Friday, February 25, 2011





EL MAHGREB

Dijo Kant hace más de doscientos años que liberarse de los mandarines no era tarea para niños, y que la modernidad es justamente el momento en que el hombre toma conciencia de que está obligado a luchar para dejar de vivir como un ser tutelado. Kant pensaba en la pervivencia del Antiguo Régimen, de toda esa retahíla de instituciones que legalizaban el dominio de unos seres humanos sobre otros. Libertad es una hermosa palabra, pero es sólo una palabra si no se traduce en un tejido legal que garantice su ejercicio. Conquistarla supondrá siempre luchar contra una inercia cuyas excusas se encuentran por todas partes: "es tan cómodo no estar emancipado", sigue advirtiéndonos el de Konigsberg.





Puede parecer irresponsable alborozarse por lo que está ocurriendo en el Mahgreb, una revolución social sin precedentes en la zona y que empieza a extenderse al resto del mundo árabe. Pero nadie dijo que la conquista de la democracia hubiera de salir barata. España, un país extremo y peninsular dentro de Europa, con una triste leyenda de alcaldadas, pronunciamientos con ruido de sables, persecuciones inquisitoriales y esclavitudes eternizadas, consiguió salir razonablemente airosa de su proceso de transición desde una dictadura horrenda, pero no le salió gratis, y hubo que derrotar por el camino a enemigos poderosos, empezando por el mismo miedo ancestral de muchos españoles educados en las escuelas del franquismo para la sumisión y la cobardía.



Libia, Egipto o Túnez nos están dando una lección, pero hay que saber hacerse cargo. Es razonable la inquietud. De momento, ya ha subido el precio del petróleo, consecuencia cíclicamente irremediable cada vez que en el mundo árabe hay convulsiones. El desorden en tierras vecinas -y hoy, en este mundo convertido en aldea global, también en páramos lejanos- debe sin duda preocuparnos. ¿Merece la pena echar a un dictador que en su retirada es capaz de dejarse por el camino a millares de opositores? ¿Arribarán a nuestras costas oleadas de fugitivos? ¿Aprovecharán los islamistas radicales el río revuelto para implantar un nuevo orden que regrese a las naciones árabes al Medioevo en vez de conducirlas a una deseable modernidad? ¿Qué puede ocurrir si dictaduras como la iraní descubren que Israel empieza a ser más vulnerable? ¿Y si son los halcones del sionismo los que reaccionan con furia ante el temor a ser atacados? Es ridículo ignorar a quienes, con sano espíritu crítico, se hacen estas preguntas. Pero, insisto, nunca se dijo que esto fuera fácil. Y nadie sabe a dónde puede ir a parar una convulsión tan difícilmente previsible como ésta.








Y sin embargo, dudo mucho que la solución sea dejarse acogotar por el miedo. La actitud de las naciones occidentales parece justificar la impresión de que Occidente vive instalada en la parálisis moral. Acaso sea su propia lucha histórica -esa sobre la que escribía el viejo Kant mientras vigilaba a la distancia los sucesos de Francia con una mezcla de ilusión e inquietud- la que está inspirando a los ciudadanos árabes que se manifiestan en las plazas de El Cairo o Trípoli. Acaso sea la tradición de lucha por los derechos civiles que vivimos desde los años sesenta la que ilumina a los jóvenes que exigen una vida sin sátrapas corrompidos por el oro del petróleo, pero también sin fanáticos religiosos que creen que el orden se restablecerá cuando se imponga la sharia.

No se puede titubear a la hora de apoyar el bando que pelea por la libertad y la justicia. El ciudadano libio que ahora mismo sale a las calles para hacer frente a los pocos adeptos que aún le quedan al canalla de Trípoli debe ser un ejemplo para todos nosotros. No pretendo salir a la calle para poner bombas en ningún sitio. Bastante hemos sufrido ya por estos lares el ansia de destrucción de los nacionalistas radicales, los revolucionarios iluminados o los coroneles golpistas. Pero creo que deberíamos aprender de quienes desde el Mahgreb y Oriente Medio han decidido no someterse al juego del terror. Aquí, ahora mismo, vivimos acobardados por gobernantes populistas, políticos corruptos y gigantes financieros que nos amenazan día tras día con recortarnos hasta el alma.

No sé qué es lo que debemos hacer ahora mismo para mejorar nuestras vidas, pero al menos, puedo sentirme cerca de quienes han hecho saltar en pedazos esa vieja leyenda -tan racista, tan reaccionaria- que asegura que el mundo árabe y la democracia son incompatibles. No sé qué va a ocurrir. Pero esto ha sido así siempre que las comunidades humanas han peleado por librarse de las tiranías. Está en la letra de los himnos de las autocomplacientes naciones europeas; déjenme pensar que algo como lo que ha forjado el relato de nuestras libertades está pasando ahora mismo en el Mahgreb. Imaginemos un mundo árabe con mezquitas pero sin burkas ni Ahmadineyads. Es natural tener miedo, pero no consintamos que el miedo nos convierta en unos miserables.

Dijo Omar Khayyam, uno de los mayores sabios de han existido: "No te ilusiones con tu riqueza y tu belleza: aquélla puedes perderla en una noche, ésta en una fiebre".

Permítanme otra cita, a modo de conclusión, tómenla como aviso para todos los Huntington y compañía que creen que las naciones pobres del mundo no tienen remedio y que el Islam jamás dejará que los árabes salgan de la Edad Media... "No critiques a tus enemigos, que a lo mejor aprenden".




Es de Juan Goytisolo, claro. Salam Alaykum.











4 comments:

Anonymous said...

Es muy cómodo vivir tutelados, pero una vez aparece el deseo de emanciparse este es imparable
Se agradece una sensata reflexión de todo lo que está ocurriendo, aunque es pronto para interpretar toda la información que llega.
Hasta los Egipcios han tenido su revolución. Hace justo una semana AMM hablaba de estas revoluciones y especialmente de la que no se produjo en nuestro país. Esa revolución eternamente postergada quedó como un deseo en el imaginario de muchos españoles. Y Además de todas las razones que usted señala, también nos dan una lección por lo que ellos sí han sido capaces de hacer.
El viernes, supongo que lo vería, en un artículo en el País se criticaba duramente la postura de la Unión Europea que “anda de puntillas” sobre estas revoluciones. Es vergonzante la falta de liderazgo Europeo para ayudar y ponerse de parte del bando que lucha por la libertad, estos pueblos se matan por recuperar una dignidad que nosotros no estamos teniendo.

Saludos R.

David P.Montesinos said...

Hola, R. Como siempre, es un placer verla por aquí. Disculpe que haya tardado en contestarle por el típico unplugged del fin de semana.

No he leído el texto de Muñoz Molina al que se refiere, voy a buscarlo. El del viernes sí lo he leído y he optado por archivarlo porque me gustó tanto como a usted, en la medida en que ponía el dedo en la llaga.

Lo de las "puntillas", ese es el tema que me resulta más inquietante. En los últimos meses, por ejemplo, el gobierno español le presento sus respetos a un personaje tan poco edificante como el dictador de Guinea. Acaso se considere, desde la pura técnica de poder administrativo, que esa es la manera de proteger los "intereses nacionales" en tierras lejanas, y puede entenderse, en consecuencia, que en el Mahgreb se trata de estar vigilantes a la espera de decidir qué bando conviene más apoyar.

Sí, es muy prudente, y también muy mezquino y muy triste. No son seres humanos así los que crearon las libertades... Son más bien ciudadanos como los que están a punto de echar a Gadafi de Libia...

Pero ya sabe usted lo que se dice de los árabes, que no tienen remedio, más o menos lo mismo que pensaban de nosotros hace tres décadas.

Tobías said...

Quiero interpretar en lo que dices, además de la preocupación por las consecuencias insospechadas que pueda tener la protesta popular en el mundo árabe, una alusión directa a la apatía y el conformismo con que estamos asimilando los sucesivos ajustes que, por nuestro bien, realiza el gobierno.

Escuchaba a un compañero comentar el otro día que en el norte de Africa está ocurriendo algo parecido a lo que sucedió en España al final del franquismo. Son las clases medias, intelectualmente bien preparadas y conscientes de la falta de libertades, quienes lideran la revuelta aspirando a un cambio de régimen que proporcione un nuevo impulso modernizador al país. Bueno, algo de verdad hay en esto pero también hay diferencias sustanciales, la más evidente es la que refleja David en su escrito: En Libia, Egipto o Túnez la gente ha salido a la calle sabiendo que se jugaba la vida, a conquistar la libertad y no a que se la regalen.

Tengo la impresión de que nuestra democracia se ha forjado a partir de una serie de renuncias en las que siempre el miedo, real o ficiticio, estaba presente y marcaba los tiempos. Es una democracia que se construyó desde arriba, por medio de élites que limitaron al máximo los canales de participación popular y desactivaron las escasas energías desplegadas en un tiempo en el que una auténtica ruptura era posible.

Cuando ahora amplios e influyentes sectores conocidos por todos se niegan a la memoria histórica, tengo la inevitable sensación de estar observando la esencia de nuestra democracia. Se trata de olvidar aquello de lo que más orgullosos deberíamos estar. Max Aub lo expresó muy bien: "Lo cierto es que el pueblo español fue el único que se alzó, con armas en la mano, contra el fascismo y se mire como se mire, eso no lo borrará nadie".

David P.Montesinos said...

Hola, Tobías. Comparto algunas -algunas, no todas- de las claves desde las que argumentas tu escepticismo hacia la transición española. Y comparto las palabras de Max Aub, que oportunamente sacas a colación. La analogía que se está buscando con el fin del franquismo debe ser matizada, desde luego. Esto parece demasiado fuera del guión que la historia parecía haber establecido, como si, de alguna manera, el mundo árabe no tuviera derecho a soñar con más libertades que las que las antiguas metrópolis coloniales pudieran concederles, un poco como cuando los padres deciden que sus hijos ya están en condiciones de emanciparse.

Por eso, lo que ahora ocurre es un "acontecimiento" en toda la extensión de la palabra, es decir, no estaba "previsto".

Me gustaría incidir asimismo en un aspecto del que se está hablando muy poco. Los sátrapas a los que se está echando a patadas han sido invulnerables durante décadas. La juventud magrebí, sobre todo aquella más o menos ilustrada por las universidades y movilizada a través de internet, ha entendido que su futuro no puede seguir en manos de dictaduras corruptas ni pasar tampoco a manos de fanáticos religiosos. De acuerdo, pero ¿nos hemos planteado el papel que en todo este escenario de conflicto está desempeñando la subida global del precio de los alimentos? Este fenómeno, determinado por la influencia de los especuladores y el auge en la demanda de los biocombustibles, debe ser atendido especialmente si queremos entender cuáles son las condiciones de posibilidad de esta rebelión de las masas cuyo horizonte es esperanzador pero incierto.