Wednesday, January 29, 2020

NO SE VAYAN

Iba a titular "Economía" a este artículo, mas he caído en que me gusta que me lean, de ahí que me haya conformado con pedirles -con este "no se vayan"- que aguanten al menos hasta el segundo párrafo. 

No soy persona autorizada en la materia, ni mucho menos. Me esfuerzo, sí, soy tenaz dentro de mi torpeza, y hace tiempo que estoy especialmente atento a lo que dicen o publican personajes como Joseph Stiglitz o Paul Krugman, entre otros. La razón es que he llegado a la conclusión de que si el mundo de las ciencias económicas, como el del Derecho, está ocupado por reaccionarios, ello no es porque lo económico y lo jurídico sean intrínsecamente de derechas, sino porque la derecha ha tomado la inteligente medida de volverlos en su favor. De haber entendido esto hace treinta años es posible que no me hubiera hecho filósofo, no lo sé. Pero ahora ya es tarde... y en cualquier caso siempre puede uno atender a lo que dicen economistas tan talentosos como Krugman, al que dedico este artículo. 

Permítanme alguna consideración previa. De entre las ciencias sociales, la Economía es la que parece menos "humana", pues está fuertemente sometida a procedimientos cuantificacionales. Y, sin embargo, trata sobre algo que hacemos los humanos, algo que, por cierto, incide decisivamente en nuestras vidas. Aquí llega el problema: la Economía se sirve de métodos propios de las ciencias exactas e incluso experimentales, pero, como trata con humanos, que son por definición imprevisibles, sus predicciones son sumamente precarias y falibles. La cura de humildad que supuso la Gran Recesión, catástrofe que los expertos no detectaron a tiempo, no ha bajado los humos de muchos gurús de la economía -no hay más que oír a algunos-, pero sí ha extendido un considerable descrédito social sobre la capacidad de los economistas para ayudarnos.

Hablemos de Krugman, Nobel de Economía en 2008. Le valoro porque, aparte de la virtud de ser claro en sus explicaciones, tuvo el valor de explicar a los líderes mundiales, empezando por Bush jr, que los Estados tenían el poder y la obligación de acabar con la crisis. Su biografía es sinuosa, pues llegó a formar parte del círculo de asesores de Reagan, y además trabajó para la Enron, poco antes de que la empresa empezara a protagonizar monumentales escándalos. Aun hoy se define como un "moderno liberal", pero mi sensación es que estamos ante un socialdemócrata de manual. Se le considera el gran azote del Gobierno Trump. Le aprecio por ello, pero todavía más porque, dentro de la ciencia económica, es junto a Stiglitz una bestia negra para los neoliberales de la Escuela de Chicago. Comparto con Naomi Klein la decepción con Krugman por haber abandonado a Bernie Sanders en las primarias demócratas que, desgraciadamente, acabó ganando Hillary Clinton. Pero mientras hay vida se puede rectificar. 

Me referiré a una entrevista reciente publicada en El País. Viene bien porque, pese a su brevedad, le da para hablar un poco de todo. Creo que hay que escucharle. Con ocasión de su último libro, "Economía zombi. Economía crítica y la lucha por un futuro mejor", define la entrevistadora a su autor como "el economista más expuesto de nuestro tiempo". Me place esa adjetivación. La valentía es una virtud, lo es más en un académico. Pero otra cosa es el partidismo, que para Krugman es en muchos casos la antesala de la deshonestidad, ya que en los periódicos se tergiversan -dice- continuamente los hechos para satisfacer intereses mezquinos.

Krugman perdona la vida al Gabinete Obama, que se manejó dentro de parámetros económicos adecuados, pero "hay muchas cosas que no pudo hacer porque no tenía el poder en el Congreso". Esos parámetros, incluso en lo que pudieron tener de pragmáticos, han huido del Gobierno, desde donde se actúa como si ideas ya definitivamente fracasadas siguieran siendo válidas. 

El mal viene de muy atrás. Con la Era Reagan empieza a hundirse la solidaridad entre los trabajadores y se crean las bases para un incremento constante de la desigualdad, de ello "nunca nos hemos recuperado". No todo es culpa de la globalización, que ha mejorado la situación de economías tradicionalmente pobres, pero también ha incrementado las dificultades sociales en muchos contextos, empezando por el norteamericano, lo cual explica en gran medida el actual éxito de Trump. El auténtico problema está en la tecnología, que ha triturado sectores productivos otrora tan potentes y con tanta capacidad de creación de trabajo como el del carbón en los EEUU. Que el conflicto sea inevitable no significa que el problema arranque de normativas medioambientales o -añadiría yo pensando en Trump-, de la inmigración. 

¿Hay soluciones desde el Partido Demócrata? Krugman valora positivamente el desplazamiento hacia la izquierda que viene experimentando últimamente y subraya la trascendencia de candidatos como Warren o Biden, además de, por supuesto, el citado Sanders. 

¿Habrá otra crisis? Siempre las habrá. No sabemos cuándo ni qué la provocará, pero la incertidumbre que realmente angustia al Nobel es la de no saber si seremos capaces de responder a ella. Es aquí donde Krugman subraya la distancia entre la etapa Trump y la de Obama: "en 2008 había gente inteligente lidiando con la crisis, ahora EEUU tiene a Trump". 

¿Y el cambio climático? Krugman cree firmemente en la amenaza y en la exigencia de actuar antes de que sea demasiado tarde. El diagnóstico vuelve a ser escéptico respecto a las posibilidades de la política en relación a la nación que en teoría domina el mundo: "podríamos haber llevado a cabo una acción efectiva, pero en lugar de eso tenemos en el gobierno a un negacionista". 

Creo que, de momento, no me voy a cansar de leer a Paul Krugman. 

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