Saturday, January 16, 2010








LUNES. ¿Por qué no amar a Paquirrín? El hijo del torero y la folklórica no es ejemplar, más o menos igual que cualquiera, le sobran kilos, le falta pelo y no le asisten excesivas ganas de trabajar. Las víboras de la prensa rosa, deseosas de vengarse de la cantaora, que siempre ha tenido el buen criterio de tratarlos como lo que son, es decir, chusma, han explotado la carnaza de Paquirrín con sus noches de farra, sus putas, sus amigachos desleales, mientras un auditorio envilecido les ríe las gracias a tanto miserable que se las da de moralista. ¿Escándalo? ¿A quien puede escandalizarle un joven que bebe tres gin-tonics, fuma dos porros e intenta aprovechar su fama para ligarse a alguna tía buena? Lo escandaloso es el poder de crear opinión que tienen todos esos canallas que hacen “prensa rosa”, aunque ahora les den premios ondas. Amo a Paquirrín porque, bien pensado, los ha puesto a todos en su sitio. No se enfada, no se siente insultado, es el fondo un tipo encantador que te invita a cervezas y sabe reírse de sí mismo. Por eso ha decidido jugar la estrategia invencible: “¿queréis reíros de mí? Pues ahora soy yo el que va a hacer el bufón, pero el bufón con ganas y con vocación, y además soy yo el que se lo va a llevar crudo”. Ya no tiene morbo meterse con Paquirrín, es él el que hace chistes malos sobre las hazañas nocturnas que antes daban para un programa nauseabundo en Tele Cinco, es él quien reconoce que liga porque es famoso a pesar de ser feo, calvo y gordo. Paquirrín ha aplicado la reducción al absurdo, es el primer famoso que ha puesto en crisis la lógica envilecida que gobierna los shows televisivos.

MARTES. Era irremediable convertir a Mrs Robinson en estrella de Internet y a su joven amante en candidato a portada de revista gay, tanto como asociarla a la Señora Robinson de El graduado, relato imprescindible para entender el sentido del giro espiritual que supuso la cultura de los sesenta para las sociedades occidentales. No hay nada que me escandalice en que una mujer de sesenta años ame a un hombre de diecinueve, me parece incluso sano, yo también lo haría si fuese ella y tuviese un marido como el que tiene. El problema es la doble moral, desde luego. Da un poquito de risa imaginarse a Mrs Robinson soltando orgásmicos alaridos mientras en los periódicos de la mañana ha aparecido jaleando a las mayorías morales irlandesas y declarando que “la homosexualidad es una abominación.” ¿Sorprendidos? Yo no. He visto más hipócritas
bajo las columnas del templo que lejos de ellas, y no me parece que en esto los protestantes anden peor aviados que los papistas. Pero no es Mrs Robinson quien me preocupa, ya intentará poner en paz con Dios su alma cuando llegue su hora… No es ni siquiera que beneficiara con poder y dinero públicos a su amante. Pienso en qué pasa por la cabeza de todos aquellos que votan a alguien porque se da golpes en el pecho y amenaza con fustigar a todos los que sus disipadas costumbres amenazan los sagrados valores de la familia cristiana, la castidad y todos los demás espantajos con los que se vienen justificando atrocidades desde hace milenios. Por cierto, a mí siempre me gusto más la bruja que Blancanieves, es decir, siempre preferí a Mrs Robinson que a la tonta de Elaine, tenía más morbo… Aunque la otra Mrs Robinson, la de verdad, también tiene su punto, para qué voy a mentir.

MIÉRCOLES. Borges cuenta que entró por azar en una representación del Hamlet en un barrio bonaerense. Escenografía pueril, actores nefastos… “pero yo salí del teatro henchido de pasión trágica, Shakespeare se había abierto camino a pesar de todo.” Hermoso pero falso, Borges mentía más que hablaba. Viene a cuento la cita porque han estrenado el último Sherlock Holmes. No, lo siento, no voy a pedirle a Conan Doyle que vaya a abrirse camino ante un relato donde su héroe pega mamporros de karate y marca músculos, mientras resulta que Watson es guaperas y delgadito. “El público de hoy no soportaría a Holmes reflexionando”. ¿Por qué no decir directamente que el público de hoy es imbécil? Algún día advertiremos las dimensiones del mal que han hecho al cine Spielberg o Lucas, que solventaron la crisis del Hollywood de los setenta sustituyendo la inteligencia de los guionistas y el talento de los actores por la espectacularidad circense de los efectos especiales y la “acción”. No se trata de acabar con el trucaje, el cine siempre es, como la pintura, un “truco”, un trompe l´oeil… se trata de que a uno no le tomen por imbécil. ¿Ortodoxia? No, ¿por qué? No hay visión más heterodoxa y a la vez más hábil y hermosa del héroe de Baker Street que la de Billy Wilder en The secret life of Sherlock Holmes. Claro, pero entonces, el público amaba al personaje de Conan Doyle, el cual, qué le vamos a hacer, solía reflexionar y tocar el violín. Me entran ganas de decir aquello de “¡quita tus sucias manos de Sherlock Holmes!”, pero creo que es mejor simplemente no ir a ver semejante engendro.

JUEVES. Perdí demasiado tiempo en los años de universidad explicando a mis compañeros qué era eso tan misterioso que me hacía acudir al cine cuando se estrenaba un film de Erich Rohmer. Fue inútil. “No hay nada en sus películas”, pero es atributo de la barbarie el no saber ver nada allá donde sí se nos está mostrando algo. Mostrar, eso es lo que siempre intentó Rohmer. No hay declaraciones de principios grandilocuentes ni excesos poéticos, se trata más bien de un cine prosaico. Misteriosa seducción la que ejercen los personajes tras la banalidad de sus conversaciones. Seducción de la lentitud, del ritmo de la vida tras conversaciones aparentemente inanes donde los cuerpos se deslizan hacia su propia incapacidad para entenderse a sí mismos. Hay en los relatos de Rohmer una extraña quietud, como si se presintiera un orden espiritual en el universo, orden religioso, en cierto modo, pero no sacrificial ni paroxístico. No sé explicarlo, son las imágenes las que nos muestran eso indecible del arte que el discurso crítico no puede atrapar. Hay algo en la vida que ya es rohmeriano para siempre.


VIERNES. Haití, el horror. La gente se indigna ante la televisión porque le hace sentir el vértigo de su propia impotencia. El horror-show es la pesadilla de la sociedad sobreinformada. Las celebridades como Pitt y Jolie que declaran su pesar y ofrecen su dinero… Los cuerpos que se apilan en las calles como si las vidas de cada uno de ellos jamás hubieran valido nada, un Auschwitz en los trópicos. El silencio, creo que prefiero el silencio...





9 comments:

Marta I. Moreno Pizarro said...

JUEVES: La vida tiene mucho de rohmeriana, efectivamente. Quizás matizaría, sólo ligeramente, esa afirmación: hay momentos en la vida, ciertos destellos, que aparecen con fuerza en algunos momentos de nuestras vidas, y que a pesar de su condición efímera albergan todo el mucho o poco significado que anda desparramado por el resto de los días, que hacen que la vida sea rohmeriana. A veces pueden ser un gesto que retrata toda una biografía, o una frase que ilumina y condensa todo un relato, o una coincidencia extraña, cargada de realidad y parlante, de esas que nos explican brevemente lo que somos y por dónde andamos. El trazado hacia esos clímax de sentido es lo que Rohmer sabía hacer con maestría.

La maestría... En Rohmer eso significa la sutileza. Sé que a los sernianos no os gusta demasiado Féliz de Azúa, pero en lo que dice sobre cómo lo verdaderamente arte va más allá de la técnica para encontrar las emociones en los matices, creados a partir de una desviación ajustada de la “receta”, en eso creo que lleva razón. Es posible hacer una composición musical llena de tristeza si usamos una tonalidad menor, escalas descentes, notas alargadas en final de frase... pero sólo eso no nos toca ninguna fibra, nos empalaga sin admiración, no nos detiene. En el cine de Rohmer el camino de lo sublime es tan depurado, tan sutil, que hace falta afinar el oído y dejar el alma en silencio para poder enterarse de todo lo que hay en cada escena. La voluntad vacía, la atención al máximo, el yo arrinconado en el fondo del tiempo, reducido a su mínima expresión: así necesito ver, asistir a las películas de Rohmer. La belleza llega, sin alardes ni anuncios ni gestos grandilocuentes, a través de lo que refleja la superficie, como un anodino vaso de agua llega a cada cada una de nuestras células. Llega en silencio, con sublime discreción, enormemente productiva. Sólo hace falta saber recibirla.

Nunca me canso de ver esta delicada escena. Merece la pena disfrutarla, enormemente profunda en su sencillez. Para el que no lo crea, le invito a que se fije en qué siente al final, cuando, aunque ya se nos ha dicho que hoy no podrá ser, uno se queda mirando los últimos segundos del sol por si sucede el pequeño milagro.

Besos,

Marta

http://www.youtube.com/watch?v=CV8_WJNzCh8

Anonymous said...

Me gustaría saber su opinión acerca de "El cónsul de Sodoma". ¿es posible?

gracias

BT

Justo Serna said...

Entiendo su silencio, sr. Montesinos, ante una catástrofe que nos resulta inefable, inexplicable, y que, vista en televisión o en otros medios, tiene un sentido ambivalente. Por un lado, esas imágenes despiertan nuestro horror y nuestra piedad; por otro, esa información catastrófica es altamente rentable para los medios: atraen más público, más lectores o más espectadores. Todo esto provoca nuestro estupor, invitándonos a la reflexión. Es lo inefable, sí. Punto y aparte.

“La gran debilidad del periodismo, como pintura de nuestra experiencia moderna, proviene de ser pintura formada enteramente por excepciones”, dice G. K. Chesterton, en ‘La esfera y la cruz’. “Anunciamos por carteles luminosos que un hombre se ha caído de un andamio. No anunciamos por carteles luminosos que un hombre no se ha caído de un andamio. Con todo, este último hecho es en el fondo más emocionante, en cuanto indica que un hombre, animada torre de misterio y terror, todavía se tiene en pie (…). No puede esperarse razonablemente que el periodismo insista sobre los milagros permanentes (…). No pueden publicar las venturas de toda la humanidad. No pueden contar los tenedores que no se roban, ni los matrimonios que no se disuelven judicialmente. De ahí que toda su pintura sea necesariamente falaz; pueden reflejar únicamente lo inusual. Por democráticos que sean, solamente se ocupan de una minoría”, concluye Chesterton.

Este escritor, tan amado por autores empeñosamente católicos como Juan Manuel de Prada, tiene momentos de extrema lucidez. Pero tiene también abandonos previsiblemente confesionales, clericales. La vida no es un milagro permanente. La vida es una chiripa. En Haití, un hombre no se ha caído de un andamio. En dicho país se ha derrumbado el andamio. ¿Qué podría esperar Chesterton? ¿Que el periodismo nos informara de que el resto de los países singue en pie?

Carles Esquembre said...

Con respecto a tu comentario en “LUNES” sobre la prensa rosa y porquerías similares, resulta muy triste saber que una gran mayoría de la audiencia de ese tipo de programación son personas muy jóvenes, universitarios con el prestigio y la cultura que les da haber hecho la carrera de medicina o psicología, (por ejemplo, con el esfuerzo que implica sacar adelante esos estudios) pero que sin embargo se idiotizan de una manera increíble frente a la pantalla del televisor, defendiendo y tomando como referencia e icono a personajes como Belén Esteban. Lo más gracioso es que saben que lo que están viendo es pura mierda, pero utilizan como excusa el típico: “es que llego cansada de estudiar y veo esos programas porque no me apetece pensar”.

Psicopedagógas que se sientan a ver Gran Hermano, intentalo elevar ese asqueroso reality a la categoría de estudio sociológico, ¡¡por favor, qué vergüenza!!.

No se trata de un público totalmente ignorante, analfabeto o de edad avanzada. Hablamos de gente muy joven que son capaces de sacar adelante brillantes carreras con las mejores notas posibles, y que luego no les importa lo más mínimo abrirse la cabeza y tirar su cerebro a la basura.

No sé si conoces el caso del nuevo programa reality éxito del año “Maridos y Mujeres”, no, espera, “Maridos y Mujeres” era una peli de Woody Allen, jeje. Me refería a “mujeres, hombres y viceversa”. Con esa aberración ya he alcanzado un grado de misantropía suficiente como para querer meter un león hambriento en el plató de los estudios de telecinco.

Los dueños de un pub de nuestro querido Pinoso, tuvieron la brillante idea de traer como estrellas invitadas a su local a dos tipos de ese programa, obteniendo esa noche un gran aforo en el pub, mientras esos dos pasmarotes se quedaban sentados en un rincón haciéndose fotos y firmando autógrafos. ¿Cómo es posible que la mera idea de hacer promoción con esa gente sea viable incluso a nivel económico? Jaja es que es de risa.

Voy a cambiar de tema ya porque puedo pasarme horas y escribir páginas y páginas sobre lo decepcionado que estoy con algunas personas (algunas muy cercanas), viéndolas perder el tiempo y defender todo lo que tenga que ver con la mediocridad y la vulgar televisión. Encima les encanta hacer demagogia, si les dices que esos programas son una basura enseguida te salen con la frasecita : “qué pasa?, es que tú te crees mejor persona que yo porque no veas Grandes Hermanos?”, como si tuviera algo que ver una cosa con la otra.

Bueno, cambio de tema ya antes de aburrir más con este rollo. En “MIÉRCOLES” estoy de acuerdo contigo cuando dices “El público de hoy no soportaría a Holmes reflexionando”. ¿Por qué no decir directamente que el público de hoy es imbécil?” Me ha decepcionado mucho (jaja de decepciones va la cosa) que un tipo al que creía coherente a la hora de elegir sus papeles, Robert Downey Jr, haya sido capaz de firmar semejante bodrio.
Sin embargo me has roto cuando dices “ Algún día advertiremos las dimensiones del mal que han hecho al cine Spielberg o Lucas” jeje. Ahí no estoy del todo de acuerdo. Vale que Spielberg y Lucas la han cagado bien en algunos aspectos de su carrera, pero su influencia en el mundo del cine como elemento positivo y revolucionario es innegable. Decir que su cine ha hecho mucho daño es tirar por los suelos todo el trabajo del cine de la escuela heredera de Roger Corman.
Yo puedo disfrutar perfectamente con el cine de Spielberg y sin necesidad de hacer un gran cambio mental disfrutar de una película de Michael Haneke (bueno, si se puede considerar que uno “disfruta” viendo su cine jeje). Lo que sí te puedo decir con seguridad es que prefieron mil veces al peor Spielberg que al Gus Van Sant rodando planos de 10 minutos viendo las nubes pasar en el cielo para que luego algún tipo con boina, bigote y acento francés diga que esa escena representa no se qué cosa...

Abrazos!

Marta I. Moreno Pizarro said...

MIÉRCOLES: Tengo que apoyar a Carles en su opinión sobre la contribución de Lucas y Spielberg al cine. De Lucas puedo decir bastantes menos cosas, pero a Spielberg hay que hablarle de usted. Y eso que odio esa obsesión enfermiza suya de santificar la familia, obsesión que se le cuela hasta cuando el ansia de raíces familiares es el mayor de los males de la historia que esté filmando: se lo debería hacer mirar, en serio. (Como prueba, mira lo que consiguió con "Inteligencia Artificial", que era un proyecto de Kubrick.) Pero ingredientes (subjetivamente) molestos aparte, a las obras me remito: "Tiburón" fundó un género, y "ET" y "Encuentros en la tercera fase" son referencias fundamentales del suyo por derecho propio. Y entre pitos y Indianas y flautas aún soltó inspiradísimas joyitas: "El color púrpura", "El imperio del sol", "La lista de Schindler", "Munich"... No es Tarkovsky, ni... qué sé yo, Imamura, pero tampoco creo yo que se le pueda echar la culpa de lo que haga Guy Ritchie :)

Aunque lo cierto es que me has quitado las ganas de ver la peli. Con lo que a mí me gusta el señor Holmes.

David P.Montesinos said...

Hola, Marta, veo que tú sí sabes explicar porque te gusta Rohmer, yo nunca he sabido, sólo sé que me gusta, que cada película ha sido capaz de conectar conmigo mejor que la anterior. Bellísimo comentario.

Me gusta Justo Serna, pero eso no me convierte en "serniano". De hecho, pese a que llegan a asustarme ciertas derivas algo coléricas del Azúa de los últimos tiempos, he de decir que a pocos libros he vuelto tantas veces como a "Historia de un idiota contada por él mismo", un libro de culto entre mis amigos y yo en nuestros años veinte. Me lo pasé bomba con Mansura y con La invención de Caín. No he perdido la esperanza de que vuelva a interesarme con algo que no sea una diatriba contra los rojos y los nacionalistas. O aunque lo sea, qué demonios.

David P.Montesinos said...

Hola, BT, gracias por tus tímidas apariciones. No he visto la película, aunque la poesía de Gil de Biedma forma parte de mi vida desde hace una eternidad. No sé si la veré, le tengo un poco de miedo a la película, me da la impresión de que explota el lado morboso. El Gil de Biedma que yo conozco es un tipo con preocupaciones que entiendo perfectamente, me cuesta ver en él a un pornógrafo o a un homosexual más o menos reprimido que se deslizaba continuamente hacia los sombríos pasajes de la perversión, como sospecho que plantea la película. Creo que es acertada la elección de Jordi Mollà, pero tengo un problema personal con la señorita Dominguín o cómo se llame. En fin, no puedo ayudarte, no la he visto, o sea que me callo la boca, pero hay una biografía magnífica de don Jaime en la editorial Circe, escrita por Miguel Dalmau. Merece la pena.

David P.Montesinos said...

No, no, mi relación con Spielberg -más que con Lucas, que me parece un artista menos significativo- es de amor-odio. A mí Spielberg ha sido capaz de conmoverme. En momentos "Salvar al soldado Ryan" me heló la sangre, literalmente, y es algo que, en mayor o menor medida puedo decir de muchas de sus películas. Marta nombra a Munich. Yo publiqué un artículo inspirado en ese film tan oscuro e inquietante. Spielberg me parece un genio, y no habéis hablado de "El diablo sobre ruedas", una película interesantísima hecha con cuatro duros y que prefigura toda la obra posterior. Cuando digo que hicieron daño es que creo que hay una concepción "circense" del cine que ha educado a dos generaciones de espectadores en una lógica que ha sido destroyer para el viejo guionismo. Spielberg no tiene la culpa, simplemente hizo creer a los profesionales del cine que el público quiere ver monstruos. Se acabaron las elipsis y los símbolos, Spielberg enseñó que el monstruo ha de ser mostrado, y que eso vale dinero. En Ford, por ejemplo, el horror se prefigura durante todo el film, pero no requiere ser mostrado, es un Sein que no comparece. Es ese lenguaje cinematográfico el que se ha ido perdiendo.

David P.Montesinos said...

Me gustaría recomendaros el blog de Carles Esquembre, que tengo linkeado, tanto por sus post como por el cómic. Carles es poco menos que un hombre del Renacimiento, toca magníficamente el bajo, canta más que dignamente y sus cómics me parecen interesantísimos. A veces creo que deberías ser un poco más indulgente con algunas de tus amigas, pero esa es otra historia de la que ya hablaremos en nuestro pueblo.