Friday, February 27, 2015

LOS FINES DE LA POLÍTICA




LOS FINES DE LA POLÍTICA

El vistazo a algún clásico resuelve las primeras dudas: política es la gestión colectiva de lo que afecta a todos. Ese componente autogestionario, indisociable del espíritu fundacional de la polis griega, no niega carácter político a la gestión de un dictador o de algún tipo de oligarquía, pero sí invita a pensar que lo político sólo puede realizarse en su plenitud en un espacio deliberativo y jurídicamente igualitario. La duda ya no es entonces si la democracia es el mejor de los sistemas, sino si en la práctica le llamamos democracia a cualquier cosa, es decir, si hemos consentido un abaratamiento tan grande de la fórmula acuñada por los pioneros atenienses que lo que tenemos es un fraude.  

Esta semana hemos vivido un episodio peculiar de la práctica parlamentaria. Se han dicho tantas cosas acerca del debate sobre el estado de la nación que acaso se nos olvide que el porcentaje de españoles que lo siguió es ridículo. 

Algunas personas se indignan porque mientras ejercía de presidenta la señora Villalobos calmaba sus nervios -o su hastío- jugando al candy crash. Suelo reprender e incluso sancionar a mis alumnos por asuntos de esta índole, me pregunto con qué cara voy a seguir haciéndolo.

A muchos les ha llamado la atención la actitud de cierto diputado andaluz que exhibió en medio de un discurso del presidente del gobierno una bandera de su comunidad autónoma que llegaba a cubrirle todo el cuerpo. Inútil hablar de falta de respeto a unas instituciones sagradas, inútil moralizar: una mamarrachada oportunista sirve a un señor destinado a un merecido anonimato para obtener una mínima atención en los resúmenes... no perdamos ni un segundo más. 

Se habla sobre todo de la agresividad verbal de Rajoy y se discute sobre si el nuevo líder socialista dio la talla. Del primero me preocupan poco sus nervios, sus estados de ánimo o su expresión corporal. Dijo tras el debate Rosa Díez, al que el Presidente cambia sistemáticamente el apellido, que Rajoy es un hombre "muy pequeño".  Yo no voy a calificarle, es demasiado fácil, pero me pregunto para qué tantos años de ambición, rumiando el poder, esperando, a veces entre las lágrimas de su consorte por una derrota, que llegara su gran hora. Qué gris es todo lo que arrastra. Sólo ha incumplido promesas, sólo ha sido capaz de crear un gobierno de hombres sin atributos para complacer a Merkel. En medio de una crisis moral que ha extendido una desafección sin precedentes entre los ciudadanos sólo ha sido capaz de contestar que los demás también son malos. Qué olvidable es todo lo que tiene que ver con Rajoy, qué poco nos acordaremos de él cuando salga de la escena. 

Efectúo este tour de force por el territorio tan ingrato de la rajoídad porque no tengo dudas respecto a la importancia de que la derecha deje de gobernar este país. Es una cuestión de higiene. Han hecho el trabajo que se les encargó desde la troika, ya pueden irse. 

Pero, ¿y la alternativa? Ésta en estos momentos es la única cuestión que me preocupa. Sé lo que es la derecha, sé perfectamente lo que puedo esperar de ella y no voy a vacilar: hay que impedir que continúen, es más, hay que hacer lo posible para que los dos tercios de españoles a los que se han empeñado en empobrecer entiendan que lo mejor es que no vuelvan. Pero esta firme convicción no basta. 
Algunos observan que Pedro Sánchez logró en las sesiones aquello que Rajoy se empeñó en negarle: "usted no ha dado la talla". Pero ésta es una memez casi tan grande como la de "no venga usted aquí a nada", que despertaría en mí el temor a las tentaciones autoritarias de la derecha española de no ser porque sé cuáles son la virtudes oratorias del Presidente del Gobierno. Sí dio la talla, vaya si la dio. Demostró ser perfectamente capaz de plantarle cara al experto rival, toreando tanto los abucheos de la numerosa bancada rival como la falsa flema con la que Rajoy le ninguneaba torpemente. Pero, sobre todo, mostró la entereza y el adecuado sentido estratégico para lanzarse a la yugular sin miramientos, algo que muchos hemos echado de menos en la oposición durante estos tres años, entre otras cosas porque recordamos la profunda deslealtad con la que se comportó el PP con Zapatero y sospechamos que volverán -ellos y sus medios de propaganda- a hacer insoportable la próxima legislatura si la izquierda recupera el poder.

Muy bien, pero, qué quieren, a mí todo esto me deja frío. Quizá haya nacido un buen esgrimista parlamentario, pero no es ni de lejos un motivo para que yo le vote. Mi percepción es que Pedro Sánchez fue tan contundente en el ataque como parco en las propuestas. No sé qué quiere hacer cuando gobierne. Está bien meterse con Podemos, partido al que no pienso votar, pero al menos el señor Iglesias y su gente han adoptado compromisos, han dicho qué piensan hacer cuando gobiernen, se han dotado de economistas con una trayectoria muy definida... Si luego todo es mentira o, como está pasando con Zyriza, los proyectos resultan no ser mucho más que bravuconadas, ya habrá tiempo de gritar que fueron un fraude. Y lo de ahora con Monedero será cosa de broma comparado con lo que se les dirá después. Lo que no se les puede negar es que están teniendo redaños para correr el riesgo. ¿Y Sánchez? Aún no sé lo que pretende, no tengo ni la menor idea de cómo piensa gobernar ni como va a hacer para que su mandato no se parezca al de Rajoy. Por ello se me ocurriría formularle unas cuantas preguntitas sin importancia. 

-¿Cree que puede hacer una política económica genuinamente socialdemócrata, es decir, orientada a recuperar el estado del bienestar y a remediar la brecha social que se ha agrandado tan espectacularmente durante la crisis?
-¿Va a incrementar la presión fiscal sobre las grandes fortunas y, especialmente, sobre los beneficios que en España obtienen las grandes corporaciones? 
-¿Piensa ser beligerante en Europa con los paraísos fiscales?
-¿Va a acabar de una vez con el Concordato con el Vaticano?
-Además de derogar la Ley Wert de Educación, ¿va a hacer otra que mantenga la escuela en la misma indefinición legal de la que no salimos desde hace décadas? 
-¿Va a mantener la escuela concertada?
-¿Va a insistir en la línea federalista para solucionar el tema catalán?   

Se me ocurren muchas más, pero de momento me conformaría con que me contestará a algunas de éstas...

Thursday, February 19, 2015

FARGO





REGRESO A FARGO (Sin spoilers, lo juro)

El vino tiene mucho de imprevisible, un bodeguero puede crear las condiciones adecuadas para que el tiempo lo mejore, pero que el envejecimiento otorgue espíritu y grandeza al caldo o que lo dañe irreversiblemente, eso no hay manera de saberlo con certeza. Aplicada esta verdad a otros órdenes de la vida la conclusión solo puede ser una: a veces el tiempo no te madura, simplemente te hace viejo. 

Cuando se estrena una película o llega una novela nueva puede hacer falta sólo una pizca de originalidad y frescura para que a nuestros ojos asome a muy bajo precio la presunción de la genialidad. Tiempo después la supuesta obra maestra ha perdido su poder de seducción, simplemente le ha pasado el tiempo, se ha marchitado como aquellos que de jóvenes iban de aquí para allá rompiendo corazones pero que, a la primera arruga, empezaron un declinar acelerado que terminó por devastar e incluso precipitar hacia el abismo del olvido su antigua majestad.  

Todo este prolegómeno sirve para explicar mejor lo que a estas alturas ya no me ofrece ninguna duda: Fargo, de los hermanos Coen, es una obra maestra. En esta era en que la teleficción -la norteamericana, es mejor no engañarse en esto-  atraviesa su momento de gloria, los creadores han encontrado un recurso narrativo en películas de los años noventa, y así, tras Fargo, se nos vienen encima ahora la secuelas televisivas de El show de Truman y de Doce monos. No me genera grandes expectativas esta última, seguramente porque nunca he terminado de creerme demasiado a Terry Gillian, cuyos relatos suelen parecerme fallidos y grandilocuentes. La excepción que confirma la regla es, curiosamente, Lost in La Mancha, estupendo documental que narra las desgraciadas vicisitudes de un rodaje inconcluso del Quijote, proyecto que, con nada menos que Jean Rochefort de Don Quijote y Johnnie Depp ¡de Sancho!, confirmó la leyenda de que el inmortal texto cervantino maldice sus versiones cinematográficas. 

Me pasa lo contrario con la de Peter Weir, una peli con enormes virtudes -como otras de su director- que la crítica ninguneó injustamente, creo que por la aureola banal de Gene Carrey y acaso porque Weir suele caerles mal. No entendieron el valor profético de lo que se nos relata con tanta maestría: la amenaza de convertir la privacidad, las emociones, las zozobras personales -eso a lo que en definitiva llamamos "la vida"- en un repugnante espectáculo de reality show donde todo, hasta el dolor, se convierte en merchandising para un público globalizado y enfermo. 

Con Fargo he tenido las mismas reticencias que otros que aman aquel inolvidable film: parece imposible no decepcionar al convertir en una serie de diez horas lo que con tanto talento contaron los Coen en dos y media. Me equivoqué... y no saben cómo me alegro. 

No estamos ante un remake, tampoco es exactamente una secuela ni un spin-off. Lo que se me ocurre decir es que la serie revisita el territorio que ya polinizó el talento de los Coen... Esos parajes helados de Minnesotta donde la nieve se tizna del rojo de la sangre,esas pequeñas localidades desoladas sobre cuyo tediosa paz cae la crueldad de unos criminales despiadados, la mediocridad que vuelve loco al vecino del que nadie espera sino la resignación, los héroes que surgen donde ningún fabulista convencional osaría buscarlos porque parecen cualquier cosa menos héroes. Ese mundo recupera con la serie el hechizo que un día tuvo, un paisaje cruel donde el destino sobrevuela como un cuervo por encima de las tribulaciones de los protagonistas, enviándonos señales misteriosas que nos hacen sospechar que sólo somos sus títeres y que el resquicio por el que creemos poder escapar a su maleficio es sólo la última puerta antes del infierno. 
Lorne Malvo -maravillosamente interpretado por Billy Bob Thornton, un hombre de los Coen, por cierto- es el ángel de la muerte que el Maligno envía a Bemidji para que sepamos que el futuro de nuestras ambiciones es morder el polvo, aunque sea el de la nieve. 
 

Friday, February 13, 2015

EL EXAMEN



Ayer les endosé a mis alumnos un examen, eso que los logsianos amantes de la corrección política llaman "control" para disimular que se trata de una putada cuya intención esencial es torturarles. Durante las dos horas correspondientes me dediqué a "vigilar" la realización de la prueba con las técnicas tradicionales: levantas la vista de vez en cuando para que nadie copie, contestas algunas cuestiones del tipo "¿puedo saltear el orden de las preguntas?" o "voy a pedir un tipex"... la rutina sobradamente conocida. 

Como quiera que olvidé llevar material de lectura resultó que no tenía nada constructivo con lo que aprovechar el tiempo. En todo caso, el contundente proceso gripal que recién dejo atrás tampoco me inclinaba a abstrusas introspecciones metafísicas. Así es que me escampé cómodamente sobre la silla del profesor -que es un poco más grande y mullida que la de los alumnos, aún hay clases- y no tardó en empezar a acosarme Morfeo. Resuelto a no dejarme vencer por tan artero visitante, sobre todo porque mis ronquidos habrían sembrado de oscuras tentaciones las tiernas almas de mis alumnos, me puse a deambular por el aula. 


Desde mi silencio expectante se escuchaba la traza de los bolígrafos sobre el papel. Tras unos minutos me di cuenta de que en un aula se escuchan ruidos que uno no imagina mientras está concentrado en impartir una clase y se esfuerza porque sus alumnos le escuchen y no se despisten. Muebles que se arrastran en el piso superior sin motivo lógico aparente, la rama de un sauce que percute cada poco contra la ventana, el estallido remoto de una risa colectiva cuyo motivo no sabré jamás...

Volví a deambular. Topé con un reloj de pared en el que nunca antes había reparado. Era comprado de los chinos, iba a pilas y funcionaba. Como no tenía cristal me permití ese recreo infantil de aproximar los sentidos a las manecillas. Con los dedos jugué a detener el impulso del segundero, como si el tiempo estuviera en mis manos, pero se resistía, perseverando tenaz en su trayectoria. Le escuchaba pegándole mi oído: tic, tac, tic, tac... A continuación concentré mi mirada sobre el minutero y advertí que su discurrir se hacía perceptible a mis ojos. Lo intenté con la manecilla de las horas, pero ese movimiento que adivinaba constante no llegaba a mi umbral de sensibilidad.  

Un silencio monástico dominaba a aquel grupo de penitentes que analizaban un fragmento del Discurso del método. Me pregunté si eran conscientes de que aquel débil pero irreductible tic tac también sonaba para ellos. Más allá del absurdo cotidiano del curriculum, las programaciones, los exámenes y los partes disciplinarios, lo que respira tras la coraza de la identidad es un ser humano. El tic tac de cada corazón es singular e irrepetible; las emociones ya han sido vividas antes millones de veces, pero en realidad no se han vivido nunca porque cada instante que uno vive es irrepetible. Deberíamos acostumbrarnos a percibirlo como si fuera el último, pues en cierto modo lo es. 

Ese es el drama que da sentido a nuestra existencia. Los dioses no pueden entenderlo. Por eso nos envidian y toman venganza de nosotros enviándonos a fanáticos que queman viva a la gente, maltratadores de mujeres y banqueros que especulan para matar de hambre a millones de inocentes. 

Thursday, February 05, 2015

YO SÍ ME ACUERDO




Platicamos insistentemente sobre Podemos, le damos vueltas y más vueltas a las corruptelas y las negligencias del PP... ¿Y el PSOE? A fin de cuentas es -o era, que esto también hay que empezar a cuestionárselo- el partido que aglutina a la socialdemocracia, el horizonte ideológico más determinante en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial. En la España democrática el socialismo fue un agente institucional de transformación cuyo mérito habrá de reconocer la historiografía, pues sobre sus errores e inmoralidades, que las hubo y en cantidad, ya han corrido ríos de tinta. 

¿Por qué no volver a confiar en ellos ahora, cuando ya es tan evidente que derrotar a la derecha se ha convertido en una prioridad? Soy uno más de esos tipos aburridos que no aceptan que dé lo mismo que gobierne el PP a que lo haga el PSOE. Es más, conozco a muchos que, pese a realizar esa identificación tan forzada, suspiran después para que ganen los segundos antes de que lo hagan los primeros, ante lo cual estaría bien pedir coherencia. Sin embargo guardo memoria de demasiados episodios que invitan a pensar que en la actualidad populares y socialistas ocupan el mismo espacio político. Deducimos entonces que sólo mientras se encuentra en la oposición le sería dada al PSOE la posibilidad de adscribirse a un ideario de izquierda, lo que le convertiría en el partido impostor por excelencia. 

Les relato uno de estos episodios. Lo recuerdo muy bien.

Hace como unos doce años yo escuchaba con enorme interés las duras críticas que, desde la oposición, lanzaba una joven diputada socialista hacia la labor de la entonces ministra de educación, Pilar del Castillo. Aquella joven resuelta y perfectamente documentada, dueña de una elocuencia convincente y acaso seductora, se llamaba Carmen Chacón. Hoy, cuando la comparo con el simpar Wert, Del Castillo se me antoja una persona educada y una responsable con un mínimo sentido institucional, pero el hecho es que la línea crítica de Chacón era correcta y eficaz. 

Una y otra vez insistía, muy pedagógicamente, en explicar a la ciudadanía española que el sistema de conciertos con la escuela privada -de titularidad religiosa casi toda ella- que el PP desarrollaba, estaba triturando a la escuela pública. (Quizá Chacón, por su juventud, ignoraba que en origen el sistema de conciertos fue una idea socialista, pero ésta es otra cuestión) Bajo la etiqueta liberal de la "libertad de elección", la derecha española encubría una trampa para propiciar la brecha socio-económica: los colegios concertados aplicaban criterios de selección de alumnado propios de empresas privadas, pero vivían del erario público. Como esto no les eximía de cobrar cantidades considerables a su clientela, se apuntalaba el modelo que hoy nos encontramos: las familias humildes llevan a sus hijos a la escuela pública, las que pueden permitírselo los llevan a la concertada. Quien acude a la red concertada, sabe que, normalmente, sus hijos no se van a mezclar con inmigrantes ni con alumnos conflictivos. Es la pública la que, no pudiendo filtrar al alumnado, tiene que albergar a todos aquellos que, por razones de distinta índole, no son aceptados en la concertada. ¿Mercantilización de la educación? Es mucho peor que eso: la escuela es un negocio, pero no lo pagan sólo sus clientes -como mandan los cánones liberales-, lo pagamos todos. 

Nadie ha explicado esta trama mejor desde un Parlamento que Chacón. El día que el PSOE ganó contra todo pronóstico, yo no tuve duda de cuál sería el destino de esta prometedora diputada. Me equivoqué, no la nombraron ministra de educación, sino de defensa. Ella se debió quedar contenta, yo no, yo me sentí timado. Y me sentí mucho más en la medida en que la ministra que nombró Zp no hizo nada de lo que la labor de oposición realizada en los años anteriores invitaba a pensar. Lo diré más claro: durante los ocho años de que dispuso, que no son pocos, el PSOE no hizo prácticamente nada en educación, no cambió nada, su ley de educación apenas rozó las enfermedades fundamentales del sistema educativo español. 

¿Y ahora? ¿Qué podemos pensar que pasará si el PSOE vuelve a gobernar? Sin duda derogarán la Ley Wert, pero eso no les va a diferenciar de los demás, pues todos los partidos del arco parlamentario se han comprometido a acabar con dicho esperpento. Suponemos que harán otra y que volverán a meter lo de Educación por la Ciudadanía, que les sirvió a ellos y a sus oponentes para mantener un debate estéril durante años. Los problemas de verdad son otros. ¿Atacarán dichos problemas con la nueva ley? 


A lo mejor se lo podríamos preguntar a Carmen Chacón.