
EL CULO DE CARLA BRUNI
En un nivel muy obvio y difícilmente discutible de análisis habríamos de coincidir con los críticos en la indignación: es preocupante la hegemonía informativa que le están confiriendo los medios al evento. El problema no es que atendamos a la visita del Presidente de la Republique, cuyas repercusiones parecen serias; el problema es que el noventa por cien de las imágenes y comentarios se los lleva el glamour de la Señora de Sarkozy y su presunta competición a belleza y estilo con la Princesa de España. Caemos aquí en un círculo vicioso: los medios, en su objetivo de obtener audiencias, juzgan que la gente va a interesarse más por este tema que por el de las conversaciones entre los dos cancilleres, la gente responde –como el perro de Pavlov- de la manera deseada al señuelo propuesto… Y el resultado final es que Sarko se va a casa pensando que ha dado en el clavo buscándose a esa novia tan estilosa, los monárquicos se convencen de que seguimos necesitando princesas y la prensa rosa se sonríe con la hipocresía de los medios “s

Consecuente a ésta crítica es la del que se rasga las vestiduras con el papanatismo ibérico. Incapaces de apreciar lo nuestro –me imagino que se refieren a nuestros Culos Reales- nos dedicamos a babear cuando el Francés llega a la Villa y Corte y se pasea por palacios y jardines con la buenorra de chatina que se ha buscado. Le lleva una cabeza y él es feo como un demonio –de ahí que ella use manoletinas con frecuencia-, pero ya se sabe que el éxito de un galán no se mide por su apostura sino por la belleza de su dama conquistada.
Creo que corremos el riesgo de caer en visiones demasiado fáciles. De entrada, conviene recordar –por la acusación de papanatismo, o lo que en realidad, es la misma cosa, de complejo de inferioridad- que el fenómeno Bruni es un invento de los franceses pensado –como todo lo que hacen los franceses- para alegrarse la vida a sí mismos antes que a los demás, y menos a los vecinos del sur, a los que presuntamente menosprecian. Sarkozy es jefe de gobierno porque es un hombre modélico, un ejemplo en el sentido literal de la palabra. Pequeñajo pero capaz de sobreponerse a las humillaciones consiguientes, feo pero seductor… Lo que verdaderamente ha hecho grande a Sarko entre los franceses es que fue él quien se atrevió a decir que los que creaban disturbios e incendiaban coches en los banlieu de París eran “carroña” y que lo que había que hacer con ellos era aplicarles mano dura. La plebe digiere ese tipo de mensajes con la misma facilidad con la que dos siglos antes marchó a Versalles a por la cabeza de Maria Antonieta porque se había dicho que mientras ellos pasaban hambre, ella se pasaba el día follando y comiendo pasteles. “Es nuestro hombre”, dijeron, una especie de Asterix dispuesto a limpiar la Galia de invasores a mamporros.

Pero este fenómeno no es local ni privativamente francés. En estos días nos lo hemos pasado bomba escuchando las declaraciones de la mujer de Berlusconi, quien, enfadada con su consorte por su indomeñable inclinación a la galantería, parece haberse convertida en la número uno de la oposición en Italia. No está mal tramado: para que el país se parezca más que nunca a un cortijo, creamos la apariencia del debate trasladándole al popolo nuestras broncas de alcoba. Yo de Berlusconi cerraría de una vez el Parlamento. ¿Y qué me dicen de la afición de Obama a las posturas y la fotogenia kennedyana? O de las últimas fotos de Aznar, con su perro, posando para dar miedo como un viejo lobo que espera en la sombra para caer sobre los malos cuando ya crean haberlo olvidado: “Yo sé cómo salir de la crisis”… Manda cojones.
Pero hay otro detalle que acaso se nos escape por el desagüe de todo este panorama tan de ópera bufa. La política ya no está donde los políticos, que es donde creemos encontrárnosla. Asumida su impotencia, la clase política ha optado por convertirse en espectáculo del poder, precisamente porque carece de él. El emperador va desnudo, por eso, mientras los media transmitan el asentimiento colectivo, puede permitirse el lujo de llevar el más hermoso de los trajes. La lógica que legitima la praxis democrática, la representación, ya solo es un fantasma. Quienes, como Sarkozy, se arrogan la condición de representativos de la ciudadanía, son en realidad los conductores de una máquina cuyos mandos ya no responden. Encuestas y sondeos no remiten a nadie sino a sí mismos, su propio juego autista y autorreferencial, artefactos falaces que simulan instancias en las que los políticos son los primeros en no creer, como la “opinión pública” o la “vol

Cuesta distinguir en estos días los informativos “serios” de los programas rosas, donde la información es rabiosamente palpitante y los coloquios se llenan de agudos críticos y presenciamos encendidos debates.
Estrategia acaso irónica de la “mayoría silenciosa”, que sospecha en silencio que lo que le ofrecen no es el poder sino su escena, no su realidad sino su fantasma. El Poder, entendido, como la capacidad de influir de verdad sobre nuestras vidas, se dirime ya en otros tableros, muy lejos del Elíseo. La gente vota para que los políticos le proporcionen el espectáculo reality con el que nos divertimos más que nunca estos días. Por eso opinamos sobre cuál de los dos culos es más aristocrático. ¿Qué opina usted?