WARHOL Y LA ESPOSA DE BECKAM
1. Lo más warholianamente intolerable es tomarse demasiado en serio a Andy Warhol. Y sin embargo, creo que no hemos interiorizado aún el sentido de su irrupción en la historia del arte. Warhol fue el primer artista capaz de poner en forma de obra la fetichización del objeto estético que ya había sido puesta en conceptos anteriormente por Walter Benjamin o -referida a la mercancía en general dentro del modo capitalista- a Karl Marx. El objeto artístico ya no representa nada, es signo autorreferencial, remite a sí mismo... El arte se ensimisma, se expresa como signo de signos; descubrimos que tras la máscara no hay cara, hay otra máscara... y otra...Warhol pretende algo más que parodiar la hipocresía burguesa o la cultura de masas.
Es cierto que Salvador Dalí se internó en esta lógica cuando entendió que el rótulo con que firmaba sus cuadros valía por sí mismo. Por eso decía ser divino y ridiculizaba con ello a los fans que iban a visitarle a Cadaqués. Por eso acabó firmando lienzos en blanco. Dalí aprendió a jugar con su propia aura, pero -cuidado-, nunca olvidó que él era ante todo, un pintor, un artista capaz de producir ún puñado de cuadros tan fascinantes como el de Gala mirando al mar del Cabo de Creus tras la ventana. Siempre supo que él "no era" Salvador Dalí, que ese nombre era un fetiche artificiosamente sacralizado para engañar a los crédulos. ¿Por qué no divertirse y ganar dinero a su costa? Se siguen pagando fortunas por cuadros que Dalí sólo firmó y que se sabe positivamente que no pintó... Hizo bien pues en alimentar el fraude, es lo que el mundo merecía.
Pero Warhol fue más lejos. Ni siquiera pretendía ser divinizado como artista. Warhol era un famoso ya desde su aparición. Su leitmotiv fue precisamente la construcción del aura, el diseño del personaje que ahora llamaríamos mediático. Todas las leyendas que se le atribuyen, todo ese círculo vicioso de diletantes que le rodeaban... Todo en Andy Warhol remite a una burla gigantesca. ¿No hay un mensaje oculto tras esa tramoya del culto a la superficialidad y el petardismo que tanto sedujo a los fantoches de la Movida que le lamieron el culo cuando vino en el 83?
Warhol recogía iconos fetichizados por los media, pero no como materia prima, no para reciclarlos y convertirlos en verdadero arte. Tal cosa habría sido imposible porque lo que intentaba demostrar era justamente la indistinción entre lo artístico y lo prosaico a que la cultura de masas abocaba. Dado que cualquier cosa -una batidora, un plátano, una Marilyn clonada en distintos colores- puede ser artístico, también cualquiera puede considerarse artista. Si el mundo futuro -el que ya tenemos, dicho sea de paso- era aquél en que cada individuo tendría derecho a sus quince minutos de fama, habremos de convenir en que tal afirmación es una consecuencia de lo que Warhol había hecho consigo mismo. Aquí no había disfraz como en Dalí. Había en todo caso esquizofrenia, destrucción y reconstrucción de una identidad fetiche, pero no hay un Warhol íntimo y real tras el aura, no hay nada en el artista salvo su fama. De lo que Warhol intentaba advertirnos era del riesgo de no adorar ya sino fetiches. Observen la actitud de los turistas en Florencia ante el David y entenderán por qué, después de todo, Warhol puede haber sido un destino.
2. "Yo soy una máquina". Esa frase de Warhol define un proyecto secreto y perverso. Más allá de la irritante incorrección política a la que tan sanamente se aficiona la cultura gay, se intuye una actitud desafiante que, frente a lo que dicta la corriente liberadora extendida en Occidente desde los sesenta, afirma su "aquí estoy yo" desde una estrategia que imita a la del objeto, lo cual supone la renuncia a tomar posición y poder como sujeto. "Quiero ser mirado, adórame y yo te concederé el honor de desdeñarme". Ese culto a los signos tan rigurosamente femenino, ese juego de simulación, esa lógica misteriosa de la presencia y la ausencia... La única verdadera obra artística de Warhol es Andy Warhol, un personaje, un famoso, un fetiche. No otra cosa han entendido las drag queen o, de forma mucho más siniestra, la maquinaria de producción de famosos in vitro de los reality y los programas de cotilleos.
3. Posh es un personaje secretamente warholiano. Desde que salió a hacer monerías sobre un escenario con las Spice Gilrls, Victoria Adams supo que su designio era la fama. A partir de ahí se trama la construcción de un personaje cuya siguiente estación de paso es la de ser la "esposa de". Si el poder es lo que indica Foucault, la capacidad para influir sobre el pensamiento y la acción de los demás, los Beckam son pura maquinaria de poder. Sólo así se explica que tantos jóvenes se encasquetaran aquellas gafas enormes y horrendas o los trajes blancos espantosos de David. Cuando la pareja adopta un signo -tatuajes, pelos astutamente desarreglados, niños con nombre de barrio- están dándole pistoletazo de salida a una moda que pasa a universalizarse. Hay que ser muy ingenuo para experimentar algún tipo de atracción erótica por un chico tan tonto y tan bovino o por una pija con cuerpo de chupa-chup.
¿Puro plástico? Pero hay algo, un secreto inteligentemente resguardado tras toda esa construcción destinada a seducir y que la gente sigue como rebaño. Entendí algo así con Paris Hilton el día en que me dí cuenta de que se trataba de un personaje parodiado a sí mismo. Paris es ridícula, una mocosa descerebrada que se pone hasta el culo y le enseña las bragas al taxista tras tirarse un pedo cuando sale de una fiesta de yanquis horteras. Paris es la fama por antonomasia, es decir, nada. Pero me decepcionó el día que llegó a Madrid y la "entrevistaron": era tan tonta, tan minusválida mental como parecía.
En Victoria hay un nivel de autoconciencia que la hace interesante. Victoria sabe que el mundo en que ha elegido moverse es estúpido e insolidario. Nada que ver con la ridícula hipocresía de Angelina Jolie que pare en Namibia para demostrar al mundo que los niños de África sufren, nada con la torpeza de Penélope que dice ser actriz y no estrella, o con Madonna, que lleva veinte años sintiéndose un genio del arte y de la provocación con sus mamarrachadas. "Yo soy guapa y famosa, tú no..." Todo se reduce a eso. Posh lo sabe. Su sonrisa irónica, su pose estudiada tras la imagen de lencería, connotan esa apuesta por la estrategia de los objetos que Warhol entendió perfectamente. Ser mirado, ser -en cierto modo- un dios, una reina caprichosa e insoportable, histéricamente delgada y maquillada y peinada y fotografiada...
"Sin tacones no puedo pensar", dijo Victoria. Ningún filósofo postmoderno francés es capaz de sintetizar el espíritu de nuestros tiempos con mayor precisión.
4 comments:
David, me interesa mucho el tema, aunque creo que no acabo de entenderlo completamente. Me refiero al arte de Warhol y sus intenciones. ¿Va en la línea de Marcel Duchamp y su ready made?
Y ya puestos, ¿hablamos de un arte en el fondo vacío? ¿Qué es arte y qué no? ¿Quién lo decide y con qué criterios? A mis manos llegan bastantes novelas y relatos de tipo experimental que pretenden ser originales e innovadores y a los que nos les veo sentido por ningún lado. No logro entenderlos, no alcanzo a verles significado alguno. Cuando me sucede eso enseguida pienso que o bien a mí se me escapa algo y que quien escribe eso y quienes premian a quien escribe eso están en un nivel superior al de mis capacidades, o bien que esa escritura no es nada, está vacía, es un "puf", una especie de tomadura de pelo. Debo decirte que tiendo a pensar lo primero, pero no puedo evitar preguntarme cómo puede ser que "eso" tenga éxito, no logro entenderlo. No sé, a lo mejor me estoy haciendo viejo.
Hola de nuevo, señor Montesinos.
A vueltas con su nueva entrada, he de confesar que, no sé porqué, mientras la leo no puedo dejar de pensar en el debate sobre el estado de la nación que acaparó ayer toda la atención periodística... no sé si preocuparme por este hecho o tomármelo a risa. ¿Qué extrañas son las asociaciones mentales, no?.
Lo que sé del debate es bien poco, apenas lo que resumieron los informativos de varias cadenas según su conveniencia. Lo que sé de Victoria es, más o menos, lo mismo que debe saber usted. Observo, sin embargo, en todos los personajes (líderes políticos y señora de futbolista) algunos puntos comunes. Tengo la sensación -viendo actuar a sus señorías en el Congreso, más aún- de que todos ambicionan lo mismo: ser recordados como personas influyentes, con poder suficiente como para determinar de uno u otro modo el devenir de los acontecimientos... cada uno en su ámbito, por su puesto -aunque en el caso de Camps y sus trajes, el político y la estrella de la moda son difíciles de diferenciar-. Otra cosa que creo tienen en común es la hipersensibilidad ante lo fugaz de su momento; tanto Vic como Za, o Ra, son conscientes de lo breve de la ocasión: es ahora o nunca. Pocas oportunidades tendrán en su vida profesional para demostrar su grandeza como iconos y líderes; si se falla a la primera, difícilmente habrá una segunda.
Que la muchacha esta sea un espectáculo andante porque el tiempo se le agota y nunca más será tan joven como ahora, está bien. Ella lo sabe y aparecer en una entrega de premios en bragas es el precio que hay que pagar por lo apremiante del tiempo -para ser sabio hay que invertir tiempo, para ser famoso hay que pararlo-. Lo que me parece más preocupante es que los otros señores se dediquen a montar el espectáculo de la manera en la que lo hicieron ayer. Y aquí está la gran lección que Victoria le da a nuestros políticos -quién lo diría-: Vic se sabe al servicio de una causa mayor que ella misma, por eso cambia tanto de ropa, peinado, casa, país,... Ella no tiene identidad, es un maniquí. ¿No tendrían que aprender nuestros representantes que ellos son, como la otra, instrumentos al servicio de una causa que los supera en lugar de líderes de la misma?, ¿ no sería más apropiado que dejaran de comportarse como guías y se asumieran como lo que son: cargos al servicio del pueblo?...
Lo peor de todo no es que nuestros políticos resulten menos lúcidos que Victoria Beckham, lo peor es que además de la lucidez también han perdido el sentido del humor. "Sin tacones no puedo pensar"... qué gran frase y cómo deseé oírla ayer; mejor nos hubiera ido, todo estaría exactamente igual que hoy, pero nos hubiésemos reído que, tal y como van las cosas, ya es mucho. Lo que anda caro con la crisis no son las viviendas y los coches, es la risa. Un saludo (qué largo a quedado, discúlpeme).
Hola, Alejandro, todos nos hacemos viejos, y, dice Woody Allen,"el tiempo nos acucia a todos". No sé a qué abstrusos ensayos te refieres. Yo por ejemplo acabo de dejar a las veinte páginas un ensayo insoportable de un sociólogo argentino. Simplemente me ha parecido una tomadura de pelo. Hay autores de difícil lectura, Heidegger puede ser un buen ejemplo, que, sin embargo, requieren un esfuerzo y que merecen ciertamente la pena. Los escritos del mismísimo Nietzsche fueron muchas veces considerados como "ruido". No sé qué puede ser definido legítimamente como objeto estético, ríos de tinta han corrido al respecto. Sí creo que hemos de ponernos en disposición de explicar por qué algo nos subyuga y por qué otras cosas nos dejan fríos.
Respecto a la pregunta concreta sobre Marcel Duchamp y el ready made. Yo creo que toda la vanguardia estética del siglo XX tiene algo de "modernidad reflexiva". Me viene a la memoria Rubert de Ventós, que define vanguardia como momento en que el arte "se ensimisma", es decir, que abandona la meta representativa para convertir lo estético en reflexión sobre sí mismo. Duchamp convierte un objeto puramente utilitario, cotidiano e instrumental en objeto estético el día que lo convierte en parte de una exposición y pasa a formar parte de un museo. Se trata de descontextualizar el objeto, lo cual, en ciertas condiciones, y bajo cierta lógica, pasa a adquirir valor estético. ¿Tiene el mismo valor que la lata de Sopas Campbell del cuadro de Warhol? Sí y no. El gesto estético es similar, pero con una particularidad. Warhol se sitúa históricamente después del gesto de ruptura que supone la teoría de Walter Benjamin en "La obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica", donde se ejecuta el primer análisis profundo de lo que supone la pérdida del aura en la recepción artística. Se trata, en suma, como hicieron después Adorno y los demás francfurtianos de "pensar" el tiempo en que la obra muta para convertirse en un tipo de "mercancía" sometida a la lógica de la cultura de masas. La rueda de Duchamp aún no es un fetiche publicitario o mass mediático. Sí lo es la lata de sopa o la imagen de Marilyn -icono sexual seductor por excelencia- o la de Elvis vestido de cow boy y disparando un colt. Ambos autores, en cualquier caso, me parecen esenciales para entender qué está pasando con el universo estético.
Querido Anónimo. Gracias en primer lugar por leer y por intervenir. Es bienvenido. Y no se disculpe por la largura: la reflexión no es fast- food, necesita tiempo, elaboración y espacio... Y la suya es una reflexión francamente interesante.
Ví parte del debate de ayer, y solo advertí, como es costumbre, aunque ayer más que nunca porque vienen elecciones, que la democracia deliberativa se convierte en lucha incruenta por el poder, un poder que es más simulado y mediático que nunca, de ahí que sea tan importante escenificar sus peleas, que son solo las de personajes empeñados en vivir de la política y a nuestra costa. Za y Ra -y tantos otros- me parecen proyectos de personaje mediático. Pretenden ser famosos como Posh, solo que ellos no se atreven a dar el paso hacia cierta impostura como la de aquella, quien sí parece saber perfectamente en qué consiste eso de la sociedad del espectáculo de que nos hablaban los situacionistas. Gracias.
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