Wednesday, January 22, 2020

EL PIN PARENTAL

Hará como cuarenta años que Jean Baudrillard ya dijo que asistíamos a la defunción de la política. El efecto supernova, según el cual las estrellas brillan más que nunca con su última explosión, invadiéndolo todo con su luz, se cumple aquí hasta sus últimas consecuencias. 

Basta ver el programa de Ferreras en la Sexta para creernos la panoplia de que hoy la política lo invade todo. ¿No será justo al contrario? Quizá precisamente porque nos han birlado la política a los ciudadanos, ésta se encarna en una escena con más efectos especiales que nunca. Despolitizadas las masas, la política oculta su extinción convertida en un luminoso simulacro. Como en  Las Vegas, la ciudad de la política recoge hoy toda su propia historia convertida en una serie de fetiches de mal gusto, desde el fascismo a las luchas obreras pasando por las guerras o, entre nosotros, la mismísima Transición, la Monarquía o los tiros de Tejero en el Congreso. A los ciudadanos se nos permite apostar de vez en cuando, aislados ante una máquina tragaperras en la que la banca termina ganando siempre. A eso le llaman elecciones. 

El juego de Vox con el pin parental responde a esta lógica. Es, como otras de sus "propuestas", un espantajo y una ridiculez que invita a preguntarse si realmente se la creen. Pero al hatajo de mediocres y fracasados buscavidas que han trepado en el Partido más tonto, cutre y casposo desde Jesús Gil, estas memeces les sirven para "brillar", aunque sea en un espectáculo tan esperpéntico como el que se nos ofrece últimamente desde el Parlamento. 


No perderé demasiado tiempo en replicar una ideología que cae por su propio peso. Lo siento por los que temen el regreso del fascismo. No me sale adoptar circunspección porque esos caballeros son tan cómicos como una película de Berlanga. 

¿De quién son los hijos? ¿De verdad que este es el tema de debate?
"Unos comunistas no van a decirme a mí cómo he de educar a mis hijos". ¿Habláis en serio, chicos? Inventan atrocidades que supuestamente hacemos en las clases porque no se atreven a plantear la verdad: en escuelas e institutos públicos enseñamos a los niños que la diversidad sexual es una condición de la democracia. Leanse la Constitución, cenutrios. Y sí, en mi clase se castiga a quienes insultan a los maricones y a los marimachos. También explicamos que es bueno saber que una mujer puede evitar quedarse embarazada. Lo demás lo inventan mentes tan enfermas como las de aquellos inquisidores que atribuían a las insumisas las orgiásticas prácticas de ayuntamiento con el diablo que ellos imaginaban en su calenturienta fantasía. Son estos los auténticos depravados. Por eso exigen que no se condene a las manadas de violadores. 


No se dejen engañar. La especialidad de la derecha española es provocar focos de batalla estériles para tenernos distraídos. Entretanto, el Presidente Sánchez comparece en Davos, sede de las élites del capitalismo mundial. Yo le formularía algunas preguntas que me preocupan más que las patochadas de Vox. O mejor, las dirigiría a los oligarcas que, en esa montaña nevada y protegida por legiones de policías, se reúnen entre canapés y champán para decidir cómo seguir fomentando la desigualdad en el mundo sin provocar las iras de la plebe. 

Por ejemplo... 

¿Qué hacemos con los paraísos fiscales, esos sumideros por los que se desliza la riqueza que producen las multitudes en favor de unos pocos?

¿Es posible modernizar aparatos fiscales como el español para operar una auténtica redistribución de la riqueza?

¿Qué hacemos con la economía sumergida y el precariado?

¿Cómo podemos garantizar el futuro de la seguridad social y las pensiones?

¿Podrán nuestros jóvenes construir sus vidas dignamente y no vivir en permanente riesgo de pobreza?

¿Vamos a regular la inmigración de forma justa y eficaz o vamos a dejar que sigan muriendo en el mar mientras los países europeos envejecen dramáticamente?

¿Pensamos combatir de verdad el cambio climático o vamos a seguir con medidas cosméticas e inoperantes porque los amos del mundo no quieren pagar por lo que ensucian?

¿Hay alguna manera, más allá de las medidas más torticeras de corrupción política, que ser mujer en el mundo no equivalga a vivir en peligro?

¿Vamos a obligar a Amazon, Google, Netflix y compañía a pagar impuestos en los países donde se instalan con beneficios colosales?

Son solo unas cuantas preguntitas de entre las muchas que se me ocurren. Pero, claro, el problema es el pin parental. No se dejen engañar, solo es la ocurrencia de cuatro majaderos.   

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