Saturday, August 08, 2009









MEDIA VIDA






He rebasado lo que, con arreglo a las estadísticas de esperanza de vida, es la primera mitad de mi biografía. Felizmente, mis padres no solo viven sino que amenazan con insistir durante muchos años, por más que tengan el cuerpo y el alma lleno de cicatrices y haya hecho falta reparar algún órgano básico.

No tengo hijos. No sé si se me está haciendo tarde para tal cosa, pero creo que, en cuestiones tan trascendentales como la de la paternidad, lo estratégico es asumir que el mejor estado posible, con sus pros y sus contras, es el que uno tiene, lo cual valdrá exactamente igual para el momento en que me dé -si tal cosa ocurriera alguna vez- por traer a un pequeño mono desnudo a este superpoblado planeta: "y p´alante", como dicen en el pueblo de mi madre.

Un anuncio de la tele te pregunta si sabes qué significa que cierto niño con un casco de cuernos se rascara la nariz. Yo no tengo dudas: ese era el gesto por el cual sabías que Vickie el vikingo iba a tener una idea genial para salvar a sus amigos cuando andaban en apuros. La contestación correcta trae penitencia: "Si no dudas en contestar es que ya tienes edad para cuidarte". Y entonces te dicen que tomes Danacol, orín de vaca o no sé qué raíz para que tu polla siga tan enhiesta como el mástil de la bandera. Lo que esto significa en líneas generales es que, ahora, si te dedicas a hacer las mismas burradas que a los quince, lo vas a pagar, que el margen para rectificar es mucho menor, y que las ojeras que se te dibujan por la mañana amenazan con quedarse.




El alma también tiene sus padecimientos cuando se rebasan los cuarenta. Uno pasó incautamente la década de los veinte forjando una vida independiente y próspera porque quería ser feliz y tener una hacienda digna... y ahora que mal que bien lo ha conseguido, se da cuenta de que duerme bastante peor que cuando era un joven fracasado, que las cosas no le resbalan con la misma facilidad que entonces, pese a que el cerebro te indica que son estupideces, y que -no sabes muy bien si por la sensata cortesía de la madurez o por miedo a crearte enemigos- la soltura con que veinte años atrás enviabas a tomar por culo al primero que te molestaba ha desaparecido por completo.


De entre tales padecimientos, el que esboza un paisaje de fondo, apenas perceptible pero continuo, es el de haber entendido por fin que uno tiene que morirse. "Que la vida iba en serio, uno lo descubre siempre demasiado tarde...", dijo Jaime Gil de Biedma. Por muy en broma que uno diga tomarse la vida, cuatro décadas -lo que duró el franquismo, por ejemplo- es suficiente para percatarse del enorme esfuerzo que supone construir ciertas cosas que los más jóvenes ven como algo natural, como si nos hubieran sido dadas desde siempre y sin angustias ni sudores. Por eso termina entendiendo aquellas lágrimas del sabio francés que se estremecía paseando por entre los majestuosos templos del Nilo, conmovido por ver como terminaban en ruinas tantos y tantos desvelos de los hombres. Que yo desaparezca para siempre es ciertamente escandaloso... que lo haga todo lo que me rodea es profundamente injusto.


Vivo conmovido por esa angustia, es cierto, pero mi madurez ha encontrado el contrapeso al negarme esa maldición por lo visto tan común en nuestra sociedad opulenta que es el aburrimiento. No creo que haya ninguna razón profunda por la cual yo -como dice mi madre de sí misma- "me divierta de cualquier cosa", pero es así, un poco como cuandó nos servían la comida y a mí me gustaba y me la comía feliz, mientras mis primos mostraban un asco espasmódico y la tiraban por el retrete mirándome con cara de pensar que yo era tonto. Tengo entendido que es así con el suicidio: ante la misma tragedia, hay quien decide acabar y se mete una escopeta de caza en la boca -con lo que debe doler eso- y hay quien aunque llegue a pensarlo en ocasiones esperara sin más a qué Dios decida por él cuándo llega su hora. No me aburro porque las pocas veces en mi vida en que he pensado esa gilipollez burguesa de que "últimamente no le encuentro sabor a la vida", el Destino me ha enviado alguna putada bien gorda para recordarme la inmensa felicidad que debemos sentir porque no nos duela el hígado, por ver cómo se pone el sol tras las montañas o porque nuestra pareja -esa de cuyo mal carácter decimos estar hartos- no haya decidido esta mañana saltar del tren en marcha, largarse con otro y dejarte con tus DVDS de John Ford, tus partidos de fútbol, tus botellas de vino de crianza y una cara de imbécil que espanta.


Pues bien, llegados a este punto, creo poder establecer algunas conclusiones que pueden venirme bien para lo que queda del partido y que no servirán de nada a los jóvenes, pues aunque sean profundas convicciones, temo que solo se las puede tomar en serio aquel que ha podido comprobar su verdad en la experiencia. Si hay sabiduría en ellas, mejor, si no les sirven para nada, espero que al menos les diviertan. Helas:






1. Cuando pases largo tiempo con alguien y descubras que nunca te ha hecho reír, empieza a malpensar de él. El mundo está lleno de tristes y de amargados que sólo levantan el puño victoriosos cuando consiguen inocular sus venenos a los demás. De esos hay que guarecerse. Hace un par de años conviví con un compañero que despertó algunas animadversiones por ciertas conductas algo desordenadas en las que caía con frecuencia, seguramente por torpeza o inobservancia. Yo solía defenderle cuando era censurado. Ofrecía tales y cuáles argumentos, pero el que secretamente me impulsaba era el de que aquel tipo fue capaz de hacerme reír frecuentemente, a veces a mandíbula batiente. Quizá sea esa la auténtica magia del mundo: el poder de provocar la risa.




2. Se puede seguir adelante sin determinadas personas a las que uno, en algún momento, llegó a considerar poco menos que imprescindibles. Analizo mi biografía y veo que la hostilidad o el desafecto de algunos que fueron desapareciendo no pudo detenerme. Único error: llorarles más tiempo del debido.



3. Es irremediable tener miedo, en todo caso lo peligroso sería no tenerlo, pero no puedes dejar que el miedo te paralice. Más peligro de que tal cosa ocurra en la medida en que no descubres que es justamente eso, el miedo, lo que te mantiene irresoluto y pasivo.


4. La pereza es el más sigiloso y nocivo de los vicios capitales. Guárdate de ella, sin que te des cuenta, decidirá que digas No a platos exquisitos que morirás sin haber probado.


5. Pregúntate por qué algunos viejos llegan a parecer invencibles e inmortales. Siempre que busco un vídeo musical en you tube termino pulsando en The Rolling Stones, Bruce Springsteen o algunos vejestorios por el estilo. No solo hay talento y tenacidad en ellos. Hay algo que sale de dentro en su conducta como artistas, algo que no han perdido desde el lejano día en que se subieron por primera vez al escenario. Ese algo no es enseñable ni requiere destreza técnica para ser imitado. Ese algo nace de un compromiso profundo y sincero con la vida, de la voluntad de amar y ser amado y de abrir los pulmones apasionadamente a cada bocanada de aire. No termino de encontrar eso en la mayoría de los jóvenes. Podríamos hacer análisis sociológicos muy bien documentados para explicarlo, pero mi fórmula es más sencilla: o le pones cojones a lo que haces o mejor que te quedes y asumas que eres una medianía. Esta es la primera lección que debemos aprender de nuestros viejos maestros.

6. Dos obsesiones equivocadas: el oro y la belleza. Conozco hombres que han pasado su vida amargados por la imposibilidad de conseguir una mujer de admirable belleza. Conozco mujeres que suman la amargura de no tener un marido guapo a la de no ser ellas tan perfectas como las modelos escuálidas y drogadictas que salen en las revistas de moda. En cuanto al dinero, razón tuvieron siempre -al menos sí en esto- los padres moralistas al prevenirnos contra la codicia. Veo enloquecer hombres y mujeres a millares no solo por hacerse ricos sino, sobre todo, por sentir ese vértigo de formar parte de la élite social al que al parecer tienen derecho quienes han alcanzado elevada prosperidad. Hay quien no duda en sacrificar todo aquello que merece la pena en la vida solo por aumentar su patrimonio ad infinitum... paradoja que parece tomada del teatro de Moliere.
7. Los malos no son los Otros ni tienen pinta de alienígenas. No olvido aquella broma del protagonista de la serie Mash cuando su compañero se espanta al escuchar que el ejército norteamericano acaba de bombardear una aldea inofensiva: "¿Por qué pones esa cara? Nosotros somos los buenos, podemos hacer todas las marranadas que nos apetezca..." No sé si saben que el muro que atraviesa la frontera sur de los USA se ha llenado de tantas cámaras, que ha hecho falta reclutar voluntarios que, dotados en casa de un circuito cerrado de televisión, avisan de inmediato a los Federales en cuanto a algún cholito se le ocurre pegar el salto. Desconozco cómo se las arreglan las autoridades yanquis para que los ilegales entren y salgan según convenga a las empresas cuya rentabilidad se basa en el trabajo esclavo de inmigrantes sin papeles y, por tanto, sin derechos. Es cómodo pensar que la culpa del desorden que preside el mundo la tienen Bin Laden, Hitler, Stalin, Falconetti, Hannibal el Caníbal, Alí Khan (el enemigo del Guerrero del Antifaz), el Unicornio de Marte y Lex Luthor... pero me temo que no es tan sencillo.






...CONTINUARÁ


9 comments:

Paco Fuster said...

Hace unas semanas asistí a la presentación del libro de una ex profesora mía de la facultad. Antes de que hablara la autora, habló la profesora encargada de hacer la "laudatio" de la autora, una profesora mayor recientemente jubilada después de 50 años dedicados casi exclusivamente a la docencia (y la investigación, se entiende). Medio en broma, medio en serio, esta mujer dijo en tono melancólico que no le gustaban nada los balances ("Será que como no me gusta el resultado del balance, prefiero no hacerlos", decía entre risas), pero que, en determinadas ocasiones - como la jubilación tras medio siglo al pie del cañón - eran inevitables. Luego sorprendió a todos los presentes diciendo (con una evidente modestia excesiva) que en su balance de estos cincuenta años, lamentaba tener la sensación de haber perdido el tiempo, de no haber aportado nada al mundo del conocimiento, al mundo de la investigación sobre la historia moderna de España, que es lo suyo (huelga decir que se ganó el reproche de todos los presentes: "¡no digas eso, mujer!", "¿Pero cómo se te ocurre decir eso?").

Te cuento todo esto porque tu post de hoy me ha hecho recordar las palabras de esta mujer. A mi tampoco me gustan nada -pero nada- los balances, pero soy consciente de que, como decía esta mujer, hay veces en la vida en que, inconcientemente, uno se ve empujado a hacerlos. Entonces se corre el riesgo de que te suceda como a esta mujer, o de exaltas los episodios buenos en detrimento de los más olvidables, o viceversa.

Yo veo que el tuyo es bastante positivo. No acusas mucho la inevitable nostalgia y, por otra parte, tampoco has podido evitar la clásica advertencia - en forma de consejos - sobre las generaciones futuras. Supongo que es imposible de evitar. Aunque la experiencia siempre nos empuja a la noble tarea de intentar evitar que nuestros seres próximos - queridos o no queridos - repitan nuestros errores, siempre nos queda la sensación - al menos a mí - de que es inútil. Por cada uno que te hace caso en algo, hay diez que pasan olímpicamente, diez que aprenden a base de hostias yte hacen pensar aquello de "ya te lo dije, pero tú pasaste y ahora mira lo que te ha pasado". Es un ciclo absurdo, pero existen excepciones. Ayer precisamente escribía en mi blog sobre un antiguo profesor de hace unos años, de estos que nos aconsejaban mucho con ese tono amistoso aunque en el fondo, imagino, descreído.

Anonymous said...

Hace falta mucha honestidad intelectual -y no solo intelectual- para que una profesora jubilada exprese tal amargura justo en el momento de recibir una laudatio. Equivocada o no -siempre tenemos a quien nos quiere, es decir, a quien nunca sabemos hasta donde es capaz de deformar su visión de las cosas en nuestro favor- que nos afea lo que parece un acto de modestia.

Más que hacer balance lo que pretendo es cumplir con una de las obligaciones que tradicionalmente -creo que acertadamente- la sociedad ha delegado en sus filósofos: suministrar principios para el arte del buen vivir, proporcionar unas mores, defender la bondad de un código ético. Se atribuye esa especialidad a filósofos de épocas de declive como a los hedonistas, estoicos, escépticos y demás maestros de la Grecia helenística, así como a cristianos y otros padres religiosos. Pero a poco que leas a etiquetados como metafísicos o epistemólogos -Descartes o Hume son buenos ejemplos- caen a cada momento en la tentación de aconsejar. ¿Sobre qué asesora un filósofo al Príncipe o al plebeyo? Sobre cómo vivir mejor, desde luego. Felicidades por tu blog, Paco, lleva buena dirección. David.

notorius said...

Es muy frecuente entre los filósofos -y los intelectuales en general- hacer un balance de sus aportaciones a mitad de la "carrera". Me viene a la memoria un libro que te recomiendo: "Aportaciones a una crítica de mí mismo", de Benedetto Croce, publicado en Valencia por Pre-Textos. Es un texto breve de unas cien páginas en donde reflexiona sobre su vida y su trayectoria intelectual desde el materialismo marxista al idealismo hegeliano. Es un tipo muy inteligente, compartas sus ideas o no, y merece la pena leer el libro. Coincido contigo -quizá sea identificación generacional, 1966, o profesional, profesorado,- en esa sensación de angustia o inquietud difícil de precisar, y también en ese odio a las monsergas sobre el aburrimiento. Saludos. Notorius.

David P.Montesinos said...

Leí intensamente a Croce una temporada por razones que no vienen al caso y no sé si me ha dejado poso. Umberto Eco lo ha nombrado con frecuencia. Coincido en lo de la monserga. Hace un par de noches ví en la terraza de verano de la Alameda de Valencia el Moby Dick de Houston... no entiendo todas esas metafísicas del hastío y la cara de "me agobia todo" que ponen algunos de mis allegados. Lo mío debe ser falta de lucidez, lo suyo es que acaso le encontrarían más alicientes a la vida si se fueran una temporada a escardar cebollinos.

IMPERFECTO said...

prometo por mi honor que tengo cosas interesantisimas que decir al respecto pero...

me he dejado las gafas en el despacho, artefacto que me recuerda a diario que a los veinte pensaba que vista cansada era tener los parpados caidos...

espero que mi memoria sea capaz de retener hasta mañana ese vasto caudal empírico que con tanto gusto deseo compartir contigo.

un saludo, amigo cuarentón... excelente cómo siempre.

David P.Montesinos said...

Yo, por contra, pensaba que "tener la vista cansada" significaba haber contemplado ya demasiado mal en el mundo... pero no, parece que es otra cosa más prosaica. Saludos imperfectos también para ti, querido.

imperfecto said...

Bueno, lo cierto es que con mi artefacto la vida se ve de otra manera...

yo no puedo hacer balance de mis 44, y no sólo por lo tedioso que resultaría, que también, si no porque llego a la conclusión de que realmente no he llevado a cabo nada digno de relevancia.

No he cometido grandes aciertos, ni grandes errores, descubrimientos, logros, no he participado en orgías, no hablo inglés, no me fuí de casa, no pego a mi mujer, no le he sido nunca infiel a pesar de haberlo deseado en multitud de ocasiones, no obtuve premio alguno en ningún concurso de dibujo infantil, ni medallas en las olimpiadas del cole, no fui un crio rebelde, tampoco brillante, no soy pobre, ni rico, ni desgraciado aunque tampoco conozca la felicidad, trabajo pero poco, lo mínimo exigible para que, por no ser, no soy siquiera un vago redomado...

y lo peor es que, a este paso, mi balance a los 70 quedará resumido con mi primer cigarrillo, el nacimiento de mis dos hijos, el triplete del barça y...

quizás este momento provocado por un gran tipo que me empujó a pensar cuan poco importante es la vida de nadie, excepto para él mismo...

un abrazo.

Anonymous said...

que bueno.

Yo sigo luchando contra la pereza.

BT

Aspasia said...

Despues de la lectura de las reflexiones sobre la entrada en los 40, que me han paracido muy interesantes y de los comentarios a la misma, pienso que a mis 53 y con una poca más de experiencia, pero sin el nivel cultural que se desprende delo leido, que la vida es maravillosa, que siempre quedan cosas por hacer y transmitir y que quien pueda hacerlo, como los profesores,escritores, cientificos, artistas,que no decaigan que siempre podran ayudar a quien esta perdido y piesa que en estos tiempos que corren, nada tiene solución, alguna habra si se pone empeño y ganas.