Saturday, March 09, 2013






¿POR QUÉ LE LLORAN?

Jamás me gustó Hugo Chávez. No me divertían sus bravuconadas, no me reí con sus chistes gruesos y testosterónicos contados al son del séquitos de palmeros que se calentaban a su lumbre y que ahora acudirán a adorar su cadáver momificado. No creo que fuera un buen gestor, pues quien se rodea de aduladores porque no soporta la discrepancia no sólo se equivoca, está condenando a hacerlo hasta el final porque ha estrangulado la posibilidad de rectificar. Tampoco reconozco en Chávez el perfil de eso a lo que llaman un gran estadista. Tal cosa fueron Abraham Lincoln, Charles de Gaulle, Olof Palme... quizá incluso Barack Obama, ése del que el canciller venezolano dijo que tanto le había decepcionado. Chávez fue un líder de masas y una celebridad enormemente carismática, esto es incuestionable, pero un estadista es otra cosa.


No me gustó Chávez y, por consiguiente, difícilmente habría de simpatizar con el chavismo. Resulta aventurado pronosticar un largo recorrido futuro para una corriente constituida a partir de un personaje. Bolívar, Marx, el Che Guevara, Castro, el mejunje ideológico se termina de aderezar con toques de emotivismo sobreactuado muy de culebrón, todo con un trasfondo de militarones que se sublevan en cuanto las cosas no son de su gusto. Caudillismo hispanoamericano con todo el atrezzo de tiranía caribeña cuya escenografía arrastra resabios de las novelas de García Márquez, Asturias o Vargas Llosa. Nos hemos reído alguna vez con la mascarada de Aló, Presidente, el show televisivo que parodia el juego de la política, la democracia directa que defendieron con tanto honor los antiguos atenienses convertida en un reality.   


No ayuda mucho a matizar esta perspectiva la actitud de algunos izquierdistas radicales particularmente obtusos, que aplauden el liberticidio considerándolo parte de una revolución social, o se exhiben impermeables al debate porque las críticas siempre provienen de los medios de la burguesía, el imperialismo y el gran capital. Dijo García Márquez, quizá el hispanoamericano en quien más confío, que, habiendo conocido a Chávez en el momento de su emergencia, no terminó de resolver la duda de si se encontraba un héroe revolucionario o ante uno más de los tiranos de América. Después, muy sensatamente, no quiso pasar más por Venezuela: "sé que van a usarme". ¿A qué bando se refería? A los dos, claro. 


No me gusta Chávez, lo he repetido, pero... Y ese "pero" y los puntos suspensivos que le siguen abarcan un espacio demasiado amplio como para no asomarse a él. La ambigüedad a la que Gabo ser refirió hace quince años capturaba la esencia del caso Chávez. ¿Por qué lloran su muerte tantos venezolanos? ¿Por qué tanta gente en Hispanoamérica le considera un santón contra los opresores del mundo? El criterio de las mayorías no es nunca por sí solo un argumento definitivo en favor ni en contra de nada. Recientemente los españoles eligieron mayoritariamente un gobierno que parece cada día más atravesado por la incompetencia, el servilismo y la corrupción. Y quizá ese se encuentre aquí la clave de nuestra falta de perspectiva. El mapa ideológico en que los europeos hemos educado nuestro imaginario político vuelve insoportable el modelo caudillista que el chavismo proclama a voz en grito con una puesta en escena que raya la obscenidad. Acaso sea éste mucho más nuestro problema que el de los pueblos de América Latina. 

En uno de esos libros que deberían leerse en las escuelas, Las venas abiertas de América Latina, Eduardo Galeano nos dijo algo que deberíamos recordar especialmente en estas horas: "¿es América Latina una región del mundo condenada a la humillación y a la pobreza? ¿Condenada por quién? ¿Culpa de Dios, culpa de la naturaleza? ¿No será la desgracia un producto de la historia, hecha por los hombres y que por los hombres puede, por tanto, ser deshecha?" 

Lloran a Chávez porque tienen miedo a lo que venga después. Venezuela tiene, como casi todos los países de su entorno, millones de pobres. Quienes con razón temen quedar definitivamente excluidos, convertidos en simples parias, creen en el chavismo porque creen que con cualquier otro les habría ido peor. Violencia estructural, machismo institucionalizado, persecución de la libertad de expresión, acoso a la discrepancia, corrupción, clientelismo... Es posible que el chavismo haya dilapidado las rentas del petróleo -clave de bóveda de su proyecto- en todo aquello que le sirva para perpetuar en el poder una oligarquía alternativa a la de los antiguos caciques, pero oligarquía  a fin de cuentas. 


Pero no estoy nada seguro de que la Venezuela con la que sueñan los enemigos más acérrimos de Chávez haya de parecerse en la práctica a la democracia moderna y madura que promete. Me gustaría que alguien me convenciera. Mientras tanto, muchos irán a llorar al mausoleo. Lloran porque tienen miedo. Y son millones. 

2 comments:

Justo Serna said...

Sr. Montesinos. Me quito el sombrero. No se puede decir mejor ni más claro. Por supuesto faltan otros elementos: propiamente el populismo (algo que no es equivalente l caudillismo). Pero, ya digo, exacto.

Abrazos

David P.Montesinos said...

Hola, Señor Serna, y gracias por su elogio. Faltan no muchos, faltan casi todos los elementos porque no hay en este escrito mucho más que la mirada de urgencia de quien no sabe de Venezuela mucho más que lo que le ofrecen los periódicos y lo que le han contado algunos amigos de por aquellas tierras, por cierto no excesivamente afectos, como es fácil suponer porque de lo contrario seguirían viviendo en Caracas, al régimen chavista. No he pensado demasiado en la diferencia entre los dos términos a los que usted hace referencia. No son lo mismo, no, sospecho que el populismo es un mal más traducible a nuestro contexto... Y sobre todo uno de nuestros grandes riesgos. "Pospolítica" he leído que llaman últimamente al modelo Berlusconi, que de alguna manera les ha vuelto a ganar la mano a todos en Italia, incluyendo a quienes, como Grillo, parecen haber encontrado su éxito en el deslizamiento hacia la antipolítica. Qué complicado, tengo últimamente la sensación de que mucha gente bien educada se está quedando sin los referentes en que nos prepararon para entender el mundo.