CONTRA EL PSICÓPATA
No comparto en absoluto aquello del “glamour del psicópata”. Conozco personas absolutamente respetables que están fascinadas por la personalidad de Ripley, el héroe psicópata de las novelas de Patricia Highsmith, y al que no por casualidad encarnó John Malkovitch en el cine. Quizá sea porque todos llevamos un Ripley dentro, soñamos más o menos a menudo con realizar nuestras mayores ambiciones, por descabelladas que sean, e imaginamos cuál sería la manera más eficiente de ir eliminando los obstáculos que hubieran de surgirnos por el camino. En mi caso este tipo de ensoñaciones duran poco. Probablemente no tengo grandes ambiciones, o acaso las que tengo no contemplan la necesidad de otorgar a las demás personas la consideración de “obstáculos a eliminar”. Me gustaría ser más admirado y aplaudido, me gustaría que los demás –especialmente algunos de ellos- me quisieran por mi audacia o por mi talento… pero tales ambiciones presuponen la necesidad de considerar a otras personas como fines en sí mismos, una posibilidad completamente ajena al psicópata.
Etimológicamente, habría que definir psicopatía como cualquier “afección del alma”, es decir, cualquier enfermedad mental. Hoy es imprescindible sesgar el concepto, pues el psicópata se aleja en todo, por ejemplo, del esquizofrénico, caracterizado por su incapacidad para distinguir entre realidad y ficción. El esquizo vive la ruina de su identidad porque ha perdido los hilos conductores de su yo con el mundo, se ha quedado sin “distancia de seguridad” y por ello está en continuo peligro… El psicópata, no delira, no confunde lo real con lo que no lo es... muy al contrario tiene un sentido hiperbólico de lo Real, no olvida ni por un momento cuáles son sus prioridades, no pierde el rigor, no deja que nada se interponga y se pasa el día imaginando cuáles son los caminos más adecuados hacia el éxito que persigue, aunque para llegar haya que llenarlos de cadáveres.
He conocido esquizofrénicos “profundos” o en proceso. El dolor de amar y no ser amados había devastado su personalidad, pasaban de la euforia a la amargura más inconsolable en cuestión de minutos por pequeños motivos y eran capaces de abrazar una nueva religión y marcharse con el primero que pasara solo porque simulara quererlos un poquito. El psicópata no tiene esos problemas, al contrario, él es el problema para los demás. Su deficiencia es la incapacidad para experimentar empatía. No necesariamente ha de convertirse en un asesino en serie como Ripley. Conozco psicópatas para los cuales los demás son ciertamente un peligro o un obstáculo, pero son incapaces de tramar su asesinato, no por una integridad moral de la que carecen, sino por pura cobardía. Este tipo de personaje, más común de lo que pensamos, y por lo general presentable y socialmente hábil, es un absoluto idiota moral. Bien vestido y de amables maneras, con una sonrisa impostada pero perfectamente dibujada en el rostro, no atenta directamente contra nuestra seguridad, de manera que no se le puede convertir en culpable de nada, pero es un destructor potencial de la convivencia. Lo que le caracteriza, y en esto no es distinto de Ripley, es su vocación de manipulador. Al contrario que Ripley, que empieza con una vida gris y acaba instalado en un hermoso palacio veneciano –pocas cosas se me antojan más envidiables-, el psicópata medio se mueve por ambiciones absolutamente mezquinas: comodidad, no tener que tratar con gente con problemas, estar siempre lejos de las zonas calientes o conflictivas de la vida, no tener que traspasar las distancias que mantienen la profilaxis en la relación con los demás, no perder sueldo, no tener que trabajar más horas que las que marca el convenio, no tener que aguantar las lágrimas de nadie –vaya rollo- no arriesgarse, no dejarse seducir… una mierda de vida, vamos.
Hablando de Patricia Highsmith, quizá recuerden aquel personaje de “Extraños en un tren” que Hitchcock llevó al cine con la maestría habitual. El tipo urde lo que parece un crimen perfecto: convence a un desconocido, resentido al parecer contra su mujer, de que si “cruzan” sus intenciones asesinas –“yo mato a la tuya, tú a la mía”- la imposibilidad de la policía de asociar ambos crímenes y de buscarle móviles plausibles a cada cual, acabará por dejar ambos casos sin culpables. Es la prerrogativa del psicópata, siempre parece tener previsto el movimiento siguiente en el tablero de ajedrez. Siempre cree saber cuál es el efecto que va a producir en mí, de qué manera voy a reaccionar ante la piedra en el camino que él previamente ha depositado. Capta tu voluntad y a partir de aquí muestra su irritación si no das exactamente cada uno de los pasos que tenía previsto que dieras, pues él ya ha decidido que tú solo le interesas en tanto que marioneta que mueve a su antojo. La libertad, por tanto, es enemiga del psicópata.
Hay un clima propicio a la psicopatía en nuestro tiempo. La presión que los media descargan sobre hombros formados con un mapa moral muy débil lleva a muchos a pensar que la condición de fracasados hacia la que inexorablemente se dirigen es una absoluta injusticia. Conozco verdaderos holgazanes que no entienden por qué no son ricos, tipos desagradables que tras pegar un eructo cervecero se preguntan por qué las chicas no les hacen caso, marujas que no han pegado golpe en su vida que repudian a sus maridos porque no les ha comprado un apartamento en La Manga como el de la vecina… ¿Por qué no chafarle la cabeza a cualquiera que se interponga en nuestros planes? ¿Cuántas biografías de tantos héroes de la política no se habrá escrito en esos términos? ¿Qué Lady Macbeth hay intrigando detrás de un tipo gris que cree ser el poseedor en justicia del trono de sangre que ha ocupado?
Hay un clima propicio a la psicopatía en nuestro tiempo. La presión que los media descargan sobre hombros formados con un mapa moral muy débil lleva a muchos a pensar que la condición de fracasados hacia la que inexorablemente se dirigen es una absoluta injusticia. Conozco verdaderos holgazanes que no entienden por qué no son ricos, tipos desagradables que tras pegar un eructo cervecero se preguntan por qué las chicas no les hacen caso, marujas que no han pegado golpe en su vida que repudian a sus maridos porque no les ha comprado un apartamento en La Manga como el de la vecina… ¿Por qué no chafarle la cabeza a cualquiera que se interponga en nuestros planes? ¿Cuántas biografías de tantos héroes de la política no se habrá escrito en esos términos? ¿Qué Lady Macbeth hay intrigando detrás de un tipo gris que cree ser el poseedor en justicia del trono de sangre que ha ocupado?
Todos tenemos objetivos, deseos, ambiciones… faltaría más. Todos intentamos, de alguna manera, seducir a los demás, inclinarlos en nuestro favor, “marearlos” para hacerles creer que somos mejor de lo que somos… Pero para el psicópata no existen sino sus ambiciones: o eres un medio para sus fines o no eres nada. Pregúntese si ese tipo que simula escucharle como si usted le interesara es un psicópata. ¿Lo es? Entonces sáquelo de su vida y olvídelo. Solo es un pobre desgraciado.
6 comments:
No he leído nada de Highsmith, pero leyendo tu texto, creo entender muy bien esa taxonomía que estableces. Pese a que mi pueblo (Alginet) es un pueblo relativamente pequeño y apacible, su microcosmos social incluye a todas las categorías de psicópatas, esquizofrénicos y otras especies que mi imaginación pueda alcanzar a concebir.
Extrapolando esto a una gran ciudad como Valencia, una simple regla de tres nos dice que la cantidad de personajes "highsmithianos" se multiplica y no hay más que darse un paseo por los lugares más transitados, para ver como siempre - sin excepción -, la realidad supera con creces a la ficción novelística o cinematográfica.
Sobre el otro tema que tratas, el de las ambiciones y los fines de cada cual, conicidirán tus lectores conmigo en que todos conocemos o hemos oído historia sobre personas sin escrúpulos dispuestas a dar una puñalada por detrás al primero que se preste a ello. El ámbito universitario-académico es un ejemplo paradigmático de este tipo de comportamientos maquiavélicos en los el fin y los medios se confunden.
Decía C.J. Cela, en una entrevista que le hicieron: "Yo creo que soy, o por lo menos aspiro a ser, un hombre honesto que intenta pasar por este valle de lágrimas haciendo la puñeta a la menor cantidad de gente posible".
En ese sentido de las ambiciones, suscribo las palabras del gran Cela. Todos tenemos ambiciones - ilusiones o ideales, dicho de forma más eufemística - pero hay algunos que aprovechan para fastidiar al prójimo y otros optan si no por amarlo, si al menos por hacer la puñeta lo menos que se pueda.
Paco Fuster
No acabo de compartir, Paco, tu admiración por don Camilo. No obstante, sospecho que los psicópatas de Alginet son por lo general tan poco interesantes como los de Valencia... En cuanto a la Universidad, menudo nido de víboras,sí, demasiado aire viciado, demasiada intriga para destruir al rival, demasiadas ambiciones espureas, alguna vez te contaré cuando conocí a Lady Macbeth, y era bizca y fea como la muerte... David.
Eso que comentabais de la universidad y los nidos de víboras, en mi opinión con el tiempo han bajado en número. Pues el ámbito universitario se ha convertido realmente en un lugar en el que pocos van realmente a aprender y han crecido en número los que van por no llevarle la contraria a sus queridos padres (de los que dependerán hasta lo que calculo yo serán los 40 años).
Por otra parte el texto me ha recordado mucho a cierta saga de películas llamadas Saw.
Conozco personalmente a personas inteligentísimas que ambicionan ser como el asesino de dicha película por su, cito textualmente: "Valentía, inteligencia y frialdad para llevar a su vida el éxito que ambiciona".
A mi esto me da más miedo que muchas otras cosas, pues se puede ambicionar, y de hecho es bueno, porque si no nos moveríamos de la cama, sin incentivos (al menos yo).
Ana
HOla,Ana. Yo no estoy en contra de tener ambiciones, yo también las tengo, no podemos quedarnos en la cama mirando pasar la vida, como tú dices, pero creo que la actitud del psicópata a la que me refiero es la de aquel que solo considera a los demás como herramientas. Fue Kant quien insistió en la necesidad de considerar a las demás personas como fines en sí mismos, y no como meros instrumentos. El psicópata te utiliza mientras le interesas y en cuanto dejas de serle útil "te mata", se deshace de ti. Es preciso escapar a esa lógica. El Otro me atrae justamente porque es el Otro, ya me "da" algo solo por el hecho de que, de alguna manera, me es refractario, se me opone. El Otro me seduce por su poder para diferir, de alguna manera es el virus que me impide hacer proliferar mi Yo como si fuera un tumor.El Yo del psicópata es tumoral, camina sin enemigos naturales porque se niega a ser seducido, de ahí que no vea nunca en el otro la razón para cambiar sus objetivos, para darse cuenta de que no todo son "objetivos"... no todo es dinero, no todo son matrículas de honor, no todo es éxito. El psicópata es incapaz de traducir el lenguaje de la seducción y los sentimientos. Gracias por aparecer. David.
Ya leeré el texto en otro momento que ahora voy justa de tiempo, gracias por lo de las fotos, pero esa pagina ya la conocemos, hay fotos realmente buenas la verdad…
Hay otra pagina que se llama "deviantart" ,no es tan profesional (hasta yo subo fotos..xD) pero hay algunas imágenes que están muy bien.
Besos David
Una vez me pasó algo curioso en el Corte Inglés, el dependiente que me estaba atendiendo montó en cólera cuando se dio cuenta de que su compañera le había tomado prestado el papel de celo y le montó una de aupa. No sé si este es el perfil que describes, pero desde luego a mí el tío me pareció un auténtico psicópata, ¡qué miedo! ¿y le hubiera tomado prestada la pluma estilográfica?
Un Beso David. Fdo: Silvita
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