NOTAS DESDE BERLÍN (I)
1. "Todo el mundo está loco hoy en día". Pasa esta frase por la cabeza cuando pido una crepe en un pequeño puesto del metro en Alexander Platz. La joven extremo-oriental que lo sirve habla sola (como siempre hacían los locos y los borrachos en el barrio donde me crié) antes, durante y después de atenderme. Es rápida y eficaz, pero no entiendo nada de lo que me dice, hasta que me percato de que está hablando con un "manos libres". Pasa del chino en que habla con su amiga invisible al alemán y, cuando ve que no le entiendo, inicia conmigo un inglés de supervivencia en pura gestualidad prehistórica. Para colmo se equivoca con las monedas porque está excesivamente pendiente de la conversación con terceros; creo que me habla a mí y no al fantasma cuando me mira y me hace una señal con dos dedos, pero yo le digo que no quiero "two crepes", y ella insiste, hasta que descubro que me pide dos euros, pero es que -señorita que habla sóla- le he dejado monedas por ese valor... así hasta que las cuenta bien y me da la razón, sin acritud, con una sonrisa que es muy confucionista pero también muy berlinesa. Trabaja como un burro, pero no se le nota, parece feliz con el móvil, creo que es más feliz en ese minúsculo puesto humeante del Berliner U-Bahn que aplastada en su casa por la familia, las normas y la tradición. La crepe está buena porque es de Nutella.
2. Tras la Puerta de Brandenburgo llegamos con el coche a la rotonda donde se levanta el Ángel de la Victoria. Damos varias vueltas mientras, inútilmente, trato de ver a Bruno Ganz encaramado al hombro del gigante y observando impotente el dolor de los berlineses. Conmueve el ruido sordo que se escucha cada vez que las ruedas cruzan la delgadísima línea de adoquines que resta del Muro. Ya no es posible creer que unos centímetros separan al mundo libre, ya no es posible ilusionarse como ahora los africanos que llegan en pateras al paraíso. El ángel alza el vuelo llorando por los justos y por los equivocados.
3. El turista habitual entra en la ciudad desde sus lugares emblemáticos, por eso cae en el peor de los errores, que es el de creer entender sin entender. Atrapar la esencia de Berlín en cuatro monumentos y dos bares es un imposible. Por fortuna. No es sólo que Berlín sea algo más que el Reichstag, el check-point Charlie o los nuevos cíclopes arquitectónicos de Postdamer Platz, es eso y todos los demás fetiches, pero lo es de forma torcida, como pasa en realidad con todas las ciudades interesantes. Sólo es posible encontrar el sentido a todo esto desde la paradoja: Berlín es la menos alemana de las capitales de la nación, pero su manera de renunciar a serlo es tremendamente alemana, más que las salchichas de Turingia o las reuniones nocturnas de jóvenes aficionados al esoterismo en los profundos bosques de Baviera. Lo son los alcohólicos en creciente número que atraviesan bamboleándose las oscuras calles de los suburbios, lo es la estación de Tempelhoff tan extrañamente incrustada en el corazón de la metrópoli, lo son las placas de metal en el patio de las viejos edificios del centro que testimonian el horror de la deportación hacia la muerte de familias enteras de judíos, lo es la chinita que habla con fanstasmas mientras hace crepes...
3 comments:
No debería escribir nada, ya que usted nunca se ha dignado a dejarme un mensaje en mi espacio, pero tiene suerte, no soy una persona vengativa...
¿Cómo va el síndrome postvacacional? Podría escribir un artículo sobre eso, es que hoy han ocupado con este tema media hora de telediario, ¿de verdad no tienen nada más interesante de lo que informarnos? ¿Qué diferencia hay entre las noticias que vemos hoy en la tele y el NO-DO? Yo veo pocas...
Busqueda de placer hasta el infinito, el del ojo y del cuerpo. Ojos que engordan de miopía porque no ven más allá de 7 metros. Gracias por viajar. Ya lo decían los anarquistas, el viaje es la eduación de los jóvenes.
interesante lo de la chinita, yo también prefiero los crepes cuando son de nutella
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