Seguramente no les diga nada el nombre de Caitlin Clark. 23 años, base de Indiana Fever, equipo medianejo de la liga profesional femenina estadounidense. Clark cumplió el año pasado su primera temporada en profesionales. No sorprendieron sus brillantes cifras de tiro y asistencias, pues ya llegaba como una gran promesa de la liga universitaria, donde trascendieron sus intensos duelos con Angel Reese, ahora también enrolada en la WNBA. Clark es particularmente luminosa, su juego es espectacular, pero todavía le falta para ser una número uno.
Desde la Cueva del Gigante, lugar perdido en un territorio árido donde antiguamente se refugiaban los bandoleros, esta página intenta echar luz, y también alguna sombra, sobre los fenómenos sociales contemporáneos: las nuevas tribus, los simulacros culturales, los movimientos de masas, etc...
Saturday, May 31, 2025
A PROPÓSITO DE CAITLIN CLARK
Wednesday, April 16, 2025
VARGAS LLOSA Y LA CONFUSIÓN
No tenía ningún especial interés en hacerle homenajes a Vargas Llosa. Se murió de viejo un grandísimo escritor y un inconmensurable prestigiador de la lengua hispana. No iba a decir mucho más decir salvo que solo fue capaz de conmoverme de verdad con una novela, “La guerra del fin del mundo”, sin perjuicio de que tiene otras muy buenas, en especial “Conversación en la catedral”. O que valoro mucho su honestidad y el entusiasmo lector, hasta el punto de que mis libros preferidos del peruano son ensayos literarios como “Historia de un deicidio”, que leí hace una eternidad y que me ayudó a entender a su íntimo enemigo, García Márquez. O que sus artículos en El País me hacían fluctuar entre la irritación y el desprecio, hasta que llegué a la conclusión de que era mejor dejar de leerlos.
No, no pensaba decir nada en especial, pero es que estoy empezando a cabrearme. Ya me pasó cuando el Nobel a Cela. Tenías que alegrarte de aquello, celebrarlo jaleando por las calles al señor que escribió Pascual Duarte y que podía aspirar litros de agua por el culo. De lo contrario eras un envidioso, que ya se sabe lo mucho que los literatos patrios han dicho sobre el cainismo ibérico
Hoy tengo la misma sensación. Se diría que en los distintos obituarios se compite por ver quién le adoraba más, y si no dices que don Mario era estupendo de pies a cabeza entonces le estás faltando. La especie más difundida en las últimas horas por algunos articulistas de El País cuestiona la disociación que muchos efectúan entre el novelista y la persona o, si se prefiere, entre el literato y el ideólogo. La perra gorda se la lleva Sergio del Molino, según el cual quienes decimos amar al narrador y no al político somos los que más le despreciamos. No acabo de entender dónde está la maldad de considerar que “Pantaleón y las visitadoras” es un texto divertidísimo y, a la vez, distanciarse del personaje cuando adopta posiciones políticas que van desde lo discutible hasta lo repelente.
Aclaro…
Me da igual si se casó con su prima o con su abuela, si le pegó a Gabo por temas de faldas o si se juntó con la Preysler por la leyenda sexual que arrastra esta señora. No le cuestiono, al contrario, por haberse alejado del comunismo castrista o llamar payaso a Trump.
No, yo me refiero a otras cosas. Por ejemplo, es de todo punto cutre y rancio comparar el feminismo con el fascismo. No me parece mal que compitiera por el gobierno de Perú contra un tipo tan siniestro como Fujimori, pero que recrimine al electorado “votar mal” al elegir a un socialista se me hace bola. Acepto que discutiera los manejos poco democráticos del PRI mejicano, pero ponerse al lado de los multimillonarios para conducir el país a la libertad y la modernización… pues qué quieren, tampoco termina de convencerme. Definir el nacionalismo catalán como “ideología tóxica”… bueno, quizá podría diagnosticar también el nacionalismo español de sus amigos ultras como Aznar o Federico. Me parece bien que fuera crítico con determinados líderes de la izquierda latinoamericana, pero que defendiera a un tipejo como Milei, pues eso ya no tanto, qué quieren.
Yo a Varguitas, como le llamaba su ex mujer, le he oído decir verdaderas estupideces, algunas llenas de maldad, respecto al multiculturalismo, los servicios públicos, las naciones pobres… Me parece detestable su admiración por Margaret Thatcher y asquerosos –repito, asquerosos- sus manejos fiscales, incluyendo un más que turbio asunto con los Panamá shores dichosos. Viva el liberalismo, ¿eh, Mario?
Lamento que del Molino o Cercas no me toleren apreciar al novelista y desestimar al personaje, pero creo que lo realmente deshonesto sería abjurar del autor simplemente porque la persona nos repela. A lo mejor la confusión la tienen ellos.
En cualquier caso me da igual. Voy a leer de nuevo a Vargas Llosa estos días. Jamás amaré su obra como la de García Márquez, Borges, Cortázar o Rulfo, pero esa también es otra cuestión.
Sunday, April 13, 2025
FRANCO, ESE HOMBRE
Saturday, March 29, 2025
MANIFIESTO PARA INCELS
No voy a burlarme de quienes apuestan por la atención psiquiátrica, la empatía, la comprensión y todas esas cosas, pero creo que en asuntos tan serios como éste hay que empezar por un rotundo NO. La violencia contra las mujeres ha de ser especialmente perseguida porque, como demuestran las estadísticas, si naces mujer tienes muchas más posibilidades de sufrir violencia sexual y de otros tipos. La imbecilidad de la ultraderecha, que sustituye lo de “violencia machista” por “doméstica” para ganarse un puñado de votos descerebrados no esconde el problema. Acepto el debate sobre los errores y excesos del feminismo, pero aquí pasa como con el debate sobre la izquierda. Si es un arzobispo franquista o un acérrimo de Trump quien fustiga a lo zurdo por la gansada esa de la “dictadura woke”, casi que prefiero buscar otros espacios de diálogo. De igual manera, si la maldad del feminismo me la van a descubrir cuatro niñatos resentidos con las mujeres porque no follan, lo siento: el fascismo no tiene argumentos, solo quiere aplastar al discrepante.
Por eso me voy a permitir dar unos cuantos consejos. Soy un varón heterosexual -o cis hetero, o como diablos se diga ahora- y aunque no destaco por sabio, sí tengo muchos años de supervivencia sobre este bonito planeta. Por si os interesa…
1. Vivimos en democracia, y eso significa que cada ser humano se junta y acuesta con quien le parezca. Forma parte de la libertad y la convivencia entender que aceptar una relación es tan irreprochable como rechazarla.
2. Ligar ha sido difícil siempre, cenutrios, ¿qué os creíais? Experimentáis una sobre exposición sexual inaudita por la pornografía; habéis nacido en una sociedad que se identifica esencialmente como consumista. Todo ello, si sumamos unos cuantos influencers con dotes de manipuladores te puede hacer pensar que tienes tanto derecho al sexo como a comprar nocilla y pipas Churruca… Pero no, lo siento, no existe ese derecho. En el futuro fabricarán replicantes que estarán buenísimas y satisfarán todos tus deseos, pero de momento –y salvo que apuestes por las muñecas hinchables- hay que currárselo, qué le vamos a hacer.
3. Ser varón tiene ventajas, pero también alguna maldición. Lo del 80/20 es cierto, no ganamos nada negando la evidencia. Yo siempre sospeché que las mujeres me gustaban a mí más de lo que yo les gusto a ellas. Podemos, como el Santo Job, mirar al cielo pidiendo explicaciones, pero creo que es más práctico ser más simpático, más buen tío y más culto. Si prefieres pasarte el día viendo porno, jugando a video juegos y hablando de fútbol, muy bien, y puedes además dedicarte a insultar a las mujeres por interesarse solo por tíos guapos y con pasta. Adelantarás mucho así, ya lo creo. Y sigue autocompadeciéndote y votando a los Trump de turno.
4. No hay conspiraciones contra ti. Bueno, sí, la de los oligarcas que explotan a la gente y nos arruinan, pero las demás son mentiras para que votes a la ultraderecha y le eches la culpa de tus fracasos a las feministas, los mariquitiquis y los inmigrantes.
5. Brad Pitt folla mucho el muy cabrón. A mí también me fastidia, pero no voy queriendo matar a nadie ni propagando odio y resentimiento. Quiero que las mujeres me amen y me deseen. También quiero tener un buen piso, pero están muy caros, que los editores publiquen mis libros, que se respeten los derechos humanos y que se prohíba el reguetón. El mundo no es justo… y no lo será nunca.
6. Me gustaría que las señoras babearan solo con mi presencia, pero no es así ni remotamente. En mi próxima reencarnación voy a ser gay. Pero gay con ganas, y saliendo en el Orgullo encaramado a una carroza y en tanga. Las últimas veces que alguien me ha mirado con deseo han sido homosexuales. Menos da una piedra.
Wednesday, February 19, 2025
LENGUA VERNÁCULA
No defiendo la lengua
vernácula por alguna suerte de victimismo cantonalista ni por qué arrastre
problemas de identidad. (Los tengo, desde luego, pero no es una patria la que
ha de venir a solucionármelos). Creo en la supervivencia de las lenguas minorizadas, y en especial el
valenciano, porque es una cuestión de justicia y, sobre todo, porque es mejor
que existan… Lo es para sus hablantes y lo es también para aquellos con los que
conviven.
Llamo “lengua minorizada” a aquella que, con muchos siglos de existencia y una enorme densidad cultural, pasa a ser desplazada hasta el límite de la extinción por otra lengua exterior que, con mayor o menor sutileza, se impone a la fuerza. El tratamiento político que desde los gobiernos progresistas se ha venido dando al valenciano nunca ha dejado de generar resistencias. La llamada normalització fue el esfuerzo desarrollado desde instancias académicas para dotar a la llengua de un rigor normativo del que carecía por completo debido a la persecución de la que había sido objeto durante siglos. En las comarcas valencianas se guarda memoria –vaya si se guarda- de la dureza con la que los maestros del franquismo castigaban a los niños por hablar en su lengua natural.
El castellano es mi idioma de cuna y me gusta saber que pertenezco a la misma comunidad cultural que Cervantes, Velázquez o Baroja. Pero soy bilingüe, he dado infinidad de clases en valenciano y amo los textos de Ausias March, Joanot Martorell o Estellés. Mis padres no me hablaron en la lengua de la tierra. La labor de devastación ya había sido hecha, y mis abuelos paternos –estos sí, valenciano parlantes a todos los efectos- entendieron que si hablaban a sus hijos en la lengua impuesta les facilitarían una vida mejor, pues parecerían menos paletos, menos de l´horta, menos pobres en suma. Yo mi valenciano lo he aprendido por voluntad propia. Me gusta hablarlo con la gente, me hace sentir miembro de algo que me recuerda a aquello tan hegeliano del “misterioso rumor de lo doméstico”.
Llevo cerca de treinta años con la vida agermanada a una pequeña localidad del Alicante interior llamada El Pinós. Es un pueblo de frontera con perfil paisajístico de western donde se habla valenciano con un acento misteriosamente dulce y femenino y unos giros fonéticos y semánticos singulares. Sospecho que eso es lo primero que me sedujo de aquella pequeña comunidad. Nadie es interesante por la facilidad con la que abraza las leyes del imperio sino más bien por la misteriosa manera que tiene de resistirse a ello y preservar sus raíces más profundas.
Ahora, cuando escucho las conversaciones entre los niños, observo con desolación cómo la globalización, los movimientos de población, la presión mediática y el carácter fronterizo y algo aislado del pueblo van haciendo desaparecer la lengua propia a una velocidad que hace tres décadas no hubiera imaginado. El Pinós tenía un tesoro cultural propio y admirable. Ahora empieza a parecer una de tantas poblaciones de la Vega Baja a la que resulta difícil distinguir de Murcia. Mientras los profesores de valencià pelean en muchos casos heroicamente por preservar ese tesoro, los propios valenciano- parlantes parecen querer a menudo desasirse de su identidad cultural para no hacerse notar ni parecer paletos en ese engrudo de spanglish, cibernética de consumo, reguetón y comida rápida al que llamamos globalización. “No parleu valencià, sigueu educats que aquí n´hi ha molt de castellans”. Qué pena, cielo santo.
La próxima semana, por decisión del gobern autonòmic, los padres de alumnos votarán si quieren que en su centro se adopte la línea valenciana o la castellana. Vivan la libertad y la democracia. Yo creía que las leyes lingüísticas que rigen a centros como el mío dejaban claro que el valenciano era una lengua en peligro de extinción y que tenía que ser especialmente protegida. ¿Imposición? Se imponen el valenciano, las matemáticas y el inglés porque el currículum no lo decide el consumidor como si una escuela fuera El Corte Inglés.
En la localidad donde trabajo, pegada a la metrópoli, la lengua vernácula es prácticamente residual, apenas se habla en las calles, y menos en la medida en que la inmigración la minoriza todavía más. En la práctica este proceso puede significar para mi instituto una nueva guetización, pues los centros en los que predomina el castellano serán escogidos mayoritariamente por los inmigrantes. Me gusta impartir clase a extranjeros, pero no me gustan los guetos y creo mucho más en la integración que en ese pasotismo institucional denominado multiculturalismo.
Pero hay algo peor. Si asumimos la progresiva extinción de la lengua local corremos el riesgo de perder aquello que, en cierto modo, es lo único que tenemos, lo que nos singulariza como comunidad y lo que nos permite sentirnos como algo más que súbditos. Lean mis labios: ni soy indepe ni pretendo obligar a todo el mundo a hablar en valenciano. Lo que digo es que si las instituciones renuncian a considerar a las lenguas minorizadas especies protegidas, corremos el riesgo de que, a no mucho tardar, perdamos un tesoro cultural insustituible.
Un amigo gracioso decía: “conocerme es amarme”.
Amb el valencià pasa el mateix, l´estimes quan el parles. O encara millor: quan el vius.
Saturday, January 25, 2025
DAVID LYNCH
David Lynch lleva demasiado tiempo en mi vida como para que su muerte no despierte en mí toda serie de recuerdos, conmociones y, por qué no decirlo, también algunos enojos. Parece fácil sucumbir a estas alturas a la conclusión pontificada por los dos más célebres y leídos críticos culturales de El País, Carlos Boyero y Sergio del Molino.
Todas estas valoraciones convendría explicarlas y debatirlas, pero no es el lugar. Lo que sí afirmo es que un tipo que firma al menos cuatro películas grandiosas y que provoca un terremoto televisivo tan grande como el del primer Twin peaks merece ser tomado muy en serio. He recibido críticas por no ser fan de Christopher Nolan, Quentin Tarantino o David Fincher… permítanme decir que ninguno de estos alcanza ni remotamente la trascendencia que atribuyo a David Lynch.