Saturday, October 20, 2012








EL NUEVE MENTIROSO

Unas horas antes de iniciarse el España-Francia los expertos debaten sobre las ventajas de jugar sin delantero centro. La sabiduría de los más finos estrategas aconseja fingir que tienes un ariete que no lo es, digamos que sólo lo simula. A tan sugerente figura se le denomina "nueve mentiroso". La retórica futbolística ha dado lugar a metáforas tan ingeniosas como "defensa escoba", "carrilero", "enganche" o "trescuartista", pero ésta del nueve mentiroso arrastra una connotación moral que convierte al individuo que la desempeña en una figura sospechosa, el producto de una treta perversa urdida en la pizarra de un fétido vestuario. Recuerdo a aquel amigo de la infancia que dijo que quería ser portero. También habría podido contestar, cuando nos preguntaban qué queríamos ser de mayores esperando que dijéramos médico, cajero de banco o abogado: "Yo quiero ser un nueve mentiroso"

No termino sin embargo de verle mayor maldad a este truco de entrenador. Si he terminado disminuyendo las atenciones que toda la vida he dedicado a este juego del fútbol es por la convicción, cada vez más atosigante, de que está habitado por desaprensivos. De hecho he comprobado que algunos de las peores hijos de perra que traté en mis años mozos han terminado buscando su fortuna en las oficinas de los clubs de fútbol, los despachos de los managers o las delegaciones federativas, por no hablar de la tropa que llena los estadios o la prensa especializada.



Siguiendo la lógica del Dante, situaría el mundillo balompédico en el círculo más profundo del infierno de no ser porque existen los políticos. Comparado con los procedimientos comunes en las estancias de los partidos políticos, la treta del nueve mentiroso es poco más que una broma de chiquillos. En la política el simulacro es por definición intolerable, sin embargo nos la encontramos como clave constitutiva de ese gran escenario por el que deambulan los profesionales del Poder obsesionados con obtener votos y ganarse un puestecito de por vida. 

En las últimas semanas asisto a frecuentes debates sobre la cuestión catalana. He participado en alguno de ellos. Quedo insatisfecho, sospecho que nunca enfocamos la cuestión correctamente porque los protagonistas de la escena nos están timando. ¿Independencia? ¿Federalismo? ¿Unidad sacrosanta del Estado? No es que no estemos ante un problema serio: el derecho de las comunidades a autodeterminarse y, en el trasfondo, la necesidad de deliberar sobre qué modelo institucional diseñamos para propiciar la convivencia. Me cuesta mucho sintonizar con los sentimientos secesionistas porque los nacionalistas de toda índole que conozco tienden a deslizarse demasiado a menudo hacia actitudes tan reaccionarias como el patrioterismo, la insolidaridad, el etnicismo o el segregacionismo, sin que termine nunca de vislumbrarse un proyecto realmente consistente para transformar la sociedad y hacerla más justa, pacífica e igualitaria. No excluyo de esta caracterización, todo lo contrario, a los prebostes de la derecha española, los cuales hablan sobre la unidad de la nación para calificar despectivamente de quimérica cualquier alternativa que no se ajuste a la suya, como si sólo hubiera una manera correcta de identificarse y todas las demás fueran impostadas o perversas. 

Apasionante debate, sí, el pequeño problema es que no termino de creérmelo. No es que me parezca un asunto baladí, ya lo he dicho, es que su omnipresencia en los medios, en los hogares y en las barras de los bares me resulta demasiado sospechosa. Esta cortina de humo resulta tan eficaz para algunos políticos como nefasta para los intereses de los ciudadanos. 

La velocidad a la que actualmente se agranda la brecha social en España resulta aterradora. Las cifras del paro -que por cierto no son simples cifras- es intolerable, y cada vez se destejen más rápidamente las redes desde las que protege a los ciudadanos mediante la sanidad y la educación. ¿Y al otro lado del Ebro? Exactamente lo mismo, aunque por aquellos andurriales el nueve mentiroso -para más señas Leo Messi- hace auténticas diabluras con unos defensas rivales que nunca saben por donde les va a salir el muchacho. Estamos siendo gobernados por unos señores que no sólo son unos ineptos. Además son unos farsantes.Y nosotros les dejamos. 

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