por el sólo placer de matar, cometieran muertes, que cortaran y desmembraran los cuerpos, que aguzaran su espíritu para crear tormentos inusitados y nuevos géneros de muerte sin odio, sin provecho, por el sólo deleite de disfrutar el grato espectáculo de las contorsiones y movimientos.

Llámenme simplista o maniqueo, pero el cuadro cronológico del siglo no puede contener más espantos. La centuria se inicia nada menos que con la atroz ejecución de Giordano Bruno. En 1616 empieza la persecución contra Galileo que, con distintas idas y venidas, durará casi toda la vida del sabio. En aquel entonces quedan prohibidas las obras de Copérnico. Dos años después empieza la Guerra de los Treinta Años, una de las más crueles y sangrientas de la historia del viejo continente. En el 19 es ejecutado el científico Vanini por ateísmo. En el 26 se produce la matanza de los hugonotes, que costó la vida en Francia a miles de personas. Puedo seguir, es un calendario siniestro de persecuciones, torturas y linchamientos. 


En los estertores del siglo, Isaac Newton, consciente de que con él cuaja definitivamente la Revolución Científica que desemboca en la Ilustración, reconoce con humildad haberse "encaramado en los hombros de gigantes". Se refería a Bruno, Galileo, Descartes, Huygens, Kepler...

No sé si nuestro siglo XXI encontrará cíclopes de semejante talla. Lo que sí sospecho es que va a necesitarlos. Y también advierto el aliento fétido y feroz de los mismos fanáticos que convirtieron el XVII en un escenario infernal. Es lo que tienen los siglos impares.   


Friday, January 11, 2019

EN EL BAR

Bajo de casa hay un bar lleno de gente enrollada, entendiendo por tal a sujetos cargados de testosterona, buenos bebedores de cerveza, escasamente leídos y tan taxativos en sus opiniones futbolísticas  como en las relativas a política y mujeres. El vocerío que sale del bar se expresa en términos similares a los que se escuchan en muchos hogares españoles. Algunos de mis alumnos están empapados de ellos. Vale que la ultraderecha prospere y que este país esté lleno de personas que han decidido convertir a los inmigrantes, los gays, los políticos o los catalanes en la explicación de su baja autoestima y su incapacidad para entender de qué va esto de la democracia... Pero yo, al menos con mis alumnos, no me voy a rendir tan fácilmente. De manera que me van a permitir efectuar unas cuantas aseveraciones muy básicas, es casi pura pedagogía de sentido común... A ustedes no les harán falta, son personas sensatas, pero entiendan que algunos de mis alumnos crecen en entornos muy intoxicados. 

1. La violencia machista no es una categorización caprichosa ni destinada a discriminar a los varones. Claro que yo -que soy un varón- también puedo sufrir violencia, y las leyes están para perseguirla. Pero cuando un colectivo es sistemáticamente objeto de una violencia criminal y asesina debe ser especialmente protegido, pues su situación es de especial vulnerabilidad. La derecha habla hoy de violencia doméstica o de lo mala que es "la violencia en general" -manda huevos, con perdón- porque le tienta desproteger a las mujeres de la que son objeto a manos de varones, normalmente sus parejas o ex-parejas. 

2. Quienes emigran a España lo hacen con la misma intención -mejorar sus vidas- con la que nuestros jóvenes conciudadanos se desplazan hoy a distintos países o, hace medio siglo, lo hicieron personas como mis padres para escapar al paro, la pobreza y la dictadura. Que la inmigración deba ser controlada y regulada es razonable, criminalizar la intención de buscar refugio como si fuera un acto de por sí inmoral es una profunda inconsecuencia. ¿Genera el trabajador extranjero precariedad? Yo creo más bien que es el modelo empresarial el que ha mutado en busca de costes más baratos... y es por tanto el capital el que ha propiciado la llegada masiva de inmigrantes, esos que se dice que nos quitan el trabajo. ¿Conflictividad y delincuencia? Yo creo que estos disturbios están mucho más asociados a la pobreza que a la extranjería o el choque de culturas. No estaría mal tampoco que nos acordáramos del monumental problema demográfico que amenaza seriamente la viabilidad futura de la nación antes de aplaudir con las orejas a Vox Andalucía por exigir la expulsión de cincuenta y dos mil inmigrantes. (Y, por cierto, ¿expulsarlos a dónde?)

3. Uno puede cuestionar la viabilidad del Estado de las autonomías o el régimen competencial que se ha ido articulando desde el nacimiento de la Constitución. Lo que me resulta difícil de entender es que desde un territorio concreto, como ha sucedido en estos días con Andalucía, haya quien solicite a la Administración Central que le reste competencias. "No soy capaz de gobernarme a mí mismo, señores de Madrid, vengan ustedes a decirnos lo que tenemos que hacer". ¿Pero es que somos imbéciles o qué?

4. Qué el feminismo albergue algunas trazas de intolerancia no convierte el movimiento por la liberación de la mujer en "feminazismo". He encontrado a lo largo de mi vida intolerantes en todas las ideologías, incluyendo las más libertarias, pero convertir la excepción en norma es una maniobra tramposa y demagógica. El machismo es un residuo antidemocrático y reaccionario de las sociedades contemporáneas; son los que pretenden mantener la discriminación de la mujer los que asocian feminismo a hembrismo. 

5. La "libertad de elegir" que la derecha cacarea insistentemente es una falacia. Su objetivo es proteger los intolerables privilegios de los que goza la Iglesia Católica en España y que todos sufraguemos la enseñanza privada. Las consecuencias, y esto es lo que no se dice, son la segregación educativa y el deterioro de la enseñanza pública. 

6. Los políticos, las ONG y, en general, las instituciones públicas deben ser sometidas a público escrutinio y, si procede, denunciar sus malas prácticas. Ahora bien, si nos dejamos seducir por los manipuladores de la antipolítica podemos olvidar que sin instituciones no podríamos vivir y que no necesitamos menos sino más democracia. Por cierto, hay que tener mucha desfachatez para -como pretende Vox- arrebatar las subvenciones a las ONG "ideológicas". Probablemente haya una ideología detrás de quienes rescatan náufragos a punto de ahogarse en el Mediterráneo o quienes vacunan a los niños saharahuis en los campamentos de refugiados. Viva entonces la ideología. Por cierto, supongo que les parecerá poco ideológica la Fundación Francisco Franco. A fin de cuentas ya sabemos lo que decía el Generalísimo: "Haga como yo, no se meta en política".  

7. A los ecologistas, no contentos con atorrarnos con el rollo de separar basura, no contaminar las ciudades con nuestros automóviles o ahorrar agua, les ha pegado ahora por dar la murga con el cambio climático. Fastidia mucho que te digan que no puedes despilfarrar la energía que te apetezca, por eso viene muy bien que entre nosotros empiecen a aparecer seguidores de Trump que nos dicen lo que queremos oír, que eso del calentamiento global es un invento de cuatro hippies recalcitrantes. Lástima que la evidencia científica sea cada vez más dramáticamente incontestable... Claro que, ¿quién quiere la verdad si la mentira mola más? 

Saturday, January 05, 2019

¿ESTAMOS DESENFOCADOS? (Y II)

Permitan que insista: ¿nos preguntamos seriamente dónde está el epicentro de los terremotos que nos amenazan? Me he referido a la edición dominical del diario El País del pasado día 30. Este periódico, como la Cadena Ser, mantiene su clientela porque es leído por personas que no esperan que los medios les reafirmen en lo que ya pensaban antes, que les den la razón y les hagan sentirse acompañados. Por eso alberga diversidad ideológica. Que sea actualmente dirigido por Soledad Gallego Díaz es alentador. En la anterior entrada me referí a intervenciones que en aquel dominical reflejaban puntos de vista claramente corporativistas o, si lo prefieren, neoliberales, conservadores y pro-stablishment. Pero el diario ofrece otras interpretaciones, y conviene acudir a ellas porque no son de poca enjundia. 

En el editorial de las páginas salmón, titulado "Desaceleración por precariedad", se insiste sobre el carácter pesimista de las predicciones económicas para el mundo y, especialmente, para Europa. La gravedad del problema se incrementa, según el editorialista, por la caída de las rentas salariales y por el daño que está haciendo a las economías del viejo continente la precariedad laboral. Salarios bajos y trabajo de mala calidad son indicadores de un crecimiento como el que vivimos, es decir, una dinámica expansiva inconsistente. Estos fenómenos ya se daban antes de la Gran Recesión, pero al haberse vuelto estructurales con ella, se convierten en causa esencial de la desaceleración que ahora asoma. Y, añado yo, son el inquietante indicador de que esta nueva crisis puede ser incluso más dolorosa que la anterior, pues estamos en peores condiciones para recibirla. 

Sigo con mi lectura selectiva del periódico. Paul Krugman, Nobel de Economía y azote del trumpismo, desliza la especie de que los economistas norteamericanos de derechas actúan de mala fe... en otras palabras, que son un hatajo de cabrones. Los mismos que atacaban de forma inmisericorde a Obama por acrecentar el déficit se muestran ahora complacientes con las rebajas fiscales sobre los más ricos, sin que el dañino efecto presupuestario que propician tales medidas les parezca un problema. Krugman de burla de su ingenuidad, cree que halagan al Gobierno porque aspiran a ser llamados para ocupar puestos relevantes y muy bien remunerados en la Administración. Ignoran que ser un experto en ciencias económicas ya no sirve para obtener asesorías, pues Trump es un farsante de tales dimensiones que ni siquiera quiere ideólogos conservadores y ultraliberales, solo quiere -cito textualmente a Krugman- "economistas de pacotilla". 

Más relevante, como casi siempre, se me antoja el artículo de otro Nobel, Joseph Stiglitz, en quien actualmente confío como pocas veces he confiado en un analista de la economía global. Su idea central es que el PIB no es la medida adecuada para el bienestar. En la medida en que la lógica del crecimiento y los indicadores macroeconómicos se concentran en la producción de bienes y no en factores como la salud, la educación o el medio ambiente, la visión que obtenemos queda distorsionada y las políticas que se emprenden resultan deficientes. Prueba de ello es la política austericida que dominó la gestión de la crisis, la cual sirvió para frenar el déficit pero redujo la riqueza de las naciones y propició un dramático aumento de la desigualdad. En la misma línea sitúa Stiglitz las "reformas" en pensiones o a favor de la "flexibilidad laboral" y la "moderación de salarios". El caso EEUU se vuelve especialmente preocupante con las recetas de Trump, que ha convertido en sarcasmo el principio sagrado de la oportunidades. Las rebajas impositivas del trumpismo a millonarios y grandes corporaciones castigará todavía más a la clase media, la cual tendrá que cargar con la presión fiscal, y muchos millones de ciudadanos vivirán con más inseguridad y probablemente pierdan su seguro de salud. 

Vuelvo al suplemento semanal "Ideas" para referirme a otro articulista en quien confío, el español Joaquín Estefanía, que dedica su texto a la compleja situación de la juventud en nuestro país. La pregunta empieza a no ser la tópica "¿qué les pasa a los jóvenes?", que deberíamos cambiar por "¿qué les hemos hecho a los jóvenes?". Define a nuestros jóvenes como "nuevos nómadas". Obligados a trayectorias laborales y biográficas repletas de incertidumbre, la temporalidad y los infames salarios son síntoma de que la precariedad ha dejado de ser una estación de paso para convertirse en norma. Afecta al conjunto de la sociedad, pero, obviamente, lo hace de manera especialmente despiadada sobre quienes tienen menos de treinta años. Esto no sale gratis, implica aumentos en los índices de pobreza y desigualdad, y retrasa todavía más la edad de emancipación, volviendo inviables los proyectos personales y dañando la natalidad. Es la vida misma de nuestros jóvenes, esos a los que decimos querer tanto, la que se está volviendo precaria. 


Acabo, aguántenme un poquito más. En las primeras páginas del suplemento se nos informa sobre la creación de la Internacional Progresista. Bajo el amparo del izquierdista norteamericano Bernie Sanders -en mi opinión uno de los personajes más interesantes de la actualidad política mundial-, y con la participación del griego Yaroufakis, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, o el hijo del gran economista Galbraith, se intenta lanzar la creación de una red global de resistencia. El proyecto me recuerda al Foro Social Mundial, que vivió sus momentos más luminosos en los primeros años del siglo, cuando los alterglobalización organizaban multitudinarias protestas allá donde se reunían las élites mundiales. Se trata de reaccionar contra una marea que llega desde la derecha  y que, por la parte del stablishment y la oligarquía económica dispara la desigualdad, y, por parte de los nuevos movimientos populistas, pone en peligro los derechos humanos y la democracia misma. El horizonte europeo del Estado del Bienestar de la era gloriosa de la socialdemocracia, en el que piensan Yaroufakis, se suma al del norteamericano New Deal que inspira a Sanders. 

Los participantes denuncian la panoplia de unas cifras de crecimiento que no se reflejan en el aumento del bienestar de los ciudadanos ni limitan la incertidumbre. Es el gran principio neoliberal del "goteo hacia abajo" o redistribución espontánea de la riqueza lo que se ha hecho pedazos. Se trata de recuperar el espíritu que, tras el crack del 29, impulsó aquel gran pacto con la ciudadanía por el cual el capitalismo quedaba bajo el control público. Juzguen ustedes. 

Ahora sí acabo. No estoy invitando a comprar un periódico respecto a cuya historia, en especial la reciente, soy el primero en albergar grandísimas reservas. Voy por otro lado. Lo que yo cuestiono es la especie -que me empieza a sonar a excusa- de que los medios sólo desinforman y que los ciudadanos somos víctimas pasivas e indefensas, sin capacidad para informarnos, reflexionar y actuar. 

Si estamos desenfocados deberíamos empezar por enfocar mejor, me parece a mí. Claro que para ello hace falta salir del escepticismo, que a veces es un efecto de la pereza. 

Thursday, January 03, 2019

¿ESTAMOS DESENFOCADOS? (I)

¿Y si el problema está en que no enfocamos bien? Día tras día somos bombardeados con polémicas sobre la secesión catalana, la pederastia eclesiástica, el intercambio de ofensas y adjetivos delirantes entre políticos, el atorrante mareo de la corrección política y la histeria de los "ofendiditos", la corrupción... No hay duda de que el show bussiness ha tomado en los medios el lugar de la información, infectando el espacio del reporterismo. Por eso, y pese a que no todos los temas a los que me he referido sean irrelevantes, son este tipo de cuestiones altamente inflamables las que, como tóxicos adictivos, propician una atención fácil y son carnaza ideal para los "todólogos" de los talk-show televisivos. 

¿No será que el humo nos impide ver el fuego? ¿No será que, como ilusionistas, nos hacen creer que la mano que no miramos es la que guarda el secreto? Acusamos a los periodistas -la ultraderecha es muy aficionada- de manipularnos. Y sí, la prensa es cualquier cosa menos inocente, pero deberíamos preguntarnos si no nos vence la pereza cuando achacamos a otros de la desorientación que sufrimos. Quizá el problema es que nos hacemos las preguntas adecuadas: ¿dónde está la auténtica batalla por el poder? ¿qué es lo que verdaderamente hay en juego sobre el tablero de la política? ¿quiénes son los actuales amos del mundo? ¿qué capacidad tiene la ciudadanía para incidir sobre las decisiones?

El diario El País tiene reputación de "prensa seria". Pese a algunos episodios particularmente sospechosos, se la ha ganado por merecimientos propios. Permítanme orientar la atención sobre algunas páginas de la edición del pasado día 30, el último dominical de 2018.

En portada de El País Semanal nos encontramos a un veterano banquero, director a punto de jubilarse del BBVA, que es objeto de un extenso reportaje. La imagen de Francisco González es la de un pez gordo, un tipo adusto y poco dado a las formalidades, un perfil poco cinematográfico, pero, quizá precisamente por ello, muy creíble como oligarca. No en vano está vinculado a dos de las instituciones donde se juntan los actuales dueños del planeta, el Foro de Davos y el FMI, referente de hostilidad desde los disturbios de Seattle en 1999 para los movimientos alterglobalización. González se define como un "outsider" dentro del mundo bancario... dice no tener un sólo amigo dentro del mismo. Sus hagiógrafos le consideran un visionario, el primero que en España asumió la urgencia de convertir la banca tradicional en tecnológica. Su gran pasión es el golf, no reconoce saber nada del asunto de los pagos a Villarejo para labores de espionaje y no parece ver gran contradicción en la pensión de ochenta millones de euros que se ha puesto a sí mismo. No obstante, se considera un enemigo de la corrupción y reconoce que "los bancos no hemos hecho bien las cosas". Asume que la gente tiene derecho a estar enfadada, pero cree que parte del problema -por ejemplo en relación a las cláusulas suelo- ha sido sobredimensionado por las redes sociales, y que en gran medida el error de los banqueros consiste en no haber sabido saltar a la palestra y explicarse ante la ciudadanía. Niega ser de derechas, pese a sus viejos vínculos con el aznarismo, simplemente cree en la democracia y el libre mercado.     

En la interesante sección dominical denominada "Ideas", entrevistan a un prestigioso economista británico. Le hacen la pregunta que yo le habría hecho, es decir, si el mundo estamos cerca de una nueva recesión y si nos hallamos en condiciones de soportarla esta vez sin que alcance proporciones desastrosas. Adam Tooze, que así se llama, dice que la estructura financiera está algo mejor protegida, pero que con las regulaciones de Trump y la opacidad respecto a la dinámica de muchas entidades bancarias, vamos a necesitar que llegue la crisis para comprobar si realmente las estructuras políticas y económicas son sólidas. El tal Tooze, contra el que no tengo nada, me recuerda entonces a ese médico que espera que se muera el paciente para saber cuál es exactamente su dolencia. Joder, qué miedo. 

Sigo. En las páginas salmón, es decir, las dedicadas específicamente a economía o, como indica el titular, a los negocios, se insiste en avisarnos de que el crecimiento vuelve a detenerse a nivel global. Con ese trasfondo, se nos ofrece una breve entrevista con una señora que ocupa un alto cargo como experta economista nada menos que en el HSBC, uno de los grandes bancos mundiales. Acostumbrada a moverse, sospecho que de forma exclusiva, dentro del mundo de las finanzas y la macroeconomía, esta británica llamada Janet Henry afirma que la "etapa expansiva" de la economía se acaba, de lo cual deben ustedes deducir, por si no lo sabían, que hemos vivido un ciclo de vacas gordas y que ahora viene una recesión. Henry no parece tener claro qué podrán hacer los políticos para paliar los efectos de la crisis, pero, a modo de tentativa cautelosa, aconseja inclinarse por la "flexibilidad fiscal", que supongo, desde mi profunda ignorancia, que supone que, por ejemplo, el banco para el que ella trabaja pague menos impuestos y usted y yo paguemos más. 

Vamos a "Laboratorio de ideas", es decir, la sección de opinión económica. El artículo firmado por una tal Helena Herrero, por lo visto empleada de alto standing de una gran multinacional tecnológica, tiene más pinta de anuncio argumentado que de cualquier otra cosa. Se trata de un panfleto eufórico en el que se nos persuade enérgicamente sobre lo estupendas que son las multinacionales y lo contentos que debemos estar porque personas como ella atraen inversión extranjera a nuestro país. Sus motivos son patrióticos: "Y si se me permite, un aspecto más emocional: somos muchas..." (se refiere a muchas multinacionales) "... las que nos sentimos españolas de corazón". Estas grandes corporaciones, según la interfecta, no se pasan la vida pensando en deslocalizar sus unidades, muy al contrario ofrecen trabajo de calidad para muchos españoles. Son "proyectos ganadores", dice, ayudan al I+D. Eso sí, insta a la Administración a "facilitar condiciones regulatorias, fiscales y de infraestructuras que fomenten esta inversión". También aconseja mejorar la formación de nuestros jóvenes. 

A mí me parece que lo que esta señora pretende decir es que para que vengan las multinacionales a España y creen trabajo, que sospecho que será precario en la mayoría de casos, hemos de pagar todos los impuestos de cuyos beneficios ellos se limitarán a gozar. Pero es que yo soy un mal pensado, ya saben... 

CONTINUARÁ...