Tuesday, September 16, 2008









SOY UN ASTERISCO


Ya hace mucho que fui un asterisco. Cuando aprobé las oposiciones, algún Mal de Ojo hizo que yo y unos cuantos cientos de desgraciados como yo tuviéramos que lanzarnos a batallar durante años y años en la calle, los periódicos y los tribunales para que se reconociera por fin la legitimidad de nuestra condición laboral. Cuando fuimos nombrados, un político concibió la genial idea de acompañar de un asterisco el nombre de cada uno de nosotros en la publicación oficial correspondiente. El asterisco establece siempre un matiz, una condición, muestra el carácter precario e inseguro de aquello que afirma. Aquel asterisco junto a mis apellidos hacía depender la validez futura de mi nombramiento como funcionario docente de cierta sentencia judicial que habría de producirse en el futuro, sentencia que –según creyó aquel político- terminaría invalidando nuestro nombramiento. En otras palabras: lo que aquel asterisco significaba era “este nombramiento es por imperativo legal, pero quien lleva el asterisco será cesado diez minutos después de que un juez decida en su contra”. Aquello no sucedió, para desgracia de los muchos enemigos que tuvimos, pero en aquel momento muchos creímos sentirnos cerca de aquellos judíos de Europa Central cuyas puertas y ventanas eran señaladas por los nazis para que todo el mundo supiera que eran una raza maldita y que su destino llevaba el nombre de un campo de exterminio.

Mi condición de funcionario dejó ya en el camino aquel signo insultante, y quien me lo puso ha sido ya olvidado por todos. Sin embargo, el paso del tiempo me ha hecho entender que mi existencia sigue llevando un asterisco. “Todos estamos viviendo con tiempo prestado”, dice el mercenario interpretado por Michael Caine en aquel tenebroso film llamado El último valle, que nos muestra el paisaje de la Europa del XVII, devastada por las interminables guerras entre príncipes caprichosos y sus desastres asociados: pestilencia, violencia, hambre… Nadie como ese Ángel de la Muerte para saber hasta qué punto la precariedad domina nuestras vidas.

En cierto templo me encontré con la estatua sonriente de un Buda gordinflón y sonriente…si mirabas un poco más allá descubrías que el oscuro pasillo te iba llevando hasta otra imagen, en este caso de una calavera. La misma postura, las mismas ropas vistiendo lo que ahora ya no era un cuerpo rosado y tripudo… se trataba en realidad del mismo Buda, solo que ahora ya era un muerto… Tan solo unos metros, apenas unos segundos de pasillo separaban la vida de la muerte, de la nada, del polvo. “Si nos miramos en profundidad descubrimos el cadáver que se prepara en cada uno de nosotros”, dice Cioran. Es una obviedad que moriremos, sí, de acuerdo, pero la inmensa mayoría de personas que conozco no parecen ser conscientes de ello, no han experimentado la muerte ni siquiera cuando creen que lo han hecho.

Pero no es el de la muerte el asterisco que me preocupa. En una entrevista realizada al final de su vida, Fernando Fernán-Gómez, escrutada su memoria a vista de pájaro, concluía que, en realidad, nada de aquello que hacíamos para “prepararnos” servía para nada. Todo era inútil, estudiar una carrera, ahorrar, mostrarnos insistentemente generosos a través del tiempo con aquellos a los que amamos… ninguna de todas esas inversiones “de futuro” tenía más valor que el del placer o la confianza que nos suministraban en el presente, cuando creíamos estar actuando acertadamente. Todo estaba destinado a saltar por los aires. Antes o después un político caprichoso como aquellos del siglo XVII decide que todo lo que ahorró nuestra madre para obtener la propiedad de una casa se ha de ir a la mierda porque han de tirarla para construir un aparcamiento o meter a la familia de un militar. Tampoco hacen falta príncipes, cualquiera de nosotros –usted también no lo dude- puede ser dejado en la estacada en cualquier momento por aquel al que han estado cuidando y mimando durante años. El día en que menos lo esperas, eres bajado de un coche y ahí te quedas, en medio de la carretera, con la misma cara de perro pachón que aquel San Bernardo ponía en el anuncio con el slogan de “No le abandones, él nunca lo haría”. Habría que añadir que precisamente por eso, porque al perro le sobran cojones y no va a abandonarte, va a tener que ser el otro el que lo abandone a él.

No sabemos nada de lo que va a ocurrirnos, no tenemos ni puta idea. Ignoramos que nuestros planes van probablemente a saltar por los aires. La publicidad –los bancos, las casas de seguros, el Estado- nos incita a vigilar nuestra seguridad. La seguridad, esa expectativa que terminamos convirtiendo en neurosis, hace que nos creamos en condiciones de garantizar nuestras certezas durante años. Los dioses deberían partirnos de un rayo irritados ante tanta insolencia, que deja en muy poquita cosa la soberbia castigada de quienes pretendieron llegar a los cielos con la Torre de Babel.

Llevo semanas temiendo que mi casa va a hundirse, lo cual no solo podría destruirme a mí, sino también a mis vecinos de abajo, que no tienen bastante con soportar mis obras de reforma para que encima yo les caiga una noche en la cabeza junto a los escombros y vestido con unos calzoncillos. Mi casa no caerá, creo, pero cuando en uno de estos trances uno ve las entrañas de una casa, los suelos abiertos, las paredes con sus viejos tubos y sus cañerías oxidadas, descubre que el paraíso que creemos habernos construido en honor al Dios Seguridad no es tan estable como creemos.

Lo he visto tantas veces… alguien que cree poder dominar el conjunto de su existencia y la de sus seres queridos se encuentra en cuestión de minutos con que todo ha saltado por los aires… y que sin brújula ha de ponerse a caminar hacia no se sabe dónde por un desierto inmenso. En estos casos uno se queda tan helado, le parece tan falsa la película que se desarrolla ante sus ojos, que algunos llegan a confundir con entereza y sangre fría lo que solo es incredulidad, pura incapacidad para reaccionar.
Se me ocurre lo que supone haber nacido catorce kilómetros más allá o más acá del Estrecho. En esa diferencia tan insignificante se trama la distancia inmensa entre ser un europeo civilizado, opulento y con la boca llena de derechos, y ser un africano, con todo lo que ello implica. Simple azar. Los hilos desde los que se sujeta todo son delgados… y me temo que Dios no tiene nada previsto para cuando se rompen. De pequeño me decían que si volvía rápido la vista quizá llegara a ver furtivamente a mi ángel de la guarda. Prueben… y acaso lo que se encuentren sea su asterisco. Y ¿saben?... la cosa después de todo tiene su gracia. No sé si es instinto de jugador, pero hay algo en esa sistematización de la vida humana a la que nos acostumbra nuestro neurótico entorno que resulta insoportable. Juguemos.


5 comments:

Anonymous said...

Yo soy un punto suspensivo.

O lo era, porque hace tiempo que no veo a mis acompañantes. Ahora ando inquieta, intento que me reconviertan en exclamación, interrogante o, incluso, punto y coma. Cualquiera de ellos que me aleje de la posibilidad de acabar siendo punto final.

Saludos melancólicos
Ana C.

David P.Montesinos said...

Cuando, como ahora me sucede, me encuentro en medio de varias tormentas, agarrado como una garrapata a lo primero que encuentre para no caer al mar, pienso en que, precisamente, lo que no me da la vida es tiempo para pensar. Y desde cierto punto de vista es un alivio. Uno entonces no hurga demasiado en la memoria ni corre el riesgo de zozobrar ante la melancolía, esa nube de dolor que resulta mucho más peligrosa que la peor de las tormentas. Ahora que tu mensaje tan triste me da unos segundos se me ocurre que todo en nuestra vida está "en suspenso"... Por si te sirve de algo, las historias terminan, pero las importantes no lo hacen tan fácilmente, el destino hace que peguen las vueltas que han de pegar hasta acabar donde tienen que hacerlo. No creo que seas un punto final.

Anonymous said...

Me gusta le idea que citas de Fernán-Gómez y la comparto al 70%. No creo descubrir nada, si digo que todos pensamos a veces -yo lo he meditado mucho últimamente- en lo absurdo de ese comportamiento planificador a medio plazo. Eso que le regalas a una chica (no pongo ejemplos) pensando que en el futuro te servirá para algo, que ella algun dia lo valorara y se dará cuenta de que tu no eres como los demás, que tu eres muy detallista y eres muy sensible.
Esos cursillos y seminarios absurdos, en lo que que te matriculas pensando que te lo pasarás bien, cuando en realidad sabes que va a ser un bodrio insufrible. Algun amigo te dice: "no hombre, no; que eso luego es curriculum y te cuenta". Y allá que vas tu a hacer curriculum, pensando en el medio-largo plazo, ese que nunca llega.
Visto así, Fernán-Gómez tiene toda la razón: todo es inútil. Lo mejor es hacer lo que te gusta en cada momento.

Ahora bien, el otro 30% me dice por experiencia que no es del todo así. Que si ahorras -no es mi caso, obviamente- luego podrás gastar en el momento preciso, que si gastas luego lo lamentarás cuando surjan los previsibles imprevistos que toda existencia conlleva. Lo mismo, más o menos sucede con las carreras. Muchas veces durante mis seis años en la facultad me he parado a pensar...
He pensado si valia la pena tanto esfuerzo, tantas horas de biblioteca, de fines de semana estudiando, de noches delante del ordenador... Veía a los obreros por mi facultad y lo pensaba. No quería cambiarme por ellos, pero en parte les envidiaba: su jornada de ocho horas, su almuerzo en el bar, su nómina a fin de mes y su monótona pero feliz existencia. Yo en cambio estaba -y estoy- todo el dia nervioso, preocupado por el trabajo que debo entregar, por el libro que tengo que leer y no podré porque trabajo el fin de semana... El obrero termina su jornada y no tiene deberes, su cervecita, su ducha relajante y al sofá: mañana será otro día. El estudiante que merezca ese nombre no termina nunca. Puede dejarlo para mañana o para pasado, pero sabe que mañana o pasado el trabajo será doble, o triple; nadie lo va a hacer por ti.

Todo eso lo he pensado y lo sigo pensando. Eso sí, aqui estoy todavía, pensando en que algun día, en algun lugar, alguien valorá mi curriculum. Pensando en que esas horas de biblioteca van a servir para algo, en que esos libros infumables que me leído y esos profesores malísimos que he tenido me han ayudado a valorar los libros buenos y los profesores excelentes que he tenido.

Espero amigo David, que ningún político caprichoso me convierta en un asterisco. No se cual sería mi reacción...Espero que, además del placer que sentí en cada momento, el esfuerzo y el sacrificio de seis de los mejores años de vida no haya sido en vano. De momento no lo ha sido, pero veremos en un futuro. Las vida está llena de ironías: quien me dice que no acabe como un funcionario feliz, impartiendo "Education for Citizenship and Human Rights" a las mentes del mañana, enseñando valores como el esfuerzo y la recompensa a largo plazo.

Anonymous said...

No me gusta hacer mis planes porque, como David dice, cualquier día pueden saltar por los aires; y todo por lo que te has pasado media vida trabajando de repente desaparece. Un ejemplo muy a pequeña escala es cuando intenté rellenar por internet la beca del ministerio para este año, fue desesperante, llegué a rellenarla treinta veces (de verdad, sin exagerar) porque cada vez me daba un tipo de error diferente (casi siempre del servidor del ministerio) y volver a empezar. Fue una experiencia completamente frustrante, estuve a punto de darme cabezazos contra la pared; pero una vez lo conseguí pensé que tal vez allá por Noviembre o Diciembre llegará mi recompensa en forma de un ingreso en mi cartilla.

Ahora mismo estoy en un punto de mi vida en el que tengo que pensar que vale la pena trabajar y luchar por intentar conseguir lo que quiero, sino acabaría dejando de estudiar. Estudio algo que me gusta, pero también son frustrantes las temporadas de exámenes, cuando tengo la cabeza tan llena que parece que va a explotar, cuando más se siente la falta de sueño, el nerviosismo, la mano temblorosa al coger un bolígrafo... cuando veo a gente de mi edad que está trabajando, ganando su sueldo, 8 horas de trabajo y a casa a descansar; y a mi que nunca se me acaba el trabajo, que se va acumulando día tras día, y parece que nunca llega el final... quizá ahora sería más gratificante buscar un trabajo, aunque no fuera gran cosa, y poder comprarme un coche y alquilar un pisito; pero algo tengo en la cabeza que me aconseja que siga, que estudie, que me esfuerce, que tenga paciencia... llegaré a tener esas cosas (o tal vez no) después de haber luchado más por ellas.

Vivimos para el futuro, hemos de admitirlo, siempre como hormiguitas para el invierno que sigue al otoño que ahora vivimos. Estudiamos para tener un buen trabajo, trabajamos para poder jubilarnos con nuestro plan de pensiones perfecto... quizá solo cuando lleguemos allá por los 70 seamos capaces de disfrutar del presente, quien sabe, o quizá no tengamos nada de que disfrutar.

La vida da muchos golpes, pero eso no quiere decir que no podamos esforzarnos por conseguir aquello que queremos y deseamos, siendo siempre responsables con nuestros actos, y pensando en las repercusiones futuras. No debemos funcionar por el placer inmediato sino ¿qué será de nosotros en el futuro?

David P.Montesinos said...

Hay algunas líneas en común en lo que dicen paco y amanda, y no es por cierto la primera vez, dado que os conozco a ambos, que tengo esa sensación. Plantearse interrogantes sobre la viabilidad de eso que llamamos "inversión de futuro" es angustioso, pero acaso sea mucho peor lanzarse como un obseso casi psicópata lanzarse a por ciertos objetivos y tragarse un presente de sacrificios y hastío sin darse cuenta de que la vida, a cada segundo, se nos va escapando de las manos.Es irremediable hacer planes, los hacemos continuamente. Pero cuidado, creo que fue Nietzsche quien dijo que la risa era lo que llegaba cuando comprobábamos que todo lo que se había previsto y esperábamos resulta que no llegaba o llegaba al revés. Quizá lo que nos falta es sentido del humor. Lo que cuenta amando de la beca por internet, ¿cuantas veces me habré dado contra la pared -y no metaforizo- en situaciones de ese tipo?

Por cierto, hablando de Ciudadanía, algunos allegados me han comentado que salí en la tele hablando del tema, pero ojo, y lo cuento en el próximo post y si acaso en el blog de justo serna, lo que se ve en el telediario es una manipulación vil de tele 5, os lo cuento en breve que tiene gracia.