Saturday, July 06, 2013

ALBELDA



Sociólogos o antropólogos nos informan con rigurosa objetividad científica de la función que los mitos han tenido en las comunidades. Yo soy algo reticente a este rigor porque sospecho que, por definición, los mitos se internan en los recovecos más oscuros e irracionales del alma, y también acaso porque detecto que yo mismo no soy en absoluto invulnerable a su hechizo. Sabemos que los mitos refuerzan la cohesión de la comunidad, vertebran la identidad colectiva, alimentan la lengua común y dan sentido a las liturgias en las que el hechicero convoca su memoria para que las personas sientan que no caminarán solas mientras conserven la impronta de los fundadores de la tribu.

Hegel atribuía ese poder civilizador al cristianismo, pero olvidaba que, más allá de la obediencia a la que los santos invitan con su martirio, las culturas –empezando por las paganas- no han otorgado la gloria a los sumisos, sino a los guerreros. Es posible que el aire de los tiempos no propicie el gusto por la épica, y que nos hayamos creído esa convicción ilustrada de que volver a los mitos es recaer en la infancia. Pero a poco que escarbamos en nosotros mismos, advertimos la impostura que hay tras el totalitarismo de la razón. Tras nuestras elecciones, tras cada uno de los momentos en que nuestra integridad moral se ha puesto en juego, se proyecta la alargada sombra de un viejo cantar de gesta.

He sentido una especial debilidad por David Albelda desde hace muchos años. No se asusten, no voy a hablar de fútbol, no exactamente. Nunca amé demasiado el virtuosismo, Albelda es otra cosa, quizá es la imagen más exacta de lo que yo quise ser desde crío, aunque -¿qué creían?- mi escepticismo de adulto no ha suprimido mi capacidad para conmoverme ante los personajes admirables. Quizá el hombre al que ahora han despedido sin honores, desde el silencio de un callejón infame, sea el futbolista más valioso que el Valencia ha tenido desde Kempes. Éste sí fue un virtuoso, por eso movía multitudes; Albelda es un luchador: yo le he visto en el mismo partido peleándose con los contrarios, con el árbitro, con un público hostil mientras repartía instrucciones entre sus compañeros y les llamaba a resistir, a afrontar todas las dificultades para llegar hasta la gloria. Los libros sobre coaching y liderazgo informan poco de esto, acaso hay en ello algo demasiado primitivo, acaso los sentimientos que desencadenan sean demasiado incontrolables.
 
La trayectoria de Albelda le acerca a la maldición de los héroes trágicos. A aquellos personajes señalados por el destino en el antiguo teatro griego, Nietzsche les atribuye el poder de indicarnos el caos y la injusticia de la existencia, ante lo cual el dilema es  o rendirse o luchar y resistirse hasta el encuentro con la muerte. Hace algunos años, un oligarca gordinflón al que su papá regaló un equipo de fútbol, se sirvió de un delirante esbirro extranjero para destruir al empleado que le molestaba por su mirada altiva. Entonces, ante el ídolo caído en desgracia, salieron del armario todos los resentidos que antes permanecían en silencio ante los triunfos del equipo que Albelda lideraba. Con la caída en desgracia del líder emergió lo peor del alma plebeya: el rencor, el resentimiento, el espíritu cainita con el que los miserables toman venganza del labriego que, lejos de la humildad que se espera de los siervos, levanta orgulloso su mirada y se niega a postrarse ante los mandarines. 

Albelda denunció un día a quienes intentaban humillarle, lo hizo como única manera de defender su honor y el pan de su familia ante unos jerarcas -pobres diablos en el fondo- a los que los envidiosos jalearon. Albelda no es un simple futbolista, es una categoría moral, por eso existe el “antialbeldismo”. Sería inimaginable una infamia tal en Barcelona con Carles Puyol, pero en Valencia Saturno tiende siempre a devorar a sus hijos.

Unos años después, cuando solo una minoría de obtusos insistía ya contra todas las evidencias en el rencor, un nuevo presidente, uno de esos tipos engominados que se apoderan de los clubs de fútbol sin que nadie les vote y desde la más innoble lógica de los negocios, se sirvió de otro esbirro para acabar, ahora ya sí definitivamente, con el viejo testigo incómodo. ¿Razones? Ninguna, ni deportiva ni económica. La razón es la cobardía, y por eso resulta inconfesable.  Quizá hayan hecho bien, porque la presencia de Albelda pone sobre la mesa la profunda medianía de quienes se han cargado de una tacada una leyenda que duraba quince años, una eternidad en unos tiempos donde lo efímero y la deslealtad escriben en una prosa insípida la historia de las colectividades.


En algún momento Aquiles nos recuerda que su único propósito es permanecer para siempre en la memoria de los pueblos. El destino ya ha determinado que a quienes se conforman con que les humille nadie habrá de recordarlos, como también olvidará sin remedio a quienes se desembarazan de los héroes en la vergonzante ventaja de la nocturnidad. David Albelda ya es una leyenda, quedará para siempre en ese misterioso rincón de la memoria donde viven nuestros héroes para siempre.    

13 comments:

Anonymous said...

Claro que sí, Albelda es un héroe. Salgamos todos a la calle a celebrar sus proezas. El mundo necesita de personajes como él.

De hecho... yo mismo no hago nada sin preguntarme antes ¿Qué haría Albelda? ¿A quién votaría? Reconozco ser un fanático de Albelda. Es una leyenda.

David P.Montesinos said...

Sinceramente me importa bien poco a quien vota Albelda y qué marca de dentífrico usa. Vamos a los estadios para presentir cierta épica. La controversia enconada que siempre despertó Albelda es una prueba de la repercusión que ha tenido en la sociedad valenciana su figura. Siento que a usted no le guste, pero no es precisa la ironía.

Anonymous said...

No pretendí que se sintiera incómodo con la ironía, mi estimado Montesinos, soy incapaz de hallar la épica en todas esas acciones remuneradas a partir de 500.000 euracos y cuya culminación no cura, alimenta o transmite conocimientos de cierta enjundia.

Me agrada cuando habla de futbol u otras cosas mundanas, siempre es un placer cuando se percibe que un amigo (aunque sea cibernético) está a gusto, feliz, si no es suponer demasiado. Sin embargo, no puedo dejar de pensar al leer tu post, cuanto mejor nos iría si la ciudadanía se conglomerase en menos peñas futbolísticas y se interesase más por asociaciones ciudadanas en pos de controlar de cerca a quienes nos gobiernan.

David P.Montesinos said...

Le agradezco infinitamente la aclaración. Me agradan sobremanera las controversias, me incomodo sin embargo con el sarcasmo; ahora descubro que no se trataba de eso y que le malinterpreté, insisto en el agradecimiento, más incluso de lo que acaso se imagina.

Siempre he tenido cierta debilidad por este juego tan extrañamente hipnótico para muchos, y que deja sin embargo indiferentes a muchos otros, y eso que se ganan. La estoy perdiendo, como dice Cioran del tabaco, "me cuesta entender que algún día aquel cigarrillo que ahora me produce tanto hastío pudo llegar a ser mi dios". El fútbol es uno de los mayores timos de nuestras sociedades, no tengo duda de esto. Creo que no es el juego en sí, que me sigue pareciendo hermoso, sino lo que han hecho de él quienes en cualquier predilección de las masas encuentran la oportunidad perfecta para un negocio que se puede ir exprimiendo y exprimiendo hasta llegar a escenarios tan surrealistas que cualquier persona sensata como usted no puede por menos que reírse de la candidez de los timados.

Debo no obstante añadir una información para intentar ganarme su indulgencia. Mi abuelo hizo Mestalla, el estadio que ahora intereses inmobiliarios están a punto de derribar. La sombra de su celebridad en Valencia fue tan grande durante mi infancia -esa época donde uno es tan impresionable- que siempre esa institución -me refiero al Valencia CF- me pareció que tenía algo sagrado, un poco como eso que parece que les ocurre a los vizcaínos con el Athletic y con San Mamés. ¿Lo adivina? Albelda tiene algo de reencarnación de mi abuelo, es una imagen fruto de mi fantasía calenturienta, pero no puedo evitarlo.

En esa misma línea, pero más allá de esta ridiculez del fútbol, me asiste cierta inclinación idólatra que me hace buscar en otros -jueces, periodistas, políticos, compañeros de trabajo, intelectuales, madres coraje... qué sé yo- aquellas virtudes a las que me gustaría acercarme, seguramente porque creo carecer de ellas. Quizá sea esta mi manera de no sucumbir a la prosa del mundo y el cinismo.

Comparto lo que dice del activismo social y político, le aseguro que estoy metido en asuntos reivindicativos de largo recorrido... Lo que pasa es que cuando salgo de una reunión o se da por concluida una manifestación suelo entregarme a ciertos divertimentos ligeros. Qué le vamos a hacer, el fútbol era uno de ellos, pero cada día me divierte menos. Gracias por dejar explicarme.

Anonymous said...

“Ha habido siempre en mi naturaleza un defecto capital: el amor que he sentido por lo fantástico, lo venturoso, lo épico…aquello de lo que se hizo comercio siendo un sentimiento”

No se imagina cuanto he aprendido de y con usted, David.

David P.Montesinos said...

En determinados momentos a uno le debilitan los elogios, a mí, en este preciso momento, que no es para mi vida nada venturoso, le llegan como el oxígeno.

David P.Montesinos said...

Por cierto, la frase ya podía sonarme, no he tenido más remedio que hacer el cutre un poco y recurrir a google: Miguel Bakunin. Quizá los anarquistas se equivocaron, midieron mal el alcance de sus pretensiones y perdieron demasiado tiempo discutiendo entre sí y con otras fuerzas de izquierda... Pero a estas alturas ya puedo decirlo: ninguna corriente de pensamiento y acción me ha inspirado tanto, ninguna ha puesto tanto cemento en la construcción de mi visión del mundo. Decía Cioran que todo iconoclasta derriba sus ídolos para entregarse a sus restos. Creo que mi negativa a seguir siendo anarquista va por ahí, digo que ya no soy de los suyos porque no puedo desprenderme de ellos del todo.

Anonymous said...

“Todos los rebeldes desean ser colonizados”

Me debe una reflexión sobre la anarquía; según sus propias palabras: esa ideología condenada “interesadamente al olvido”

“Consideraciones filosóficas”. Aunque supongo lo has leído, te lo podría enviar en pdf, ipub, max etc

Un abrazo, maestro.

Anonymous said...

PD; no sabes la “inyección” moral que supone para mí que alguien como tú se “confiese” tan abiertamente influenciado.

Es un honor discrepar contigo, siempre lo ha sido.
Leerte es algo más que un privilegio, es una ventaja, amigo mío.

David P.Montesinos said...

Se la debo, y como diría aquel alcalde impagable que interpretaba Pepe Isbert, "se la voy a pagar". Deme unos días, el anarquismo, su historia, sus fundamentos, su viabilidad actual y su apertura al futuro lo merecen sobradamente. El texto al que se refiere debo repasarlo, ya me queda demasiado lejos en el recuerdo, suelo manejarme mejor con "Estatismo y anarquía", pero es un reduccionismo estéril, le sigo el consejo y recupero las Consideraciones, será un placer hacerlo. Y sí, tiene razón, yo dije eso que usted me recuerda, y lo sigo pensando. Déjeme explicarme... sólo unos días, por favor.

David P.Montesinos said...

Sea o no la siguiente intervención de la misma persona, el honor y el privilegio son míos.

Anonymous said...

Ciertamente produce cierta satisfacción encontrar alguna brizna favorable a David Albelda, creo que la sociedad deportiva se deja influenciar con demasiada vehemencia de la opinión vertida desde diferentes puntos cardinales del periodismo deportivo? y objetivo?, se achacan demasiados errores a David Albelda, a saber:

1. Hacer del vestuario un coto.
2. Denunciar al club.
3. Filtrar información a periodistas afines.
etc.
Todo errores extradeportivos.

Albelda es humano, y como tal es imperfecto, como todo el resto de la humanidad, las diferentes escalas de valores personales, nos abocan irremediablemente a ello.

Un personaje público está siempre en el escaparate de la opinión del ciudadano de a pie.

He defendido a Albelda, pero como jugador, no he encontrado nada parecido en el futbol español en los últimos 3 decenios. Solidario en el campo, consciente de sus limitaciones técnicas, tácticamente perfecto, siempre atento al repliegue, dando la cara por sus compañeros, realizando coberturas en ambas bandas, sacrificio, honradez, y carácter.

Nunca me ha interesado la vida extradeportiva de los jugadores, quizá porque no hay nada que destacar ni reseñable y mucho menos enriquecedor, me gusta diferenciar y remarcar ese aspecto.

Me causa estupor e indignación el continuo giro de 180 grados de la masa social y deportiva?, esa que eleva a los altares a jugadores con dos o tres gestos en el verde, y no sabe perdonar otro tipo de actuaciones.

Se marcha otro grande del VCF por la puerta de atrás, como tantos otros, la marcha Albelda pone punto y final fin a una generación de futbolistas que nos devolvió la sonrisa, nos hizo la vida un poco más fácil, que bonito es ganar y llevar con orgullo el nombre del equipo con el cual te identificas y compartes las celebraciones, esas en las que Albelda era el epicentro de las mismas, jaleado por esa afición, que no supo, quiso ni intentó perdonar.


PEPELU.

David P.Montesinos said...

Empieza a preocuparme estar tan completamente de acuerdo con alguien. ¿Sabes? Yo creo que se ataca sobre temas farragosos e indemostrables porque todavía no se ha dado una sola razón deportiva para el antialbeldismo, ni se dio cuando el koemanazo, que tanto dividió al valencianismo, ni se ha dado ahora, cuando una de las mayores leyendas del club se ha marchado -como ya ha pasado otras veces- por la puerta de atrás. Un placer, Pepelu, y ánimo, lo que estáis haciendo me parece que merece muchísimo la pena, máxime cuando "Últimes vesprades en Mestalla" -el nombre ya lo indica- está durando más, bastante más, de lo que esperábamos todos.