Saturday, November 30, 2013


LAS ÚLTIMAS HORAS 
DE RTVV

A las tres de la madrugada dejó de emitir la radio, la señal fue cortada sin más; el locutor y sus invitados se percataron mientras hablaban al micro de que sus voces ya no estaban en el aire, que ya sólo eran prédicas en el desierto de la desesperanza. Durante las horas posteriores los empleados fueron arracimándose en las oficinas, pasillos y platós de la televisión a la espera de que se aplicara la solución final. El episodio de Paco Telefunken, un tipo cualquiera que alcanzó sus quince minutos de fama renunciando a encender la pira, el ridículo de la policía atrancándose con las puertas, la entrada  en el recinto acordonado digna de una peli de Bond de la presidenta de las víctimas del metro, las últimas consignas cantadas a coro mientras se acercaba el desenlace... España sigue siendo un país a medio camino entre el Quijote y las comedias de Berlanga, es imposible asistir a un acontecimiento trascendente -y sin duda terrible- sin que en algún instante nos entre la risa, tal sucede por ejemplo cuando leemos a Justo Serna en La farsa valenciana.  

No reprocharemos a la gente de Canal 9 que montara este espectáculo porque, después de todo, fue un espectáculo edificante, un momento histórico, dado que el valor simbólico de estos últimos minutos de emisión se adivina inmenso, como todo lo ocurrido en el ente desde que el gobierno autonómico anunció la sentencia. 

Antes de echarnos a llorar, y por más que la clausura de RTVV merezca algunas lágrimas por muchos motivos, me pasa por la cabeza la cantidad de trabajadores de cualquier ramo que cada día se abrazan emocionadas en España a sus compañeros porque un ERE los acaba de poner en la calle. Estos no disponen de una tele para indignarse ante el mundo, tampoco pueden lanzarse a la sociedad la advertencia de que debe movilizarse por salvarles, con aquello de que "somos imprescindibles". 

Tampoco la corriente de empatía que surge con quienes se niegan en público a arrodillarse ante los mandarines debe dejar de lado que estos mismos rebeldes no se cargaron de tanta dignidad el día en que el primer ERE les cayó encima a los viejos empleados de la cadena, la mayoría de los que entraron por oposición y siempre fueron refractarios a la repugnante manipulación cotidiana ordenada desde la Generalitat. Ahí callaron, y no recuerdo lloros televisados de los cesantes, simplemente se silenció la injusticia, lo mismo que RTVV ha hecho tantas veces con las víctimas del metro, con la gente del Cabanyal, con aquella oposición parlamentaria que parecía condenada a no existir. Toda esta patraña nauseabunda, que ha convertido los medios informativos públicos de la Comunitat Valenciana en un epígono de los del franquismo, ha sido tolerada sumisamente por los trabajadores del Ente durante muchos años. 

Alguien dijo en los últimos segundos de vida de Canal 9 aquello de "¿hasta cuando la sociedad valenciana va a seguir permitiendo que...?". De acuerdo, los ciudadanos del País Valencià llevan muchos años sosteniendo mayorías absolutas de un hatajo de corruptos, megalómanos delirantes, gestores negligentes, marujillas de convento y pijos de mierda... De acuerdo, lo sabemos muy bien, el PP no encarna un liberalismo razonable a la europea ni nada por el estilo, es más bien el resultado del cruce entre el componente autoritario y oligárquico del franquismo y la amoralidad de corte berlusconiano que tanto ha lucido en diputaciones y alcaldías de la "California del Mediterráneo" en estos años infaustos. Vale, pero nadie ha hecho tanto como Canal 9 para desmovilizar a la sociedad valenciana y convencerla de que aquel bluff tenía el aroma de las tracas, las paellas, los fastos y los billetes. Finalmente aquella burbuja nos estalló, condenándonos a la ruina a todos... aquella burbuja solo olía a mierda. 

Me sigue asaltando sin embargo una misteriosa complicidad con los empleados de RTVV que hoy pasan a engrosar la cola del paro. Creo que en este último mes, y muy especialmente durante la mañana del viernes, asistimos a lo que en términos estrictos es un reality show. Los lloros, los gritos, la indignación que se corta en el ambiente... Personas que acaban de sufrir una durísima experiencia pierden el miedo a la cámara y hacen y dicen lo que les parece... La gente expectante, congregada ante la tele esperando a ver qué pasa, Paco Telefunken temblando de miedo y gloria ante la multitud, la policía con pasamontañas, las emociones que rompen todos los diques impuestos por la lógica preprogramada del medio televisivo. 

Hay una insospechada grandeza en los últimos días de Canal 9.  Si no has vivido con dignidad, al menos sé capaz de morir con dignidad. Estoy seguro de que ni el propio Fabra podía esperar algo así, cosa explicable teniendo en cuenta que Fabra, además de un tipo de pocas luces y no más entereza que la de un vulgar esbirro, es solo un pobre correividile del poder central. (La orden sale de Génova, ¿qué nos pensábamos?). 

Quizá el gran apagón nos haga entender por fin que la derrota electoral del PP, que por fortuna parece cada día más irreversible, no es sólo cosa de alternancia, es una cuestión de pura higiene política. El cierre de RTVV, no tanto por lo que fue sino por lo que supone carecer de un medio público tal en una comunidad autónoma como la valenciana, tiene pinta de ser la puntilla a dos décadas de un gobierno que ha devastado la región. 

Me gustaría pensar que no es solo porque ya no podremos ver La Alquería blanca.                                                                                                                                                                   





No comments: