Sunday, July 21, 2013




¿ESTÁ LIQUIDADO EL ANARQUISMO?

Dijo Ortega que no sabemos qué es lo que nos pasa, y que eso es justamente lo que nos pasa. La brillantez de la aseveración no acaba de levantar el ánimo de quienes reivindicamos al autor de El tema de nuestro tiempo o La rebelión de las masas, pues su vigencia arrastra una inquietante sospecha: casi un siglo más tarde no sólo no hemos encontrado una solución a la paradoja, diríase que hemos profundizado en ella. Si hubiera de resumir en una fórmula sencilla nuestra condición presente, me tentaría recurrir a las más exitosas: posmodernidad, globalización, neoliberalismo, destrucción del Estado del Bienestar, Galaxia Internet, democracia catódica, sociedad del espectáculo, Gran Recesión... Todas valen, pero yo apuesto por una que detecto muy directamente en el ánimo de las personas con las que trato: desorientación. Lo que le pasa a la gente es que no sabe lo que le pasa, y es esa incertidumbre la que determina su caminar, que es más bien un vagabundeo sin rumbo, o con el rumbo que marcan las disciplinas cotidianas, mecánicamente seguidas por quienes todavía tienen trabajo y familia y creen poder esperar algo del futuro. 




Esa ausencia de brújula determina el discurrir vital de los individuos, un trayecto sinuoso y cuyas convicciones sobre la dirección a seguir se expresan en tono encogido, pues el barco sobre el que se navega es tan frágil, las corrientes y los vientos tan tornadizos, y los puertos tan precarios, que las seguridades parecen cosa de tiempos antiguos. 

En tales travesías, resulta tentador invocar en nuestra ayuda a las viejas imágenes del mundo. Como el rezo ya sólo sirve para consolar a los vencidos, y el totalitarismo emerge de la renuncia a la reflexión y el diálogo, no es descabellado preguntarse si no habría que darle segundas oportunidades a las corrientes revolucionarias que surgieron con el movimiento obrero al compás de la industrialización.  

No soy anarquista, lo fui o creí serlo durante mucho tiempo, acaso sin la madurez intelectual y moral necesaria para afianzar la congruencia entre el discurso que defendía y la forma en que tramaba mi vida personal. Entendí que era poco presentable defender la transformación revolucionaria de la sociedad -sin ignorar que una revolución como Dios manda produce terror y sangre- mientras uno estudiaba en la universidad a cuenta de ese Estado que prometía destruir y vivía bajo techo por la generosidad inmensa de sus padres. Entendí que no alcanzaría el verdadero respeto de mis allegados haciendo el bravucón en una emisora de radio si no era capaz de ganarme la vida dignamente. 

Bakunin no fue culpable, en realidad ahora acaso le entienda mejor que en aquellos tiempos tan espumosos en que acudías a las huelgas con la esperanza de seducir a alguna incauta, convencida de que los malos estaban a punto de rendirse. En este momento la inspiración ácrata del 15M y el conjunto de los Nuevos Movimientos Sociales, sin excluir a algunas ONG, me parece incuestionable. Este es sólo el ejemplo más reconocible de un vasto paisaje de intenciones en favor de un mundo más libre que encuentran en la tradición anarquista su horizonte común.

No profundizaré en el espinoso asunto de las terribles guerras entre hermanos con otras tradiciones surgidas del movimiento obrero. Todas, si son lo que dicen ser, combaten al mismo enemigo: la división de la sociedad en ricos y pobres, las formas de dominación que van históricamente renovándose, las formas de opresión instituidas, empezando por el vergonzoso poder de la Iglesia o la tolerancia con los crímenes económicos practicados cotidianamente por los mandarines financieros... Aplicado a las formas de resistencia actuales, el anarquismo no es sólo una referencia valiosa, acaso sea -con las debidas matizaciones al discurso clásico- el camino que habríamos de seguir. 

(Continua en breve, lo más controvertido viene pronto...)


No comments: