LO QUE YO LE HABRÍA DICHO A CAMPS
"¿Los políticos? ...Todos igual de sinvergüenzas".
Hemos escuchado tantas veces esta frase que, por pura cuestión de prudencia, deberíamos tomárnosla alguna vez en serio, pues responde a un estado de opinión muy extendido. Nihilismo de las masas, apoliticismo mezquino, falta de cultura democrática... sí, sin duda tienen gran parte de razón los expertos en sociología cuando se sirven de toda esta serie de sutiles conceptos para reprocharle a la gente su desafección por la política. Sin embargo, nunca se les ocurre a tan sesudos analistas plantearse si no será que la gente odia a los políticos porque los conoce muy bien, que es justamente la hipótesis contraria a la que suele manejarse, la del populacho ignorante y pasota.
Un ilustre, acaso el sabio más influyente de la historia, Platón, escribió largamente en los albores de la civilización europea contra los políticos profesionales. "¿Por qué estudiamos a un señor de hace 2500 años?", me pregunta con todo sentido una alumna justo en el tercer jueves de noviembre, decretado desde 2005 por la UNESCO como Día Internacional de la Filosofía. Se me ocurrió iniciar mi contestación con otra pregunta: "¿Sabes quien es Francisco Camps?".
Hablando de alumnos, una de las verdades más frustrantes que ha dejado en mí el paso del tiempo es que los mejores de entre los que pasan por mis aulas rarísimamente llegan ni tan siquiera a tocar una concejalía de pueblo. Hablo de "mejores" en el sentido más etimológico del término, como "aristoi", es decir, aquellos dotados de auténtica virtud, que tiene que ver más con el coraje, la voluntad de servir a la polis y la inteligencia que con el linaje o la posición social. ¿De qué he de extrañarme? Quienes crecieron conmigo y apostaron decididamente desde jóvenes por eso que se llama la vocación política eran por lo general los tipos más fríos y cínicos del entorno, gente ciertamente astuta, en el sentido más reptante del término, seres con un mapa moral más bien laxo y que entendieron muy pronto que saber obedecer a una determinada oligarquía te lleva más lejos que ir por los bares de las universidades fumando porros e intentar impresionar a las chicas saliendo con sprays de noche para poner pintadas contra la disciplina y el poder, como hacíamos los demás.
Dice Platón en la Carta VII que "al principio estaba lleno de entusiasmo por entrar en la política, pero al volver mi atención hacia la vida pública y verla arrastrada en todas direcciones por toda clase de corrientes, terminé por verme atacado de vértigo, y si bien no prescindí de reflexionar sobre la posibilidad de introducir mejoras en ella, sí dejé de intervenir activamente". Esta alusión a la propia trayectoria biográfica para fundamentar una posición filosófica -que no se debe ser en ningún caso confundida con el apoliticismo, por cierto- se explica por las derivas a las que la intención de mejorar el mundo desde el ejercicio de los cargos llevó al joven Platón, al que solo un milagro permitió en medio de tantas intrigas entre Atenas y Siracusa no acabar como su maestro Sócrates, obligado por la Asamblea a beber la cicuta y decir adiós antes de tiempo.
Abandonar las instituciones como ejercicio de dignidad... Aprecio cierta virtud también en el caso, tantas veces relatado, del político que, obsesionado por la injusticia que reina sobre la polis, opta al contrario que Platón por aguantar en el lodazal y encuentra las fuerzas para hacer sobrevivir su vocación. Como en el film El Político, rodado por Robert Rossen en 1949 -la época más inteligente y atractiva de la factoría Hollywood-, la decidida vocación de luchar contra la injusticia, termina requiriendo la búsqueda de atajos y vías dudosas para hacerse efectiva. Suelo desconfiar de quienes creen demasiado en aquel aserto de Maquiavelo sobre el fin y los medios, pero puedo llegar a entender que, en determinados momentos, el Príncipe deba emplear métodos poco acordes con su filosofía de gobierno para salvaguardar la integridad de la polis.

Veo muy lejos de todo esto a la mayoría de políticos actuales. Como ya voy peinando algunas canas, tengo la suerte de haber podido ver cómo han evolucionado algunos desde que pretendían expresarse como imberbes idealistas hasta la actualidad, en que los que han llegado lejos responden poco más o menos al mismo corte: lo único que les importan son los votos, o, para ser más preciso, la única religión que profesan es el Poder.
Conozco a Paco Camps personalmente. Bueno, en realidad no, pero lo tuve un buen rato a medio metro cuando aún era un prometedor Conseller de Educación a las órdenes del Presidente Zaplana. Le montamos un pifostio tremendo un grupo de profesores cuyo cese estaba a punto de ser redactado y nos plantamos allí, unos ochenta, junto a su despacho, tras burlar con la osadía de los desesperados la vigilancia de los guardias de seguridad. Creo sinceramente que aquel atrevimiento le impresionó. Salió del despacho, se situó entre nosotros y nos habló con cierto además chulesco y autoritario, pero con aplomo y una seguridad en sí mismo que, ciertamente, le envidio. Incluso tuvo que contestar a alguna intervención exaltada sin huir ni descomponerse.
No me gusta Camps, no me gusta en lo más mínimo. Su formación, sus maneras, su ideología... no encuentro un solo punto de contacto que me evite ver en él a un enemigo. Jamás confiaré en él porque no tengo ninguna duda de que miente más que habla y que jamás le ha interesado en lo más mínimo el beneficio de la ciudadanía. Tampoco me gustaba Zaplana, desde luego, pero en el gélido cinismo de Zaplana, en ese talante de "soy un truhán, soy un señor" encontré algún motivo para el humor. Por contra, Camps no tiene ni puñetera gracia: hay en él una hipocresía de catolicismo de siglos, un tufo de sacristía e impecable atavío de fiestas de guardar, esos giros de cuello ensayados durante horas ante el asesor, esa media sonrisa controlada, el moreno de rayos uva y club de tenis... Inútil seguir: explico a mis alumnos que ser una buena persona es no parecerse a un tipo así.

...Y, sin embargo, esta semana advertí algo en el President del hombre que doce años atrás salió una mañana de su despacho para recibir a unos exaltados. La imagen recoge el momento en que Camps abandona la Sede del PP y un joven le increpa y le llama corrupto. Camps no respondió aquí al guión habitual del perfecto político, no hizo lo que le habrían indicado sus asesores: sacó algo del tipo de Borbotó (Horta Nord) que lleva dentro, se fue hacia el joven y le pidió que no se marchara y que le explicara por qué le llamaba corrupto.
El joven se marchó. Hizo mal. Creyó ser valiente y en realidad se comportó como un miserable. Debería haber explicado al Presidente los motivos de su indignación, decirle a la cara por qué cree que ese señor es un canalla. Era así como se actuaba en el ágora de Atenas en tiempos de Sócrates: la gente discutía, a veces a voz en grito, a veces con sorna, pero formaba parte de la cultura de la polis más civilizada del mundo que los Pericles o los Alcibíades de turno tenían que ser discutidos, interrogados e incluso increpados por cualquier ciudadano de a pie y que ellos estaban obligados a contestar.
Detesto a Camps, pero, en este tan sencillo gesto, ante un tonto del culo que huyó mientras le insultaba -"¡desgraciao!", qué macho- mostró la dignitas que no ha mostrado desde que empezó el asunto de los trajes, que no ha mostrado probablemente desde que es Presidente de la Generalitat.

Por eso, y dado que el tonto del culo se fue a fumar porros, será cuestión de hacer caso al President, detenerse en medio de la calle y explicarle los sentimientos de muchos ciudadanos. Yo, en realidad, lo haría en forma de unas cuantas preguntas. Helas.
1. Desde que llego al poder usted ha desplegado una estrategia -muy insistente por cierto- que consiste en vanagloriarse de las cosas que van bien y echarle al gobierno central la culpa de las que van mal. Afín a este procedimiento es el de dejar deslizar entre los valencianos la presunción de que Zapatero odia a Valencia y por eso se dedica a intentar hacernos la vida imposible. ¿Le parece ecuánime esta visión de las cosas? ¿La dirige a ciudadanos críticos o a gente poco formada? ¿Cree realmente que con ello nos beneficia o solamente espera crear inquina contra el PSOE?
2. ¿Puede explicarme cuáles son las culpabilidades del Señor Costa de las cuales, habida cuenta de que es a él a quien han cortado la cabeza, usted está totalmente libre? ¿De verdad no estaba usted al corriente de las actividades de los miembros de la empresa Gurtel, a los cuales su gobierno ha enriquecido con suculentas concesiones desde hace años? Cuando usted acepta regalos de una empresa como la de los señores Alvárez o Correa, ¿lo hace pensando que dichos señores no esperan a cambio ningún trato de favor?
3. ¿Cree usted en la imparcialidad de Canal 9, ente público que pagamos todos? ¿Qué conclusión hemos de extraer del hecho de que el anterior director del ente, Pedro García, nombrado por su gobierno a dedo, apareciera vinculado al Caso Gurtel?
4. Todos los expertos en economía coinciden en afirmar que la crisis está afectando especialmente a España por haber prosperado como "economía de especulación inmobiliaria y ladrillo". Desde que usted gobierna no han parado de proliferar los PAI y se ha construido más que nunca en la Comunidad. ¿Tiene usted algo que ver con ese modelo económico, especialmente presente en la costa, o es también cosa del contubernio socialista creado desde Madrid para destruirnos?
5. Como profesional docente, le pregunto. Su gobierno le dedica menos inversiones a la educación pública que los de otras comunidades, proliferan los barracones, hay por todas partes necesidades desatendidas por los recortes en personal, las aulas están atestadas... Por contra la enseñanza privada atraviesa un momento magnífico, gracias a que usted emplea el dinero de todos los ciudadanos en subvencionarlas, lo que explica entre otras cosas las magníficas relaciones que guarda usted con la Iglesia Católica. ¿Cree usted que gracias a su gobierno la enseñanza pública puede ayudar a remediar la brecha social? ¿Se ha preguntado por qué no hay inmigrantes ni alumnado conflictivo en los colegios privados? Y, si no es demasiado capciosa la pregunta, ¿por qué mantiene como Conseller d´Educació a un irresponsable como el Señor Font de Mora?

6. ¿Cree usted que en tiempos de crisis, donde la prudencia parece aconsejar la contención, es acertada la política de grandes fastos que se ha convertido en emblema de su gobierno y del que en el Ayuntamiento de Valencia lleva a cabo la Señora Barberá? Además del circuito, la America´s Cup, los campos de golf, los terrenos recalificados para la ruina del futbol... ¿no se le ha ocurrido encargarle a Calatrava un gran recinto para el Festival de Eurovisión? En tal caso, ¿le encargaría la gestión al Bigotes?
Espero, si es habitual lector de este blog, que tenga a bien el President contestármelas. Lo merezco más que el increpador del otro día, eso desde luego.