Thursday, January 16, 2020

LA ASIGNATURA DE RELIGIÓN Y LA ENSEÑANZA CONCERTADA. ALGUNAS MENTIRAS MUY REPETIDAS.

La Iglesia Católica es una institución con un enorme poder económico y político en España. Ese poder no se lo otorga la fe ni la generosidad económica de su feligresía, sino los Acuerdos con la Santa Sede que, aprobados unos meses antes de la Constitución, prolongaron el Concordato firmado entre el Gobierno español y el Estado Vaticano un cuarto de siglo antes, en plena dictadura franquista. 

La anomalía democrática que supone el mantenimiento de tales acuerdos se advierte en la lectura de los célebres puntos 16.3 y 27.3. de la Constitución, los cuales garantizan y protegen la libertad de conciencia y de práctica religiosa, pero en ningún caso determinan la existencia de la asignatura de Religión en las escuelas públicas ni la financiación estatal de las escuelas religiosas. Esta extraña contradicción por la cual se sostienen prácticas inconstitucionales después de cuatro décadas de democracia se explican porque, si bien el horizonte constitucional es laico, el del Concordato es propio de un estado confesional. Solo la falta del valor de los distintos gobiernos socialistas -el que sí tuvieron para legalizar instituciones como el divorcio, la interrupción del embarazo o el matrimonio gay- explica que la anomalía religiosa subsista en España. 

En vistas del anuncio de la derogación de la Lomce por el gobierno de coalición, es cuestión de tiempo que el Episcopado organice a su ejército para lanzarse a una batalla que va a ser tan incruenta como ya amenazan las distintas fuerzas parlamentarias de la derecha, esas con las cuales la Iglesia se alía sistemáticamente a lo largo de la historia de España. Ese ejército es numeroso y disciplinado, pues le va mucho en este conflicto. Lo componen los "liberados" del gran sindicato, sacerdotes y monjas, entregados a una causa que es la suya, pero también los clientes, es decir, los millones de españoles que envían a sus hijos a escuelas concertadas pertenecientes a las órdenes religiosas. 

No vamos a tardar en ver golpes de pecho y escuchar toda suerte de mentiras y atrocidades. Mi propuesta es acudir a la batalla con el único armamento democráticamente legítimo: la razón y la verdad. Y por lo que a mí respecta, pese a que no soy excesivamente optimista, estoy dispuesto a afrontarlo con entusiasmo. 

Primera mentira que no vamos a dejar de escuchar. Le ponen un nombre tomado de la tradición liberal: libertad de elegir. De entrada, presenta una artera trampa semántica: la libertad siempre es "de elegir", sin elección no hay libertad. Se esgrime la libertad de conciencia y el derecho a educar libremente a los hijos como si en nuestro país alguien negara la posibilidad de inscribir a los niños en colegios privados y, por tanto, sometidos a un ideario específico y gestionados con criterios de empresa privada. Lo que no se dice es que lo que en realidad exigen es que usted y yo, es decir, los contribuyentes, financiemos dichos establecimientos, a los cuales ya no debemos denominar "privados", pero tampoco "públicos", pues pese a depender de la financiación estatal, se gestionan desde criterios mercantiles. 

El sistema propicia entonces la existencia de todo tipo de prácticas discriminatorias. La financiación institucional de un procedimiento tan anticonstitucional como la segregación por sexos, que se da en centros de élite -muchos de ellos vinculados al Opus Dei-, suscita escándalo, pero solo es una pequeña parte de la trama. Los colegios concertados cobran cuotas de dudosa legalidad y segregan a su alumnado desembarazándose con peregrinas razones del alumnado indeseado por razones de status económico, comportamiento disruptivo, raza, extranjería, dificultades de aprendizaje, problemas motóricos... La tendencia que predomina es la de que tales alumnos sean reconducidos hacia centros públicos. La pretensión final es la existencia de una red de alta calidad frente a una escuela pública entendida como beneficencia. Se trata, en suma, de sostener y fomentar la desigualdad y el clasismo. Todo muy evangélico, como ustedes pueden observar. 

La segunda gran mentira tiene que ver con la asignatura de Religión, entendida como materia de adoctrinamiento que se imparte por profesores elegidos por los obispos, con los criterios que podemos imaginar y que nada tienen que ver con los me permiten a mí impartir clases de Filosofía. No tengo nada en contra de que se enseñe cultura religiosa en mi instituto, con predominio curricular -somos europeos- de la herencia viva del cristianismo, cuya presencia en nuestra civilización es colosal. Yo mismo me ofrecería para impartir dicha asignatura. Pero no esto lo que la Iglesia pretende, ni es lo que impuso la Ley Wert. 

Se argumenta que los alumnos no están obligados a dar Religión. Faltaría más, no estamos en el Yemen, y el nacional-catolicismo, impuesto con sangre durante el Régimen durante cuarenta años, ya se ha dado por extinto. La trampa está en que, por mor del Concordato y la presión de la jerarquía católica, la asignatura debe tener una alternativa, pues esa jerarquía sabe perfectamente que si los alumnos que no dan clase de catecismo -pongamos por caso a últimas horas de la jornada escolar- pudieran marchar a casa, la asignatura ofertada se quedaría sin alumnos. Hay pues que imponer una asignatura de castigo para los infieles. Esa asignatura se llamó durante años "actividad alternativa", "estudio asistido" y similares mangarrufas. 

Con Wert experimentó el asunto una nueva vuelta de tuerca, obviamente con la intención de satisfacer las demandas más radicales de la Conferencia Episcopal. Convirtieron la Religión en asignatura "normal", tan valiosa como las matemáticas, y alternativa a la Ética, lo que se acompañaba de la desaparición de la  polémica Educación para la Ciudadanía. 

¿Efectos? Se me ocurren dos. 

-La Religión cuenta para incrementar notas medias y obtener con ello becas y preferencia en las notas de acceso a la universidad. Como la instrucción que reciben los profesores de Religión es poner un sobresaliente por decreto sin necesidad de dar un palo al agua en clase, nos encontramos con que muchos alumnos desechan optativas en bachiller como Francés, Psicología o Informática para obtener el 10 gratis y adelantar a sus compañeros en las medias. 

-En la ESO, donde la alternativa es Valores Éticos, los alumnos que escogen Religión se quedan sin estudiar los fundamentos racionales de la acción moral. Esto supone que un alumno puede pasar todo su trayecto académico sin plantearse los fundamentos raciones de la ética... Solo conocerá -cuando no ven películas, que es lo que hacen normalmente en clase de Religión- los principios de Verdad Revelada desde los que se sostiene el problema del bien y del mal en el contexto de la fe.   

No creo en Dios. Es más, tengo la desfachatez de saber, con absoluta certeza, que solo es una leyenda. La vida, que es muy astuta, me ha enseñado no obstante que la fe ayuda a muchas personas a ser nobles y virtuosas. Jamás aceptaré que un estado se declare ateo y se conculque un principio tan básico como el de la libertad de conciencia. No se dejen engañar. No es eso lo que defienden los Rouco Varela y Cañizares de turno, de hecho creo que la libertad de pensamiento les molesta particularmente. Se encomiendan a esa panoplia porque lo que pretenden es mantener unos privilegios intolerables. 

Podemos luchar. Y podemos seguir consintiendo que la tacañería de los fieles sea compensada por el conjunto de la ciudadanía, que habrá de seguir consintiendo muchos privilegios que -pensemos por ejemplo en el IBI- van más allá de la cuestión educativa. Si elegimos esta opción, mejor dejar de quejarnos por tener una democracia de baja calidad. Ustedes deciden.  


No comments: