Friday, January 06, 2012






FICCIÓN CUÁNTICA




1. La revista virtual Ojos de papel publica esta semana un interesante monográfico sobre la revolución que se está produciendo en el mundo de la teleficción. Desde la irrupción en 1999 de la serie Los Soprano, convertida ya en leyenda, televisiones como la HBO han conseguido que el sello de la calidad y el talento se asocie a muchas de sus producciones. El objetivo del monográfico es evaluar algunas de las claves de este fenómeno que parece haber hecho saltar por los aires el viejo perjuicio que otorga a la televisión o, para ser más preciso, a sus productos de ficción serial, la condición de masivos y subculturales, presumiendo que su consumo es puro enterteinment, o, aún peor, manipulación ideológica barata.

Su director, Rogelio López, ha tenido la generosidad de encargarme la reseña sobre el ensayo Teleshakespeare, un texto francamente oportuno y grato de Jorge Carrión. Como quizá recuerden, recientemente tuvimos un monográfico similar a vueltas con el asunto de los zombis, con el éxito de la serie The walking dead en el trasfondo. Les recomiendo que no se lo pierdan, les garantizo que hay artículos muy interesantes, con contribuciones como la de Justo Serna y Alejandro Lillo. En este número hay además otras colaboraciones a destacar, como la de Rosario Sánchez Romero, especializada en la obra de Antonio Muñoz Molina, o el poeta Miguel Veyrat. No les defraudará. http://www.ojosdepapel.com/

2. Hay una parte del libro de Carrión sobre el mundo de las teleseries que he eludido deliberadamente en la reseña y al que he preferido referirme en mi blog. Es un apartado de la introducción al que Carrión llama "ficción cuántica". La propuesta es tan arriesgada como sugerente.


La física cuántica ha roto con el concepto de universalidad que la ciencia moderna hereda de Newton y que, en lo esencial, es decir, en la suposición de que hay un estado verdadero y estable de la materia, respeta la inspiración antigua de la ciencia aristotélica. La idea, tal y como la recoge Carrión, es que la materia registra una multiplicidad de estados simultáneos, adoptando ante nuestros ojos uno determinado -uno entre otros posibles- en función de las condiciones en que se trame la observación. Carrión establece una analogía entre ese modelo -que empieza ya a formar parte de la comprensión del mundo que tiene nuestra época- y el de las nuevas formas narrativas: "Las obras artísticas se desarrollan en esos universos simultáneos, según sus propias reglas, se ocultan, se rasgan y se reparan, aguardando sus lecturas"


Esta visión poliédrica del universo de ficción, enganchada a la concepción física proporcionada por la relatividad de Einstein, encuentra su mejor vanguardia experimental en la ciencia-ficción, donde tanto se ha especulado durante décadas con el juguete del portal interdimensional. Más allá de artefactos demasiado metafísicos -y que me encantaban de crío, dicho sea de paso- como el "teletransportador" o la máquina del tiempo, lo que ahora ha abierto caminos a los narradores es el supuesto de una realidad paralela frente a la que el vulgo permanecería ignorante, siendo personajes como el Neo de Matrix, los que, a modo de "iniciados", consiguen encontrar su llave secreta, pudiendo determinar cuál de los dos mundos -el "nuestro" o el que desconocemos- es el "verdadero" y cuál el simulado o virtual.


3. Analogías como las que realiza Carrión son arriesgadas, aunque en su caso es empleada de forma prudente, lo cual le permite decir lo que quiere decir respecto a las nuevas posibilidades narrativas que se están aplicando en la teleficción y, además, salir bien librado.


No sé si les suena el llamado "Escándalo Sokal". En 1996 Alan Sokal, un científico norteamericano experto en física cuántica, escribió un artículo para una revista de ciencias sociales etiquetada como postmoderna. Contenía toda suerte de presunciones absurdas, como la de que la gravedad era un "efecto de sentido", resultado de complejas manipulaciones y juegos de poder, apoyándose de forma insoportablemente pedante en citas de lo más granado de la literatura francesa del posmodernismo. Su objetivo era, obviamente, ridiculizar y desenmascarar formas de razonamiento muy extendidas entre cierto subculto académico, según las cuales la mayor barbaridad puede decirse siempre y cuando se someta a cierta jerga más o menos abstrusa como la que es característica del posestructuralismo francés. La revista cometió el grave error de publicar aquel escrito tan surrealista, quedando públicamente en cueros cuando, después, el propio Alan Sokal descubrió su estratagema en otra revista, lo que generó un auténtico terremoto en las esferas de la intelectualidad, especialmente la francesa, con declaraciones de indignación muy encendidas como las de Jacques Derrida, una superstar de la filosofía contemporánea y a cuya obra salpicaba especialmente el artículo de Sokal.


Un año después, Alan Sokal publicó -junto a Jean Bricmont- un ensayo, Imposturas intelectuales, donde denunciaba que algunos pensadores de enorme crédito como Jacques Lacan, Jean Baudrillard, Gilles Deleuze o Julia Kristeva han utilizado profusamente conceptos de la física contemporánea de forma errática y poco contrastada, manipulando la comprensión de sus lectores con su verborrea efectista. No se limitan estos dos autores -como sería de prudencia- a citar aquellos pasajes en que se producen tales abusos y a explicarnos por qué son falaces, sino que se comprometen con una crítica global a la posición filosófica supuestamente común a estos autores, los cuales, en pro de su propio interés como brillantes retóricos, pretenden convencer al mundo de que lo que llamamos la verdad es un efecto de perspectiva inducido por castas con poder, por ejemplo la comunidad de expertos científicos, y que la ciencia no es sino un relato más.



No he leído el ensayo de Sokal, y no estoy seguro de querer leerlo. No me preocupa que cargue contra autores con cuyos textos me he formado. En eso me parece sana cierta labor de desmitificación, y puedo dar fe de que Jean Baudrillard -al que dediqué mi Tesis Doctoral- (http://tdx.cat/bitstream/handle/10803/9847/montesinos.pdf?sequence=1) se muestra ocasionalmente algo tendente a este tipo de aventuras en algunos escritos. Me parece en cualquier caso que no se debe perder excesivo tiempo con este tipo de intervenciones cuyo fulgor depende en gran medida del talento de las celebridades a las que supuestamente desenmascaran y de las que terminan viviendo como parásitos. Creo que si damos crédito a la idea de que Kristeva o Baudrillard son simples nigromantes, entonces lo que encontramos es la excusa perfecta para no tener que leerles, que es más o menos lo mismo que cuando uno se convence de que no hay que leer a Nietzsche porque estaba loco, o a Heidegger o Cioran porque alguien nos ha contado que fueron nazis.



4. ¿Tiene algún valor, alguna rentabilidad cognoscitiva esta metáfora -y es de prudencia entenderla así, como metáfora- de la "ficción cuántica"?

Un compañero del Seminario de Física y Química me explicó -a vueltas con las implicaciones filosóficas de la física cuántica- que empezaba uno a entender un poquito lo que son las partículas elementales cuando asume que su deambular no se somete a lo que denominamos leyes físicas. Esta aparente fantasmagoría sólo adquiere sentido dentro del paradigma que se ha ido instituyendo en el universo de la ciencia a partir de la relatividad einsteniana y, muy especialmente, del Principio de Indeterminación de Heisenberg. Lo que debemos entender es que suponen la muerte del concepto clásico de la "verdad" como un estado fijo y determinable de la materia: simplemente no existe tal cosa, y tratar de establecerla es crear una figuración que ya no dice nada de lo que los físicos han aprendido respecto al comportamiento de la materia en los últimos cien años. Lo que explica Heisenberg es que las condiciones de observación -y los seres son para nosotros algo en la medida en que establecemos unos parámetros que nos permiten observarlos- determinan el estado de las partículas elementales, de tal manera que, al recibir los haces de luz, su velocidad cambia. No hay manera de salir de este bucle, no hay una condición estable del objeto. Si queremos hablar de verdad, debemos alumbrar una concepción diferente de la objetividad, debemos asumir la obligación de vivir siempre en la incertidumbre.


No quiero aventurarme en exceso por estos derroteros que me son tan ajenos e ininteligibles, pero no me parece difícil acercar algunas de las implicaciones de esta visión de la física contemporánea a una problemática que sí es filosófica, la de qué es eso a lo que llamamos "Realidad". Que son las condiciones presupuestas en la observación las que, en medio del caos, determinan qué es el objeto, viene ya sugerido por la filosofía de Emmanuel Kant, quien ya nos hizo entender que es el sujeto el que, desde las categorías racionales, impone su forma a la experiencia. Tomado rigurosamente, este orden de cosas supone que lo que denominamos la verdad es el resultado de un constructo, un constructo de la razón, de la cultura, de la ideología, de la voluntad de poder... En cualquier caso, lo que ha logrado la filosofía contemporánea desde la Crítica de la Razón Pura es reivindicar el papel del sujeto, un papel activo y creativo, capaz de forjarse una visión del mundo propia, más allá de la impotencia y la pasividad a la que pretendían condenarle las estructuras del Antiguo Régimen en tiempos de Kant, y -¿por qué no?- las de la cárcel de hierro de la burocracia y la macroeconomía en el momento actual.


No tengo ninguna duda de que esta lógica tiene repercusiones de toda índole en el panorama narrativo. Jorge Carrión se refiere a cierto relato especialmente inspirado de Jorge Luis Borges, Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius y a la inevitable Rayuela, de Julio Cortázar. A mí se me ocurre pensar en el Finnegans wake de Joyce, y, muy especialmente, en el mundo de Franz Kafka. Dice Umberto Eco a su respecto en Obra abierta: "... la obra permanece inagotable y abierta en cuanto ambigua, puesto que se ha sustituido un mundo ordenado con leyes universalmente reconocidas por un mundo fundado en la ambigüedad, tanto en el sentido negativo de una falta de centros de orientación como en el sentido positivo de una continua revisión de los valores y de las certezas."

Me da que es entonces cuando uno empieza a sentirse cómodo viendo The wire, donde las pesquisas para lograr desarticular las bandas de delincuentes se parecen a las que lleva a cabo el agrimensor K para contactar con la gente de El castillo. O las dimensiones paralelas en que se mueve el alma de Tony Soprano, esa en la que escarba la Doctora Melfi; o los flash back de Don Draper en Mad men, con los que accedemos a una realidad camuflada y paralela; o el laberinto de Perdidos, con el multiverso de la isla, claro...

7 comments:

Rogelio López Blanco said...

Acerca de la cuestión “ficción cuántica”:

El problema de que la realidad subatómica sea dinámica, eso sí, generando equilibrios y estabilidades, y el imperio de lo subjetivo, del observador, sobre ese realidad profunda de la materia (incertidumbre), no significa que movimiento y dinamismo deba confundirse con vida. Me refugio para establecer esta objeción en la respuesta de Fritjof Capra a Jordi Pigem en la entrevista aparecida en el suplemento Culturas de La Vanguardia, que aquí va:

JP: ¿Cree que la visión del mundo que emerge de la nueva física nos puede guiar hacia una sociedad más sabia? ¿Debería introducirse en la escuela?

FC:: Mi opinión sobre el tema ha cambiado considerablemente en las tres últimas décadas. Cuando escribí “El tao de la física”, creía que la nueva física podría ser un modelo para las otras ciencias y para la sociedad en general, como la vieja física newtoniana había sido, durante siglos, un modelo para las otras ciencias y para la organización social. Lo que entonces no tenía en cuenta es que la mayor parte de lo que encontramos a nuestro alrededor está vivo. Cuando nos relacionamos con nuestros semejantes, con la naturaleza viva que nos rodea, con las organizaciones humanas y con la economía, estamos siempre tratando con sistemas vivos. Aporta conocimientos acerca de estructuras materiales, pero la naturaleza misma de la vida es algo que a la física se le escapa.

Y, siguiendo la recomendación de Jordi C, desde luego que me compraré el libro de la física teórica Lisa Randall, de quien he leído entrevistas y reseñas muy sugerentes.

Saludos

David P.Montesinos said...

Hola, Rogelio, me alegra verte por estos lares. Debo volver a agradecerte el ofrecimiento que me hiciste para reseñar tanto el libro de Carrión como el de Filosofía zombi en tu revista. Ojos de papel no será económicamente demasiado viable, pero me parece un hermoso y laborioso proyecto.

Respecto a lo que comentas, creo que la entrevista de La Vanguardia, sobre la que ya me habías hablado, pone el dedo en la llaga. Me referí a vueltas con esto en el post al Escándalo Sokal precisamente porque me parece arriesgado establecer este tipo de analogías entre las ciencias físicas y las creaciones culturales. Pese a todo, creo que Carrión lo hace con astucia en el libro, se demora muy poco en el juicio general tomado de la física y mucho en los modelos narrativos que pueden tener -más o menos difusamente- algo que recuerda -siquiera metafóricamente- a la física cuántica. Osado, pero sugerente, en cualquier caso no es la parte que más me cautivó de una introducción particularmente acertada.

Gracias por tu generosidad.

Anonymous said...

Hola de nuevo.
Mi aproximación al tema ha sido totalmente metafórica, no científica, tanto por mi desconocimiento como por el avance increíblemente rápido de las teorías físicas. El libro de L.R. es, en ese sentido, un pozo de metáforas. Hay que leerlo en paralelo, a mi juicio, con los de Henry Jenkins sobre transmedia. Así surgen las chispas, en la mezcla.
Jordi C.

Miguel Veyrat said...

Gracias David por esa interesantísima aportación. El concepto de relatividad está contenido en la sabiduría expresada por los presocráticos, y concretamente en Poema de Parménides donde siempre creí hallar similitudes con el principio de indeterminación formulado por Heisenberg. Ese principio, o la imposibilidad de medir al mismo tiempo velocidad y posición de una partícula elemental, puede aplicarse al misterio de la composición e interpretación tanto musical como poética. Supongo:)

David P.Montesinos said...

Hombre, don Miguel, esto es todo un honor. Usted y su poesía son siempre bienvenidos. No había pensado en la afinidad que usted establece entre las paradojas del Ser del viejo Parménides y la física contemporánea. Un día, un físico me explico algunas de estas cuestiones. Cuando le pregunté si todo lo que me estaba contando no significaba que conceptos como el de "objetividad científica" quedaban automáticamente entre interrogantes, me dijo "sí, eso parece, los científicos hemos tirado de Galileo durante siglos para determinar qué cosa es el objeto de conocimiento, ahora estamos en plena incertidumbre, y sospecho que habremos de acostumbrarnos a esa sensación, la cual resulta desasosegadora, pero también fascinante".

Voy a volver al Poema de la diosa, querido Miguel, me alegra verle por aquí.

Miguel Veyrat said...

Gracias por la acogida, David, que se agradece más al venir de un filósofo en su pleno sentido y oficio. "Desasosegantes y fascinantes" son precisamente las consecuencias de la incertidumbre que se dan en los hallazgos creadores de toda clase de artistas. Incluidos algunos pensadores. Quizás la belleza sea una de sus consecuencias. De las certezas poco se desprende que no brille en oropel. Un fuerte abrazo y hasta siempre.

David P.Montesinos said...

Ha sido un placer este reencuentro, amigo.