Thursday, February 14, 2019

DEL INCONVENIENTE DE SER PEDRO SÁNCHEZ

El veredicto del jurado en "Doce hombres sin piedad" parece irremisiblemente destinado a ser unánime. Las pruebas que incriminan al reo son demoledoras. Cuando vi la obra en Estudio 1 hace una eternidad me impactaron las razones del único miembro que inicialmente discrepa: "seguramente ustedes tienen razón, pero quiero que me convenzan y disipen así cualquier sombra de duda que pueda existir, pues si el veredicto es de culpabilidad el acusado se enfrenta a una posible pena de muerte". Supongo que ya saben lo que pasa luego. 

A Pedro Sánchez deberíamos reconocerle al menos que su posición es complicada. "Gobernar es difícil", decía a menudo Mariano Rajoy. Tenía razón, pero en el caso del actual Presidente la dificultad es aún mayor: todo el mundo está contra él, quizá incluso quienes están de su lado no hacen sino esperar el momento de apuñalarle. 

Veamos. Según la derecha, y me refiero únicamente al caso catalán, Sánchez es un "felón" que ha caído en la "alta traición" y forma parte de un ejército golpista. Para los secesionistas es justo lo contrario, es decir, un antidemócrata que desde el autoritarismo del Estado opresor no está dispuesto a aceptar la supuesta voluntad popular. Llegan a resultar cómicas esas tertulias televisivas donde unos le acusan de haber vendido a España cediendo a las condiciones de los separatistas, mientras estos porfían para convencerles de que no, "este señor no nos concede nada, este señor es para nosotros un enemigo como ustedes". Luego está el fuego amigo, del que nadie está preparado para defenderse. El País, diario de cabecera de la izquierda moderada, cargó inmisericorde contra Sánchez cuando decidió mantener el "no es no" para no facilitar un gobierno de la derecha. El célebre aparato del Partido y los defensores de la ahora casi olvidada Susana Díaz llevan años intentando destruirle e incluso hoy no pierden la menor ocasión para desacreditarle. 

Pero Sánchez, lo siento, es el protagonista de uno de los relatos más fascinantes de la vida política española de los últimos años, que por cierto suele navegar por derroteros más bien grises y mezquinos. Muchos socialistas desagradecidos no parecen haber entendido que el actual líder salvó al Partido en el momento más crítico de su historia. Una vez dimitió y fue dado por muerto, el episodio del automóvil dando vueltas por España, que merecería una película y de las buenas, llegó a suscitar una mezcla de lástima y desprecio. Pero Sánchez regresó reforzado, se presentó a las primarias contra Díaz y todas las viejas glorias que la respaldaban. Las bases, siempre tan inoportunas, le devolvieron el trono de fuego del PSOE. Algún tiempo después, con una representación parlamentaria casi ridícula, Sánchez jubiló a un Presidente nefasto y contaminado por la corrupción y devolvió al PSOE al primer puesto en las encuestas de voto. Es un proceso inaudito cuyo final está aún por escribir, pero tiene a día de hoy las cualidades de una pequeña obra maestra de la política, entre otras cosas porque con un golpe de genio entendió que los nacionalistas o la izquierda profunda eran cautivos de la exigencia de ayudarle a echar al PP. 

Permítanme darle vuelo a la frase de Rajoy, veamos por qué es tan difícil gobernar.

No es plato de gusto lidiar con un asunto tan inflamable como el de la secesión. Es una ingenuidad pensar que un gobernante del Estado va a conceder un referéndum de autodeterminación, y menos en las condiciones en que lo ha planteado el Gobern de Catalunya, saltándose garantías parlamentarias básicas e ignorando a los millones de catalanes que no quieren separarse de España. Pero es aún más torpe creer que este problema se resuelve únicamente desde la represión policial, como le gusta pensar a la derecha. Sólo un hatajo de irresponsables pueden sostener la especie de que no hay nada de qué hablar y que las largas penas de prisión que proponen para los dirigentes del Procés va a acabar con problema, cuando la evidencia es que lo que van a conseguir es lo que ya ha ocurrió durante los años de Rajoy, que el soufflé independentista no hizo sino crecer. 

Dejo de lado el problema catalán, entre otras cosas porque los dos bandos enfrentados están empeñados en hacernos creer que es lo único que importa. Sustenta la socialdemocracia el principio de que su misión en el gobierno es proteger los derechos sociales y compensar los desperfectos que, empezando por la creciente desigualdad, alimenta la dinámica del actual capitalismo global. Proteger lo que aún queda del Estado del Bienestar es objetivo esencial de un gobernante de izquierdas. Asusta en este sentido escuchar a Casado hablar del gobierno de Madrid que piensan birlarle en breve a Carmena como un "laboratorio neoliberal" inspirado en las ideas de Milton Friedman, en mi opinión uno de los personajes más dañinos de la historia reciente de Occidente. Sus recetas son conocidas: bajar los impuestos a los ricos, eliminar derechos laborales y prestaciones a los desfavorecidos y vender las empresas públicas. 

Un caso sintomático: Venezuela. No estoy en condiciones de opinar taxativamente sobre la mejor solución para el país. Lo que me cuesta entender es que desde Podemos se inste a Sánchez a desautorizar a Guaidó mientras desde la derecha se le acuse de "cobarde" a pesar de que el Presidente no ha hecho sino apoyar la posición de la Unión Europea.  

Podría referirme también al preocupante ascenso de la ultraderecha. Mas de cuatro décadas después de la muerte del Dictador, los viejos enemigos de la democracia reaparecen para recordarnos que las libertades y los derechos humanos están siempre bajo amenaza.


"No me gusta Sánchez, pero...". Esta frase la he oído mucho últimamente. A mí sí me gusta, o mejor, empieza a gustarme. Pero eso es lo de menos, lo importante son los puntos suspensivos. Sánchez es lo que ahora mismo tenemos para resistir a los malos. Si encuentran algo mejor me avisan.   

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