Saturday, April 04, 2009








DIOS NO EXISTE




La Selección de Fútbol de Argentina fue derrotada el miércoles por la de Bolivia en La Paz por seis goles a uno. Esto en realidad, no significa absolutamente nada relevante. Cualquiera, incluso futbolistas grandiosos como Messi o Agüero, puede tener un mal día, máxime si no superan el inconveniente de jugar a muchos metros de altitud, circunstancia que explica lo difícil que suele ser ganar en casa a una selección de nivel discreto como la boliviana. Y, en cualquier caso, si algún argentino quiere amargarse la vida más de la cuenta con este tipo de agravios a la bandera nacional, es muy libre, tanto como de emocionarse durante los culebrones o ponerse a llorar de emoción cuando pasa un desfile militar al son de la victoria. En cuanto a Bolivia, es tierra en serios apuros, de manera que tampoco les viene mal, de vez en cuando, una pequeña inyección de moral, aunque sea a costa de una cosa tan tonta como un balón.





Lo que verdaderamente me suscita la reflexión es el hecho de que el actual seleccionador argentino se llame Maradona. No albergo ninguna duda respecto al inmenso talento que, como futbolista, tenía Diego... Yo asistí con ojos incrédulos a aquella obra de arte que fue el segundo gol de la albiceleste contra Inglaterra en el Mundial de México... "Gracias, Dios, gracias por el fútbol, gracias por Maradona... y disculpen estas lágrimas". Por unos instantes, en la inolvidable locución de Víctor Hugo Morales, parecía creíble el espejismo del fútbol y las fruslerías del sentimiento nacional y el orgullo del escudo; por unos instantes, parecía que Dios había bajado a un terreno de juego y había arrancado con el balón desde el medio campo encarnado en el cuerpo de un chico pequeño y regordete que salió de alguna zona chabolista en el Barrio de Fiorito en Buenos Aires. El problema de los espejismos no lo tiene quien aprende a asumir lo fugaz de su belleza, fugacidad que, en verdad, habríamos de saber aplicar a todas las cosas de la vida. El problema lo tiene quien corre tras el espejismo, incapaz -pobre de él- de aceptar su caducidad.



Maradona fue convertido en algo más que un ídolo por toda una nación. Un viejo amigo que tuvo una novia argentina -y que, como suele pasar en estos casos, cogió un odio tremendo a todos los de ese país después de aquella mina se las hiciera pasar canutas- me dijo un día que había que "desconfiar de un pueblo cuyos ídolos eran Perón y Maradona". La generalización es arbitraria y abusiva, desde luego, pero, de igual manera que nunca he entendido cómo llegan a ser tan grandes los méritos de Perón como para que todos los partidos políticos argentinos se autodenominen "peronistas" o a su esposa Eva le dediquen ciclópeas y horteras óperas rock, tampoco acabo de saber qué es exactamente lo que tanto subyuga a los argentinos de un tipo tan poco interesante fuera del estadio como Maradona. La mano de Dios, es el inspirado título de un libro biográfico, pero remeda un momento futbolístico fraudulento -marcar un gol disimuladamente con la mano- y al alcance de cualquier pillastre de tercera. Es solo que este engaño lo perpetró Maradona... Y ya se sabe: "la ley soy Yo", que es como decir que habría que arbitrar leyes especiales para que los Grandes se escaqueen de esa cosa tan aburrida que es la justicia y puedan engañar y timar a la gente impunemente y con el aplauso general.


Cuidado, si Maradona me parece cualquier cosa menos el tipo ejemplar en que lo han convertido los argentinos, en nada tiene ello que ver con las veleidades narcóticas que jalonan su biografía. Tampoco estaría mal que algunos aprendieran que no se es más glamuroso ni más heroico ni se parece mucho más a Emiliano Zapata y a Simón Bolívar por el hecho de haberse puesto hasta el culo de drogas una noche tras otra durante años, pero eso, en cualquier caso me trae sin cuidado. Cuando uno conoce bien a un adicto, advierte que ciertas inclinaciones incontroladas huelen más a mala hostia matinal, a tomarla con los que te quieren, a que todo el mundo se te vaya apartando y a ropa sucia y suelos meados que a la leyenda del hedonista libertario e indomable que algunos asocian con Maradona.


En realidad, a mí me gusta Maradona. Lo que me sorprende es que Argentina lo haya convertido en seleccionador nacional. ¿Tanto les cuesta entender que un tipo que sobaba el balón como los ángeles puede no tener ni puñetera idea de cómo conducir un vestuario y colocar las piezas de un equipo sobre la pizarra? Pero no hay que engañarse: los argentinos no creen que Maradona sepa entrenar; de otra manera no habrían colocado como ayudante a un verdadero especialista como Bilardo, quien todos sospechamos que es el que -si al Diego no le pega por cortarle la cabeza- dirige en silencio a la albiceleste. Lo que en verdad creen es que Maradona tiene un pacto secreto con fuerzas telúricas... algún tipo de alineamiento peculiar de los astros que le permitirá, como a Moisés, conducir a su pueblo hacia la gloria. Como en Matrix, alguien parece haber decidido que Neo es el Elegido; como él, no tiene ningún plan, no sabe qué protocolo de actuación habrá de llevar a cabo para librar a su pueblo de los tiranos, solo cree que, por misteriosas razones, las aguas del Mar Rojo se abrirán a su paso. Proclamado Chamán unánimemente por la tribu, sólo él está investido del poder salvífico para obrar milagros y mantener hilo directo con los cielos.






Es inútil pretender vivir sin mitos. Los ilustrados del Siglo XVIII se equivocaron en esto, entre otras cosas porque los principios que proclamaron contra la superstición de las viejas leyendas se hicieron fuertes desde su origen dentro de un nuevo Gran Relato: el de las Luces y la Diosa Razón. Las masas nocturnas de Buenos Aires que gritaban "aguante, Diego" cuando el Pelusa parecía agonizar en un hospital son la prueba de que, dos siglos después, seguimos necesitando poder decir como Odiseo "que digan que yo viví en los tiempos de Aquiles." No son esas gentes distintas a las que llenaron de rosas Buckingham tras la muerte de Lady Di, las que imitan a Madonna como si cada uno de sus gestos fuera el de una diosa olímpica, o quienes le ríen las gracias televisivas a Chávez en su Aló, Presidente. Necesitamos dejarnos seducir por el encanto de los mitos. Antes que la verdad desnuda que prometen las ciencias, necesitamos encontrar esa metáfora, ese enigma del héroe, ese espejismo que -acaso por serlo- es mucho más creíble que cualquiera de las verdades políticamente correctas.








Hay en Argentina una congregación religiosa entregada a la divinización de Maradona. Tienen su templo maradoniano, sus plegarias y sus mandamientos. Ridículo, sí, o freaky, para ser más exacto, porque solo puede producir risa o lástima. Quizá habríamos de estudiar detenidamente el origen histórico de algunas canonizaciones para llegar a la conclusión de que, después de todo, Maradona no sea ni más ni menos ridículamente merecedor de figurar en el Index Sanctorum que, por ejemplo, San Cucufato, piadoso difusor de la fe de hace milenios y que tiene la virtud de responder a peticiones, siempre y cuando el fiel cumpla el ritual de anudar un lazo y decir las palabras mágicas: "San Cucufato, los cojones te ato; si no me lo concedes, no te los desato". Me imagino que habrá algunos rezos similares con el astro bonaerense. Y como todo santo, tiene su martirio. Si a Cucufato lo degollaron despues de abrirle las tripas y que él se las reintrodujese y se cosiera de nuevo el vientre, a Maradona lo persiguió la FIFA echándolo del futbol por su costumbre de ir de coca hasta las cejas. "La noticia corrió como el demonio entre el silencio consternado de todos los argentinos desde la Boca hasta la Patagonia, la Federación ha consumado su venganza y Maradona ha sido expulsado del Mundial". Muchos pensaban que era su carácter díscolo y su afición a echarse unos puros en La Habana con Fidel lo que le indispuso ante los mandarines... Pero ya se sabe que de los Martirologios es mejor desconfiar.




Seis goles, un corralito, el país más rico imaginable y también el más malogrado y desaprovechado del planeta. Maradona es el nombre de uno de los peores excesos con los que Argentina se castiga a sí misma. Podían haber escogido a Jorge Luis Borges, a Julio Cortázar o a Federico Luppi, pero prefirieron al Diego como antes a Gardel o a Perón. Ellos se lo han buscado.

Pero como dice William Munny en Unforgiven: "Todos nos lo hemos buscado"

2 comments:

Anonymous said...

Hola de nuevo,

no soy yo un amante del fútbol. Sin embargo, recuerdo muy bien el gol de Maradona del que usted habla en el post. También estoy al corriente del revolcón boliviano que recibió Argentina. Y precisamente por esto último, he de decir que se equivoca en el título del artículo: Dios sí existe, lo que le ha pasado a la selección argentina es la prueba... bien es cierto que, como está creado a nuestra imagen y semejanza -y no al revés-, es un Dios poco observante, que se dedica a leer el periódico y a pasearse por la playa los días de sol pero que, de vez en cuando, asoma la cabeza por la ventana para ver lo que hacen los niños en el recreo, y actúa... para regocijo mío, que soy uno de esos seres poco luminosos de los que Olimpo no se acuerda mas que para darle por...
La adoración a este señor, y a tipos como él, me parece un mal gravísimo, y en parte el responsable de esta grave crisis mundial que atravesamos. Para Fernand Braudel el capitalismo, "privilegio de unos pocos", "es impensable sin la complicidad de la sociedad". Hemos aceptado servilmente que políticos, banqueros y constructores vayan siempre dos pasitos por delante del resto de nosostros y decidan lo que les plazca no sólo sin rechistar sino admirando su astucia, su rapidez, sus coches, sus aviones privados,... Nos sentamos en el sofá y asistimos al espectáculo de los sueldos astronómicos de directivos de empresas y bancos, al sueldo del nuevo fichaje del Madrid, al dinero desaparecido del novio de la Pantoja, a la corrupción de los políticos de pueblo. Todavía no puedo entender que no hayamos despellejado a ningún presidente de ningún banco, o que la gente no haya tomado posesión de las casas vacías del Pocero -tanto malvender el suelo de todos para enriquecer a tanto hijo de puta-: ¿aún no nos hemos dado cuenta de que son nuestras?...Y, ¿qué pasaría todos decidiéramos no pagar las hipotecas?.

Por otro lado, no conozco los orígenes del cristianismo ni de la iglesia católica, pero intuyo que su comparación con la "santificación" es muy acertada porque tengo la sensación de que a partir de cierta época -la Edad Media, tal vez- canonizar a alguien está más relacionado con el dinero y el poder que con los posibles actos piadosos y, así,
lo de idolatrar a la chusma esta por haber llegado rápido y economizando esfuerzos me parece algo bastante parecido.
Puestos a confiar en un guía espiritual, en un chamán, deberíamos volver a confiar el brujo de la tribu: personas que, naciendo con una cualidad especial -incluso con alguna tara-, eran designados desde pequeños a la noble tarea de proteger y velar por los intereses del grupo. Nada de urgencias ni genialidades, nada de éxito rápido. Toda una vida dedicada al estudio del medio en el que se asentaban, de las plantas y sus propiedades, al trabajo por la comunidad, al cuidado del grupo, médicos primitivos del cuerpo y del espíritu... mucho respeto, pero nada de gloria. Claro que, para eso, deberíamos volver a replantearnos la sociedad tal y como la conocemos, deberíamos volver a las comunidades pequeñas, a la autogestión, al control de cerca sobre los dirigentes, al trabajo en comunidad, nada de viajes de novios al caribe, ni de actores millonarios, ni de 40 canales de telvisión, ni de gente sin casa, ni de bancos usureros,...¡qué difícil! ¿Esto cómo se arregla?.

Tiene usted razón: nosotros nos lo hemos buscado.

David P.Montesinos said...

Admirable y perfectamente razonado su comentario, amigo anónimo. Me gustaría tenerle por aquí más a menudo. Lo de la propuesta de despellejar a ciertos banqueros, bueno quizá mejor no dar ideas más bien bestiales, aunque le aseguro que de vez en cuando también responde a mis deseos. Recientemente, cierto alto ejecutivo que llevó a la quiebra a un banco británico, vio como su casa era atacada por masas de accionistas estafados. Como en bancos intervenidos en los USA por el nuevo gobierno, hay quien arruina por negligencia a una empresa, se blinda jurídicamente para que le paguen una millonada por su cese y después somos todos los que sufragamos la salida a flote de la empresa.

La consigna "Dios no existe" tiene connotación provocativa. Con independencia de las creencias religiosas de cada cual, lo que intento decir es que la mitificación del personaje, que alcanza cumbres pavorosas como la de la Iglesia Maradoniana, solo se explica por la inmadurez de las gentes, empeñadas en necesitar ídolos y olvidar que son de barro. Gracias por aparecer, siquiera de vez en cuando.