¿POR QUÉ FILOSOFÍA?
Demasiadas cosas hay en mi vida que me empujan a olvidar –siquiera de vez en cuando- el componente pasional de la tarea filosófica, ese “philein” de la etimología que revela del concepto un intenso potencial amoroso… Filosofía como acto de amor…
He conocido verdaderos idiotas en todos los ámbitos de la vida: hay idiotas típicamente paletos en los pueblos y petimetres típicamente urbanitas en las ciudades, hay egos insoportables entre los artistas y psicóticos pesados como ruedas de molino entre los científicos, tengo colegas de profesión que no merecen ni un gramo del respeto que se creen en condiciones de exigirle a sus alumnos y he conocido adolescentes que jamás aprenderan ni a ser medio personas. Hay creyentes que se merecen que Dios los castigue, y hay ateos que mejor harían regresando al redil parroquial… hay mujeres que superan en barbarie al bárbaro de su marido y homosexuales más intolerantes y reaccionarios que los machos que les pegaban y humillaban en la escuela… El mundo está pues saturado de estupidez, y eso que no les voy a hablar de cierta tipa que me alquiló un piso, de una novia budista que tuve, de una profesora de la Universidad que se dedicó a joderme porque yo le miraba con aire de superioridad o de unos vecinos que se pusieron una cristalera y me taparon la vista del mar.
He conocido verdaderos idiotas en todos los ámbitos de la vida: hay idiotas típicamente paletos en los pueblos y petimetres típicamente urbanitas en las ciudades, hay egos insoportables entre los artistas y psicóticos pesados como ruedas de molino entre los científicos, tengo colegas de profesión que no merecen ni un gramo del respeto que se creen en condiciones de exigirle a sus alumnos y he conocido adolescentes que jamás aprenderan ni a ser medio personas. Hay creyentes que se merecen que Dios los castigue, y hay ateos que mejor harían regresando al redil parroquial… hay mujeres que superan en barbarie al bárbaro de su marido y homosexuales más intolerantes y reaccionarios que los machos que les pegaban y humillaban en la escuela… El mundo está pues saturado de estupidez, y eso que no les voy a hablar de cierta tipa que me alquiló un piso, de una novia budista que tuve, de una profesora de la Universidad que se dedicó a joderme porque yo le miraba con aire de superioridad o de unos vecinos que se pusieron una cristalera y me taparon la vista del mar.
¿Les parece poco? Pues bien, y para que no se lleven a engaño, resulta que entre los filósofos he encontrado a algunos de los mayores cretinos de mi vida.
¿Por qué Filosofía? (ver post anterior) ¿Qué nos hace diferentes o especiales como para creernos en disposición de reclamarle al mundo entero que se oponga a nuestra desaparición? Durante siglos, los maestros pensadores fueron capaces de establecer grandes sistemas de conceptos sin los cuales la Razón no habría sido capaz de entenderse a sí misma. Algunos como Platón o Aristóteles proyectan en el tiempo una luminosidad tan poderosa, que no es extraño –ver El nombre de la rosa, de Umberto Eco- que durante siglos se llegaran a cometer asesinatos por su culpa. Hubo quienes, como Descartes, Hume o Kant tuvieron la inteligente humildad de atreverse a preguntar por los límites del pensamiento… por establecer las condiciones de lo pensable y evitar así que el alma humana se extraviara por los derroteros de la locura y la inhumanidad. ¿Intento vano? Quizá sí, pero los culpables no fueron los pensadores, sino quienes no supieron hacerles caso y entendieron que la mejor manera de librarse de una discrepancia era gasear al discrepante…Nada menos filosófico, y nada que, de alguna manera –fíjense en las leyes antiinmigración del filosófico Berlusconi- no se siga haciendo en la actualidad, a pesar de Platón, de Kant y hasta de Derrida y Habermas…
Amor al debate, lo cual significa, en cierto modo, amar al Otro, quizá por su propia extrañeza. No pretendo que tal actitud sea privativa de los filósofos. Tuve en la Facultad profesores que vivían entregados como nadie al principio de autoridad… alérgicos a la condición del librepensador y espantados por la posibilidad de que sus alumnos caminaran solos por los vericuetos de la literatura filosófica. He conocido, por el contrario, profesores de Física que se preguntaban por el misterio trascendental de la luz y la oscuridad del cosmos con una mirada perpleja que no podía ser más filosófica. Quizá, después de todo, tenga razón el gobierno… quizá a la Filosofía le haya llegado el momento de sus últimos responsos, no tanto porque, como creen algunos, fuera siempre un error o una impostura, sino porque su necesaria faena acaso ya ha sido realizada. La Filosofía entonces muere de éxito… muerte natural, herencia espiritual… la Facultad convertida en un pequeño departamento de Derecho o de Humanidades… punto final, matemos a la Madre o, cuanto menos, asistamos con pena a la muerte de la anciana a la que tanto necesitáramos en otros tiempos… Quizá tengan razón…
¿Por qué Filosofía? (ver post anterior) ¿Qué nos hace diferentes o especiales como para creernos en disposición de reclamarle al mundo entero que se oponga a nuestra desaparición? Durante siglos, los maestros pensadores fueron capaces de establecer grandes sistemas de conceptos sin los cuales la Razón no habría sido capaz de entenderse a sí misma. Algunos como Platón o Aristóteles proyectan en el tiempo una luminosidad tan poderosa, que no es extraño –ver El nombre de la rosa, de Umberto Eco- que durante siglos se llegaran a cometer asesinatos por su culpa. Hubo quienes, como Descartes, Hume o Kant tuvieron la inteligente humildad de atreverse a preguntar por los límites del pensamiento… por establecer las condiciones de lo pensable y evitar así que el alma humana se extraviara por los derroteros de la locura y la inhumanidad. ¿Intento vano? Quizá sí, pero los culpables no fueron los pensadores, sino quienes no supieron hacerles caso y entendieron que la mejor manera de librarse de una discrepancia era gasear al discrepante…Nada menos filosófico, y nada que, de alguna manera –fíjense en las leyes antiinmigración del filosófico Berlusconi- no se siga haciendo en la actualidad, a pesar de Platón, de Kant y hasta de Derrida y Habermas…
Amor al debate, lo cual significa, en cierto modo, amar al Otro, quizá por su propia extrañeza. No pretendo que tal actitud sea privativa de los filósofos. Tuve en la Facultad profesores que vivían entregados como nadie al principio de autoridad… alérgicos a la condición del librepensador y espantados por la posibilidad de que sus alumnos caminaran solos por los vericuetos de la literatura filosófica. He conocido, por el contrario, profesores de Física que se preguntaban por el misterio trascendental de la luz y la oscuridad del cosmos con una mirada perpleja que no podía ser más filosófica. Quizá, después de todo, tenga razón el gobierno… quizá a la Filosofía le haya llegado el momento de sus últimos responsos, no tanto porque, como creen algunos, fuera siempre un error o una impostura, sino porque su necesaria faena acaso ya ha sido realizada. La Filosofía entonces muere de éxito… muerte natural, herencia espiritual… la Facultad convertida en un pequeño departamento de Derecho o de Humanidades… punto final, matemos a la Madre o, cuanto menos, asistamos con pena a la muerte de la anciana a la que tanto necesitáramos en otros tiempos… Quizá tengan razón…
Permítanme sin embargo que me entregue a la vocación de seguir buscando filósofos, o mejor, de seguir buscando actitudes filosóficas, y que lo haga con la misma ilusión con la que Diógenes decía buscar “seres humanos”. No se trataría acaso de saber qué textos o que conceptos son propios de dicho saber, no se trataría de acotarle un territorio legítimo a la especialidad… sino más bien de marcar un “ethos”, un talante propio de filósofo… Y ello no significa otra cosa -en estos tiempos poco propicios para los grandes sistemas de conceptos y las teorías omnicomprensivas al estilo del marxismo o las summas de los monjes medievales- que poner el signo del interrogante detrás de cualquier aseveración.
Algunos ejemplos.
Ayer mismo en el metro, una chica no paraba de repetirle a su interlocutora “lo que es ilegal, es ilegal”. No sé qué pretendía decir, pero lo sospecho. Alguien que conoce, probablemente hostil, pretende hacer algo que las leyes vigentes sancionan, ergo no se puede hacer… Pero y si lo hace, ¿será tan solo ilegal y perseguible por la policía? o ¿será más bien una inmoralidad? ¿Son las leyes vigentes la medida de lo éticamente aceptable?
Otro ejemplo. En una ocasión, siendo yo un adolescente, cuestioné el derecho de una profesora de Literatura a suspenderme, pues consideraba que el examen que me costó tan caro era merecedor de una nota mucho más alta. Hice saber mi opinión públicamente… y, con una audacia de la que no me arrepiento pero sí me sorprendo, cuestioné su competencia como profesora haciendo ver lo inapropiado de sus “métodos pedagógicos”, por llamar de alguna manera a la bazofia de clases que impartía y por las que le pagaba generosamente el Estado. “Yo soy la licenciada”, fue la respuesta… y se fue a casa y durmió a pierna suelta. Algún tiempo después supe que era licenciada en Filosofía… ¿qué demonios le enseñaron allí a aquella cenutria? Pregunta socrática.
Más sobre simpáticos profes de instituto. Recuerdo que, en una sesión de evaluación, un alumno preguntó a un profesor -también de Literatura- por qué les bajaba la nota por llegar impuntualmente a clase si él hacía sistemáticamente lo mismo. El profesor dijo que no iba a darle esa explicación "porque no me sale de los cojones y porque tú no eres quien para que te rinda cuentas de por qué llego tarde". Burocráticamente hablando tenía razón, no era el alumno sino el Jefe de Estudios y, en todo caso, el inspector, quien debía tramitar los partes de ausencia o de retraso. Ahora bien, ¿se había preguntado alguna vez el cojonudo profe si el principio de autoridad que hacía valer para castigar a sus alumnos impuntuales conservaba un ápice de legitimidad moral cuando es aplicado por quien sistemáticamente se lo salta a la torera? ¿Se había planteado si sus razones para ser impuntual son más válidas que las de sus alumnos? La autoridad que pretendemos tener ante nuestros alumnos -o nuestros hijos- ¿no requiere para nada el valor del ejemplo?
Ayer mismo en el metro, una chica no paraba de repetirle a su interlocutora “lo que es ilegal, es ilegal”. No sé qué pretendía decir, pero lo sospecho. Alguien que conoce, probablemente hostil, pretende hacer algo que las leyes vigentes sancionan, ergo no se puede hacer… Pero y si lo hace, ¿será tan solo ilegal y perseguible por la policía? o ¿será más bien una inmoralidad? ¿Son las leyes vigentes la medida de lo éticamente aceptable?
Otro ejemplo. En una ocasión, siendo yo un adolescente, cuestioné el derecho de una profesora de Literatura a suspenderme, pues consideraba que el examen que me costó tan caro era merecedor de una nota mucho más alta. Hice saber mi opinión públicamente… y, con una audacia de la que no me arrepiento pero sí me sorprendo, cuestioné su competencia como profesora haciendo ver lo inapropiado de sus “métodos pedagógicos”, por llamar de alguna manera a la bazofia de clases que impartía y por las que le pagaba generosamente el Estado. “Yo soy la licenciada”, fue la respuesta… y se fue a casa y durmió a pierna suelta. Algún tiempo después supe que era licenciada en Filosofía… ¿qué demonios le enseñaron allí a aquella cenutria? Pregunta socrática.
Más sobre simpáticos profes de instituto. Recuerdo que, en una sesión de evaluación, un alumno preguntó a un profesor -también de Literatura- por qué les bajaba la nota por llegar impuntualmente a clase si él hacía sistemáticamente lo mismo. El profesor dijo que no iba a darle esa explicación "porque no me sale de los cojones y porque tú no eres quien para que te rinda cuentas de por qué llego tarde". Burocráticamente hablando tenía razón, no era el alumno sino el Jefe de Estudios y, en todo caso, el inspector, quien debía tramitar los partes de ausencia o de retraso. Ahora bien, ¿se había preguntado alguna vez el cojonudo profe si el principio de autoridad que hacía valer para castigar a sus alumnos impuntuales conservaba un ápice de legitimidad moral cuando es aplicado por quien sistemáticamente se lo salta a la torera? ¿Se había planteado si sus razones para ser impuntual son más válidas que las de sus alumnos? La autoridad que pretendemos tener ante nuestros alumnos -o nuestros hijos- ¿no requiere para nada el valor del ejemplo?
He pasado por muchos institutos de muy distintos lugares, de manera que puedo seguir escarbando en mi memoria. Otro caso, mi preferido. La Jefe de Estudios se pasaba la vida poniendo trabas a cualquier actividad que no supusiera quedarse sosegadamente en el aula. Para una excursión en bici el terror lo sembraba la posibilidad de una caída o un atropello masivo en la carretera... si llevábamos a los chicos a la playa, no tenía ninguna duda de que se ahogarían... si queríamos ir al karaoke a cantar resulta que algún chico se emborracharía y acabaríamos en el calabozo. Supongo que si había que ir de paseo al monte, su miedo era que un oso se comiera a alguno de los niños... y no me cabe duda de que si se nos ocurría llevar a los niños a esquiar, el yeti terminaría apareciendo ... "Sí, sí, está muy bien la actividad que propones, pero ¿y la responsabilidad?" Aquella paranoica tenía perfectamente estudiadas las leyes. Conocía al dedillo los riesgos que uno contraía por el hecho de que a sus alumnos les pudiera pasar algo durante una salida del centro... y no podía concebir que los demás andáramos tranquilos, sin vivir como ella, aterrados ante la posibilidad de que la Gestapo viniera a por nosotros porque a un alumno le doliera una oreja después de un paseo al aire libre. El miedo intoxicando lugares mal ventilados, aquella mujer se había vuelto tan pequeña, tan mezquina, que ya no era capaz de pensar más allá de su propia seguridad. "¿Y la responsabilidad?" Repitió tantas veces esa frase, que se me ha quedado grabada en la corteza cerebral.
Lo realmente odioso es que ninguno nos sentíamos con la autoridad moral para contestarle, a fin de cuentas era ella la que solía consultar las leyes... y nosotros los gansos que nos dejamos adiestrar en el acomodaticio discurso del miedo. Hasta que apareció Sócrates, en forma de profesora de Matemáticas. "Si uno de mis alumnos muere por mi culpa, que me hagan lo que me tengan que hacer, me dará igual porque yo moriré de pena por él." La paranoica no contesto, no entendió nada de lo que acababan de decirle, no hablaba en una lengua reconocible para ella. No advirtió que su socrática compañera acababa de entrometer la Ética en un debate "técnico" sobre las leyes. Lo importante ya no era la legalidad vigente, sino la fuente moral que otorga legitimidad a las normas... No pudo entender que si aquella profesora no quería "matar" a sus alumnos no era por miedo a que alguna de esas fantasiosas Gestapos que nos inventamos para justificar nuestra cobardía nos persiguiera, sino porque los amaba y no soportaba la idea de que les pudiera sobrevenir una desgracia.
Nada es más filosófico que recordar que en el espíritu de toda ley habita el deseo de justicia, nada más hermoso que vivir la aventura del pensamiento como un acto de amor.
10 comments:
Jose zaragoza. Respeto tu opinión, pero de ningún modo puedo compartirla... no puedes dejar que un mal profesor haga de la filosofía algo estúpido y sin sentido. A mi me pasó al contrario... odiaba la historia porque no me gustaba para nada el profesor que tenía; sin embargo la filosofía ha sido una de mis asignaturas preferidas, supongo que he tenido la suerte de tener un profesor inmejorable, que además de enseñarme lo necesaria que es la filosofía para el hombre, me enseñó que la historia también lo era, y no debía dejar que mi profesor de historia me influyese.
Puede parecer inútil, pero la filosofía es eso que nos hace levantar la mirada para ver más allá de lo que nuestros ojos alcanzan, lo que despierta nuestras mentes, lo que calienta nuestra alma, lo que nos hace preguntarnos el porqué de las cosas, el arma que tenemos para desubrir la verdad y no conformarnos con las respuestas fáciles y simples que da la sociedad... puede parecer algo abstracto y lioso que queramos defender una ciencia que no es técnicamente lo que consideramos hoy en día una ciencia... pero la filosofía no se propone zanjar todas las cuestiones de la vida, sinó plantear interrogantes de forma cada vez más rica y significativa para que algún día cada uno seamos capaces de llegar a la verdad... y como dice Savater en "Las preguntas de la vida": "es mejor mantener abiertas las grandes preguntas que contentarse apresuradamente con pequeñas respuestas..."
Un saludo
6:07 PM
¡Sí, eso, jose Zaragoza! Acabemos con la Filosofía... No hace falta más que leerte para dase cuenta de que un hombre como tú ya sabe bastante. Pepa
Por cierto, el tiempo tan maravilloso que te ahorres de las clases de Filosofía, ¿en qué piensas invertirlo? ¿Puedo sugerir un repasillo a las lecciones de ortografía?... Aunque, tal vez los profesores de Lengua y Literatura también sean unos tiranos que "solo acen que marear"... lo digo "aora que me e leido" toda tu intervención...
11:04 AM
Jose Zaragoza said...
pepa,no me vayas de flipada que escribo como me da la gana,no como tu me digas
12:06 AM
¡Ay, Jose, qué cosas tan bonitas me dices!¡Flipada!¡Eres un romántico!
Haces bien en decir que escribes como te da la gana y no como te digan los demás. En el mundo hay dos tipos de personas: las que sigue las normas y las que las crea; y tú eres claramente del segundo grupo. Si me meto un poco contigo es porque los mediocres como yo no entendemos a los genios. Los innovadores sois siempre unos incomprendidos... En cualquier caso, que no sea yo la que te frene y, sobre todo, no te tomes en serio nada de lo que digo. Sólo se trata de una pequeña broma para que nos riamos los dos... A mí me pareces una persona con las ideas muy claras y te lo envidio profundamente, aunque pienso que algunas de ellas te las deberías guardar para ti solito...Un beso. Pepa.
No te enfades...
En otro tema de este blog David nos hablaba de las grandes preguntas en torno a las cuáles se configuró la filosofía kantiana. La primera se refiere a los límites de lo que puedo conocer y está visto que algunos renuncian, tal vez por despreciar a la filosofía o por propia comodidad, a ampliar sus propios límites. La segunda trata sobre lo que debo hacer y si la gente se lo planteara con un mínimo de responsabilidad y sentido filosófico es probable que esta sociedad nuestra fuera un poco mejor. Y la tercera yo diría que se refiere a la responsabilidad, ¿qué me pasará si actúo como debo? Nuestro amigo José Zaragoza ha pensado que actuaba como debía diciendo chorradas sobre la filosofía y se ha encontrado con lo que podía esperar. Le han dicho que es tonto.
Estudia y no solo ortografía, te tomarás las cosas con más filosofía.
Solo un apunte Tobías, sin entrar en la cuestión del amigo José al que le estáis cogiendo un poco de manía inmerecida, pues a mí me parece buen tipo. La pregunta por los límites del conocimiento no supone de entrada una renuncia. No pregunto "¿qué me es dado conocer?" para trazar una línea de prohibición, asumiendo la imposibilidad de traspasarla como quien voluntariamente le pone frenos al saber. Se trata más bien de diferenciar, como Wittgenstein, entre lo decible y lo indecible, entre lo que la Razón puede traducir a sus propias categorías y lo que queda fuera de las mismas. Trazar una cartografía, señalar los límites, acotar espacios del conocimiento respetando sus normas de inteligibilidad y, por qué no, sus líneas de fuga. Hacer caso a Kant supone saber que no todo lo que la ciencia descubre está destinado a mejorar nuestra vida, que no todo lo que se "puede" hacer se "debe" hacer, que no todo es un medio para mis fines porque las demás personas pueden ser fines en sí mismas. Kant intentaba dotar a la Razón de la humildad que, en aquel tiempo de optimismo iluminista, empezaba a necesitar... como luego se ha ido demostrando, cuando hemos empezado a entender que el sueño de la razón engendraba monstruos. Y hablando de soñar, fue Kant quien nos sacó del sueño dogmático de los viejos racionalistas.David
Saludos, don David. Prometo visitarle más a menudo, pues ya sabe la admiración y el respeto que le profeso. Usted dignifica la profesión, y no solo la de filósofo, también la de educador. Sobre lo que dice en el post, la estupidez esta reencarnada por todas partes y créame, cuando uno se la encuentra lo mejor es... salir corriendo como alma que lleva el diablo.
Solo decirle que he leído el libro que recomendó en el blog de Justo, "Lugares comunes", de Bégout, y que le estoy muy agradecido, me ha gustado mucho y volveré sobre él, pues es cierto que abre muchas posibilidades. Estoy impaciente por recibir nuevas recomendaciones. Un saludo. Alejandro Lillo.
Hola, Alejandro. Justo Serna me habló de ti ya hace tiempo. NO merezco tu amabilidad y mucho menos que me trates de usted. Me fascina tu entusiasmo por la literatura, de hecho me suena que trabajas en una librería de Madrid, aunque no sé si he retenido correctamente el dato. Por lo que he visto de tus entradas en el blog de Justo, compartimos algunos gustos literarios. Gracias por las felicitaciones por mi libro, fue escrito con pasión y me lo publicó una editorial admirable sin trampa ni cartón, no tuve que hacerle la pelota a nadie, les pareció un buen producto y decidieron publicarlo, sin más. Además creo que se ha vendido razonablemente bien. Gracias por tu generosidad y bienvenido al blog.
pdta: Veo que has intentado enviar el post varias veces. La razón de que no salga a la primera es por el filtro que aplica blogger y que me evita spams y trolls.Sin duda terminará apareciendo cualquier post que envíes. Bienvenido y, de nuevo, gracias por tu amabilidad. David.
ee Tobias que aqui el unico tonto l´haba eres tu...ami en ningun momento me han llamado tonto...han criticado respetuosamente mi comportamiento,cosa que tampoco veo mal,y tu por venir ahi a hacerte el guay me dices que me han llamado tonto...te lo habran llamado a ti...
y bueno,como conclusion...yo estudio otrografia,otra cosa esque me guste expresar mis opiniones en internet con acentos y cosillas de esas cuando ya se aprecia el propio sentido de las palabras sin ponerlo...bueno,no me enrrollo mas...saludos
Es lo que tiene hacerse el guay. Bueno Jose, perdón por ello, sin embargo permíteme que diga que entre las cualidades que te adornan, que estoy seguro son muchas, no está la capacidad semántica.
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