Friday, October 12, 2012





AUTOAYUDA

Cayó recientemente en mis manos un libro con cierta traza de manual de autoayuda, sí, de esos que te dicen que eso que te pasa de que a veces te das un poco de asco en realidad es porque no te miras con buenos ojos. Los manuales de autoyuda no funcionan por la misma razón por la que no funcionan los psicólogos: no es que digan sólo mentiras o que las instrucciones que proporcionan sean erróneas, es que su ideario se basa en el principio completamente erróneo de que se puede estar vivo sin estar jodido. Por eso no hacen especular con la esperanza más inútil que existe: es posible ser feliz. 

La felicidad es imposible porque el alma humana la asocia indefectiblemente con la eternidad, lo cual se explica por la terrible candidez de no asumir que nuestra condición existencial es la caducidad. No es que seamos efímeros, es que, sin que por lo visto nos queramos dar por enterados, lo que nos constituye es la finitud. Es esa finitud lo que da a la vida el sentido que le atribuimos, lo que somos y lo que creemos ser, el pavor a la extinción y la consiguiente incapacidad para asumirlo. Por lo demás los que escriben libros de autoayuda venden un producto similar al de los psicólogos o las masajistas, querernos y ocuparse de nosotros durante un ratito, lo que, bien pensado, equivale a la única dosis de felicidad propiamente dicha que nos pueden proporcionar nuestros semejantes.


El libro se llama El arte de no amargarse la vida, he consultado algunos tramos, no está mal, tiene su gracia, y lo digo yo que, como filósofo, peleó descarnadamente con todos estos farsantes -incluyo a los curas- por un terrenito en el mercado del espíritu. El Corte Inglés tiene la costumbre de poner la autoayuda en el estante contiguo al de filosofía y al de esoterismo, también llamada en algunos lugares "ocultismo", "new age" o "parapsicología". Refiere el libro de marras cierta parábola de Woody Allen que está muy bien traída. Un hombre pregunta al rabino cómo puede encontrar la paz; el rabino le invita a girar la cabeza y, a continuación., le suelta un estacazo tremebundo, tras lo cual le pregunta: "¿Te parece bastante paz?" La conclusión es que sólo los estúpidos van por la vida calentándose la cabeza para intentar solucionar problemas insolubles. Aquel rabino es en realidad un honesto consejero, pues su brutal respuesta esquiva la artera maniobra habitual en los vendedores de crecepelo: inventar el problema y, a continuación, presentarse como el artífice de la solución. 



Debo aclarar que no tengo nada contra quienes se dedican al noble oficio de buscar respuestas a la pregunta sobre cómo vivir mejor, ser más decente o dejar de navegar a la deriva, preguntas que siempre son más urgentes que la de si Dios existe o si la vida tiene algún sentido trascendente, las cuales, por cierto, sólo surgen -y con ellas las religiones- porque antes nos hemos hecho las preguntas anteriores. A fin de cuentas, los filósofos empezaron a ser de verdad populares, y no simplemente un hatajo de aguafiestas o de charlatanes cuando, durante el helenismo, se entregaron a reflexionar y aconsejar sobre cómo vivir, o lo que es lo mismo, cómo enfrentarnos a nuestra conciencia y qué hacer con nuestros temores y nuestros sueños. 

Y bien, ¿podemos seriamente autoayudarnos? El momento histórico es propicio para formular la pregunta, pues en general a la gente le va de puta pena. No disertaré aquí sobre las medidas políticas que habrían de implementarse para solventar o al menos aliviar el gran problema que nos acucia, que cada vez la mayoría somos más pobres y que las redes que protegen a la gente están cada día más debilitadas. Sí me gustaría no obstante, más allá de la política convencional, decir algo sobre las turbaciones de alma que padecemos. 


Dice Descartes en el Discurso del método que es cuestión de pura sensatez aprender a renunciar a lo propios deseos antes que insistir en la porfía por conseguir que el mundo se adapte a estos. Cuando algunas personas me escuchan citar ese pasaje, cuya genealogía nos lleva desde el racionalismo cartesiano hasta los antiguos estoicos, suelen tacharme de predicar el conformismo. (Creo que alguna novia incluso me dejó por ello). Ridículo: llaman poco ambicioso a alguien sólo porque tiene el coraje de aplicar un principio de acción que le permita mejorar su vida y no pasársela golpeándose la cabeza contra un muro, que es en lo que suelen acabar los tontos y los ciegos. Cargando con las demandas de mi oficio, voy a permitirme darles tres consejos. Seguirlos no le hará feliz, pero le pueden ayudar a quitarse esa cara de desilusionado permanente con la que amarga las mañanas a sus amigos. 

El primero es que deje de pretender que todo el mundo le quiera. Haga usted lo que haga va a granjearse enemigos siempre. No se angustie por ello, quienes nos odian cuidan de una extraña manera de nosotros con una tenacidad dudaríamos en exigir a nuestros amigos. 

El segundo es que renuncie de una vez por todas a la idea de que los políticos -y esto vale, en general, para todos los oligarcas- están ahí para solucionar sus problemas. No saben o no pueden. Yo esto lo intuyo desde hace mucho, pero la evolución de la sociedad en los últimos años nos ha quitado definitivamente el derecho a la ingenuidad. Nos las vamos a tener que arreglar solos. Es duro, pero nos irá peor si no lo asumimos y extraemos las conclusiones oportunas. 


Y el tercero y más importante: no se va usted a hacer rico, cenutrio. Deje de creer que le va a alcanzar el soplido del calvo imbécil ese de la lotería de Navidad, acostúmbrese a la idea de que va a tener que vivir con poco, que las tías buenas sólo le ponen el parasol a los pilotos de Fórmula 1 y que cuando los banqueros le invitan a sumarse a sus planes lo único en que piensan es en sacarle a usted las perras. 

Asuma estos tres consejos, pero sobre todo el tercero, especialmente si vive usted en el País Valenciano y ha creído alguna vez en el paraíso en que los políticos iban a convertir estas tierras. A lo mejor con eso echamos de una vez a la derecha del poder. Con ello vamos a autoayudarnos un huevo. 



8 comments:

Anonymous said...

Y encima nos dicen los psicólogos que, precisamente por esa finitud, por esa fecha de caducidad con la que nacemos, tenemos que saber aprovechar nuestro tiempo presente, no vivir atormentados por nuestro pasado o por nuestro futuro incierto...

Manda huevos.


PS. Buenísimo el ejemplo del rabino. :-)


Isabel Zarzuela

David P.Montesinos said...

Hola, Isabel. Woody Allen tiene con la religión de la que procede una relación tormentosa, de manera que la única solución parece ser la ironía. Respecto a lo que dice de los psicólogos, tiene razón, insisten mucho en este tipo de arengas, algo así como un "carpe diem" postmoderno. Esta bien que nos aconsejen tales cosas, ya me gustaría a mí que no me atormentara mi pasado ni me angustiara el futuro, ya me gustaría...

Anonymous said...


¿Podemos autoayudarnos? Esa me parece una gran pregunta. No sabría qué contestar, aunque de su post deduzco que no. En cualquier caso, la introspección, cuando no es excesiva, siempre ha sido una buena forma de conocimiento personal: cómo me comporto ante determinadas personas o situaciones, cuáles son las razones que desencadenan mi conducta, cómo modificarla en caso de que sea indeseada, qué espero, en definitiva, del aire que respiro... Suponiendo que este método de autoconocimiento fuese válido para responder a estas cuestiones, lo ideal sería que estuviesemos guiados por un profesional de la medicina psiquiátrica, o de la filosofía si ustedes se dedicasen a estos menesteres, pero, he aquí otra gran pregunta trascendental que todo ser humano se hace varias veces en la vida, he incluso varias veces en un mismo día: ¿de dónde saco el dinero?.

La lectura es lo único que nos queda para explicarnos el mundo y a nosotros mismos. La calidad del texto y los gustos del lector son temas aparte.

Usted en su post nos da tres consejos para llevar una vida mejor -autoayuda, al fin y al cabo-: ¿es usted un charlatán?, ¿es este un blog de autoayuda?,... ¿qué quiere vendernos, señor Montesinos? Confiese.

Isabel Zarzuela said...

"La única manera de ser feliz es que te guste sufrir" (Annie Hall) .

¡Bendito espíritu atormentado el de Woody Allen!


Nos veremos el jueves, David.

Abrazos.


PS. Por cierto, sus últimas intervenciones en el blog de Justo Serna son para quitarse el sombrero.

David P.Montesinos said...

Estimado amigo anónimo, le he de agradecer en primer lugar su comentario, que me parece que lleva más carga irónica de lo que parece a simple vista. A la pregunta ¿de dónde saco el dinero? no puedo contestarle, y si pudiera seguramente no se lo diría. Respecto a las otras tres, pues mire, sí, soy un charlatán, me ha pillado. Desconfío de los libros de autoayuda por una razón muy sencilla: estamos condenados a autoayudarnos, cuando pedimos ayuda a un "especialista" entonces ya empezamos a asumir que necesitamos algo más que nuestra propia fuerza de voluntad. Advertimos que nuestro criterio no es fiable y pedimos que se nos asesore. Lo más curioso es que el libro en cuestión resulta que es bastante bueno, incluso me atrevo a aconsejarlo.

David P.Montesinos said...

Gracias como siempre por su generosidad conmigo, Isabel. Sí, creo que nos vamos a ver mañana, y cierto amigo común va a tener que fastidiarse y no se va a escaquear de la intervención pública como hizo recientemente en la presentación de Covers. Estoy seguro de que lo pasaremos bien escuchándole a él y a los demás participantes. Nos vemos pronto, pues.

Anonymous said...

Hola David, aunque sigo leyendo asiduamente tus post, por razones que no vienen al caso, no encuentro el tiempo para incluir comentarios...
En contra de lo que proclamas en este caso pienso que la razón fundamental de la existencia del hombre es la busqueda de la felicidad. Ya en 1930 Bertran Russell publicaba su ensayo "La conquista de la felicidad" en el que, entre otras cosas, venía a decir "La felicidad puede ser alcanzada si ahondamos en las aspectos esenciales que configuran nuestro ego" y monstraba el camino a recorrer...
Me considero "un incorregible optimista" y, como dice al principio del libro del mismo nombre Jean-Michel Guenassia "prefiero vivir de forma optimista y equivocarme, que vivir en el pesimismo y tener siempre razón".
Es frecuente que veamos la realidad "filtrada" a través de los modelos mentales que vamos construyendo de la misma y simplemente cambiando "el filtro" las cosas pueden aparecer de otra forma.
David pienso que existen otros mundos y estan en este...
José Luis

David P.Montesinos said...

Me citas un libro magnífico, querido José Luis, lo leí hace una eternidad, y me alegra acordarme de él gracias a ti. La idea de Guenassia es sumamente sugerente, me induce a la reflexión. Sospecho de la felicidad seguramente porque yo no la he conquistado -parafraseando el título de Russell-, o quizá sí la he encontrado en ocasiones, pero creo aquello que decía Montaigne: "aprender a gozar de los placeres de la vida incluye saber que son caducos". Me permito citarte otro libro que acaso conozcas, "Historia de un idiota contada por él mismo", cuando aún merecía la pena leer a Félix de Azúa. En este libro construye un relato autobiográfico como si su vida hubiera consistido en el delirio de buscar el contenido de la felicidad. "Yo abominaba, al final de mi investigación , del contenido de la felicidad. Yo me consideraba un hombre DESDICHADO Y LIBRE. Y ese estado de felicidad y desdicha me parecía el único refugio decente para quien no desea engañarse acerca de su función en el mundo". Me identifico mucho con este pasaje.

Un placer, querido. Espero que vayan bien los asuntos en los que andas.