Saturday, October 09, 2010












EL INSOMNIO es una de esas dolencias sobre las que uno sospecha que los médicos van a ayudarle bien poco. Soy poco proclive al esoterismo, de manera que no voy a lanzar soflamas ideológicas contra la medicina convencional. El objetivo de la práctica clínica es sanar, de manera que si uno tiene una bacteria en la válvula del corazón, me parece perfecto que los galenos apliquen los fármacos adecuados para eliminarla. Si el proceso ha dejado dañado el órgano en cuestión, es igualmente aceptable que, tras estudiar las opciones y sus consecuencias, decidan hacer intervenir la cirugía, en la cual no tengo duda de que, por ejemplo en España, la sanidad pública es perfectamente competente.

Claro que tampoco hay que ser extremista. Conocí un tipo con ideas originales que, para fastidiar a sus allegados ecologistas o con propensiones new age, solía predicar en favor de los fármacos. "Cuando tengo un problema, enseguida tomo medicamentos: a mí me gusta la química." A mí, la verdad, no me gusta la química... ni tampoco me disgusta, si me soluciona un problema sin matarme estoy dispuesto a pagar por ella, si no, pues no. El problema de aquel gran defensor de los adelantos de la ciencia es que, a fuerza de llevar la contraria al hatajo de hippies revenidos que eran sus amigos, había perdido la lucidez para entender que si hay algo peor que negarse por sistema a consumir medicamentos es embutirse pastillitas al primer síntoma de picor en los pelillos de la oreja.

Creo que uno debe consultar a los médicos. Si arrastras síntomas persistentes de lo que te parece un resfriado, será un doctor, al menos un buen doctor el que seguramente se percate de que llevas cuatro días pernoctando en un hotel con moqueta, y que lo que se manifiesta como tos y congestión de vías respiratorias es en realidad la respuesta de tu cuerpo a un síndrome alérgico, de manera que, salvo que seas masoquista y te guste estar jodido, lo mejor será que tomes el zyrtec que te ha prescrito. No, mi problema no es ese, mi problema es el mismo que en las anteriores ocasiones de mi vida en que a mi sistema nervioso le ha dado por fastidiarme.





Hace años, en un periodo de alteración psicosomática bastante incómodo, un especialista me diagnosticó un "síndrome de irritación digestiva". Yo no necesitaba tal ejercicio de nomenclatura para saber que lo que me pasaba era que a mi estómago le había pegado por remolonear durante las digestiones. Me prescribió unas pastillas y me dio los consejos al uso respecto al café, el alcohol, el tabaco... todo eso que a ustedes les dicen cada vez que se acercan a una consulta. (No conozco a ningún médico que te aconseje que hagas más el amor, por cierto, y sin embargo estoy firmemente convencido de que es una de las prácticas más salutíferas, siempre y cuando uno lo haga por la misma razón por la que se fuma un habano, es decir, por divertirse, y no por conformar a su pareja o seguir los consejos de una revista tonta que dice no sé qué mariconadas sobre el tantra, los chacras y la interpenetración de los espíritus). No me curó. Lo supe porque seguí exactamente igual hasta que me di cuenta de que era mi cabecita loca la que no funcionaba. Recuerdo que, una tarde en que andaba enfrascado en mi Tesis doctoral y me calentaba los cascos sobre el riesgo de quedarme sin trabajo, opté por salir de casa, entré al Tongoka -que es un bar muy chulo- me bebí dos cervezas, fumé lo que encontré, dije cuatro animaladas con los amigotes y me puse un partido de la champions... Fueron prácticas realmente insalubres, pero al cabo de un rato me di cuenta de que no había ni sombra de irritación digestiva. Había desaparecido por completo. Desde entonces no tuve dudas. Era mi cabeza la que tenía que mandar sobre mi estómago.

No me creo ese rollo también en el fondo muy new age de que "todo es psicosomático". Sí creo que, en muchísimas enfermedades, la disposición de ánimo del paciente determina un tanto por cien muy considerable de las posibilidades de curación, pero cuando te duele a rabiar una rodilla por el reuma, ya puede uno tener, como mi madre, las ganas de sanar de un cíclope, que el dichoso dolor va a seguir recordandonos con cada punzada lo mucho que le gusta compartir su vida con nosotros. El problema no es, como insisten algunos esotéricos amigos míos, eso de que "los médicos no tienen ni idea"; el verdadero problema, creo, es que tenemos el vicio de pedirles demasiado. Saben lo que -con arreglo al actual estado de conocimientos en las ciencias de la salud- deben saber. Por eso sospecho que será inútil visitar a mi médico de cabecera para explicarle que duermo mucho menos de lo que me gustaría.

Dijo Leonard Cohen que lo que diferencia a cada hombre es su manera de "traicionar la revolución". Yo siempre pensé que lo que nos define es cómo reaccionamos el día en que la mirada de una mujer nos revela sin ambigüedades que ya no le interesamos. Hoy estoy más bien por pensar que lo que verdaderamente nos clasifica es nuestro insomnio, ya no tanto sus causas -eso en realidad es trivial, pueden ser cualesquiera- sino la manera de manifestarse en cada uno de nosotros y cómo reaccionamos ante ello.

Así, mi insomnio, sin ir más lejos, es de un tipo peculiar: no tengo problemas -como la mayoría de insomnes- para conciliar el sueño, lo que sucede es que a horas indelicadamente tempranas, cuando al sol aún ni se le pasa por la cabeza arrimarse, un chip en la cabeza me indica que si no abro los ojos llegará el fin del mundo... y ahí se acaba mi aventura nocturna con Morfeo. Todas las recetas para vencer al insomnio, las de la abuela, las de los curanderos, las de los psicólogos, se encaminan preferentemente hacia la conciliación del sueño. Así, uno puede evitar cierto tipo de alimentos o bebidas, aplicar sofisticadas estrategias de relax corporal o simplemente ponerse a contar corderitos... Pero contra el despertar temprano -que así se llama el síndrome que padezco- no me consta que exista nada, seguramente porque es más difícil de entender que el insomnio convencional.

Tengo algunas sospechas respecto al origen del problema: creo que es de orden neurótico, en el sentido más freudiano de la palabra. Mi propensión natural es ser un zángano. Una vuelta de tuerca más en mi juventud a mi indisciplina, un poco menos de vigilancia por parte de mis mayores y yo ahora estaría viviendo en la calle o, en el mejor de los casos, gorroneando de un seguro social o de alguna viuda con pensión regulera. No me habría entregado al crimen porque soy pacífico y acaso algo cobarde, pero tendría en cualquier caso lo que podríamos llamar una vida de informalidad. El día que descubrí que debía adaptarme y pactar y que, una vez interiorizadas las pautas del Sistema, ya no habría descanso, operose en mí el giro mental gracias al cual soy un tipo razonablemente normalizado.






Conozco personas para las cuales hacer una gestión en una ventanilla donde además hay una cola de morirse, acudir al banco, preparar informes, montar un mueble de Ikea, criar niños o buscar una empresa que ponga suelos de parquet, es tan natural y tan sencillo como masticar un chicle. Para mí todo eso es posible, pero no natural, de manera que me supone durísimos ejercicios de autodisciplina. Mi tío Sam, un siciliano muy machote y muy duro, lloraba como una nenaza la noche antes de subirse a un avión, pues tenía pánico a volar; yo estoy muy cerca de ponerme a llorar la noche antes de tener que ir a las oficinas de la conselleria para tramitar la solicitud del sexenio. Me gustaría engañarme a mí mismo y decir que en realidad lo que pasa es que soy un contestatario y un anarquista que se rebela contra la cárcel de hierro de la burocracia y el orden burgués capitalista, pero también se puede interpretar que simplemente soy un mierda.

El caso es que pasan los años y no llevo a cabo el más sublime de mis deseos ocultos: romper con todo e irme a vagabundear con un grupo de okupas. Pasaría hambre y frío, bebería un vino de tetra brik al que no se adaptaría jamás mi delicado paladar y me darían palizas los neonazis, pero al menos no tendría que consultar en el banco la amortización de la hipoteca, ni acudir a reuniones del equipo educativo, ni -lo mejor de todo- no tendría que decir buenos días todas las mañanas a un tipo de mi finca al que en realidad me gustaría aclararle que su sola presencia me despierta arcadas. No son magras tales mercedes, pero tengo la sospecha de que es más prudente mi actual adocenamiento.
El precio es el insomnio.

Cioran dedicó muchos de sus aforismos al mal de la diosa Ate, hija de Zeus, quien castigaba los actos irreflexivos de los hombres privándoles del sueño. Leyendo a Cioran...
"pienso incluso que la pérdida total de la esperanza es inconcebible sin la colaboración del insomnio... los insomnes, esos malditos castigados por crimen de lucidez. Velar es ser consciente más allá de lo soportable, es no poder olvidar, es experimentar la continuidad de lo intolerable. Mientras los que duermen comienzan cada mañana un nuevo día, para el insomne apenas es posible el olvido, puesto que noche y día arrostra sin interrupción el mismo infierno"

...uno se solaza con la impresión de acercarse a la condición de genio. Pero -como todos mis momentos de engolamiento- el solaz se hace añicos cuando recuerdo que la persona más estúpida, más irrespirable y más exasperante con la que Dios me ha concedido la gracia de convivir era una superclase del insomnio, hasta el punto de que pasé largos e irritantes ratos escuchándola disertar sobre la inconveniencia que para un insomne supone comer un conguito de chocolate más allá de las cinco de la tarde. Además, a mí, al contrario que a Cioran, el hastío metafísico no me ha hecho perder las ganas de comer, beber, fumar y holgar, lo que alimenta mis sospechas de que las causas de mi insomnio no tienen que ver con ninguna angustia existencial.





Creo más bien que mi mente está programada para reaccionar ante el miedo a perder la disciplina, a ser expulsado del tren de la normalidad, a despertarme un día y ver que ya no hay hacienda ni trabajo. Van por ahí los tiros, me parece.



Por otra parte, yo no vivo en París como Cioran, de ahí que no pueda entregar mis noches en vela indeseada a caminar por Pigalle para encontrarme con las putas que el rumano frecuentaba, un hábito que da mucho juego creativo a los escritores. Me suelo conformar con encender el ordenador y jugar al frogger, que es un juego de ranas que saltan por una carretera. Banal que es uno.


19 comments:

Anonymous said...

Mi insomnio es más bien del palo itinerante. Me despierto del orden de 5 ó 6 veces por noche. Voy de la cama al sofá y del sofá a la cama. Bebo agua 3 ó 4 veces. Lógicamente también tengo que ir al servicio. Tras cada excursión cojo el sueño enseguida pero no descanso igual. Por otro lado soy de los que algunas noches se despiertan descojonándose de risa, o hablando solo o dando por hecho que el sueño que acabo de vivir debe tener continuidad en la conversación que en ese mismo instante intento mantener con mi dormida y bien dormida E...que por otra parte tiene un sueño profundo, angelical y envidiable.

¿las razones de mi imsomnio itinerante? me gusta pensar que es el rastro de mis 12 años de vida laboral nocturna y atípica...pero de eso ya han pasado otros 10 años y no creo que guarde relación. En el fondo creo que la culpa la tiene Eugenio y su famoso chiste... el del ciclista que cada noche se iba a Igualada...

BT

Mila Solà Marqués said...

Dicen los expertos que dormir es muy importante para restaurar las funciones cerebrales y que se necesitan menos horas de sueño a medida que aumenta la edad. Decía J.L.Borges que "no poder hundirse en el sueño, es el horror de ser y de seguir siendo, es el alba dudosa". La ansiedad parece ser la responsable de que el cuerpo no fabrique melatonina -hormona del sueño- y puede que también lo sea, caer en una especie de dimensión catastrófica de lo real por tener distintas formas de percibir, pensar, sentir, imaginar, soñar o fantasear...Sin embargo hay muchas clases de insomnes -ya incluso Platón hablaba de los perversos, ¿no?- y quizás también estén los sufrientes o los que se esconden bajo la subjetividad respetuosa del orden durante el día y no pueden dormir por la noche porque siguen sin poder afrontar as contrariedades diurnas de lo real.
Ser un 'phantasma' podría ser muy interesante para escribir, investigar o pensar sin la ruidosa cotidianiedad del día. Incluso, si físicamente lo puedes soportar, estar despierto cuando los demás duermen, podría ser el mejor antídoto para la invisibilidad que experimentan los no durmientes durante el día.
No en vano muchos descubrimientos o joyas literarias se han gestado por expertos insomnes.
Un saludo, interesante post -todos duermen...Mila.

David P.Montesinos said...

Me complace verle extenderse hoy un poco más BT. Confirma usted la hipótesis de que cada ser humano dificulta su sueño a su manera, excepto su E., claro, o cierto amigo mío que cuando le pregunto cómo duerme me dice textualmente: "¿yo?, como un ceporro". Yo sospecho que sí tiene algo que ver con pecados que usted cometió en épocas disolutas, por más que haga ya mucho de ellas. Aparte de que Dios le está castigando por ello, debe usted pensar que el inconsciente -que es el que gobierna estos inframundos- tiene memoria. Es como lo que dicen los dermatólogos de la piel, cuyas células "se acuerdan" de los malos hábitos del pasado y se lo sacan a relucir a la gente mucho después.

David P.Montesinos said...

Me parece aún más interesante su comentario, m. Expone usted las causas del mal en cuestión que uno puede imaginar y, con la misma síntesis, postula algún tipo de ganancia posible al respecto. Por mi parte, no sé si mis mejores ideas se me presentan en esas horas inhóspitas en que los fantasmas deambulan a sus anchas por las casas mientras, como usted dice, "todos duermen", pero sí creo que el insomnio es algo contra lo que no se debe luchar, al menos no hacerle frente de forma directa. Mejor disfrutar de la vida durante el tiempo de más que presta...

Anonymous said...

Anonymous said...
Entro aquí para responder a msm, con quien comparto la sensación que dice en su comentario anterior. A mí me pasaba lo mismo, pero ayer encontré esto, que a lo mejor la http://iesmartinisolercastellano.blogspot.com/2010/10/silencio-y-literatura.html#links convence. A mí no mucho:

3:59 PM

Anonymous said...

hombre David, pecados pecados no eran. Yo era panadero y algunas noches empalmaba para poder alternar un poquito. Pero tenga en cuenta que empezaba a las 2'45 de la madrugada. Era una vida al revés que tenía su lado amable. Pocas discusiones, pocos desencuentros, muchas horas por delante para perderse por ahí en solitario. Recuerdo haberme dormido más de una sobremesa en "vivir sin dormir" con algún libro entre las manos mientras la playa desierta se llenaba de sombras...y cobraba forma aquel poema de Estellés en que dos novios descubren un cadáver en la orilla antes de volver a Valencia.

Por aquel entonces yo solía tener un sueño. Uno de esos sueños recurrentes y cansinos. Debía entrar a trabajar a la hora de siempre pero el amanecer me sorprendía dando vueltas en vespa por un laberinto de callejones y huertas que nunca llegué a ubicar con exactitud. Sabía que ya era tarde por la luz del nuevo día pero era incapaz de encontrar el camino de vuelta al obrador...nunca llegaba. A veces incluso el Turia era navegable y el mar batía con fuerza contra el malecón de las Torres de Serranos.

BT

David P.Montesinos said...

No sé por qué pero había supuesto que los motivos de su noctambulismo eran lúdicos. "Vivir sin dormir" es un garito digno de una novela para la gente de nuestra generación, una novela bastante onírica, por cierto.

Si sigue usted estando tan inspirado, BT, dejaré de pedirle que aparezca por aquí y empezaré a exigírselo.

Anonymous said...

No está mal el autoanálisis que hace de lo que usted denomina trastornos psicosomáticos.
Lo que me anima a intervenir no es el hecho de que pueda darle algún remedio- ya quisiera yo que hubiese algún remedio mágico- sino la empatía inevitable puesto que yo también sufro ese insomnio matutino al que por otra parte doy gracias pues es lo que me permite llevar a puerto mis actividades académicas.

Se ve que la angustia no es tan grande que impida conciliar el sueño, pero llegado un momento, cuando algún material que no podemos soportar amenaza con pasar o hacerse visible nuestra angustia es tal que nos despierta y así quedamos: despiertos, despejados y sin tener ni idea de por qué nos despertamos. No le quepa duda de que el síntoma es una negociación entre nuestras instintos y las exigencias de la realidad es el precio que pagamos, usted por las insatisfacciones de su adaptación, y yo, bueno...
Tampoco es de descartar el hecho de que a través del castigo del insomnio purgamos nuestras culpas, porque no creo que el inconsciente tenga memoria, pero si parece que es atemporal con lo cual podemos estar todavía purgando no ya por los pecados de la juventud sino por el mismísimo pecado original. En fin, que la única solución que a mí al menos me funciona, es poder convivir medianamente en paz con todos los demonios y fantasmas que nos habitan. Admitir que la vida está llena de agujeros, que es y somos imperfectos, que casi nada es tal como habíamos imaginado….

Qué gracia el sueño de BT, parece sacado de un manual de psicoanálisis.

Un saludo R.

David P.Montesinos said...

Qué interesante reflexión, R., debo pensar en ella.

Antes debo contarle que ayer aproveché en clase nuestro último debate internáutico sobre Vargas Llosa. Trataba de explicar a los alumnos porque calificar una argumentación como "subjetiva" es en el mundo académico ser crítico con ella. Tenía que explicar el concepto de objetividad en las ciencias.

Comparto su impresión sobre el sueño de BT, me están incluso entrando ganas de analizarlo. Yo tengo un sueño que se repite y que en algún post explicaré con más detalle: descubro con horror que no aprobé dos asignaturas del bachiller y que debo regresar al pupitre, ahora como alumno, obviamente. A partir de ahí se inicia una batalla por aprobar que -como en toda pesadilla- no parece ir encaminada al éxito.

Respecto a su comentario sobre el insomnio, empiezo por decirle que me ha hecho sentir menos solo. Advierto que el síntoma es similar al mío, y sospecho que también lo son las causas a las que usted alude. Tengo mis dudas sobre lo que afirma respecto a la intemporalidad del inconsciente, quizá no lo he entendido bien. Mi inconsciente, ese que se enseñorea de mi cerebro cuando duermo, es un cabronazo pepito grillo que se encarga de recordarme todas las contradicciones que atraviesan mi vida, que son muchas. Y sobre todo, me recuerda mis miedos, el mayor de los cuales es, creo, el de entregarme a la molicie a la que propendo y acabar saltando del tren de la "normalidad" que supone tener una casa, un trabajo, una titulación, una familia...

Creo que necesito un psicoanalista, aunque me han dicho que son muy caros.

Mila Solà Marqués said...

En escritura musical el silencio es un suspirar que capta la atención con una intención prefijada, un silencio que crea expectativas, interrumpe y también engarza. Pero cuando la composición se inicia con un silencio o éste ocupa los tiempos fuertes, se produce un contratiempo que sitúa al silencio en un estado de indecisión -como si fuera el Vacío o la Nada-
Sólo hay que seguir escuchando, sin prisa,a que el sonido se inicie de nuevo,dejando que las indecisiones del autor vayan cobrando forma, se liberen de su memoria, de sus gustos o emociones y nos conduzca al verdadero centro del silencio que es aquel que acalla para abrirse a todos los sonidos...Tus silencios, mi querido Anonymous,son un gran suspiro preludio de lo que escribirás "cuando no puedas aguantarte más y estalles de tantas palabras e ideas..." Abrazo cordial a ambos, Mila Solà M.

Anonymous said...

Hoy he dormido sin parar hasta las 10'20. Algo insólito.

BT

Anonymous said...

Qué interesante este post, y qué interesantes las intervenciones. Creo, como R, que lo mejor es saber convivir con esas contradicciones, con esos instintos que emergen de las profundidades –algunos no tan hondos- y que se tienen que adaptar a la realidad: quiero pero no puedo, puedo pero no quiero… La duda, ese fantasma que nos atormenta y no nos permite dar un paso adelante, dejándonos, en algunos casos, completamente paralizados e incluso, sin poder hacer uso de un buen sueño reparador. Yo me consuelo pensando que “la fe afirma o niega rotundamente; la ciencia duda”. Ejem.

Es curioso, David, yo también he tenido un sueño repetido muy parecido al tuyo: siendo consciente en el mismo de que ya había finalizado los estudios universitarios, todavía tenía pendiente las matemáticas de COU y no había manera de aprobar la asignatura. Me resultaba muy angustioso. Pero, ojo, también he tenido otro sueño en el que la asignatura que tenía pendiente era de 8º de EGB. Y la verdad, no sé qué me está diciendo mi inconsciente a través de esta angustia.

Ah, y como BT, también me he reído mucho en sueños -eso me dicen-, pero éstos nunca los recuerdo.


Isabel Zarzuela

Anonymous said...

No le quepa duda, son carísimos, es como una hipoteca pero sin el interés variable.

Bueno no voy a meterme en una diatriba, pero el inconsciente como instancia psíquica tal y como Freud lo teorizo, es atemporal.
Quizá lo interesante sea poder pensar ante quién nos seguimos examinando, ante qué figuras reales o fantaseadas no conseguimos aprobar y dónde está el límite a nuestra exigencia. Por otra parte, los sueños son un poco el termómetro de nuestro bienestar psíquico y siguiendo con el Dr.Freud, no dejan de ser cumplimiento de deseo.
Usted expresa un miedo a “saltar del tren de la normalidad”,eso es una cara de la moneda, tendrá que darle la vuelta y ver que hay detrás. Como le dije en una ocasión cuando uno se atreve a levantar la sabana del fantasma, ve con estupor que lo que hay debajo no es tan malo como se había imaginado.

R.

David P.Montesinos said...

El silencio, Mila, ejerce en mí una tentación irresistible, por más que quienes me juzgan locuaz creen que bromeo. Pero no, no bromeo, me atraen esos silencios de la música que generan una sugestión como la que tú hábilmente explicas. Traslademoslo a la cotidianeidad.

David P.Montesinos said...

Hola, BT, yo he despertado hacia las siete, me ha parecido tardísimo, casi como en un día de fiesta. Por cierto, es un día de fiesta, pero llueve tanto que casi todos hemos optado por recluirnos.

David P.Montesinos said...

Mi sueño, Isabel, es con la Física y la Química, se ve que me torturan más las ciencias experimentales. Lo de reír en los sueños... a mi madre le pasa mucho, yo creo que no lo he heredado. Besos a Doña Helena y al señor Magno.

David P.Montesinos said...

No estoy seguro, R., de querer levantar la sabana, pero acaso usted tenga razón y el descenso a las cuevas del inconsciente no sea tan temible. Presiento más la cara del miedo que el anverso del deseo, el cual me preocupa menos.

Con lo de asociar el inconsciente al pasado me refiero a que los sueños -pese a que sin duda se sirven en gran parte de la materia prima de la pura actualidad- arrancan del olvido elementos de la experiencia pasada que no suelen comparecer en vigilia. En otras palabras, y en un sentido creo que no distinto al que usted explica, el inconsciente es atemporal en la medida en que los elementos que lo pueblan no envejecen, permanecen incólumes al devenir biográfico del sujeto. Entendemos entonces que la continuidad desde la que se forja la identidad, y que constituyen el pasado como memoria consciente y el futuro como expectativa, la noción de tiempo en suma, se hacen posibles en el dominio consciente.

Gracias por menudear por aquí.

11:25 PM

Anonymous said...

No pensaba comentarlo por cierto sentido del pudor pero llevo dos días soñando lo mismo. Cambia el envoltorio pero no el suceso. Muere mi padre...que en realidad lleva muerto más de 20 años. Es recurrente soñar que vuelve a morir en el presente... pero no dos noches seguidas. Eso es la primera vez que me pasa. Imagino que este post ha tenido algo que ver. Pero...

BT

Anonymous said...

Que sepas, David, que me siento muy identificado con lo que dices en el post. Soy un vago redomado y lo de las colas y las gestiones es superior a mí.

Felicidades por el post.

El Magno.