Friday, October 21, 2011












¿EL FINAL DE LA VIOLENCIA?



El espacio de lo político aparece, pues, como una isla, el único lugar en que el principo de la violencia y la coacción es excluido de las relaciones entre los hombres. Hannah Arendt.



1. ¿Por qué no experimento la misma alegría que los demás? Me veo como ese adolescente que se queda arrinconado en una fiesta, fumando y bebiendo con cara de melancólico y al que los otros miran con recelo porque los tipos como yo desentonan en los momentos de jolgorio. Pero lo mío no es una pose, como parece que suele pasar con los adolescentes, aunque tampoco estoy demasiado seguro de poder explicar mis razones. En todo caso me cuesta olvidar por la tarde, con el anuncio de ETA, la barbarie del linchamiento de Gadaffi que he presenciado por la mañana, pero claro, son temas distintos.


Entiendo que se celebre el anuncio de ETA con alivio porque yo esa sensación sí la comparto. La banda se había convertido hace décadas a mis ojos en algo parecido a ese enloquecido que amenaza con hacer volar un avión y al que tienes que reducir justo en el momento en que, por otras causas, el avión está pegando capotazos y estamos todos temiendo que se estrelle. Quizá la llamada izquierda abertzale crea poder jactarse de habernos solucionado la vida -qué bien, estos al menos ya no nos matan-, pero mi sensación es más bien la de que tenemos un problema menos. Nada más.





Comprendo que, después de casi medio siglo de violencia, el anuncio provoque en muchos la emoción por el recuerdo de las víctimas, y también que para algunos sea legítimo proclamar con orgullo que ha triunfado la democracia, aunque respecto a esto último soy algo más escéptico. No tengo ninguna duda de que han sido las instituciones y la ciudadanía quienes han derrotado a ETA -porque ETA ha sido derrotada, esto hemos de tenerlo claro aunque sea de prudencia no envanecernos por ello-, pero no dejo de preguntarme a estas horas por qué esta enfermedad nos ha durado tanto y cuáles son las secuelas que va a dejarnos.

No, seguramente no hay razones para mi melancolía, debería sumarme sin más a la celebración. Aunque me vienen muchos viejos episodios a la memoria. Por ejemplo cuando un célebre dirigente abertzale acudió a una emisora independiente de mi tierra hace ya como veinte años. Un oyente llamó por teléfono y le preguntó si la actividad terrorista, que su partido justificaba e incluso jaleaba en aquel tiempo sin vacilaciones, traducía los deseos del pueblo vasco teniendo en cuenta que la implantación electoral de su partido en esos años era claramente minoritaria. "Escuchando su pregunta, lo que está claro es que es usted un español, eso seguro", le contestó aquella lumbrera.

Se reproduce también en mi mente aquella imagen terrible de un reportaje de Informe semanal sobre la violencia cotidiana en el Euzkadi profundo. Una mujer de mediana edad le pedía llorando a un joven vinculado a organizaciones abertzales que pararan aquello, que dejarán de amenazar a su marido, que al parecer era concejal de un partido españolista. "Acabad con esto, Iñaki, esto no es justo"... "Hay tantas cosas que no son justas...", contestaba el tal Iñaki. Supuse que aquella mujer aterrada y a la que le estaban destruyendo la vida había visto crecer a Iñaki, quizá había sido su maestra o le había dado la merienda muchas veces por las tardes... La respuesta de Iñaki me estremeció: esa contundencia con la que uno asume que las causas supuestamente justas están por encima de las personas, que el dolor e incluso la muerte es un peaje justo para alcanzar la victoria final, ese estado edénico en el que, libres de los malvados invasores, nuestro pueblo podrá al fin disfrutar de la dicha que lleva siglos mereciendo.



Me vienen muchas más cosas a la cabeza en este momento y no son alegres. Quizá por ello prefiera quedarme con la imagen de aquella media docena de personas que fundaron Basta ya y que, en una gesto de audacia moral que me atrevo a asociar al de las primeras reuniones públicas de las Madres de Mayo, se atrevieron a personarse una mañana lluviosa en silencio sobre una plaza de Donosti o de Bilbao para mostrar su silencioso rechazo a la barbarie. O aquella imagen de Ernest Lluch en medio de una campaña electoral en la que ETA había declarado su célebre primera tregua. "¡Qué alegría oírles gritar así!", decía mientras le abucheaban los seguidores de Batasuna... "¡Gritad más, gritad más, porque los que ahora gritan antes mataban!" Y volvieron a matar, y le mataron a él. El asesinato de Ernest Lluch no vale más que el de los otros 828, pero llama la atención el que un hombre tan inclinado al diálogo y a la solución pacífica de los conflictos entre los seres humanos se convirtiera en diana preferente de esta barbarie. Se me ocurre que es en esta suerte de tiranías donde ser valiente y plantarle cara a los malos confirma aquella consigna tan habitual en los hogares durante el franquismo: "Tú no te signifiques", decían con frecuencia las esposas a sus maridos o a sus hijos en aquellos trances en los que manifestarse libremente o tan solo reunirse suponía exponerse a ser golpeado o encarcelado. Esto ha sido así: era mejor no plantarles cara, era mejor la cobardía si uno no quería problemas. Y, sin embargo, han sido los audaces los que les han vencido.









2. Con frecuencia me encuentro por el barrio donde vivo con un antiguo compañero de escuela, de nombre Morgado. Era lo que en el argot escolar se ha llamado siempre un abusón. Era mayor que yo, de manera que sin ningún motivo nos amedrentaba, nos humillaba, nos robaba, nos golpeaba... No le guardo rencor, tampoco lástima; simplemente he decidido buscarme enemigos más relevantes para dirigir mi hostilidad. Pero no deja de hacerme gracia cada vez que me lo cruzo en Carrefour: qué pequeño parece ahora el bueno de Morgado, calvo y gordito, qué poca cosa ahora que pasó ya el tiempo en que los únicos argumentos eran los de la ley del más fuerte.

Me pregunto qué pasa con quienes creen firmemente en la violencia cuando se instaura la paz. ¿Rectifican? ¿Se arrepienten y piden perdón? No parece que vaya éste a ser el caso. En el País Vasco hay una enorme cantidad de gente que cree que la violencia ha tenido un sentido y que es ella la que ha propiciado la paz actual. Valiente paradoja: son los que fomentaron la violencia los que se presentan como autores de la paz. Me conmueve la ingenuidad de esos hombres bienintencionados que han protagonizado la llamada "conferencia de paz para el País Vasco", a la cual, por cierto, acudieron los líderes de Bildu con chaqueta y corbata. Me recuerdan a Morgado cuando tuvo que comparecer ante el Director del Colegio y su madre lo puso de punta en blanco para que no pareciera el patán que realmente era.

No importa, por más que en el extranjero tengan dificultades para entender toda esta historia, por más que el entorno radical escenifique una victoria pírrica, sabemos muy bien cómo hemos llegado hasta aquí y por qué han dejado de matar. Pero me preocupa que siga habiendo personas, sobre todo jóvenes, que crean que ha merecido la pena tanta sangre... Y más: es terrible que muchos quieran que haya valido, que deseen seguir creyendo que sus tesis son las buenas, que no tengan que realizar el terrible esfuerzo de rectificar y arrepentirse del terrible dolor que causaron.


Cuando me cruzo con Morgado me pregunto cómo gestionara su relación con su mujer y su hijo, cómo se las arreglará cuando un compañero en el trabajo le diga "no" a algo... La gente de Bildu presume ahora de que "llega a este país el tiempo de la política"... Ya hemos oído esta frase muchas veces como si ellos hubieran inventado la democracia. Ahora tendrán que intentar luchar contra el paro, habrán de aportar ideas para evitar los ataques especuladores o para mejorar las escuelas... Y no les valdrá echarle la culpa de todo esto al estado español. Habrá quien un día se envalentone ante la ausencia de pistolas y les diga que le parecen unos mierdas... Y tendrán que hacer lo que hacemos todos cuando alguien discrepa e incluso nos insulta: aguantarnos y buscar argumentos para demostrarle -o para demostrarnos a nosotros mismos- que no somos esa escoria que nos han dicho que somos. Y para no serlo, habremos de recordar que tenemos una responsabilidad ética esencial: ayudar a construir la convivencia, nada más y nada menos. Nadie dijo que vivir en paz fuera fácil.

4 comments:

Anonymous said...

Pues no, yo tampoco he experimentado una especial alegría, cierta liberación sí pero no alegría y creo que es porque ver el video de los encapuchados hablando de "solución justa y democrática" y "proceso democrático" me provoca dolor de estómago. Guste o no, pueden reivindicar lo que les dé la gana y parece esperanzador que los etarras hablen a la vez de diálogo y de derecho de autodeterminación pero ahí viene mi temor, si no nos ponemos de acuerdo ¿acabará ese alto al fuego permanente? porque no olvidemos que permanente significa "que permanece, que dura" ¿hasta cuándo?.
Lucky

David P.Montesinos said...

Hola, Lucky. No había pensado detenidamente en esa acepción del término "permanente", en cualquier caso parece ponerle matices a lo que entiendo que debería ser una declaración de disolución definitiva de la banda. Me gusta creer que "permanente" no significa "de momento" o "sine die", me gusta pensar que esta pesadilla se ha terminado y que ahora sólo hay espacio para la controversia política, que habrá de ser enconada, honesta y apasionante. Pero sólo valdrá la pena en la medida en que no esté sometida a tutelas ni vigilancias por parte de los violentos.

En cualquier caso prefiero esto que "tregua", o alguna otra de las fórmulas ya utilizadas en otro tiempo. Ojalá sea de verdad el final.

Anonymous said...

No estoy prepaado para discutir sobre el pais vasco ppero creo que allá hay al menos tres posturas políticas, los nacionalistas meramente, los naciona-terroristas y los españolistas, por más que adoren a su tierra chica.
El nacionalismo es una posición política constitucionalmente válida, por ello existe el legal partido PNV.
Si queremos a la mayoría de los vascos y a otros muchos ribereños tendremos que dejar de confundir nacionalismo con terrorismo.
Yo tampocoo estoy alegre pero sí esperanzado, si todos actuamos serenamente, sin pretender eliminar a los nacionalistas al socaire del terrorismo.
Detella.

David P.Montesinos said...

Hola, Detella, gracias por su intervención. Pretender eliminar el nacionalismo me parecería,entre otras cosas, profundamente antidemocrático. No son aspiraciones políticas las que deben atemorizarnos. Éstas en todo caso nos deben inquietar, nos invitan a debatir, a escuchar y a mejorar nuestras ideas. Es la violencia, la imposición, lo que debe quedar proscrito. Felizmente parece que todos han llegado a la misma conclusión, aunque algunos han tardado demasiado tiempo en darse cuenta.