Friday, January 22, 2010






PROSA







1.“¡Qué momento más dulce!”, dice con sonrisa de oreja a oreja una compañera al acabar su jornada del viernes. Una frase así debería asociarse, suponemos, al nacimiento de su hijo, a su primer beso, al viaje de novios a París… pero no, lo que le parece “dulce” es no ver el jodido centro de trabajo, con todas sus fastidiosas implicaciones, durante las próximas cuarenta y ocho horas. Y lo peor es que tiene razón. Se vuelve uno prosaico con la edad. Una persona muy cercana, cuando por fin obtiene un modesto trabajo de sustituta en una escuela, alude a la inmensa poesía que le encuentra al hecho de que, por primera vez en muchos años, tiene derecho a un modesto paro por el tiempo trabajado, le pagan al acabar el mes, no le hacen trabajar los domingos, no tiene que aguantar las mamarrachadas de un jefe esclavista y… lo más romántico: tiene seguridad social. Solo es una sustitución temporal, el trabajo contiene más momentos desagradables que lo contrario y en la escuela de marras abundan los incompetentes, pero ¡qué dulzura que a una los papeles le reconozcan como ser humano!

No, no es que uno se vuelva prosaico con la edad, es que aprende a encontrarle la poesía a lo que parecía no tenerla. Decía Woody Allen, ese gran hipocondríaco que las palabras más bonitas del universo no eran “te amo”, sino “es benigno” (dichas por el oncólogo, se supone). Yo, por ejemplo, me he tirado un par de días de intensa amargura motivada por una de estas gripes destroyer que te hacen pasar una noche nada lírica de diarrea o, como me sucedió ayer, te inclinan a poner un problema de Lógica en la pizarra mientras dices “haced el problema, que salgo un momentito”, tú llegas a duras penas al water, piensas en lo amarga que es la vida mientras echas hasta la primera leche que mamaste y a la vuelta –tú con la cara toda blanquita de recién potado y feliz, aunque agotado,por lo que parece un nuevo amanecer tras las náuseas- te pregunta una alumna si el problema sale por modus ponens o vale también por transitividad. (Ya les explico otro día qué es el modus ponens, que aún estoy convaleciente) Y ¿saben? Lo más poético es que hoy mi estómago ha dejado atrás su predisposición regurgitante. Seguiré leyendo a Gil de Biedma y a Gamoneda, pero, a falta de una enfermedad como la tuberculosis, de la que uno pueda presumir entre los románticos, cambiaría todo Shakespeare por un invierno sin gripe intestinal. Qué prosaico.

2. “La cinta blanca”, no he visto una película tan densa, tan enérgica y a la vez tan encarnizadamente precisa en muchos años. Hay algo del mejor Bergman en este film. No creo, como se insinúa, que Haneke intente contarnos los orígenes históricos del nazismo en Alemania. La interpretación sería inexacta de entrada, puesto que el relato rural concluye justamente con el inicio de la Primera Gran Guerra, cuyas condiciones de emergencia son sustancialmente diferentes a las de la Segunda. En todo caso, esta historia de violencias soterradas y poderes ejercidos desde el terror de las habitaciones cerradas explica cómo la Europa profunda destilaba su cotidianeidad –todavía feudal en cierto modo- en medio de terribles tensiones. Estas tensiones estallaron con la guerra, una guerra entre naciones con pretensiones imperiales, pero también la expresión de que los viejos órdenes morales y sus correspondientes servidumbres habían sobrepasado ya su fecha de caducidad. En ese grupo de niños, sobre los que se ejerce en todo su rigor el principio de la vigilancia y el castigo que atraviesa la sociedad disciplinar, podemos encontrar el trasunto de los jóvenes del Partido Nazi que veinte años después persiguieron a los judíos como inicio de un plan de exterminio que, desde luego, no fue solo el invento de un fanático con bigote. Quizá, pero es la constitución identitaria del individuo europeo contemporáneo lo que se nos revela aquí con la precisión de un cirujano. Hay que verla.

3. “Malfaeners”. Es así como en Valencia llaman a esos profesionales ineptos con los que todos convivimos. Una empresa es capaz de soportar un cierto nivel de entropía, es más, creo que necesita mantener ciertos niveles de desorden porque, de lo contrario, corre el riesgo de colapsarse por falta de creatividad y de conflicto. El problema llega por el otro extremo cuando la incompetencia y la desvergüenza se extienden de tal manera que el sistema ya no puede albergarlos sin desequilibrarse. Todos conocemos a esa pequeña cantidad de fabricantes de entropía que nos complican la vida a todos. Cada mañana se dejan caer por la empresa y lanzan las redes sobre el primer desgraciado al que puedan endosarle cualquier de las obligaciones de las que ellos intentan escaquearse. Parecen epígonos sin gracia de Homer Simpson, cuya máxima para la vida es aquello de "cuando yo entré ya estaba así."Nadie somos infalibles ni enteramente éticos, pero en este país hay demasiadas oficinas donde un tipo con principios se carga a las espaldas lo que otros no quieren hacer. No sé otros países, pero éste funciona mal, entre otras cosas, por culpa de tales personajes. Digámoslo de una vez.

4. No es fácil que yo simpatice con un pope mediático. Pero, al hilo del oscuro asunto de Vic y la ilegal normativa anti-inmigración que pretende sacar adelante su ayuntamiento, Iñaki Gabilondo, tuvo una intervención que me atrevo a calificar de memorable. Lo reproduzco tal cual, lo merece:

"La inmigración es como la ley de la gravedad. Inexorable. Desde que el mundo existe, y mientras exista, los seres humanos se desplazarán para poder vivir, o para vivir mejor, o para escapar o para cumplir sus sueños. La dirección de la ruta presenta pocas sorpresas. Se viaja desde la miseria hacia la prosperidad; de la opresión hacia la libertad. Siempre ha sido así, siempre será así. Y como esos movimientos no son rectilíneos ni uniformes, y tienen muchísimo de aleatorio y ondulante, están llamados a chocar con estructuras tan rígidas como las fronteras o las naciones. De ahí surgen los desajustes. Cuadrar el número de inmigrantes que se desea acoger exactamente es intento tan inútil como conservar el agua en un cesto, e inhumano. Que estén cuando los necesitamos pero que, cuando no los necesitemos, se evaporen, con sus familias. Por eso se suceden las leyes, que ya no valen cuando se promulgan, y que son corregidas por otras que tampoco sirven. Y así sucesivamente. Aquí y en Europa, y en los Estados Unidos, con normas distintas, con angelismo o con todo lo contrario, entreabriendo las puertas o tapiándolas, y disponiendo de alambradas o tiradores de élite, la realidad sólo obedece a una ley. La que llamamos ley de vida; buscarse la vida aunque nos cueste la vida. Y ante esta realidad toda política, la dirija el partido que sea, solo puede ser imperfecta, solo puede gestionar los desequilibrios con prudencia. Y con respeto a los derechos humanos, recogidos en el artículo trece de la declaración universal. En el caso de Vic, se propone negar el empadronamiento a los sin papeles y se ha abierto un gran debate en el que se pide que no haya hipocresías. Bien, pero, sin hipocresías, dígase también. ¿Cuántos inmigrantes no tienen papeles aunque deberían tenerlos porque sí que trabajan?. Sin hipocresías. ¿Cuánta gente, autoridades incluidas, sabe que esto es así en pueblos y ciudades de España?. Sin hipocresías. ¿Acaso ha sido y es un secreto el hacinamiento de inmigrantes en habitáculos infectos?. ¿Quien los ha denunciado durante las vacas gordas?. Claro que es buena una reflexión nacional en torno a la inmigración y se entienden todas las inquietudes. Pero las fuerzas políticas deben enfriar las emociones, no excitarlas. Ya es bastante triste que el actual debate lo haya abanderado un partido de extrema derecha."

5. Ricardo Signes, compañero y sin embargo amigo, saca por fin su blog, titulado Zapatos de ante azul. Ricardo es un tipo raro en algunos aspectos. Cuando le conocí pensé que era de esos tipos que si te ven hablando con su novia o dices que eres del equipo que les cae mal te sueltan una hostia, después de lo cual te invita a unas cervezas, de manera que entendí que era mejor intentar hacerme el simpático con él, por aquello de preferir la cerveza sin hostia previa. Después entendí que esa pinta de "tengo un mal pronto, tío" respondía en realidad a un hábito que le hará hasta que se muera granjearse hostilidades y adhesiones, pero desde luego no indiferencias, y que consiste en decir lo que realmente piensa. Al contrario de lo que es común entre los escritores, que no soportan glorias ajenas -ya decía Woody Allen que los intelectuales son como los mafiosos, "solo se matan entre ellos"-, Ricardo Signes te dice que lo que has escrito le gusta si realmente le gusta y -esto es acaso lo más anómalo- parece alegrarse sinceramente si te publican un libro o te dan un premio. No me viene ahora a la memoria el antónimo de "mezquindad", pero estoy seguro de que es el que le va. Además su escritura es virtuosa, enérgica y conmovedora. Tomenlo como consejo de lectura, tienen el vínculo en el blog roll.

12 comments:

Anonymous said...

La intervención de Gabilondo... Sí, memorable. Sobre todo para su antigua asistenta. Y, sin hipocresías.

Que se lo pregunten a un hospital de Madrid, en el cual sus seguratas se dedican durante este invierno a echar de la sala de espera a todos los indigentes que allí se agolpan para resguardarse del frío, este año, tan jodido como nuestras esperanzas... Sin hipocresías.

Que se lo pregunten a cinco millones de parados cuya preocupación ya no es si el salario que por ley se fija en el sector interprofesional llegará algún día a equiparse con la media europea... ¿comerán mis crios el mes que viene? Sin hipocresías.

Que se lo pregunten a los sindicatos... cuyos orondos dirigentes digieren como gochos los escupitajos que el poder lanza contra los currantes y ellos aprovechan cual alimento, insaciables, obesos. Sin hipocresías.

Que se lo pregunten a los bancos y los beneficios que obtienen de cada tragedia.
Al capitalista hijo de puta que traslada la pobreza por el mundo para reventar convenios laborales evitando así la deslocalización de su empresa. A los políticos que cómplices restringen la extensión de los derechos importando la pobreza e implantando la desesperación. Al que nos hace competir, al que cree que el mundo es un globo cuya inmensidad se reduce a sus afanes personales, que nos aprieta a todos en su puño para homogenizarnos por aplastamiento.

Sin hipocresías.

Porque para ellos el mundo no es viable económicamente sin la destrucción de la diversidad cultural. Con obreros que vivan dignamente, en equilibrio entre la demanda y la oferta, con culturas que no consuman sus productos. Sin hipocresías...

Bienvenidos al paraíso de la globalización.
Bienvenidos al paraíso del capitalismo... Donde todos contribuyen con afan.

Un réquiem por Marx. No te olvidamos.

M.A

David P.Montesinos said...

Me sumaría al requiem por Marx siempre y cuando se aceptara en él a cualquier pensador crítico, es decir, a cualquiera que haya sido capaz de poner seriamente en aprietos la convicción de que es "natural" que una sociedad -y más una sociedad "próspera"- cree inmensas bolsas de miseria y servidumbre. Y ahí caben incluso quienes, como Kant o Adorno, han sido acusados por el mal llamado marxismo ortodoxo de "pensadores burgueses" o "revisionistas". En cualquier caso, como no soy marxista pero creo que este autor ha iluminado decisivamente las vías de análisis de las estructuras históricos de dominación, propondría una permanente relectura y reapropiación de sus textos, lo cual está muy lejos de darlo por muerto.

Por lo demás, MA, y gracias por escribir aún desde el espíritu de indignación, comparto tu exposición y tu cólera. Ciertamente, no es un problema de inmigración. No es, en cualquier caso, mi pretensión exhibir admiración por el poderoso periodista al que aludo. Quiero pensar que si ha tenido una asistenta extranjera la habrá tratado con decencia y respetado sus derechos. Enlazando su "sin hipocresías" con el tuyo, creo que es miserable la estrategia de la derecha que aprovecha el carácter inflamables de ciertas materias como la de los extranjeros para arañar puñados de votos a costa de recortar derechos humanos básicos. Prefiero que desde el gobierno de Zp o desde sus medios supuestamente afines haya oposición a esa trama populista y pre-Lepeniana a que guarden un cobarde silencio, como por cierto hacen con otras muchas cosas.

Anonymous said...

Conozco a Ricardo Signes desde hace tiempo; de hecho se puede decir que llevamos vidas paralelas, pues soy profesor como él y como David, pero mientras éste es un tipo encantador, aquél es un tipo difícil, hosco, a menudo impresentable. Si tuviera que elegir una virtud suya -de las muy pocas que tiene- me quedaría con su capacidad para crear situaciones absurdas que a veces me resultan muy divertidas. Por lo demás, si alguien no le conoce es mejor que no se le acerque: creo que tiene algo contagioso.


Firmado: Ricardo Signes

David P.Montesinos said...

No creo que le conozcas como dices, malinterpretas los síntomas.Suerte con el blog.

Anonymous said...

Una de las cartas más bonitas que he recibido en mi vida, una de las más bellas y románticas -espero que sepa usted perdonarme- no me la mandó un novio, ni un amante, ni un marido... sino la Conselleria. Esa sucesión de detalles, desgloses, conceptos... y su traducción física, su efecto en mí. Sí señores, media jornada, eso es lo que soy: conseguir guardar un poco; comprarse, por fin, un buen par de bragas -de las que no te da vergüenza enseñar, que no parecen regaladas por tu madre-; unos libros de tapa dura; una mañana en el cine... Devolverle a un ser amado algo de lo que con tanto esfuerzo te ha regalado él a ti.

p

Justo Serna said...

Sr. Montesinos, me ha conmovido con esa gripe, con esas diarreas. Serán prosaicas pero, por Dios, qué horror. Jaime Gil de Biedma escribió su 'Diario del artista seriamente enfermo' y un servidor leyó la nueva edición (completa) estando convaleciente de una rodilla: no es ninguna ganga leer así.

El dolor intestinal que usted describe me lo imagino insoportable y, encima, supongo que es humillante: que uno lo vive de manera inevitablemente humillante. Menos mal que ya está reponiéndose.

Me ha conmovido, sr. Montesinos.

Justo Serna said...

Un presente, sr. Montesinos. No sé si le gusta Javier Marías. Pero no puedo más que regalarle esta pieza que procede de su libro 'Vidas escritas'. Se refiere a Tomas Mann, al diario de sus dolencias. Le copio una pequeña pero significativa parte. Le reproduzco entrecomillados los pasajes del Diario de Mann. Marías los va comentando. Llegado a un punto, cuando Mann trata el sexo, el escritor madrileño sigue. Yo me freno:

...“Pude hacer mis necesidades después del desayuno”. En 1921 las cosas no han mejorado, pero son igualmente dignas de reseñarse: “En la noche taquicardias y retorcijones de estómago”, o bien. “Indisposición, irritación intestinal”. Más adelante, en 1933 Mann sigue obsesionado y con razón: “Desayuné en la cama. Propensión a la diarrea”. No es de extrañar que un año después se queje: “Me duelen los intestinos”, ni que en 1937 tenga la suficiente lucidez para reconocer: “Tengo el estómago sucio”, para añadir: “Tuve dificultades al tragar la comida, que tuvo que ser pasada por el colador”. En 1939 se han invertido las tornas por lo que parece juicioso señalarlo: “Estreñimiento”. Menos mal que un año antes, en 1938 nos encontramos con un apunte más variado, aunque no menos asqueroso: “Pasé largo rato sin la dentadura postiza. Padecimientos”
No hay que creer sin embargo, que los diarios se ocupen sólo de tan prosaicos malestares: amén de informarnos de si tomó o no el ponche, le devolvieron por fin del tinte sus alfombras o visitó al pedicuro tras pasar por la manicura, hay expresivos comentarios sobre la atormentada sexualidad de Mann...

David P.Montesinos said...

Me alegra haberle conmovido, señor Serna, aunque espero que no termine por considerarme un quejica. "Conmover", es lo que uno pretende cuando se dirige a alguien a través de la palabra. Recuerdo que, en los tiempos en que la filosofía posestructuralista francesa entraba en las conciencias inmaduras de los estudiantes de Filosofía de cuarto curso, solíamos decir que preferíamos la lectura de Foucault que la de Derrida porque este último no nos conmovía. En cualquier caso, un proceso vírico, que en mi caso se ha expresado mucho más a través de regurgitaciones que de otras estrategias de fuga aún mas inconfesables, debo decirle que uno siempre extrae algunas conclusiones positivas. Una es que se da cuenta de que la "salud" -eso que los anarquistas desean con mucha sabiduría a sus compañeros- es algo de lo que penosamente nos olvidamos cuando nos asiste. Otra es que hay un pequeño grupo de personas que se preocupan seriamente por el bienestar de uno y le desean sinceramente que se recupera. La tercera y última es que explicar la materia de Lógica me produce arcadas, en especial el odioso modus ponens.

R.S.R. said...

Sr.Montesinos entrar en su Cueva es siempre una experiencia sorprendente, sí en el sentido literal del término. Por lo que le voy leyendo veo que es usted capaz de hacer un relato de cualquier hecho que a mucha gente le parecería banal, insignificante. El relato de sus gripe, de las arcadas que se le impusieron-, porque las arcadas se imponen-, en medio de una clase de lógica tiene bastante gracia, sobretodo para el que lo lee y no las padece.
El Domingo, disponiendo de un tiempo propio se me ocurrió la feliz idea de irme al cine ¿ a ver qué? La cinta blanca, claro. Con una sensación de lo más agradable, y con más determinación que otra cosa me fui al cine, por el camino, mientras conducía me acordé de todo lo que se había comentado, de lo que usted había dicho en un blog que suele frecuentar. Mi decisión era inamovible, iba a ver esa película por muy sobrecogedora y asfixiante que fuese. En la misma taquilla del cine cambié de opinión, no me atreví, no tenia ganas de salir conmocionada, agobiada, de que una inquietante película cargada de violencia me destrozara ese sentimiento dulce que me invadía. Me maldije y le maldije Sr. Montesinos, lo siento pero así fue. Probaré otra vez.
Espero que esté ya recuperado

David P.Montesinos said...

Gracias en primer lugar por su amabilidad y por su grata compañía, tanto en este blog como en el de nuestro común amigo, señora R. Entiendo perfectamente su reacción en la taquilla. Pasa infinitas veces, uno se pregunta qué quiere ver ese día, y más si es domingo, y lo que menos le apetece es pasar la tarde con oscuridades metafísicas para al final llegar a la conclusión de que lo mejor que podemos es hacer es suicidarnos.

Sin embargo, creo que cuando nos encontramos ante una obra maestra es preciso hacer ese esfuerzo, entre otras cosas porque la pesadumbre que a uno le produce un relato ciertamente duro es incomparable con la sensación de saber más, de haber comprendido, al fin, algo que nunca entendimos antes porque no se nos había mostrado con tanta precisión, con una ingenieria tan sutilmente trazada. Vaya a verla, le insisto, y luego dígame si al salir se ha arrepentido, le apuesto a que no es así.

notorius said...

Querido David, el otro día dejé a mis alumnos realizando unos cuantos ejercicios sobre capitales y Estados europeos mientras me deslizaba hacia el servicio. No te cuento más. Todavía no he visto la película de Haneke y estoy deseando acercarme al cine. Algunas cosas que cuentas me recuerdan el relato de Remarque, "Sin novedad en el frente", y los primeros minutos de la película de Milestone. A propósito de la referencia de Justo Serna te recomiendo el libro de Marías, "Vidas escritas". Lo leí hace años y disfruté mucho. Gabilondo me sigue pareciendo un periodista de buenas intenciones, pero algo blandito. Me recuerda a ciertos amigo míos de la izquierda que defienden en sus discursos a los emigrantes, pero no se van a vivir a sus barrios. Eligen lugares aterciopelados, brillantes, inmaculados. Saludos. Notorius.

Anonymous said...

Qué empalagoso y tontorrón su intercambio de comentarios con Serna. ¡Fíltrelo, hombre, fíltrelo! Desmerece de su blog.