Friday, September 04, 2009









PLAGA






LA PESTE. Difícil entender que un agente de destrucción tan demoledor y tan terrible pueda al mismo tiempo ser visto como un factor de estructuración de las civilizaciones. Michel Foucault lo demuestra en su Historia de la locura o El nacimiento de la clínica: la plaga no sólo destruye, también da pie al establecimiento de lenguajes, de códigos de inteligibilidad, de normas capaces de discernir qué es normal y qué patológico... La epidemia, en suma, por la evidente necesidad de resistirse a ella, crea toda una lógica nueva y muy propia de la modernidad, un sistema de preguntas y respuestas, de síes y de noes... una disciplina colectiva que, cuando sus causas desencadenantes en origen ya han sido olvidadas, continúa condicionando las conductas.





Lo que demuestra Foucault es que la enfermedad genera un saber, y que ese saber es también un poder. Si este planteamiento es certero, imposible dudar entonces del carácter político de la epidemia. Esto no significa que la Peste sea el producto de una conspiración, ni mucho menos que sea el efecto de una terrorífica sugestión colectiva. No, la Peste es el jinete del apocalipsis por experiencia, y de ninguna manera puede sorprender la proliferación de prácticas, imágenes o discursos de todo tipo con el miedo al contagio como leitmotiv explícito o difuso.



Tanto es así, que la novelística moderna ha estructurado sus modos narrativos en gran medida por la inspiración epidémica. Desde el Diario del año de la peste, de Daniel Defoe, hasta El castillo blanco, de Orhan Pamuk, pasando por la inevitable La peste, de Albert Camus... el pavoroso imaginario de lo pestilente ha hecho proliferar ficciones fascinantes. No es difícil imaginar que tales narraciones recojan informes sobre el terreno de lo que viene sucediendo desde hace siglos en las crisis epidémicas. Podemos seguir entonces esa fantasía de la guadaña que se instala durante unas horas en un barrio de la ciudad, hace su siniestra y fecunda cosecha, para marchar a otro lugar donde continuar su tarea y con la amenaza seria de que habrá de volver. Temo que esa imagen es todavía demasiado deudora de la mentalidad medieval, que tiende a leer los signos de la lepra, la peste o incluso las sequías como pruebas de la cólera castigadora de los dioses.




Lo que se impone en el tratamiento literario de la peste propio de la novelística moderna es el espíritu de conocimiento del que habla Foucault. El Diario del año de la peste es ciertamente un relato conmovedor y, por momentos, angustioso; propio de quien, habiendo sabido componer una cumbre de la literatura como Robinson Crusoe, fue observador activo de los trágicos sucesos que nos refiere. Lo que Defoe intenta hacernos ver una y otra vez a lo largo de aquella crónica es
que su experiencia debe servir a la comunidad para establecer los sistemas de vigilancia que puedan evitar el regreso del mal, para tener previstos los protocolos de acción para el momento en que vuelva a estallar, y para lograr que los daños que pueda provocar sean menores. En, en suma, la Razón, lo que se está abriendo camino entre los carros blanqueados de cal que arrastran muertos por docenas.


La Medicina no hubiera sido nunca la que es si la plaga no hubiera determinado en algunos hombres el impulso a investigar en profundidad la cauística del Mal para a partir de ahí combatirlo... Nada más lejos de la tendencia altomedieval a ver en él la consecuencia de la voluntad de los cielos, designio inescrutable y al que, en el mejor de los casos, solo podemos aplacar con plegarias.



¿Qué sucede cuando la necesidad de combatir a la Muerte se convierte en sugestión y es la histeria la que termina desencadenando la tragedia? Desde Moliere -ver El enfermo imaginario- sabemos de la hipocondria, pero ¿qué sucede cuando la lógica de la prevención se apodera de las mentes y las prácticas cotidianas ya no hacen sino reflejar el miedo a algo inexistente? Este fenómeno colectivo es novedoso, y hablar de sociedades que viven profundamente sugestionadas por el miedo a cualquier tipo de contagio con los otros, sociedades opulentas, bien alimentadas y entregadas a la lógica de la profilaxis y la búsqueda neurótica de fármacos para todo. Pronto veremos colapsarse las Urgencias de los hospitales... Madres histéricas dejarán de enviar a los niños al colegio y acaso cierren las escuelas.



Cobra fuerza una vez más la teoría de la conspiración: "poderosos intereses farmacéuticos pretenden aterrorizar a todo el mundo para sacar tajada". Sea o no cierto, el miedo, como en la crisis económica, deja de ser una respuesta y se convierte en la verdadera causa del Mal, hasta el punto de que me pregunto si a partir de ahora -en vista del miedo colectivo- no tendremos que prepararnos cada año para morir con una nueva plaga. Los guionistas de The Simpsons lo reflejaron ingeniosamente: basta un pequeño apagón, o el efecto 2000 en cuatro ordenadores, o que al Presidente le entren arcadas en la tele para que el populacho enfebrecido se lance a arrasar y saquear comercios por las calles.








Milenarismo. Así llaman los historiadores al momento del Gran Miedo medieval. La nuestra podría muy bien ser la época de la Iatrogenia. Se define comunmente como el grupo de enfermedades desencadenadas por la intervención médica; serían, de alguna forma, enfermedades metaclínicas. Lejos de ser una cuestión lateral, como se cree, la iatrogenia puede muy bien ser un destino: iatrogenia de la histeria que considera que toda muerte es error médico y por tanto denunciable, iatrogenia del exceso medicamentoso, iatrogenia psíquica producida por el miedo a una plaga para la que no hay sistema inmunitario.




17 comments:

Aspasia said...

Gracias por hacernos reflexionar sobre lo que supone el miedo, en este caso a la plaga " no se si provocada de la Gripe (H1N1)" pero que hace que a fuerza de escuchar en todos los medios de comunicación en número de muerto que provoca, va calando en la sociedad y fuerza a los póliticos y a las administraciones públicas a multiplicar el gasto tanto en la previsión de Vacunas, como en los posibles colapsos de hospitales y quien sabe donde vamos a llegar. Lo que si es cierto es que las multinacionales farmaceuticas, se van a forrar.

Juan Antonio Millón said...

Es muy interesante el tema quenos propones, David: la peste o las epidemias y sus metáforas o símbolos. No hay que olvidar uno de los primeros, que tiene como protagonista al personaje clásico de Edipo: la epidemia y la Esfinge o el enigma.
Yo he recordado un delicioso librito que el historiador italiano Carlo M. Cipolla dedicó a unos sucesos que tuvieron como telón de fondo la peste sufrida en un pequeño pueblo de la Toscana, ¿Quién rompió las rejas de Monte Lupo?. En el análisis de aquellos sucesos ocurridos en el XVII, Cipolla expone las luchas que se producen entre el clero y la nobleza, entre la fe de la Iglesia y las medidas profilácticas que comienzan a despuntar, la visión moderna de la ciencia sanitaria. Aunque, como dice en la introducción Cipolla: " El Estado no es necesariamente el adalid de la razón, la Iglesia no es taxativamente sinónimo de Fe y la religiosidad no excluye el anticlericalismo". Una avatar más de la humana condición y el signo de los tiempos.

David P.Montesinos said...

Tengo en primer lugar que pediros disculpas, pues estos tres últimos comentarios llevan varios días en la nevera. El dichoso spam masivo y sus riesgos adheridos me obligan a filtrar cada comentario, lo cual en este caso me ha resultado fatal, pues he estado en pleno unplugged las últimas cuarenta y ocho horas. Os pido perdón de nuevo. A Aspasia, porque para ser la primera vez que escribe, espero que no se lleve la impresión de que la censuro, menos teniendo en cuenta lo interesante de su reflexión. A Juan Antonio Millón, porque ya es la segunda vez que tiene problemas para instalar un comentario. Y a mi viejo amigo Imperfecto, porque fue el primero en quedar en la nevera y, dado el tono indiscutiblemente provocativo de su comentario, debe pensar que se lo he censurado, cosa que no pienso hacer y menos con él. He publicado precisamente el comentario a pesar de que es evidente que se refiere a la polémica sobre ciertos hábitos de pensamiento y lenguaje sexistas, lo cual se refiere por supuesto al post de la semana pasada. En su desagravio, y a riesgo de que molesten a alguien, se lo publico ahora. Os pido disculpas a los tres de nuevo y no perdáis la paciencia conmigo. Es un honor teneros de contertulios.

David P.Montesinos said...

Respecto a lo que comenta Aspasia, me pregunto si situaciones de sugestión colectiva como la de la Gripe A no tienen la ventaja de ayudarnos a ver con más lucidez la trama financiera de la farmacéutica internacional. Probablemente hayas visto un film, "El jardinero fiel", dirigido por F.Mereilles y con Ralph Fiennes como protagonista, versión cinematográfica de una novela de John Le Carre. Más allá de la intriga y las tramas conspirativas propias de los relatos de Le Carré, lo que me interesa es la denuncia de la política de la industria farmacéutica, de la que sospechamos algunas cosas terribles. En este film, el protagonista viaja a Kenya, donde acaba de ser asesinada su mujer. Inicialmente, la huida del médico que la acompañaba hace pensar en un crimen pasional, sin escatimar cierta en el entorno del personaje cierta sorna por su presunta condición de marido cornudo. Resulta que la mujer preparaba un informe sobre la dypraxa, medicamento que una multinacional europea está preparando contra una posible epidemia mundial de tuberculosis. Las muertes de numerosas personas sobre las que se ha probado el medicamento demuestra que este tiene un largo historial de experimentos fallidos y efectos secundarios indeseables. Así se explica el asesinato. Resulta que hay implicadas autoridades de Nairobi y políticos corruptos de Gran Bretaña.

¿Sólo ficción? Estoy lejos del integrismo anti-química y anti-fármacos de todo tipo (excepto los naturistas, homeopáticos y demás)... Creo profundamente en el poder de la ciencia, y muy en especial de las ciencias de la salud, para alargar y mejorar las condiciones de vida del ser humano, pero también creo que algunas de las peores, más siniestras y más lucrativas tramas mafiosas del planeta no se dedican solo a las drogas, la trata de blancas o la venta de armas. Dicho de otra forma, creo que en este tema hay un enorme espacio de impunidad y que la lucha contra él -cuya lógica es cercana a la lucha contra los paraísos fiscales- va a ser una de las grandes reivindicaciones ciudadanas de las próximas décadas.

David P.Montesinos said...

Conozco brevemente al autor al que se refiere Juan Antonio Millón, y desconozco el libro que en concreto cita, pero es oportuno el dato, y parece sumamente interesante. Creo que los grandes historiadores de las ideas, obsesionados con las metafísicas de Descartes, Kant y compañía, se han olvidado con frecuencia de historiar las prácticas clínicas y los discursos a que dichas prácticas -presuntamente cotidianas e insignificante- dieron lugar, hasta el punto de ser ellas las que, en su discurrir diario y tenaz, fueron articulando todo ese régimen de visibilidad, ese juego de enunciados y esos protocolos de actuación que delimita lo normal y lo insano sin los que el mundo moderno no habría sido el mismo. Estoy pensando en Foucault, desde luego, pero me sirve exactamente igual el texto de Cipolla.

Nombras el episodio de Edipo y la esfinge. Curiosamente, la resolución del acertijo libra a Tebas de la Peste. Digo curiosamente porque al lanzarse la esfinge por el barranco y dejarle el paso libre a la ciudad, está abriendo paso al cumplimiento de la tragedia prevista en el oráculo: el matrimonio con su madre, Yocasta. Mi abuela, que era una señora ciertamente religiosa, me dijo hace muchos años que ese fenómeno, el de la quiebra de la prohibición sagrada por excelencia, el incesto, conduciría a las sociedades sin Dios hacia el desorden moral y la extensión de la Peste.

Gracias por tu paciencia.

Anonymous said...

Iba a empezar con un... "disculpadme... bla bla bla"

pero he cambiado de opinión... por respeto al lugar y a nuestro anfitrión no voy a calificar a nadie, a lanzar dardos envenenados sobre algunos de los comentarios que se han vertido en este tema y no por falta de ganas; sólo compartiré con vosotros, si me lo permitís, mi visión del asunto.

A mi me encanta poner cachonda perdida a mi mujer... con pepino, con vespino o con maullidos de minino... de la misma manera me mosquearía, más que un pavo escuchando una pandereta, si esa misma zorrona no se comportase cómo tal, al menos, de vez en cuando.

Creo que expresiones escritas sin ningún ámino peyorativo (cómo imagino nadie pensará lo he hecho yo al respecto de mi señora esposa a la que no solamente deseo sexualmente si no que respeto cómo persona profundamente) despectivo o de generar polémica se han inflado, cual inocente muñeca hinchable, con el más fétido de los gases, el prejuicio, repletito, este, de connotaciones que, por su caracter, resultan hoy poco menos que decimonónicas y aparentemente superadas...

¿donde está el agravio en afirmar que os podais poner cachondas con un tipejo subido a una moto o calificar cómo zorrona a una hermosa e inteligente, en la mayoría de casos, mujer desinhibida que aprovecha su intelecto y/o belleza para seducir y disfrutar del cuerpo o la pasta de alguien?...

Si, es cierto que muchos hombres hemos de superar algunas tendencias y comportamientos misóginos pero de la misma manera que muchas mujeres convendría que ciñeran su mal llamado feminismo a si mismas permitiendo que el resto de sus congeneres piensen y hagan aquello que les plazca y les acerque a su concepto de felicidad sin que ello suponga el menosprecio hacia ellas, y de rebote, hacia el machito que tiene al lado.

La verdad es que me parece mentira que todavía, hoy, gente joven e inteligente sea tan poco tolerante con la libertad individual utilizando idénticos argumentos a los que utilizaban censores machistas de hace cuarenta años...

un cordial saludo a todos.

Imperfecto


5:26 PM

David P.Montesinos said...

Bien, querido Imperfecto. Temo que, de haber aparecido respecto al último post, habría pasado desapercibido tu comentario, y como lo publico cuando ya he dejado atrás el asunto de Natalia Rodríguez y el comentario de Carles Esquembre que lo suscitó, opto por incorporarlo ahora.

Espero de entrada que tu contención en eso de enviar dardos envenenados no me incluya, pues en lo que a mis opiniones incumbe, puedes hacerlo cuando te plazca. Tu intervención tiene el mérito de habernos sacado de esa lógica un tanto blanqueada de las disculpas y las susceptibilidades en que habíamos entrado, si bien yo creo que la historia de cualquier debate está llena de los conocidos "yo no quise decir" o "usted ofende al generalizar" y similares, en los cuales yo por cierto también caí en estos días. Sin embargo, en algunas de esas intervenciones hubo razonamientos que me aportaron cosas que no sabía, y en ese sentido -más que por la susceptibilidad o el posible abuso de corrección política- me resultaron interesantes.

El otro mérito es el de haber introducido una nota de parodia -acaso de autoparodia- en el asunto. Y creo que es bueno restarle solemnidad a todo esto de las relaciones sexuales. Lo que sucede en una pareja, si es que es consentido (y se es pareja justamente porque hay una base que es la complicidad, es perfectamente legítimo. Y lo es precisamente porque no se puede legislar sobre ello. En eso se alejan justamente las sociedades libres de las teocéntricas o de las totalitarias, que basan su régimen de poder precisamente en la pretensión de vigilar íntegramente las conductas humanas, lo que destruye el principio de la vida privada, por donde termina de ser estrangulado el principio de libertad y ciudadanía.

En una ocasión, una de aquellas feministas radicales a las que me he referido, me dijo con evidente mal humor que toda forma de prostitución era esclava. Yo creo que este maximalismo es abusivo, aunque no dudo que la realidad de la industria del sexo es abusiva. Lo que yo intentaba hacerle ver es que si yo me acuesto con la vecina y decido cobrarle -o viceversa- es un problema mío, tan mío como si le quiero dar una clase particular de matemáticas.

Lo que intento decir es que es peligroso entrar a moralizar en la intimidad. Son intimidad mis fantasias y lo son mis relaciones sexuales: las primeras porque son mías y las segundas porque surgen de la complicidad y nunca de la coacción, que es justamente el enemigo que deberíamos derrotar entre todos.

Disculpas por la tardanza y gracias por la paciencia.

imperfecto said...

Gracias a ti, por la consideración que demuestras hacia todos los que nos acercamos a estas páginas de pensamiento y opinión.

Con respecto al tema moral hacia el que ha derivado tu post anterior, me da la sensación que el bueno de Kant, en su ánimo de racionalizar los imperativos morales, abrió una puerta peligrosa en manos de la intolerancia... contemplada de forma maliciosa, su pretendida universalización del "deber ético" legitima clasificar cómo inadecuada toda aquella conducta que no resulte pertinente a todos por igual.

La lógica de que lo que no es bueno para todos no es bueno para nadie es un cajón de sastre del que no pueden salir si no actitudes lesivas, intolerantes y, me atrevo a decir, sospechosas de contenido fascista...

reitero mi agradecimiento a tu consideración y, por supuesto, a tu tolerancia para con todas aquellas opiniones que surgen desde el respeto.

un abrazo.

David P.Montesinos said...

Hola, de nuevo, Imperfecto.

Kant intentaba ciertamente establecer una fundamentación racional para los principios morales. No estoy seguro sin embargo de que la universalización del deber suponga aceptar solo aquel principio que resulte, como tú dices, "pertinente a todos por igual".

No sé si entiendo bien, pero creo que sospechas un afán totalitario que en justicia no corresponde a Kant. La clave del universalismo moral que propone este autor es su carácter formal y crítico. Formal porque el imperativo categórico, en su primera y principal formulación -"que tu principio moral sea digno de ser convertido en principio universal"-, renuncia a determinar el contenido de la acción moral. No dice que hagamos tal o cuál cosa, como un evangelista, sino que sea nuestra razón la que soberanamente establezca el contenido de la moral y actúe en consecuencia. No dice cuál es el deber, sino que estamos obligados a actuar por deber. (Mi deber es actuar por deber, diríase). En este sentido digo que se trata de un modelo crítico, pues no sanciona a modo de dogma el contenido del deber ("ama a Dios" o "viaja una vez en la vida a La Meca"), sino que más bien establece los límites de la acción moral racionalmente fundada, a partir de lo cual es el sujeto el que debe libremente establecer sus códigos de conducta. NO creo en suma que el universalismo moral suponga acabar con la discrepancia de criterios morales, más bien lo que pretende es articular la posibilidad de dicha diversidad a partir de la determinación de sus límites racionales, solo a partir de los cuales es posible la libertad y, por tanto, la variedad de criterios.

Tampoco creo que el imperativo categórico suponga exactamente que "lo que no es bueno para todos no es bueno para nadie". Lo que supone, a mi entender, es que debo actuar con la pretensión de que mi acción "merezca" ser imitada por los otros. Hay aquí, si lo quieres, una cierta pretensión utópica, un cierto horizonte que puede regular la acción pero que resulta por definición inalcanzable. NO creo que Kant pensara que solo existiera un deber verdadero, pues en ese caso se autorrefutaría respecto a su propio principio de autonomía moral. Lo que sí encuentro en su doctrina es una dimensión de humanidad, de sentido cosmopolita de pertenencia al mismo género, que obliga al sujeto a plantearse su conducta en relación a una comunidad... una comunidad universal y abstracta, sí, pero a la cual pertenecemos. En ese sentido, me parece clave la formulación segunda del imp.cat.: "tomar a los demás seres humanos como fines en sí mismos, y no como medios" Ese principio se basa en la universalidad ética, pero es también formal, pues no se puede actuar éticamente sin tomar al otro como un fin en sí mismo, dado que no hay ética posible allá donde la relación con el otro es instrumentalizadora.

Perdón por el rollo y gracias a ti.

imperfecto said...

Rollo absolutamente pertinente, cómo bien apuntas la ética kantiana jamás desubica el comportamiento individual del contexto social y no pretende si no el consenso, a través de la discrepancia, en la determinación de las conductas "más recomendables"...

pero cómo te dije, en manos maliciosas, abre la puerta al totalitarismo una vez establecidas, supuestamente, esas normas a seguir...

el totalitarismo de quién siquiera contempla la posibilidad de valorar cómo aceptable determinadas actitudes, comportamientos, incluso, formas de pensar. En definitiva, fascismo, del que se da buena cuenta sin necesidad de rascar o ir demasiado lejos... a las pruebas me remito...

un abrazo.

David P.Montesinos said...

Claro, pero es que yo creo que un creador de ideas, imágenes o de lo que sea, no es responsable de las lecturas maliciosas que de su obra se efectúen. Hay, por ejemplo y como sabes, una reapropiación fascista de algunos textos de Nietzsche, como la hay estalinista y totalitaria de los de Marx. Eso siempre sirve a sus detractores para aquello de "¿lo veis?, hay una deriva despótica y genocida en El anticristo... y también un transfondo autoritario en el Manifiesto comunista". Recuerdo un programa televisivo de la iglesia católica española en que se hacía tal cual esa reflexión: el marxismo conducía por vía directa al Gulag y los textos de Nietzsche a Auschwitz. La lectura minuciosa de ambos autores convierte estas interpretaciones en zafias, reduccionistas y baratas... pero es que acaso lo que pretendían los ideólogos de dicho reportaje era justamente que no se leyera ni a Marx ni a Nietzsche.

Creo que la obra siempre es "abierta", que no se completa más que en la medida en que es leída e interpretada, pero eso no significa que cualquier apropiación sea válida. En el caso de Kant me parece especialmente difícil hacer lecturas maliciosas, si entendemos por maliciosa la intención de fundamentar ideologías totalitarias y liberticidas a partir de sus textos. Cualquiera de las tres críticas constituye una llamada a la búsqueda de los límites de la aceptable y lo inaceptable. Entiendo que se asocie el kantismo con la fundamentación del modelo social, político y económico del ciudadano burgués, pero es que Kant es un ilustrado del siglo XVIII. En mi opinión, algunos de los peores abusos de la historia de la izquierda habrían sido más difíciles si, en vez de hacer tanto caso a Hegel o a Lenin, se lo hubieran hecho desde el principio al señor de Konigsberg. Nadie como él -excepto, en otro sentido, Schopenhauer y Nietzsche- ha sido capaz de fundamentar para siempre en Occidente las razones del sujeto moralmente autónomo y la necesidad de poner la voluntad por encima de todo, dos principios a los que la praxis revolucionaria ha sido con frecuencia refractaria. Gracias por tu interlocución, como siempre.

imperfecto said...

Por supuesto no culpo a Kant de las lecturas maliciosas que de su obra se hagan, efectivamente el totalitarismo, en todas sus formas, ha intentado enraizar su ideario anclandolo en referencias del pensamiento.

Quizás he sido yo quién lo ha utilizado o servido de él para "justificar" reacciones inadmisibles, al menos para mi. Aunque también he de reconocer, y aqui en cierta discrepancia contigo, que la moralidad descrita por Kant deja cantidad de puertas abiertas por su ambigüedad y formalismo. Cómo ya criticó el propio Hegel, resulta dificil concretar con ella en la mano,ambigüa y dualista (ser y deber ser, naturaleza y el bien) distinguiendo siempre entre dos opciones indisolubles, brechas por donde la intolerancia puede colarse con facilidad... esa "excesiva" libertad que puede convertirse paradojicamente en libertad, también, para coartar...

Si bien es cierto que Hegel construyó un Kant a partir de su complejo proceso dialéctico ante el que acabó debatiendo, y a pesar de dar algunos palos de ciego, creo que vislumbró algunas erratas en la, por otra parte indiscutible, magnifica teorización de Kant.

Creo que acabaremos aburriendo al personal...

David P.Montesinos said...

Quizá sí aburramos al personal, pero no a mí, desde luego, pues el asunto que planteas me ayuda entre otras cosas a poner en orden mis ideas.

Es posible que lo que Hegel ve como un defecto, la falta de clausura del sistema crítico, su incapacidad para cerrar el mapa que traza, no pudiendo evitar la aporía de un noúmeno, un indiscernible al que apuntamos sin poder definirlo, sea justamente lo que hace fuerte al kantismo. ¿No tiene la acción moral un componente aporético? Siempre será problemático plasmar objetivamente el deber, la verdadera utopía dañina acaso sea la pretensión de convertir el mundo en una totalidad racional, acusación que me parece más apropiada para el hegelianismo y sus herederos. Creo que prefiero vivir en esa brecha que abre la ética kantiana...

imperfecto said...

Pero fijate, David, que ese mapa moral ha de tener una clave última, esa aporía ha de poder ser concretada y conceptualizada de alguna manera, sólo se me ocurre una... libertad dentro de un marco juridico determinado. Aunque discrepo tambien con el iusnaturalismo hegeliano por su incontestable absolutismo, coincido plenamente en que el estado ha de ser valedor de esos principios reguladores por los que nunca,la voluntad impositora de nadie, pueda prevalecer sobre la capacidad de elección del individuo dentro de ese marco.

Somos, por tanto, responsables de dibujar un escenario jurídico óptimo que permita cerrar la ambigüedad kantiana mediante un sistema en el que sea el individuo quién, haciendo valer su libertad, dentro de los margenes establecidos, elija sus propios criterios morales entre los que desarrollar su conducta.

Creo que no tenemos un mal escenario, aún siendo mejorable, por más que algunos se empeñen en obviarlo intentando cercenar la libertad del otro...

David P.Montesinos said...

Completamente de acuerdo, pero creo que la fundamentación racional del deber que plantea la crítica kantiana no es ajena a la necesidad de diseñar el marco político de un Estado de Derecho. Dice en "La paz perpetua":

"Hay que definir mi libertad exterior (jurídica) como la facultad de no obedecer a las leyes exteriores sino en tanto en cuanto he podido darles mi consentimiento". No creo que con Kant se inicie el reino de lo subjetivo, en la acepción solipsista o egocéntrica que a veces se le atribuye, un poco a vueltas con la obsesiva interpretación en clave de crítica a la ideología burguesa. (No digo que tú lo hagas) Más bien creo que con esa sistematización tan precisa del pensamiento ilustrado se sientan las bases del pensamiento crítico y la plasmación de su modelo político correspondiente: la democracia y el Estado de Derecho

imperfecto said...

De hecho escribe, aún categorizandolo cómo imperativo hipotético... "obra externamente de tal manera que el uso de tu arbitrio pueda armonizarse con la libertad de los demás según una ley universal" cómo medio hacia el fin último, la felicidad...

lástima que ese fin determine su inclusión dentro del grupo de los asertóricos, susceptibles, por tanto, de provocar contradicción...

David, ha sido la manera más elegante que se me ha ocurrido para reconocer que tienes razón sin acabar de dártela del todo... ; )

ha sido un auténtico placer, ya me dirás tus honorarios por estas magistrales clases.

un abrazo.

Jose Maria, alias "imperfecto"

David P.Montesinos said...

Muy al contrario, ha sido un placer. Cualquier debate sirve a uno para poner en orden sus ideas. Gracias a ti por tu paciencia. Sapere aude.