Wednesday, November 18, 2020

MUERTE A LA ENSEÑANZA DE LA ÉTICA

 


No es casualidad que la materia de Ética venga impartiéndose en enseñanzas elementales y medias desde tiempos remotos. Sin ánimo de remontarme a los antiguos griegos, es conveniente, como sucede a menudo, encontrarnos con los ideales de la Ilustración, que son -quiero creer- los pilares que sostienen la civilización contemporánea. Gracias al rigor y la maestría del viejo Kant entendimos que el lugar de la Ética ya no era el que le destinaba el monacato medieval: la fundamentación de las virtudes teologales. Entendida como respuesta a la pregunta por el deber, la Ética ocupa el lugar de la acción libre y gobernada por la Razón. 


Podemos pretender entonces que las clases de Ética están destinadas a deambular hoy por el desierto, pues creemos vivir en un mundo gélido y desprovisto de sentido, donde los valores de lo virtuoso buscan refugio en la subjetividad de cada individuo, lo que equivale a eliminarlos del espacio de lo público. Más a mi favor, precisamente porque la reflexión sobre el ethos en el contexto presente es contracíclica, necesitamos de ella más que nunca. 


Conviene informar a los legos sobre algunas cuestiones que nos permiten entender mejor lo que aquí hay en juego. 


Felizmente superadas las tinieblas de la Dictadura, España debió pasar a una condición de Estado laico que nunca se consumó de facto, de ahí los  privilegios de los que sigue gozando la Iglesia Católica. Al menos dejamos de ser un Estado teocrático, por eso los estudiantes podían elegir no dar la asignatura de Religión. La presión de la jerarquía curial obligó a la administración a elegir entre el adoctrinamiento evangélico y la materia de Ética, lo que en la práctica, convertía esta última en una asignatura de castigo para quienes no aceptaran ser adoctrinados por un piadoso "profesor" enviado por el obispo de turno. 



Antes de que en la etapa Rajoy la Ley Wert recuperara el antiguo dilema entre Ética y Religión, provocando una simpática regresión que nos hizo sentir a todos más jóvenes y más idiotas, la Ética había sido recluida por el PSOE a la condición de asignatura de dos horas en 4º de ESO. Bien, al menos dejábamos de ser castigo para infieles y se superaba el absurdo de que un alumno que diera Religión no tuviera derecho a conocer los fundamentos racionales de la ley moral... como si por el hecho de abrazar la fe uno quedara automáticamente exento de la reflexión racional sobre el problema del bien y del mal, que es a fin de cuentas de lo que va la Ética. Con el delirante Wert volvimos a la casilla de salida... Lo que no entiendo es por qué han tardado tanto en acabar con su infame legado. 


Bien, creo haber presentado los términos del problema. Vamos al siguiente escándalo, en este caso provocado por el gobierno socialista, que arrastra históricamente una especial afición a pasar como el caballo de Atila sobre todas las disciplinas filosóficas. La idea de la Ministra Celaà es cargarse la Ética. Si la sustituirá por alguna materia de nombre estúpido lo ignoro, pero hay precedentes. La cuestión es por qué. 


Veamos. Hay un primer factor que siempre está presente y al que no atendemos suficientemente. Los gobernantes suelen tener la patológica aspiración de dejar su nombre en la historia poniéndole a las materias algún nombre ridículo y de aire tecnocrático como "Emprendimiento", "Educación ético-cívica" y gilipolleces similares. Lo de "Ética", ya se implantó hace dos mil quinientos años, y ellos no van a ser menos que Aristóteles, un pobre hombre que deambulaba por el ágora vestido con túnica. Es como llamar a un hijo "Balian" o "Daenerys", lo que equivale a hacer cargar a un inocente con tu ridícula voluntad de distinguirte y ser original. 


Sigo. Cuando gobierna la derecha, el objetivo de minimizar la Ética se dirige a reimplantar el principio pre-moderno según el cual el problema de los valores debe inspirarse en la Palabra Revelada y no en la Razón, que parece ser cosa de ateos irredentos. 



¿Y la izquierda? ¿Por qué acosa a la asignatura? Pues miren, yo creo que el problema tiene que ver con ese prejuicio al que antes me he referido, según el cual la pregunta por el deber y la virtud no hace sino sumirnos en abstractas reflexiones metafísicas... Es mucho más práctico y rentable ventilarlo en "soluciones técnicas". Preguntada sobre el particular, la simpar ministra contesta que la Ética es una "materia transversal", que es como decir que no le cae mal pero que prefiere que no la impartamos porque le parece una pérdida de tiempo. 


No soy conspiranoico, no creo que Celaá sea tan lista como para decidir que si los ciudadanos reflexionan demasiado sobre la decencia descubrirán que ella, como la mayoría de sus compañeros de profesión, no está a la altura. Lo que sí sé es que ese es finalmente el efecto que se consigue, es decir, evitar que proliferen los librepensadores, pues para pensar ya están ellas, y lo que a nosotros nos toca es obedecer, producir y consumir.  



Lo curioso es que después, cuando preguntamos por qué la sociedad es violenta, injusta y reaccionaria, la gente contesta que faltan valores éticos y que debería intensificarse su presencia en la enseñanza. Yo creo que sin Ética no solo seguiremos teniendo gobernantes deleznables, lo que conseguiremos es cargarnos la democracia misma. 


Concluyo con Rousseau: "Renunciar a nuestra libertad es renunciar a nuestra calidad de hombres, y con esto a todos los deberes de la humanidad". (Rousseau, Jean-Jacques, "El contrato social", 1762) Piensen en ello, por favor. 

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