Saturday, April 19, 2014


LA INMORTALIDAD DE GARCÍA MÁRQUEZ

"Muchos años después ante el pelotón de fusilamiento el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde en que su padre le llevó a conocer el hielo." Se me ocurre en este instante pensar en qué últimos recuerdos pasaron por la mente de Gabriel García Márquez antes de morir... Y pienso igualmente en mí, ¿qué recordaré cuando me halle ante el pelotón? Quizá aquella tarde a las afueras de Mestalla donde mi abuelo nos esperaba a mi padre y a mí, con el Seiscientos abierto, sonriente porque el Valencia había ganado, o aquellos toldos blancos y negros del edificio de enfrente del colegio, símbolo de la fortuna que envidiaba de quienes no tenían que pasar sus días encarcelados en un aula, o aquel rompeolas donde nos sentíamos inmortales...

Fui un lector disciplinado de García Márquez. Por algún motivo -esa bulimia compradora de libros que uno termina no leyendo pero protege contra las tempestades en su interminable biblioteca, una misteriosa intuición que le dio a entender que en aquel tipo renegrido y con bigote se encontraba un Faulkner latinoamericano- mi padre se hizo con todas sus novelas y libros de cuentos escritos hasta el ochenta y tantos, cuando le dieron el Nobel. Decidí leerlos uno por uno, supe que iba a ganarme la condición de lector de novelas con aquellos libros. Fui tanteando por un territorio narrativo algo entrecortado pero fascinante, desde el que ya empezaba a asomar el universo de Macondo. Los tres días en los que, por fin, le hinqué el diente a Cien años de soledad, fueron acaso los más placenteros y fascinantes de mi vida hasta entonces.

Descubrí un mundo nuevo en aquel relato tan complejo y a la vez tan redondo, tan perfectamente cerrado sobre sí mismo y a la vez tan ambiguo y lleno de guiños, aporías y dobles sentidos, pero al tiempo aquel territorio salvaje donde todo era tan joven que las cosas aún no tenían nombre tenía el sabor de algo muy antiguo, aquellos cuentos que tanto nos fascinaban cuando éramos niños y aún sabíamos escuchar.

García Márquez representa muchas cosas para la literatura universal, y no tengo ninguna duda de que sus textos figurarán en los análisis al costado de los más grandes. Será la escritura de la soledad de Hispanoamérica, el grito ahogado del dolor, la pobreza y la violencia, el ánima quijotesca, rabelesiana y hasta bíblica que se presiente entre las páginas de sus obras más osadas y enérgicas. Todo esto es verdad, pero para mí Gabo será para siempre el hombre que sabía contar, y que además disfrutaba haciéndolo.

Hay algo que echamos cada día más de menos en este mundo donde parece haberse abaratado la licencia para creerse dueño de una historia que contar, donde desde los periódicos, las redes sociales o los e-book se nos relata cualquier cosa y nosotros la leemos con prisa y sin demasiada atención: faltan las grandes historias, los relatos como los de antes. No quiero marcianos ni superhéroes reunidos, espero que alguien sepa relatarme como un hombre casi enloquece empeñado en desenterrar un barco encallado desde tiempos inmemoriales y la aventura adquiere proporciones épicas.
Ha muerto uno de los mayores fabuladores de la Tierra. "Ésta es, incrédulos del mundo entero, la verídica historia de la Mamá Grande, soberana del reino de Macondo, que vivió en función de dominio durante 92 años y murió en olor de santidad un martes del septiembre pasado, y a cuyos funerales vino el Sumo Pontífice". Igual al Papa le da por pasarse, a fin de cuentas también es sudamericano, tendría su ironía.

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