LO QUE SÉ DE OBAMA
Lo que sé de Obama es que, en realidad, no sé prácticamente nada. Cuando nos acostumbramos a ver a cada momento en la tele o en las portadas de los periódicos a un personaje, nos llega a parecer tan familiar que se diría que es ya como de los nuestros, sobre todo si, como Obama, o como el Zapatero de los primeros tiempos, tiene facilidad para caer simpático. En realidad, y dado que no soy muy dado a mirarme en el espejo, parece que sé ya más de Obama que de mí mismo... Esta cara, que a veces me encuentro reflejada en el espejo y de la que cada vez me doy más cuenta que es una mezcla al cincuenta por cien de mi padre y de mi madre, me transmite muchas más sombras que la de Obama, entre otras cosas porque, acaso, la de Obama ya es más mi cara que la que el espejo me dice que es la mía. Si yo fuera un fontanero de Arkansas no me votaría a mí, votaría a Obama. ¿Y por qué le hemos votado a él y no a McCain? (digo "hemos" porque los yanquis, en contra del autismo que se les supone, votan en tanto que nación mesiánica pensando que es el mundo lo que va a gobernar el presidente electo, ya que el mundo es los USA)
Cierta teoría afirma que en los periodos de cierta calma económica, la gente tiende a votar a aquel con el que se tomaría una cerveza, un tipo llano que desconfía de los intelectuales y los homosexuales y que no deja dudas respecto a sus intenciones. En la práctica, esto se traduce, por ejemplo, en mantener la laxitud en materia de armas de fuego o de subcontratación de inmigrantes -sobre todo hispanos-, los cuales habrán de seguir produciendo riqueza pero sin dejarles que se crean que pueden vivir como nosotros. Cuando llega la recesión, es un poco como cuando a uno lo someten a una intervención quirúrgica de las gordas, lo que uno quiere entonces es un hombre fuerte. Y sí, Obama parece buen tipo, pero, a diferencia de Bush, ni el americano medio se tomaría cervezas con él ni parecen molestarle los intelectuales y los gays. Y lo que es peor, no se sabe muy bien qué demonios pretende hacer con la nación y, por ende, con el mundo. Y sin embargo le han votado porque parece un hombre fuerte, un líder en toda la extensión de la palabra.
Obama no es Kennedy, no pueden estar más lejos sus árboles genealógicos ni se asemejan las condiciones históricas que posibilitaron sus respectivas irrupciones. Pero hay algo que se respira en ambos casos y que huele un poco a lo mismo, algo que está en la gente y que tiene la virtud de ilusionar... no es que conforte o calme, es más bien esperanza lo que crea, una esperanza tensa y preocupada, una rumor de expectación como el que se crea en las gradas de un estadio cuando un novato con aura de estrella coge el balón. ¿Qué va a hacer? En realidad nadie lo sabe, quizá ni él mismo, pero ahí está él, recogiendo todas las miradas en el centro de la cancha, con el mundo dispuesto a vitorearle en cuanto lance con arte su primera bola. Obama, como Kennedy, es un presidente de la cultura pop, al contrario que Reagan o Bush, asociados en el imaginario de la clase media al referente del cine clásico de Hollywood.
¿Hay razones para confiar en Obama? Ninguna. Las hay para la expectación. Algunos analistas sospechan que en realidad es un subproducto cuya marca de fábrica son ciertos think tanks de Chicago... un subproducto que funciona de maravilla desde el punto de vista del marketing pero que, precisamente por ello, se desinflará cuando su brillantez mediática se tramite en una simple política de gestos. A la hora de la verdad, será el puro pragmatismo el que determine lo verdaderamente importante. A fin de cuentas, incluso Bush ha sido pragmático en contra de la doctrina más ultraliberal cuando ha implementado un plan de intervención profunda en los mercados en cuanto la falta de liquidez de los bancos ha amenazado seriamente con colapsar el sistema financiero. Si lo hizo un hombre tan transparente como Bush,¿por qué no va a actuar Obama al contrario de como nos promete si a fin de cuentas aún no ha prometido nada?
"Los americanos eligen al hombre más poderoso de la Tierra", decían el martes los periódicos. ¡Qué estupidez! A los verdaderos mandarines de nuestro bonito planeta no se les ha perdido nada en el ala oeste de la Casa Blanca. Si soy escéptico respecto a la alta política no es porque sospeche que el sistema de partidos está corrupto o porque no me caigan bien los profesionales de la política. Es porque la lógica desde la cual se constituye el espacio de lo político, que no es otra que la de la representación, está completamente obturada. En el modelo de la democracia catódica característica de la sociedad tardoindustrial, los gobernantes no salen de entre nosotros... la democracia contemporánea es mejor que las dictaduras sangrientas, quien lo duda, pero no es un modelo de representación y, por tanto, no es capaz de articular un espacio público con el espesor suficiente como para otorgar el poder a los ciudadanos. En realidad, la política, si la definimos como el juego del poder, está ventilándose en otras habitaciones de la casa en las que no entran las cámaras ni hay candidatos dando discursos y vendiendo esperanza. La partida se está jugando en los centros desde los que los especuladores deciden donde van a invertir su dinero. Por eso, la función de procesos como el de las elecciones que acabamos de vivir cumple, por encima, de todo, el papel de simulacro. Un gran escenario con actores perfectamente adoctrinados y aplauso final, aplauso terapéutico, pues la obra nos ha hecho creer, por un rato, que somos los ciudadanos quienes tenemos el control de la situación. Pobres, nos sentamos cada cuatro años a los mandos de un bólido que no responde, pero eso sí, tiene colores luminosos, simula el ruido de grandes motores y hay, como en la realidad virtual, una imagen que se desplaza a gran velocidad como si el monoplaza funcionara.
¿Nihilismo? No lo sé. He aprendido que los políticos no nos engañan porque sean unos indeseables, aunque muchos ciertamente lo son, sino porque no pueden dejar de hacerlo, dado que en realidad es eso lo que verdaderamente les pedimos... Y pese a todo, soy tan frágil en mis convicciones como cualquiera de esos tontorrones yanquis comedores de hamburguesas que aclaman al nuevo mesías. Y después de todo, hay algunas noches últimamente en que me acuesto con una sonrisa algo idiota en la comisura de los labios. No sé si Obama es Kennedy porque siempre he sospechado que ni siquiera Kennedy era Kennedy. Fueron las fotos en la playa con su esposa y sus hijos, algunas intervenciones más o menos oportunas o afortunadas y, sobre todo, su asesinato, las que crearon la leyenda del presidente revolucionario. Hay sin embargo algo en Obama que hace pensar en Jefferson o en Lincoln y no en esperpentos como Reagan o Bush, algo que nos recuerda que la Constitución americana es una de la joyas literarias en favor de la libertad y la dignidad de los seres humanos, que su sofisticado y admirable modelo de poderes y contrapoderes responde al principio de que las instituciones no deben cuidar de los ciudadanos, sino permitirles que cuiden de sí mismos... Hay algo en la sonrisa de Obama que hace pensar que, la próxima vez que alguien ofenda a América, su primera inclinación no será la de ponerse a soltar cañonazos a todo lo que se mueva, sino buscar aliados y convencerlos de que tenemos problemas comunes. Quizá es solo que duermo más tranquilo pensando esto.
Tengo un familiar algo reaccionario al que provoqué malvadamente el miércoles preguntándole qué le parecía que el gobernante del Planeta fuera un negro. "Ahora ya solo falta que la siguiente sea mujer, o un maricón, y entonces nos obligarán a todos a hacernos maricones", contestó. Creo que Obama no va a hacer que seamos negros, pero al menos algunos mandarines tendrán que sentarse delante de un negro para seguir mandando sobre todos nosotros. Algo es, ¿no?
*(Mi amigo Francisco Fuster publicó en Claves de Razón Práctica un estupendo artículo a modo de semblanza sobre Obama, cuando todavía era simple candidato al Partido Demócrata en disputa con Hillary Clinton. Barack Obama. Tres precursores: Lincoln, Kennedy, Clinton. Mi prolífico -y profético- amigo publicó también en Ojos de papel una reseña sobre la autobiografía del senador, ahora presidente. Podéis encontrarlas ambas sin problemas en la red. Paco es apenas algo mayor que mis alumnos del Instituto, pero ya está -intelectualmente- armado hasta los dientes. Lo que sé de Obama es en gran medida lo que él me ha contado. Gracias, pues, querido)
4 comments:
Una vez más, amigo David, la lectura de tu post me llega en el momento oportuno; justo hoy mismo he escrito -a falta de algunos retoques- la reseña del otro libro de memorias de Obama, de "Los sueños de mi padre" (recientemente traducido al castellano). Es un libro excelentemente bien escrito. No díria que es mejor libro que "La audacia de la esperanza" (la historia de los EEUU me tira mucho), pero si que está mejor escrito.
En esta reseña (próximamente en sus pantallas, supongo) trato algunos temas que también leo en tu texto. Si ir más lejos, el primero que tratas, el de la imagen de Obama y lo que de él sabemos. Como tu dices, sabemos muy poco; bueno, yo diría que sabemos lo que él quiere que sepamos, nada más. Una buena forma de conocerle un poco más es -como he escrito esta tarde, leer sus dos libros, dos grandes libros.
Sobre las comparaciones no puedo hablar mucho. Dicen que son odiosas pero no estoy para nada de acuerdo. En otros ámbitos de la vida,las comparaciones son un símbolo de riqueza y de variedad, de conocimientos de quien las emplea. Esta claro que son contextos muy diferentes los de Lincoln, Kennedy u Obama. En mi artículo -contrariamente a lo que se podría pensar- no comparo a Obama con estos presidentes. Lo que hago es señalar lo que Obama ha tomado de ellos,lo que les ha "copiado" creyendo que era algo bueno y digno de imitar.
Como tu dices, lo díficl en estos casos -casos de Kennedy, Obama- es desligar la "imagen pública del candidato" de la propia persona.Un político es inevitablemente un producto de marketing, debe serlo si quiere que le voten. Es un productode publicidad con un mensaje dirigido a un determinado público. Me ha gustado mucho tu idea sobre el hecho de que Obama no es Kennedy y de que incluso el propio Kennedy tampoco lo es. Te endiendo perfectamente y me recuerda a una frase que suelo citarme a mi mismo. En un capítulo de la serie "Yo,Claudio" (la tengoentera en DVD y soy un acérrimo), en una escena en la que se discute sobre el teatro aparece el personaje de un orador griego. Un personaje le dice al orador: "El teatro ya no es lo que era". Y éste le responde: "Tienes razón, el teatro ya no es lo que era. Y te diré más: yo diría que el teatro nunca fue lo que era"
Un abrazo para ti y para los habituales de tu blog (Amanda, Tobías -a quien se echa en falta por cierto- Albapitu...). Aunque el ajetreo me impida opinar, que conste que os leo.
Hacía mucho tiempo que no me pasaba por aqui...y por lo que veo,has publicado una sarta de mentiras,cada cual mas gorda...sobretodo estoy en disconformidad con lo del cambio climatico y lo del plan de bolonia,y no quisiera extenderme mucho en esos temas,solo decir que el cambio climatico no existe,es sólo una "era" de tantas que han sucedido en el mundo,como por ejemplo la era glacial..
respecto al plan de bolonia,las manifestaciones son una estupidez,ya que por muy burros que se pongan los alumnos,el gobierno no va a ceder..
no quisiera extenderme mas y para concluir,el unico aspecto que he encontrado en comun con respecto a mi ideologia,es que Obama haya ganado las elecciones.
Saludos.
Bien retornado, viejo amigo. Eludiré la habitual agresividad con la que me fustigas, pero yo, más que decir mentiras, creo que lo que hago en todo caso es cometer errores. ¿Para qué mentir? ¿Qué gano con ello? Ni siquiera afirmo taxativamente que haya un cambio climático debido a la intervención humana, lo que digo es que me parece más creíble la visión que sostiene tal cosa que la de los negacionistas, al menos si atendemos a los argumentos que hacen valer unos y otros. ¿Es inútil protestar por el Plan de Bolonia? Decepcionante tu crítica. Sería mejor que argumentaras las bondades de dicho Plan, que debe tenerlas. Decir que protestar es inútil no deslegitima la protesta. Recuerda que una protesta masiva -contra la guerra de Iraq, para ser más exactos- le costó unas elecciones a un gobierno.En cualquier caso yo me quedaría más tranquilo si la acción humana no provocara desastres y si la universidad española entre en una fase gloriosa con el Plan de Bolonia. El problema es que confiarse a lo que nos venden los poderosos del mundo trae más desgracias que beneficios. Repasa la historia y lo verás.
Ay, como se echaba de menos a nuestro querido Jose Zaragoza!... bueno señor, sería mucho más agradable y enriquecedor leer sus comentarios si alguna vez los pudiera argumentar. Así que le pido como favor (si usted quiere) que la próxima vez argumente, así puede que todos aprendamos algo de sus comentarios y no pensemos solamente que es un prepotente (hablo solo por mi y de lo que yo pienso).
Un saludo
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