Wednesday, December 30, 2020

KACZYNSKI


Es oportuno el momento para ver "Manhunt: Unabomber", la serie que produjo en 2017 Netflix sobre el pánico que desató en los Estados Unidos Theodore Kaczynski, autor de numerosos paquetes-bomba entre 1977 y el momento de su detención, en 1995.  Unabomber, que por cierto continúa en una prisión de alta seguridad a la edad de setenta y tres años
, ha encontrado un émulo reciente en un fanático que se dedicó durante unas cuantas semanas a enviar bombas a distintas celebridades que -como Robert de Niro, Obama o los Clinton- se han mostrado críticas hacia Donald Trump, al cual adoraba el personaje en cuestión. Felizmente ya fue detenido y encarcelado. 




Estos días los habitantes de Nashville han vivido uno de estos episodios calificados como de terrorismo no organizado que se dan con cierta frecuencia en los USA. Un tipo que llevaba años intentando desenmascarar a los extraterrestres que dominan secretamente el mundo hizo explotar su auto cargado con abundante material explosivo. Tuvo la deferencia de avisar con un megáfono de lo que iba a suceder, lo que evitó que hubiera más muertes que la suya, pero no una considerable destrucción en tiendas, viviendas y mobiliario urbano, con el consiguiente daño para muchos vecinos de Nashville. Se especula con que no pretendía intimidar a los alienígenas, sino manifestar su desaprobación ante la tecnología 5G. Al parecer el tema le tenía muy preocupado por constituir un proyecto perverso ideado por Bill Gates para monitorizar nuestros movimientos, además de servir para inocularnos el covid... Desconozco si también pensaba destruir en breve a los que comemos carne o vacunamos a nuestros hijos. 


Esto no va a parar, la locura es por definición incontrolable. Y el problema lo diagnosticó con gran sensatez mi madre ya hace mucho: "Locos... he conocido a más de uno con mal fondo; lo que no he visto es a ninguno repartir billetes de mil duros por la calle". 


Kaczynski... A ver. Dado que la teleficción, por cierto artísticamente muy respetable, coincide en lo sustancial con la documentación sobre el Caso Unabomber que podemos rastrear por la Red, no haré mayores distinciones entre la serie y lo realmente ocurrido. Lo que pretendo, más que averiguar la verdad sobre la personalidad de Kaczynski, es propiciar una reflexión sobre la violencia en las sociedades mass-mediáticas. 



Antes de recluirse en una cabaña sin luz ni agua en un bosque de Montana, Kaczynski escribió un manifiesto en el que denunciaba la revolución industrial como el mayor mal de la historia. Apartados de la naturaleza, obligados a contener nuestra energía pulsional para poder integrarnos en el "Sistema", los civilizados contemporáneos hemos tolerado cobardemente la servidumbre al dispositivo tecnoindustrial, destinado a destruirnos al planeta y a nosotros mismos. Así, cultivando lechugas y cazando conejos, 
Theo intentaba demostrar que podemos vivir sin dañar el medio ambiente. El tiempo restante lo dedicaba a fabricar bombas que enviaba a través del sistema postal americano mediante paquetes que, en el momento de abrirse, explotaban en la cara del desdichado destinatario, asesinándole o dejándole terriblemente lisiado. Tres fallecidos y más de veinte heridos son el resultado del original sentido del activismo político que tenía el Unabomber. 


La serie tiene una virtud de la que suelen carecer los relatos convencionales sobre serial killers y asesinos más o menos terroríficos: rastrea biográficamente la raíz de los males que perturban el alma del personaje. 


Kaczynski aparece desde crío como un superdotado en matemáticas. Adelantado en varios cursos a su edad, arrastra algunas experiencias desagradables por su relación con compañeros mayores, a lo que se añade la frustración provocada por la pérdida de un amigo de infancia que, simplemente, prefirió pasar las tardes morreándose con una jovencita. Años después, su admirado profesor Murray le incluyó en un grupo de debate que no era sino una tapadera para un programa lanzado por la CIA en las universidades para desarrollar estrategias de control mental enfocadas a la lucha contra el espionaje soviético. Lo que parecía ser el reconocimiento, al fin, del talento de Kaczynski por un sabio era en realidad una burda manipulación que dañó seriamente la mente del joven. 


"Todos me habéis traicionado", le dice Theo a su hermano, cuyo pecado consiste en haberse sometido al sistema formando una familia, comprando una casa llena de comodidades y manteniendo un empleo estable. No pongo en duda que los episodios vividos por Kaczynski en su juventud fueran crueles y difíciles. Claro que también me malicio que tenía una característica que ya he encontrado en otros supuestos irredentos y antisistema: era tan extraordinariamente sensible para el daño que recibía como poco empático con el que él era capaz de causar a los demás. 




¿Eran poderosos opresores los destinatarios de los artefactos explosivos artesanales que con tanta paciencia diseñaba en su cabaña? No, algunos eran desdichados empleados a los que les tocó abrir el diabólico paquete. ¿Justifica su drama biográfico tanto odio como para lanzarse a aquella carrera infernal durante tanto tiempo? En ningún modo: a mí también me la han jugado unas cuantas veces, los seres humanos me han decepcionado y no me gusta cómo es el mundo, pero no me dedico a vengarme cargándome a inocentes, entre otras cosas porque no creo ser mejor que ellos. En cuanto a la revolución industrial, no sé si es el gran mal de la humanidad, no estoy en condiciones de decirlo, pero lo que sí sé es que no acabaré con ella yéndome a vivir a una cabaña y reventándole la cabeza a bombazos a los ujieres de una compañía telefónica.  



Ya sé que parece fácil denostar a un lunático que se pudre en una pequeña celda hasta el fin de sus días. Los culpables de nuestros males son los capitalistas, los políticos y los líderes mediáticos... Sí, ya lo sabemos, pero a veces me pregunto si de verdad disponemos de criterios sólidos para diferenciar entre el bien y el mal. Alguien dijo que "un enemigo es alguien cuya historia aún no has oído". Oída la de Kaczynsky yo sólo veo a un falso genio obsesionado con un narcisismo tan desmesurado que le llevó a preferir ver arder el mundo antes que resultar insignificante para sus conciudadanos. Por eso, a cambio de la dudosa promesa de detener su "actividad", obligó al Washington Post a publicar su manifiesto, por cierto una colección de vulgaridades, tópicos gruesos y paranoias conspirativas sin ninguna profundidad ni recorrido. 


Dijo Hannah Arendt que el gran problema de la filosofía de posguerra se habría de centrar en la definición del mal. No me preocupa Unabomber, ni siquiera sus posibles émulos. Lo que de verdad me cuestiono es si la ira que emerge en mí, como en cualquiera de ustedes, ante lo inhóspito del mundo, me otorga otro derecho que el de pelear por la justicia con las únicas armas que ésta puede permitirse: la razón y el sentimiento moral.  


Claro que también puede uno ir por ahí poniendo bombas. A Kaczynski siguen mandándole cartas de amor sus admiradores.  



Friday, December 25, 2020

NOSOTROS, LOS "TIERRA-GLOBO"


En vísperas de Inocentes veo un documental sobre el movimiento terraplanista. Cinematográficamente no es gran cosa, pero da igual: el valor del contenido hace recomendable su visionado.

A grandes rasgos, la cosa es más o menos así. En el siglo XIX , un tal Samuel Birley Rowbotham publicó los resultados de sus arduos estudios, en los que concluía que, tal y como la Biblia ya nos hizo saber miles de años atrás: la Tierra es plana. Los seguidores de Rowbotham crearon la Sociedad Zetética -no dirán que no mola el nombre-, que participó en encendidos debates públicos y se vio envuelta en juicios por fraudes y calumnias. También sabemos que, siguiendo los pasos de Rowbotham, se creó una comunidad teocrática llamada Zion, que se instaló cerca de Chicago y sobrevivió hasta mitad del siglo XX, tras una larga sucesión de escándalos por oscuras maniobras financieras y explotación de seres humanos en condiciones de esclavitud. 


En los años posteriores, el programa espacial contó con el escepticismo de un terraplanista llamado Daniel Shenton, quien lanzó la especie de que las fotografías de los primeros astronautas, en las que se evidenciaba la esfericidad del planeta, estaban trucadas y formaban parte de una gigantesca conspiración para engañar a toda la humanidad. Asimismo, se dio por hecho que episodios como el del alunizaje de 1969 correspondían a trucajes cinematográficos manufacturados en Hollywood. 



En los últimos años el terraplanismo se ha reactivado, y es de sus actuales héroes de lo que trata el documental. Gira en torno a la actividad de Mark Sargent, al que mi olfato identifica de inmediato como un perfecto farsante. "Siempre le han encantado las conspiraciones", dice de él su esposa, quien curiosamente ve algunas pegas a la hipótesis terraplanista. Hay una señora, Patricia Steere, muy mona ella, que parece encantada de haberse convertido en musa del movimiento. "Lo que pasa con Patricia es que está muy buena", dicen algunos de sus adeptos, no quedando claro si la siguen por su enorme talento científico o porque sueñan con tirársela. 


En la reunión anual de la nueva religión uno diría que se respira una felicidad similar a la que los cristianos perseguidos por el Imperio Romano sentirían cuando se reunieran en las Catacumbas. En ese momento el hatajo de frikis y lunáticos que se han ido conociendo en los últimos años a través de internet pueden soltar sus majaderías sin que nadie les censure. Allá se venden maquetas de la Tierra Plana, la gente se hace fotos con los líderes, hay incluso un macarra que muestra orgulloso su moto tuneada con emblemas del movimiento. Que los promotores del asunto son en esencia unos cínicos... de eso no me cabe duda. Hasta qué punto es ancha la línea que separa a un manipulador, con la imaginación y la desvergüenza suficientes para lograr algo de fama y dinero con cualquier mamarrachada, de un pobre desdichado capaz de creerse lo que sea con tal de sentirse aceptado en algún sitio... eso no sé contestarlo. 


En pleno festival de conductas esperpénticas uno escucha aseveraciones tan ridículas que desatarían la hilaridad de un niño de primaria. El problema es que son pronunciadas con tal convicción y reciben tantos aplausos que solo hace falta un poquito de fragilidad psicológica y algo del atrevimiento del ignorante para que se den por absolutamente probadas e incuestionables. Empiezo a acordarme de los viejos perturbados que retrató Luis Landero en "Juegos de la edad tardía", donde uno presiente la invencible sombra quijotesca, cuando descubre que dentro del movimiento terraplanista ya han surgido escisiones y herejías, y que hay quien cuestiona el liderazgo de los "oficialistas" y hace sonar los tambores de una inminente contienda para desenmascarar a los traidores. 


En fin... 



Un asunto como éste no requeriría mayores reflexiones de no ser porque creo que -pese a su carácter minoritario y ubuesco, o precisamente por ello- nos puede ayudar a detectar algunos síntomas de la que, posiblemente, sea la peor enfermedad de nuestro tiempo: el descrédito del conocimiento o, si lo prefieren, la incapacidad -peligrosamente extendida- para distinguir la verdad de la opinión... entendiendo como "opinión" cualquier soplapollez que se le ocurra al influencer de turno. 


Hace como medio siglo, Jean Baudrillard, teórico por excelencia de los simulacros y de todo eso a los que ahora llaman "posverdad", ya se hizo eco de este tipo de movimientos cuando empezaron a aparecer en Europa los negacionistas del Holocausto. Curiosamente, los mismos argumentos que sirvieron a Hitler para exterminar millones de inocentes fueron usados por sus defensores de finales de siglo: los judíos conspiran. Y así, de igual manera mas de medio siglo atrás, se hizo valer la artera propensión de los judíos a manipular a la opinión pública para hacernos ver que todo aquello de Auschwitz y demás había sido un invento. "Despertad", se nos decía, "os engañan". El día que se descubrió que decir estupideces podía dar éxito y dinero, siempre que las "verdades" que se enunciaran correspondieran a lo que muchos deseaban oír, se sentaron las bases de la cultura fake que tanta presencia ha tenido en los últimos años. 


No estoy seguro de que la mejor manera de contrarrestar la posverdad, el fake o el negacionismo pase por poner sobre la mesa  argumentos científicos, aunque bueno sería que en la escuela los profesionales les recordemos a nuestros alumnos que la medicina y la meteorología no son lo mismo que el reiki o el tarot. Como explica Baudrillard, la cuestión no es si lo que dicen tiene base, pues obviamente no la tiene... lo llamativo es que tengan éxito y difusión precisamente cuando lo que defienden es infumable y ridículo. El diagnóstico del pensador francés me viene dando que pensar desde hace décadas: lo que se ha difuminado es la autoridad... habiéndose desplomado el prestigio de los agentes creadores del sentido que cohesiona a la comunidad, resulta que cualquier superchería puede tener éxito. Es el grado cero de la promesa ilustrada: en plena era mediática, lo verdadero es lo que a mí me apetece que sea verdadero. 


Me pregunto, siempre siguiendo a Baudrillard, si no hemos entrado en un ciclo en el que la Ciencia y la Historia estén volviéndose, de alguna manera, inconcebibles. ¿Por qué leer los diálogos de Galileo o atender a los descubrimientos de Newton o Darwin si los que ahora mismo bullen de actividad y entusiasmo son los terraplanistas? ¿Por qué documentarse con verdaderos historiógrafos si lo que yo quiero es que aparezca un panoli diciéndome que Franco no era tan malo y que en el bombardeo de Guernica solo murieron dos gatos y del susto?



A fin de cuentas, todo esto no debería extrañarnos tanto. Vivimos en un país donde la mayoría de los periódicos que todavía se imprimen viven a costa de decirles a sus cándidos lectores lo que quieren leer, es decir, que el gobierno está formado por íncubos del demonio, que los catalanes son malvados y que en las escuelas públicas adoctrinamos a los niños para volverlos a todos maricones. 


"Los Tierra-globo", llaman en el documental a los tipos que piensan como yo. Ay, señor: luego nos extrañamos de que un esperpento como Donald Trump haya gobernado la nación más poderosa del planeta durante cuatro años.

Thursday, December 24, 2020

AFORISMOS PARA FASTIDIAR


1. Hace cerca de cuatro décadas, rodeado de convencidos comunistas, realicé una afirmación -no recuerdo exactamente qué dije- en la que hice gala de un mezquino egoísmo. Noté, sin ninguna duda, que generé una profunda decepción. Desde entonces he batido records en la misma dirección. Estoy en ascuas por saber a cuantos me dará todavías tiempo para decepcionar.
 


2. En algunos momentos puntuales siento un profundo odio hacia todos ustedes. ¿Y si son esos momentos los únicos de lucidez?


3. Por influencia materna soy habitualmente simpático y cordial... suelo caer bien. He detectado a través de mi biografía que, pese a todo, siempre hay alguien que me detesta. Son esas personas recalcitrantes las únicas que, sin pretenderlo, cuidan realmente de mí. Su atención a mis errores y contradicciones, el empeño que alguno pone en no dedicarme siquiera los buenos días por la mañana... dudaría en demandar a un amigo tal perseverancia en recordarme que el mundo es un lugar peligroso y que la muerte y el dolor aguardan en todas las esquinas. 


4. Soy insignificante y prosaico, mi vida y mis actividades son un aburrimiento. ¿Por qué entonces sorprendo a esa señora de en frente mirándome con tanta atención cuando descorro las cortinas del balcón por las mañanas? ¿Qué espera ver? ¿A qué actividades infames y perversas cree que me dedico en la intimidad del hogar?


 5. Hacer muchos esfuerzos para que te quieran revela un insoportable mal gusto.


6. No recuerdo haber hecho en mi vida una sola cosa interesante y digna que no haya suscitado críticas o me haya sido ferozmente desaconsejada. Si hubiera hecho caso a mis allegados, a todos los que decían querer protegerme, me habría quedado para siempre en un sofá bajo una manta viendo la tele... Y no me habría suicidado porque sospecho que eso también habría desencadenado toda serie de censuras. 


7. El defensor cristiano de Jerusalem, cuando Sal-a-haddin jura por Alá que perdonará la vida a los defensores, recuerda al líder sarraceno que los cristianos pasaron a cuchillo a los árabes que defendieron la ciudad cuando ellos la conquistaron: "Pero yo no soy esos hombres, yo soy Sal-a-haddin, ¡Sal-a-haddin!" En ese momento, el caballero Balian sabe que su enemigo cumplirá su palabra indefectiblemente. No busquen más, he ahí el retrato literal del héroe del que tanto habló Nietzsche. 


8. No pasa un solo día de mi vida sin que oiga hablar de la importancia del talento. Valiente patraña: nada debilita más que creerse dueño de talento. Solo el esfuerzo nos lleva a alguna parte. Pero no el esfuerzo aprendido de capellanes y gerifaltes, que no es sino la obediencia. Yo me refiero al que nace de la furia, de esa rabia incontenible que nos devora ante la evidencia de que el mundo nos desprecia. Si el talento es algo es justamente esa determinación con la que nos sobreponemos a la condición de siervo y subalterno a la que nuestro entorno nos relega, incluso aunque no tengamos para la batalla más armas que el dolor y la cólera. 


9. Tuve un compañero de clase que insistía en recordarme que era superior a mí... "en deportes, en calificaciones, en ligar con las tías, en amigos, en pelear...". Me lo recordaba tan a menudo que se diría que más que intentarme convencerme a mí de lo evidente, lo que intentaba era convencerse a sí mismo. Si hoy realizara un top cien de los tontos de baba y perfectos fracasados  que he conocido a lo largo de mi vida, creo -sin dejar de reconocer que las medallas estarían reñidas- que aquel majadero subiría a lo alto del pódium. Lo más curioso de todo es que tenía parte de razón: yo no era gran cosa, al menos eso era verdad. La diferencia es que yo lo sabía... y entonces, la palabra "diferencia" alcanza proporciones gigantescas. 


10. Recientemente, y ante la inevitable destroza que la pandemia va a hacer con las fiestas navideñas, una conocida me trasladó, furiosa y plenamente convencida, todos los mantras de los conspiranoicos, según los cuales estamos ante una gran farsa de los oligarcas y lo que quieren es jodernos la vida y que nos recluyamos en el miedo para dominarnos mejor. Añadió que "los que están muriendo son enfermos y ancianos que, de todas formas, van a morir igual". Y concluyó con que a ella nadie podía prohibirle "estar en un bar con mis amigos, que es lo que me gusta". Una vez más, la banalidad del mal de Hannah Arendt: el problema del Mal más monstruoso no es que haya personajes luciferinos como Hitler, el Mal se alimenta de la cotidiana mezquindad de los "muchos" y los "normales". 



Tuesday, December 08, 2020

MANK Y EL NIÑO PRODIGIO


Sería tramposo ponerme a crujir a Carlos Boyero sin reconocer que me divierte tanto como me irrita. Al tiempo que pone "Mank" como una absoluta obra maestra, se complace en arrastrar por el fango "Beginning", la película georgiana que fascinó a los asistentes al Festival de San Sebastián. Con independencia de la autoridad que queramos conferirle a Boyero como analista de cine, siempre me ha llamado la atención la prepotencia con la cual los profesionales de la crítica cultural se cargan una obra de arte en cuya manufactura hay quien se ha dejado la piel y ha puesto inmensas ilusiones. Quizá si Boyero hubiera hecho alguna vez una película sabría de lo que hablo. No obstante, tiene razón en una cosa: el postureo de los snobs es odioso.


Verán. En una ocasión pusieron en la Filmoteca Valenciana una serie de cortos de Wim Wenders. En el primero aparecía el cuerpo cortado por la mitad de un corredor. Durante cinco o seis minutos que a mí me parecieron eternos veías exclusivamente las piernas de un tipo corriendo. El problema no es lo que pagué por ver aquella solemne imbecilidad, sino la cara de fascinación que ponían un grupo de panolis con pretensiones que tenía delante. A veces parece que hace falta un friki con afición al dry martini como Boyero para reírse de quienes, tras aburrirse como ostras en un festival de snobs con una peli vietnamita infumable o la última paja mental de Julio Médem, salen del cine convencidos de haber presenciado una gran genialidad. 



Este argumentario conduce siempre al mismo problema: ¿cómo diferenciamos la obra buena de la mala? Me parece especialmente lúcido el análisis que, con respecto a la novela de masas en el XIX, realiza Umberto Eco a propósito del caso Eugene Sue, uno de los más singulares de la historia de la industria cultural. En su momento "Los misterios de París" enloqueció a los franceses hasta el punto de agrisar la aparición de novelas tan importantes como "Los tres mosqueteros". ¿Cómo se explica un éxito tan colosal, teniendo en cuenta que después la historia ha relegado las obras de Sue, que han quedado como insignificantes al lado de las de Stendhal, Balzac, Dumas o Victor Hugo?


Eco realiza un esfuerzo didáctico encomiable para ayudarnos a diferenciar entre lo que él llama "novela problemática" y la "novela popular". En ésta nos encontramos siempre una lucha entre el bien y el mal que habrá de resolverse en favor de aquél en función de los valores y la ideología dominante. Por el contrario, en aquella la resolución es ambigua porque de lo que se trata es de cuestionar la noción adquirida del bien... y por tanto la del mal. 


"En una palabra, la novela popular tiende a la paz, mientras la novela problemática deja al lector en guerra consigo mismo" (U.Eco, "El superhombre de masas")



Lo que según Eco indica el caso Sue es la profunda interrelación entre la técnica del relato de consumo, la industria cultural y lo que el propio Eco denomina "ideología del consuelo". En "Los misterios de París" se nos invita a condolernos con la miseria social. Los lectores lloraron a mares, pero el planteamiento está enfocado hacia el sentimentalismo, el paternalismo y la utopía. Y por consiguiente también lo están las soluciones. Así, desde su reformismo edulcorado, Sue se presenta ante Eco como un "vendedor de emociones que especula con la miseria humana". Tras asombrar e intrigar al lector, la novela terminará sedándole al recuperar el trono para aquella verdad que aquél ya sabía antes de abrir el libro. El efecto es típicamente kitsch: el tópico literario se impone, todo suena a visto en otros sitios y se nos ofrece en dosis calculadas para que no detectemos a tiempo la impostura. Se trata de satisfacer al lector con soluciones que correspondan a sus deseos pero que no cuestionen sus valores de base. 


No es casualidad que en nuestro tiempo el relato de masas, también obviamente en el cine y en las teleseries, se adecúe al formato Sue. La sucesión aparentemente desbocada de intrigas y golpes de efecto se sujeta, desde su aparente incontinencia, a una plantilla tremendamente simple: el drama entre opresores y oprimidos y la necesidad de un héroe carismático que restaure el orden cuestionado por la maldad de unos pocos que deben ser suprimidos para que el sistema subsista. Así es como la crisis abierta para desencadenar el drama demandará un Deus ex machina, el cual nunca podrá identificarse con las clases populares, pues en ese caso el relato dejaría de ser consolatorio para hacerse inquietante y, finalmente, revolucionario. El héroe surge de la clase dominante y forma parte de una raza de justicieros que, ante la incapacidad general para entender su elevado sentido de la justicia, habrán de actuar en soledad y a menudo contra las leyes y los poderes convencionales. 



Perdonen todo este rollo, pero aparte de que no pienso desperdiciar una ocasión para inocularles el placer de leer a don Umberto, necesitaba tiempo para llegar a lo que verdaderamente me preocupa. 


Muchos de mis alumnos tienen la conexión a Netflix, y eso me proporciona un canal de comunicación con ellos muy útil. Ven allí series buenas y otras muchas manifiestamente mejorables. El tema es que "Mank" es, como hace un año "Roma", una peli de Netflix... La oportunidad es incomparable. "Debéis verla"... pensaba decirles el viernes pasado... Y en esto se me cruzó otra idea aún más perversa: si lo que a fin de cuentas relata "Mank" es la supuesta historia no revelada del primer film dirigido por Orson Welles, ¿no será entonces el momento para que vean "Ciudadano Kane". 


Alguno desde su pupitre me demandará razones. Puedo contestarle que según los críticos es la mejor película de la historia y que Orson fue, como le llamaban entonces en Hollywood, un "niño-prodigio"... y no seré yo quien les desdiga. Pero no será suficiente. De manera que entonces tendré que hacerles uno de esos discursos apasionados como el que cierto profe de Literatura del instituto me hizo hace una eternidad para explicarme por qué había que amar a Shakespeare. Lo estoy ensayando desde hace un rato. A ver qué les parece. 



"Veréis, queridos. Se dice que en Filosofía nos dedicamos a contestar preguntas como aquello de quiénes somos, de donde venimos y a donde vamos. No sé de nada que hayan dicho Platón o Descartes que no esté al respecto mejor explicado en Kane. Quizá sea precisamente porque el arte, como dijo Wittgenstein, no explica... más bien se diría que el arte "muestra". Todas las preguntas que realmente me importan están de alguna manera contestadas en cada instante de este film irrepetible. Nada en él está destinado a consolarnos ni a reforzar nuestras convicciones. Todo lo que creemos saber de lo más profundo del alma humana está retratado por Welles y Mank... Y, sin embargo, las dos imágenes finales, esas letras del trineo que se incinera sin remedio en la gran hoguera de Xanadú, y el letrero "No trespassing" que cierra el paso a los curiosos, nos recuerdan que lo que encontramos en esta extraña criatura que somos es un misterioso vacío. De él, por contradictorio que parezca, emana todo nuestro poder... ese poder con el que somos capaces de dominar y también de destruir el mundo."


... y bla bla bla, bli bla blu... En fin... que sí, que "Mank" está muy bien. Aunque lo diga Boyero.