Wednesday, October 02, 2019

LOS TONTOS

 Quizá haya quien se malicie que la intensidad con la que muchos hemos respaldado la posibilidad de un pacto de gobierno entre el PS y UP responda a alguna forma de entusiasmo doctrinario. O acaso sea , pensará el malpensado, por una pueril fe en que tipos como Sánchez o Iglesias están llamados a liberar a la patria de sus males más endémicos. Más allá de mis convicciones ideológicas, creo ser más bien pragmático y posibilista... los excesos románticos se los dejó a quienes puedan permitírselos. No sé si ven dónde voy a parar: hace muchos meses que debería haber un gobierno encabezado por el PSOE por la sencilla razón de que lo necesitamos... Tenemos problemas, no sé si Sánchez y sus acólitos alcanzan a entenderlo, y necesitamos solucionarlos. 

 Pese a que personalmente responsabilizo a Sánchez del fracaso, quien ha sido lo bastante tramposo como para simular una negociación que jamás quiso que prosperara, no eludo la evidencia: en lo más profundo del ADN de todos los izquierdistas se encuentra la instrucción de pelearse a muerte entre ellos, lo cual ha terminado por asomar a mis ojos como un rasgo de profunda estupidez. Como en una ocasión dijo Carlos Boyero, concretamente cuando Zapatero perdió el gobierno en favor de Rajoy, "se van los tontos y vienen los malos". Un poco simplista, sí, pero real. 

Déjenme que les refiera una circunstancia que padezco personalmente por mi condición de profesor en un Instituto de Secundaria. El marco, para que ustedes me entiendan, es el de la famosa LOMCE, también llamada "Ley Wert". Quizá recuerden que hace unos cuantos años todas las fuerzas parlamentarias, excepto -of course- el PP, se comprometieron a derogar esta ley en cuanto les fuera posible. ¿Saben cuánto tiempo hace que el señor Wert dejó de ser Ministro para irse a vivir a París en agradecimiento a los inmejorables servicios prestados? Pues no mucho más que el que ha transcurrido desde que su partido abandonó el poder por una moción de censura. No solo los partidos no han cumplido la promesa de derogar la nefasta ley que tanto criticaron, es que ni siquiera hemos oído hablar del asunto.  

Voy a centrarme en dos aspectos de esta ley que sigue rigiendo el trabajo de los profesionales docentes de este país. Uno son las subvenciones a la enseñanza concertada, que quedaron blindadas por obra y gracia de Wert, quien por cierto se esforzó especialmente en que no fueran amenazadas las escuelas de titularidad religiosa -por ejemplo algunas vinculadas al Opus Dei- que segregan alumnos por sexo, esa repugnante práctica pre-democrática que sus defensores llaman -tiene narices- "educación diferenciada". Esa cochinada, amigos, lo están financiando ustedes a través de sus impuestos, lo cual por cierto no impide a dichas escuelas elegir solo como clientes a las familias "deseables" y cobrar estupendas cuotas para, entre otras cosas, favorecer en las aulas un ambiente "exclusivo" al gusto de quienes no quieren que sus hijos se junten con "gentuza", como sucede en los colegios públicos. 





Voy a la segunda. Un grupo de alumnos que se preparan para acceder próximamente a la universidad se matriculan en una de las optativas que se ofrecen junto a otras asignaturas, por ejemplo la de Psicología, que yo imparto desde hace años. Una de las alternativas en competencia por los alumnos es la asignatura de Religión, que hasta ahora no aparecía más que en Secundaria -no en Bachiller- y que no tenía valor real como asignatura, pues no contaba a efecto de repetir curso, obtener becas o, sobre todo, establecer notas medias. El comportamiento de los profesores de esta asignatura, cuyo salario proviene del erario público, es decir, de todos ustedes, pero que son seleccionados por los jerarcas de la Conferencia Episcopal, está claramente teledirigido: usualmente garantizan el 10 a todos los alumnos que escogen la optativa. Esta instrucción obedece a una estrategia diáfana: propiciar que los alumnos la escojan en detrimento de las otras. 

La toxicidad que extiende este operativo alimenta sospechas y enemistades en los claustros, pues hay departamentos que ya han adoptado la misma estrategia para evitar quedarse sin alumnos. No es mi caso: las notas de mi optativa, Psicología, aún siendo razonablemente altas, son las más bajas de entre las optativas de 2º de Bachiller en mi centro. Para más inri, tengo la absurda manía de intentar que mis alumnos aprendan y elaboren trabajos... Como pueden imaginarse no voy sobrado de clientela. Durante esta semana, una profesora de Francés, nueva en el Instituto, ha perdido a la media docena de alumnos que iniciaron el curso. Se han pasado a Religión porque les informó de su intención de hacerles trabajar con dureza para llegar a Selectividad con un buen nivel de francofonía. Extrañada ante el abandono general, terminaron preguntándole si era capaz de garantizarles el diez, cosa a la que evidentemente esta profesora se negó. "Tendrá diez el que se lo merezca. Estoy dispuesta a ser generosa con los que se esfuerzan, pero yo no regaló las notas". Al día siguiente la clase de Religión recibió media docena de nuevos alumnos autoexiliados de Francés y dispuestos a obtener gratis una nota magnífica que les puede venir de maravilla para acceder a la universidad en condiciones ventajosas. 

¿Ven por qué me enfurece tanto que la soberbia y los mezquinos intereses partidocráticos hayan prolongado una situación de desgobierno que, por lo que ya se ha alargado, empieza a resultar kafkiana? Con la Iglesia hemos topado, me dirá alguno... Pero no, hemos topado con los tontos, es decir, con la izquierda.  

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