Thursday, October 14, 2021

FIERAS CORRUPIAS






No es probable que la posteridad otorgue su gloria a Fernando Sánchez-Dragó por la valía de su ingente obra literaria, pero hay que reconocer que sus programas televisivos nos brindaron algunos episodios impagables. Muchos de ustedes recuerdan la borrachera de Arrabal, seguro que sí. Pero, ya ven, a mí me mola más aquel en el cual Manuel García Viñó lidió violentamente con Vicente Molina-Foix, concluyendo la contienda fuera de cámara con un bofetón de aquél a éste.

Viñó ya murió hace tiempo y ni siquiera el libelo que él dirigía, “La fiera literaria”, continúa publicándose. En cuanto a Molina-Foix, ha comentado en alguna ocasión que aquel fue un episodio penoso y que no es buena cosa que a menudo, cuando se habla de él, se le recuerde por este trance y no por sus textos.

Miren el video, tiene su enjundia. Un anciano con signos evidentes de enfermedad mental escarnece sin motivo aparente al contertulio… Le grita, le insulta, trata de convencerle de que es un mal escritor y, lo más llamativo, dice que puede “demostrarlo”. Lo de acabar con una hostia es casi lo de menos: si se pudiera matar con las palabras, Molina-Foix no habría sobrevivido al “coloquio”. Tuvo razón el escritor en su respuesta: García Viñó se comportó como lo que probablemente era, un fascista. El motivo fundamental por el que sospecho que Dragó le convocó es que tanto en La fiera como en diarios muy de derechas se dedicaba a defenestrar insistentemente a los novelistas más celebrados del país.

A quienes conocían La fiera literaria no debieron sorprenderles tales maneras. El objetivo principal de esta publicación era demostrar que Javier Marías era el peor escritor de la historia. Desataban también largas secuencias de insultos y desafíos a Elvira Lindo, Antonio Muñoz-Molina, Almudena Grandes o Juan José Millàs. No me olvido de Arturo Pérez Reverte, otra de sus fobias declaradas. Claro que don Manuel no se limitaba a los escritores en nómina de Prisa: también cargaba sin piedad contra el star system de otros gigantes editoriales, de ahí sus feroces diatribas contra Eduardo Mendoza o Carlos Ruiz-Zafón. Las malas lenguas interpretan que la final caída en desgracia de Viñó tiene que ver con que molestó a ciertos prebostes del mundillo mediático, y no me refiero a Prisa.




A través de Wikipedia he sabido que el tal Viñó fue también un prolífico literato, con largas incursiones en materias dispares como la poesía, la novela o el ensayo. Solo los títulos de sus obras ya prometen un aburrimiento sin fin, pero creo que no emplearé mis próximos años de vida en comprobarlo. Mi conclusión es imaginable: un escritor fracasado que se hace célebre insultando a colegas con éxito es, por encima de todo, un envidioso.

Su mayor invención como crítico es, por lo visto, la” lectura acompasada”, que consiste en copiar fragmentos de escritores muy leídos para demostrar que hacen un uso incorrecto del castellano. Así se entiende lo que en el video -pueden comprobarlo ustedes- le dijo en un tono muy aseverativo a Molina-Foix: “puedo demostrar que usted es un mal escritor”.

Bien. He consultado algunos de esos pasajes en La Fiera. A veces son hasta divertidos. Y no es que no tenga razón ocasionalmente: supongo que a veces Javier Marías cae en ciertos usos lingüísticos discutibles. El problema es que si yo no adoro al autor de “Berta Isla” no es porque Viñó y otros fanáticos del rigor académico me hayan “demostrado” que es un mal escritor... El problema es más bien que nunca consigo entusiasmarme con sus tramas, con sus personajes, con su sentido estético, con su ámbito de preocupaciones, con su visión del mundo… Marías me deja frío, más o menos igual que algunos de los autores a los que odiaba Viñó. Sin embargo, discrepo radicalmente en otras fobias, por ejemplo la que toma como diana a Eduardo Mendoza, quien a mi entender alcanza cimas literarias con novelas como “La verdad sobre el caso Savolta” o “La ciudad de los prodigios”. Podría hablar de los demás citados, de mis impresiones respecto a cada uno de ellos, pero yo, al contrario que el señor Viñó, no me considero un experto literario.

Desconfío de la posibilidad de “demostrar” que X o Y son malos escritores. Yo he oído aseverar de forma concluyente que Hemingway es un escritor nefasto, pero, qué quieren, a mí me encantan “Por quién doblan las campanas” o “El viejo y el mar”. He leído incluso críticas hacia el manejo del castellano supuestamente descuidado de Cervantes en el Quijote, pero a mí don Miguel consigue cautivarme en cada página.
















¿Algo más? Sí, ha de haber algo más. De lo contrario no tendría sentido referirse a un personaje y una publicación cuya difusión solo es explicable por el morbo de ver cómo se insulta a celebridades y, sobre todo, por esa obsesión por desacreditar al Grupo Prisa que la derecha española arrastra desde hace más de treinta años. A mí la causticidad de un viejo resentido puede no decirme gran cosa. Pero, verán, con independencia de si nos gusta más o menos Javier Marías, la cuestión es si realmente hay algo de verdad en la opinión central de Viñó, según el cual el mercado literario ha convertido la novelística española de los últimos cincuenta o sesenta años -se dice pronto- en una absoluta impostura. De entrada no creo que sea malo que haya un mercado literario, me parece inevitable. ¿Legiones de autores injustamente postergados? Seguro que sí, aunque si leen la singular la lista que hizo La fiera de las mejores novelas españolas del siglo XX, igual les pasa como a mí, que me invita a pensar que en el mundo hay mucho flipao y mucho imbécil empeñado en parecer original y profundo.

… Y aun así, la pregunta tiene sentido: ¿cuanto de impostura hay en lo que con gran esfuerzo inversor promocionan Planeta o Prisa? A los espabilaos de La Fiera les pone enfermos Marías. A mí me parece un bluff Ruiz Zafón. (A Marías les parecemos imbéciles todos, dicho sea de paso). No sé, una vez me dijo un músico que los Rolling Stones eran unos “músicos mediocres”.  Pues será así, pero a mí, que no sé ni solfeo, me parecen geniales. Lo que intento decir es que la celebridad, dentro y fuera de la literatura, es siempre sospechosa o, como dijo Rilke, “una suma de malentendidos”. Y sí, la industria literaria nos ha dado a truhanes como Fabio Coelho o Pío Moa. Pero también nos ha dado a Luis Landero, no lo olvidemos.

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