Saturday, March 05, 2011









POR QUÉ LA GENTE
YA NO AMA AL REAL MADRID




Hubo un tiempo en que resultaba sospechoso odiar al Real Madrid. Había que ser un catalán resentido y victimista o un sedicioso comunista -de esos que asociaban al Madrid con el franquismo- para no admirar a aquel equipo que se paseaba majestuosamente por Europa. "¡Oh, Rial Madrid! ¡Rial Madrid!". Esto le decían emocionados a mi padre en el año 62 sus vecinos alemanes en Hamburgo o Dusseldorf, donde no parece que los españoles -aquellos inmigrantes del sur de los que se decía que olían a ajo- tuvieran demasiadas cosas de las que presumir. Mi tía Ana, que siempre ha sido bastante directa para todo, me confesó recientemente la profunda melancolía que le invadió aquella mañana del 64 en que, regresada de aquellas tierras, salió a las calles de Madrid: "... aquella gente tan pobre y tan mal vestida, aquel país tan triste y apagado... Con la alegría del regreso y, ya ves, pensé seriamente en subirme de nuevo al tren y no regresar jamás a mi país."






Sólo quienes han experimentado esa vergüenza, ese complejo de inferioridad que se adhería a los huesos tanto como el frío del puerto de Hamburgo o de los sótanos de las fábricas Telefunken de Berlín, saben por qué para los españoles era tan importante que el Madrid siguiera ganando año tras año la Copa de Europa. Es una mezquindad pensar que era tan solo la solidez del Régimen lo que se ventilaba tras aquellas glorias deportivas que tanto regocijo causaban en el Palacio del Pardo.

Alfredo Di Stefano. No recuerdo un sólo día de mi vida sin conocer ese nombre, sin encontrármelo envuelto entre leyendas. Hasta el punto de que ahora, cuando veo a ese anciano al que la gente que sabe parece reverenciar, creo más bien encontrarme ante una figura de ficción, la sombra decrépita pero imponente de un cantar de gesta, una historia tan lejana que ya solo parece digna de conocerse a través de los romances.

El Madrid que yo conocí, aquel de Pirri, Santillana y Juanito, era bastante menos homérico, un equipo pret a porter que se pasó treinta años sin rascarla en la Copa de Europa y se conformaba con las competiciones domésticas, con lo que hacían permanentemente rabiar al enemigo catalán, lo que no debía parecerles poca cosa. Yo siempre presentí alguno de los resabios de la gloria pasada en aquel equipo cuya camiseta, como el traje de Superman, pesaba plomo que paralizaba a quienes no merecían enfundársela, pero daba alas y hacía mejores a quienes sí sabían estar a la altura... O aquello del "miedo escénico", que llegó a originar un sesudo artículo de Jorge Valdano en la Revista de Occidente y que, supuestamente, convertía el Santiago Bernabeu en "tierra hechizada", como si las almas de los guerreros retirados se abalanzaran sobre la hierba para volver invencibles a sus herederos y paralizar de terror a los rivales. Esto es prosodia, desde luego, pero el fútbol -como cualquier otra cosa de la vida- sólo merece la pena por lo que, a veces, tiene de prosodia.








Aquellos tipos malcarados y con piernas de madera como Pirri, Camacho o Santillana no daban bien en el traje y no eran, posiblemente, excepcionales futbolistas, pero uno sabía que cuando jugaba contra ellos tenía que pasar poco menos que por encima de sus ancas si quería derrotarles. No tenían glamour, desde luego, no hay más que acordarse de la cara tumefacta con la que Camacho regresaba al campo cuando le acababan de partir la ceja y le rodeaban la cabeza con una venda para que el árbitro no viera el chorretón de sangre que manaba... De acuerdo, pero aquella gente, acaso llegada a la capital desde pueblos de labriegos de la meseta, sabía siempre estar a la altura de un estadio donde lo único intolerable eran la desidia y la cobardía.
Ya no queda nada de todo aquello, absolutamente nada excepto un recuerdo del que a veces alguien intenta hacerse eco cuando se descubre que con el glamour y el talonario no se ganan títulos -"el espíritu de Juanito", rezaba una pancarta del Bernabeu recientemente-.






Cuando llegó a la Casa Blanca, Florentino Pérez -uno de los hombres más ricos y poderosos de este país- declaró su intención de "conducir al Madrid hacia la postmodernidad". Quienes no tienen demasiado tiempo para leer a Lyotard o a Jameson no manejan con demasiada precisión ese término, pero me aventuro a suponer a qué se refería el bueno de Florentino con aquella consigna tan peculiar: creación de una "imagen de marca" ( una lovemark o "marca de amor", se dice en el mundo del marketing) con potencial universal al modo de Nike o Coca Cola, inversiones monstruosas, búsqueda de fuentes de financiación en el terreno de la imagen... "El Madrid es como Disney, pero todavía sin explotar". Florentino entendió desde el principio que la oportunidad del negocio -porque estamos hablando de negocios, conviene no olvidarlo- estaba mucho más del lado del simulacro que de la realidad. En otras palabras, la urgencia del Madrid en la Era del Espectáculo no era hacer un equipo que ganara partidos, como siempre se hizo en el pasado, sino adquirir supuestas estrellas que permitieran seguir alimentando la leyenda, pero no desde el terreno de juego, pues éste ya sólo sería la excusa para otro tipo de sugestión mediática, en la misma medida en que la casa de Gran Hermano es la excusa para que la televisión fabrique ídolos que nos cuenten si les acosaban de pequeños, acepten ser insultados y vejados en las noches de Tele Cinco o enseñen las tetas en Interviú. Dice Vicente Verdú en El capitalismo de ficción:










Lo nuevo precisamente ahora en el Real Madrid es que desde 2002, coincidiendo con su centenario, pasó decididamente a la economía del espectáculo. Hasta entonces el Real Madrid fue deudor de su historia, pero después ha pasado a presentarse como acreedor. Consecuentemente, el Real Madrid no juega con su equipo, sino con la explotación de "la leyenda". Para ello necesita aprovisionarse de jugadores mito que realimenten la rentabilidad de la fantasía. Un Madrid que ganara sin jugadores mito podría agradar a la afición local pero es dudoso que mantuviera su cotización en el globo.


"La afición local", los hinchas de los clubs de fútbol, empezando por los del Madrid, no han entendido que ya sólo son figurantes que sirven a un propósito televisivo, por más que la televisión no pueda ocultar el hecho de que en esos partidos insufribles de las diez de la noche en pleno invierno el estadio está medio vacío. No se trata ya de complacer al graderío, quizá ni siquiera de ganar títulos... Esa es una neurosis propia de aficionados que no han entendido todavía el sentido de la posmodernidad. De lo que se trata es de que Beckam juegue en el Madrid y que Victoria pose en la Pasarela Cibeles.

El problema de vivir en el simulacro, de habitar esta lógica de signos que no remiten sino a sí mismos en el círculo vicioso de los media, es que la realidad desde la que se forjaron deja ya de sustentarlos, y se aleja más y más hasta desaparecer en la fría sugestión de los museos y la sala de trofeos. Durante décadas yo oí decir que el Madrid era un club señor. Que un patán como Mourinho genere en el madridismo tantas adhesiones explica por qué el Real ya no es ni remotamente lo que fue. Sólo al precio de una lamentable falta de lucidez puede ilusionarse uno tanto con un tipo tan desagradable, engreído y avinagrado como para no entender porque hoy al Madrid lo detestan en todos los estadios. ¿Se silba a Cristiano Ronaldo porque se le tiene envidia? No, se le silba porque su imagen resulta irritante. Hace falta un mapa moral muy pobre para despreciar al técnico rival porque entrena a un equipo modesto como el Málaga -como estos días ha hecho Mourinho- o para preguntarle a un rival "¿tú quien eres? o ¿cuánto cobras?" -como recientemente hizo Cristiano Ronaldo-.






Pobre Rial Madrid, ya sólo tiene dinero.

6 comments:

Tobías said...

Magnífico, un certero análisis para que los “mandriles” de ahora se enteren de por qué en otro tiempo se respetaba al Real. Reconozco que durante mucho tiempo tuve una simpatía por el Madrid que hoy me parece inconcebible: era pragmático respecto a su participación en la competición doméstica esperando que fueran ellos los que defendieran nuestro fútbol, y nuestro honor, en Europa. Hoy quiero que pierdan siempre, en cualquier campo y lugar, contra quien sea. ¿Resentimiento? Bueno, pues sí, un poco, lo de Mijatovic sigue escociendo. Fue como si nos mostraran una dolorosa realidad: vosotros sois unos perdedores, segundones de provincias, sucursal simpática en el mejor de los casos o advenedizos molestos en el peor.

Hombre, a mi no es que me cayeran muy simpáticos los Juanito, Camacho y compañía pero soy capaz de ver en ellos el espíritu de otra época y el orgullo de defender una camiseta gloriosa. Me pregunto cómo habría aguantado Camacho en el vestuario a un tipo como Cristiano Ronaldo, pero la prueba definitiva de que el signo de los tiempos ha cambiado es que han puesto como figura visible del equipo a uno de los personajes más odiosos, maleducados y despreciables que ha parido el fútbol “posmoderno”. Me consuela de mi poco deportivo resentimiento el que ese personaje, el ejemplo actual del triunfador, no es sino un resentido que nunca ha podido superar su auténtica personalidad: un traductor portugués ninguneado en Barcelona.

David P.Montesinos said...

Hola, Tobías, el Real me parece una institución gloriosa y admirable, pero admirable únicamente por su pasado, en ningún caso por sus derivas actuales, cuyo ejemplo es nefasto, pues inocula en la gente la idea de que siempre hay que crecer e invertir, siempre construir, siempre vender patrimonio y comprar imagen... El modelo Florentino se sustancia en el caso de la venta de las párcelas del Bernabeu: ¿convenía aquel pelotazo a la ciudadanía? No, pero FP sabía que si echaba en contra de la oposición a Gallardón a todo el mundo, el PSOE no ganaría ni las autonómicas, ni las locales, ni las generales.

¿Sabes lo peor? Que ese modelo depredador y deshonesto de por sí es el que han imitado en otros clubs de fútbol. Esta lógica odiosa me parece un buen epítome del espíritu que ha gobernado los años que desencadenaron la actual recesión económica, años de supuesta prosperidad que en realidad no han sido sino los años de la burbuja. Lo curioso es que si FP se presentara ahora a presidente del gobierno seguramente ganaría. Inquietante, más allá del fútbol es un asunto inquietante.

Anonymous said...

Es la crítica más inteligente y sensata que he leído nunca al Real Madrid. Y sí, “la imagen de Cristiano Ronaldo es irritante” y, además, repele.

Saludos.

Isabel Zarzuela

David P.Montesinos said...

Gracias, Isabel. Fíjese, una persona -mujer para más señas- me dijo algo sobre Cristiano Ronaldo que me hizo reflexionar:

-"Esos músculos de gimnasio, esos collares, el corte de pelo, los andares de poligonero. Es rico y famoso, pero cuando me olvido de eso me da incluso un poco de pena: es un pobre chico. Y lo peor es que él vive convencido de que le tenemos envidia."

Jose Zaragoza said...

No teneis ni idea de lo que estais diciendo.
Si que es verdad que Cristiano llego a España con una actitud ciertamente chulesca, pero quien realmente ha hecho que evolucione a los comportamientos que tiene hoy dia son las personas como Tobias(por poner un ejemplo). El verte en el terreno de juego y que miles de gargantas griten aquello de: Ese portugues..
pues realmente toca un poquito la moral, y me parece bien que cristiano actue de forma chulesca, otro se vendria abajo, incluso sopesaria la posibilidad de dejar el club, pero el, como gran profesional, aguanta el tipo e incluso pide mas.

En lugar de tanto criticar, a ver si tambien nos ponemos un poquito en su lugar.

David P.Montesinos said...

Hola, José. El problema de este post es que es de hace bastantes semanas. No es santo de mi devoción el amigo Cristiano, o para ser más preciso, todo lo que le rodea como celebridad. No me atraen los valores que encarna, y menos todavía los que ha traído al fútbol el señor F.Pérez. Los gritos e insultos que le dedican en los estadios me parecen por lo demás reprobables y de muy mal gusto.