Sunday, May 20, 2012










EL 15M Y SUS ENEMIGOS

Es fácil entender la aversión que el 15M genera en la derecha española. Ya sabemos cómo suena esta música: perro-flautas, antisistema, grupúsculos violentos...Cuando desde este segmento ideológico no se dispone de las claves intelectuales y éticas para interpretar adecuadamente un fenómeno social, se echa mano de los tópicos más simplistas; si alguien anda corto de existencias, siempre puede reciclarse con un ratito de Intereconomía o La Razón y problema resuelto. Además, y gracias a sus brillantes analistas, si no hay bastante con asociar el 15M con enmascarados con rastas que queman contenedores y lanzan piedras a la policía, siempre podemos decir que tras los Indignados está Rubalcaba, el cual, por lo visto, viene organizando desde la sombra todas las algaradas callejeras contra el PP desde las bombas de Atocha.

El problema de la derecha es que simplemente no está preparada para asumir lo que está ocurriendo, de ahí que ningunee a los Indignados, pues sostiene la secreta esperanza de que esta corriente que tanto le inquieta se vaya diluyendo hasta desaparecer por completo y ser olvidada para siempre. Los referentes de derecha no sirven para explicar por qué atravesamos por la mayor crisis económica en más de medio siglo y, por tanto, tampoco permiten alumbrar la lógica de las protestas que la misma genera. Todo sería más confortable si se le pudiera seguir echando la culpa de todo a Zapatero, pero el poder de fuego de ese arma se ha desactivado sobremanera desde que, tras la toma del poder por Rajoy, se nos vendió la especie de que el Gobierno socialista había mentido respecto al estado de las cuentas públicas. Fuera o no verdad, no tengo ninguna duda de que esto iba a decirse en cualquier caso, ya que se trataba de no cargar con el peso de todas las medidas de recortes en derechos y servicios básicos que pensaba tomar.

Por otra parte, y cuando desde los medios ultra se insiste aún ahora en que la gestión de ZP está en el origen de la crisis -en lo que ésta tenga de producto local-, se advierte demasiado pronto la incongruencia ante casos como el valenciano, donde la ecuación que asocia especulación inmobiliaria, derroche en fastos, corrupción y gobierno de derechas asoma con meridianos contornos.

La derecha, en suma, no entiendo nada del 15M porque jamás aceptará que todos los logros que históricamente han ido configurando unas sociedades más habitables han resultado de movimientos populares. Gobernadas o no por los sabios, son las masas las que han sustituido las antiguas satrapías por estados de derecho, el vasallaje por la ciudadanía, y los caciques por instituciones. Son movimientos como el de los Indignados los que habrán de convencer al mundo de que el modelo de globalización que se está imponiendo es insostenible, de igual manera que han sido corrientes de protesta y reivindicación las que conquistaron la emancipación de la mujer, el sufragio universal, el divorcio, la escolarización universal, el final de la militarización obligatoria o las bodas gays. Los reaccionarios que difamaron insistentemente a sus defensores gozan hoy -ellos o sus hijos- de todos estos logros.

Tengo más dificultades para lidiar con algunas críticas hacia los Indignados que provienen de la izquierda. Sospecho que hay un poso inconsciente muy aburguesado en esos sectores de la progresía bienpensante que se revuelve contra quien ha trasladado el debate de ideas desde los parlamentos, las guaridas académicas o los periódicos hasta las plazas y las calles. He escuchado a personas a las que respeto aprovechar la mínima oportunidad -por ejemplo que cuatro idiotas habían quemado un contenedor- para anunciar su "ruptura espiritual" con el 15M, con el cual en realidad no habían comulgado en ningún momento. Han proliferado calificativos como "inconcreción de propuestas", "utopismo", "falta de organización", "pobre fundamentación ideológica"... Tiene su gracia que esto lo digan personas que creen que votando cada cuatro años se sostiene el orden de libertades. Como si no hubiera que empezar por cuestionar la lógica electoral vigente, como si los partidos fueran instituciones sanamente democráticas, como si los gobiernos nacionales y locales no estuvieran infectados por una corrupción endémica y estructural, como si la prensa fuera independiente... ¿Quieren que siga?

Miren, yo he visto a octogenarios que vivieron los bombardeos de las tropas de Franco sentarse a duras penas en el suelo para participar en una asamblea del 15M porque, desde la legalización del PC o los momentos más activo del movimiento asambleario vecinal de los años de la Transición, no habían tenido tanto la sensación de que la democracia tuviera algo que ver con lo que soñaron durante la interminable noche del tirano.




Nos hemos pasado la vida acusando a los jóvenes de indeferentes, pasivos y consumistas. Siempre me acuerdo de cierto profesor de la Facultad que nos espetó irritado aquello de "tenéis una revolución pendiente". (Sospecho que, mientras sus coetáneos corrían delante de los grises, él andaba por casa, bien calentito en sus zapatillas, tratando de desentrañar las claves de El Capital, una labor por cierto particularmente inútil, pues no hay quien se trague dicho libro, y menos si lo intenta con ayuda de la pelma de Marta Harnecker) Los campamentos han sido un aprendizaje, tienen un valor formativo cuyas consecuencias sólo podrán evaluarse con el tiempo. Quizá parezca una experiencia fugaz, pero, sin olvidar las condiciones locales de España, esta movimiento se integra en una tradición de reivindicación social a nivel mundial que, desde las protestas de Davos, Seattle y Porto Alegre contra la globalización económica, está vertebrando la cultura de resistencia contra las nuevas formas de dominio de la era de Internet.

Que la reacción sospeche de los campamentos de Indignados es normal, pues ser de derechas consiste en aceptar que el dolor y la desigualdad son un precio justo a pagar por la prosperidad y el lujo de determinadas minorías. Si se habla tanto de grupúsculos violentos y perroflautas es porque a la gente de derechas le pone muy nerviosa ver a la gente reunida en asambleas masivas intercambiando ideas. Que eso mismo sea visto con recelo desde la izquierda, eso sí me deja perplejo.

Asumámoslo de una vez: el 15M es el punto de inflexión que da fin a la era de la indiferencia. Los jóvenes se han dado cuenta de que la sociedad que estamos construyendo para ellos tiene toda la pinta de ser una estafa gigantesca. ¿Inconcreción? ¿Utopía? Utópico es creer que se puede sostener una democracia con sueldos de quinientos euros y unos servicios públicos devastados. "Lo llaman democracia y no lo es". Tienen razón, si no queremos verlo tenemos un problema.

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