Friday, May 06, 2011








OBAMA MATÓ

A LIBERTY VALANCE





El hombre que mató a Liberty Valance. Muy pocos films -me vienen a la cabeza Ciudadano Kane, de Orson Welles, o Rocco y sus hermanos, de Luchino Visconti- han cartografiado tan magistralmente el paisaje de constitución de la identidad colectiva contemporánea. Uno se pregunta quiénes somos, o mejor, cómo hemos llegado a ser lo que somos... Y entonces se encuentra con relatos como éste.



La película consiste en un flash-back, el relato de un pasado respecto del que los contemporáneos permanecen deliberadamente amnésicos. Cuando, con motivo de la muerte anónima de un tal Tom Doniphon, el anciano Senador Ransom Stoddard regresa a lugar donde empezó todo, Shimbone, un pequeño pueblo del salvaje Oeste, empezamos a saber que muchos años antes él era un joven jurista llegado del Este con la intención de ganarse la vida honradamente. La diligencia en que viaja es atacada por unos bandidos. Cuando intenta proteger a una acompañante, el joven es brutalmente apalizado por el jefe de los cuatreros, un desalmado llamado Liberty Valance que, siempre con su látigo en la mano, tiene aterrorizada en aquella tierra sin leyes a todos excepto a uno: Tom Doniphon, que presume de ser el único tipo más duro que Valance por aquellos dominios.


Poco a poco, el jurista va ganándose el aprecio de los ciudadanos, y en especial de Hallie, con la que Doniphon pretende casarse. Pero en todo momento su obsesión por llevar la ley y el orden a Shimbone tropieza con la brutalidad de Valance, con quien, finalmente, el abogado se ve obligado a batirse pistola en mano. El disparo que libra a las gentes de la comarca de su peor enemigo proviene secretamente de las sombras: es Doniphon quien decide salvar la vida a su rival amoroso, pero la leyenda otorgará para siempre aquel mérito a Stoddard. Con ese gesto, Doniphon perderá a Hallie y desaparecerá en el olvido, mientras que Stoddard quedará eternamente en la memoria como un héroe popular.








Tras relatar por boca del propio Stoddard lo realmente sucedido tantos años atrás, que el anciano anónimo al que están a punto de enterrar es quien verdaderamente salvó al pueblo, los periodistas deciden no incorporar a la rotativa del día siguiente la historia que acaban de escuchar. "Cuando la realidad supera a la leyenda, Senador, es mejor imprimir la leyenda". El espectador, que intuye que lo que presencia es mucho más que un western al uso, se conmueve entonces por la tremenda injusticia que se está cometiendo con uno de esos hombres sobre cuyo cadáver olvidado se construyó la civilización.



Y volverá a conmoverse, unos segundos después, cuando el viejo Stoddard regrese a la ciudad junto a su esposa Hallie en ese ferrocarril, vector de progreso, por él ha hecho tanto a lo largo de su vida con el fin de convertir aquella tierra salvaje en una región civilizada y próspera. El rostro de ambos apunta al infinito cuando, tras felicitar a un empleado del tren por sus atenciones, escuchará la frase que da sentido a este relato cuyo recuerdo permanente atraviesa mi vida:




-"No me dé las gracias, Senador Stoddard, lo hacemos todo muy a gusto por el hombre que mató a Liberty Valance"




Pues bien, les cuento todo esto por que en los últimos días no me he quitado de la cabeza esta bellísima película de John Ford. Y creo que sé la razón: el Presidente Obama es el Senador Stoddard y, seguro que ya lo han adivinado, Bin Laden es Liberty Valance.









Los términos de esta analogía son sencillos. Cuando Barack Obama llegó a la Casa Blanca era difícil no dejarse impregnar por el clima de esperanza que se había extendido en torno a su carismática imagen. Algunos de sus discursos -muy bien analizados por mi amigo Paco Fuster, del que vuelvo a recomendar un par de visitas a su blog y la lectura de su libro América para los no americanos- lograron conmover incluso a quienes, como es mi caso, nos hemos ido haciendo con el tiempo insensibles a la emociones que a tan bajo precio suelen venderse en los mítines.









Obama, para empezar, parecía un hombre de paz, es decir, lo más alejado imaginable del ilustre mentecato que tuvo por predecesor. Verlo en esta imagen, a la espera de noticias y en segundo plano, junto a ese alto mando del ejército con pinta de sentirse muy cómodo con el asunto... Da un poco de pena, la verdad. El hombre que nos ilusionó con el proyecto de dotar de servicio hospitalario a cincuenta millones de norteamericanos que carecían de él es el mismo al que vemos ahí, arrinconado, como esos burócratas que, aconsejados por los halcones y por su propia conveniencia personal, ordenan acciones audaces sobre el campo de batalla, pero que no pueden evitar poner cara de acojono en cuanto silban, a lo lejos, las primeras balas y empieza a oler a muerte.










En el último año la popularidad del primer presidente negro de los Estados Unidos ha descendido espectacularmente, no acabo de saber muy bien si por no haber conseguido hacer prosperar sus planes en el Congreso, o simplemente por haber tenido la insolencia de intentarlo. El caso es que Obama ha pagado ahora las consecuencias de su espectacular ascenso, el cual, no lo olvidemos, se debe menos a su atractivo y carisma que al desgaste que en el partido rival ha producido George W.Bush, el cual ha convertido su modus operandi y su estilo en el ejemplo de lo que ya nadie desea. En muy poco tiempo, Obama, como sucede a menudo con aquellos de los que la gente se enamora de forma fulgurante, se ha convertido en el hombre de la decepción. La gente parecía haber dejado de creerle, América había perdido la fe en aquella consigna del "Yes, we can" a la que con tanta facilidad decidió adherirse . Para colmo, el gilipollas de Donald Trump ha escampado la leyenda de que, en realidad, Obama no ha nacido en los USA y que, en consecuencia, ha falsificado su carnet de identidad, lo cual, entre otras cosas, es delictivo.


El proceso de deterioro de la imagen del habitante de la Casa Blanca parece haberse invertido bruscamente en las últimas horas. Una operación criminal y con más pinta de venganza que de justicia le ha devuelto a las cimas de la popularidad. Los americanos vuelven a amarle, incluso a pesar de que aún no hemos visto el cadáver o que en la operación hubo víctimas inocentes.









Obama no será ya el hombre que devolvió la esperanza a los pobres ni pasará a la historia por sus brillantes diagnósticos de estadista. Barack Obama es el hombre que mató a Liberty Valance. Y todo es poco para agasajar al valiente que nos ha librado del Mal para siempre. Los líderes de las democracias del mundo, empezando por nuestros queridos Zapatero y Rajoy lo tienen muy claro: no hay más que escuchar sus elogios.

13 comments:

Francisco Fuster Garcia said...

Amigo Montesinos: muy bien traída la analogía cinematográfica.

Desde mi humilde punto de vista, lo que creo que le ha pasado ha Obama es que ha sido víctima de las inevitables contradicciones intrínsecas de los EE.UU. Por mucho que se diga que es un país presidencialista, la "realpolitik" americana tiene eso: que obliga a un Premio Nobel de la Paz a ser cabeza visible del ejército más poderoso del mundo.

Hace unos meses me hicieron una entrevista en la radio y me preguntaron si Obama había sido un bluff y si nos había engañado a todos. Respondí que no, que solo habrá engañado a quien se haya dejado o quien no tenga un mínimo sentido de la realidad. Una campaña electoral es el territorio de la ficción, de lo que uno cree que podrá hacer (el famoso "puedo prometer y prometo" de Suárez); pensar que el programa electoral de un candidato a la presidencia de los EE.UU se va a cumplir a rajatabla es no tener ni idea de cómo funciona aquél país. En varios capítulos de mi libro lo digo: una vez en el cargo de presidente, Obama tiene su poder de decisión muy limitado - y más después de las últimas elecciones legislativas - porque debe gobernar para todo el país (incluidos los millones de americanos que votaron al Partido Republicano); ni para la gente que iba a sus mítines y le idoltraba, ni para los europeos que le juzgamos desde la distancia.

Supongo que habrá algún dicho americano parecido a aquel del refranero español que dice que "quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón"; quienes matan a un asesino, se dirán ellos, pueden dormir con la conciencia tranquila porque han cumplido con su trabajo y, de propina, han demostrado a su pueblo que todo el despliegue militar y todas las muertes no han sido en balde. Y eso quieras que no, es un consuelo a estas alturas.

David P.Montesinos said...

Hola, Paco, me alegra mucho en primer lugar que te dejes caer por aquí y te felicito por el ingente trabajo que llevas a cabo con Azorín, Baroja, la UIMP... en fin, la lista inacabable de líos en que te sueles meter.

Me ha hecho reflexionar lo que dices de la realpolitik y el Nobel de la Paz. Yo tampoco creo que Obama sea un "engañador", no exactamente, no, salvo que demos por hecho que la función de un candidato es prometer cosas que no va a cumplir porque, como tú insinuas, no puede cumplirlas, no dispone de margen de acción para ello. Recientemente leí algo interesante: que Kennedy había sido el último habitante de la Casa Blanca con verdadero "poder". Si esto es así, entonces cualquier teoría sobre la política como un enorme y luminoso escenario de simulación se abre camino.

Marisa Bou said...

Apreciado David: la finura y precisión de tus análisis políticos es algo que me alucina, tal vez por mi propia incapacidad para hacerlos.

Insisto en algo que le dije a Justo Serna: los políticos no tienen ni la menor idea de dónde deben buscar sus consejeros. Tienen la "gracia" de rodearse siempre de aquellos que peor lo hacen y despreciar todo lo que huele a sensatez y saber hacer. ¡Qué cosas tiene la vida (o la política)!

David P.Montesinos said...

Yo he advertido algo parecido durante años, querida Marisa Bou: nunca los mejores de entre mis alumnos se dedicaban al noble oficio, más bien era al contrario, con frecuencia eran aquellos en los que jamás habría confiado los que se lanzaban con una fe mosqueante a hacer carrera política en sus ayuntamientos. Sin embargo, concedamos una luz a la esperanza, en los últimos días he recibido noticias respecto a listas de localidades que parecen cambiar en algunos casos la tendencia. En otras palabras: jóvenes muy valiosos a los que conozco de las aulas están entrando en partidos de izquierda. Ojalá no acabe con ellos.

Anonymous said...

En realidad, "El hombre que mató a Liberty Valence" es una gran película de amor. A mi me sigue conmoviendo.

BT

Álvaro said...

Siento no leerme la entrada, David.
Redacto:

"Soy Álvaro García y, si mal no me equivoco, de Mislata me llevé el amor de mi vida, Eva. Este mes de junio, yo quiero presentar mi nueva novela y Eva, dar a luz a nuestro segundo hijo. Espero, con la sinceridad de un maestro, que todos recibáis el enorme cariño con el que yo escribo y Eva lee estas letras: os deseamos la misma suerte que a nosotros nos trajisteis."

David P.Montesinos said...

Creo, señor Huguet, que la ínclita anónima ha contestado a su último mensaje en el anterior post. Lo tiene usted a su disposición.

David P.Montesinos said...

Joder, Álvaro, qué bonito, con lo que me gusta meterme siempre contigo y ahora me has dejado desarmao. Un abrazo para vosotros -para todos vosotros-. Todo nuestro afecto.

David P.Montesinos said...

Hola, BT. Yo también considero que es una película de amor, es eso y muchas otras cosas. Por cierto, una curiosidad, el original sería "El hombre que disparó a Liberty Valance". Deberíamos vernos aunque fuera unos minutos este fin de semana, ya sabe usted dónde.

Joaquín Huguet said...

1.En América Latina existe una institución de gran prestigio: “El Monje negro”. Es un consejero, que normalmente permanece a la sombra, que asesora en secreto a presidentes y ministros. Este personaje gobierna de forma misteriosa, casi espectral, y sobrevive a gobiernos enteros e incluso a distintos regímenes. En la Francia revolucionaria tendríamos a Fouché, que sobrevivió a la Convención, al Terror, a Robespierre y al que el mismísimo Napoleón temía. Cuando nos desconciertan los acontecimientos políticos nos gusta recurrir a teorías conspiratorias que dan una explicación “verosímil” a algunos acontecimientos políticos sorprendentes como la Revolución Francesa, la Revolución rusa o la caída del Comunismo. Fuerzas oscuras, con o sin hábito negro, gobiernan de forma fantasmagórica y determinan los destinos del mundo, sin que los propios gobernantes tengan nada que decir. El propio Rasputín, monje negro por excelencia, podría haber sido el catalizador para que las oscuras fuerzas que conspiraban bajo el zarismo dieran lugar a la revolución.
2.En el caso de Obama, yo arriesgo un explicación más pedestre, aunque el monje negro nos pueda servir de consuelo. No hay más que observar la política Norteamericana desde hace décadas para ver cómo sus dirigentes, cuando están en horas bajas, recurren a una cortina de humo que distraiga a la opinión pública de algún escándalo- como el de la sala oval- o de una gestión deficiente. El gabinete Obama pasa por un mal momento y una actuación “heroica” podía devolverle la popularidad perdida. Al predicador, inspirado en Martin Luther, le ha sucedido el héroe guerrero. Estas actuaciones hacen olvidar muchos errores políticos. El comportamiento heroico en el 11 S del que fuera alcalde de Nueva York, Giuliani, hizo olvidar a la opinión pública las acusaciones de brutalidad policial y pasó de ser héroe a villano. Además, en el caso de Obama, pesa un precedente muy importante: el presidente Carter. Tenía fama de “blandengue” y eso es algo que ningún presidente puede soportar. Para que a Obama no lo tomaran por un nuevo Carter tenía que actuar con contundencia. Utilizando el símil de Liberty Valance: Obama quiso ser Ransom Stoddard, el abogado legalista que quiso imponer el orden a través de la ley, para convertirse en Tom Doniphon, quien a la sombra ha acabado con el malvado que aterrorizaba al pueblo. No es la primera vez que veo algunas transformaciones de Obama. En la visita que éste hizo a China, fue tal su popularidad que un espabilado vendió una imagen compuesta del líder norteamericano y el Gran Timonel: Obamao. Esperemos que el presidente norteamericano no vuelva a pasar por horas bajas, porque entonces a este maravilloso western de Liberty Valance, le sucederá “Yo soy la justicia”, y puede que a nuestro dirigente se le ponga la cara de Charles Bronson o Chuck Norris.

David P.Montesinos said...

Sencillamente impresionante el post, Joaquín, me lleve el barret. Solo una modesta aportación, un poco a vueltas con el asunto de la conspiranoia. No sé si has oído hablar del Viejo de la Montaña. En tiempo de cruzados, dirigía desde alturas inencontrables la llamada secta de los Asesinos (Hatchitchin, o algo así, luego supe que en realidad eran los "fumadores de hachís")que cometían asesinatos selectivos en distintos emplazamientos del mundo islámico, siempre dentro de un plan hábilmente trazado. El amigo B.Laden sería el Viejo de la Montaña, pero estaba en una casa de Pakistán y usaba un mando a distancia para ver la tele.

Joaquín Huguet said...

1.La historia del viejo de la montaña aparece en un libro que tú conoces muy bien: "Il Millione", la biografía de Marco Polo. El viejo de la montaña tenía una curiosa forma de reclutar a sus sicarios. Secuestraba a jóvenes a los que drogaba con hachis (de ahí procede la palabra "asesino"). Cuando los jóvenes se despertaban se encontraban en medio de varias mujeres hermosas que le ofrecían sus favores. El viejo le prometía a los jóvenes una vida de placeres, condimentados por el hachis; pero, lo que es más importante, les garantizaba tras la muerte un paraíso en el que disfrutarían eternamente de las huríes, hermosas mujeres que se ofrecían a los jóvenes que morían en una guerra santa. No sé sí Bin Laden tenía esa fuerza de convicción, lo que sí que viene muy a propósito es la comparación de este personaje con el viejo de la montaña.
2. En una biografía que leí de Richard Burton (el traductor de "las mil y una noches" al inglés), éste comentaba que entre los musulmanes existía un odio larvado contra Occidente, y que el día que estos se levantaran contra sus dominadores blancos, el mundo occidental se echaría a temblar. Burton no hablaba de oídas, lo había percibido entre los musulmanes de la India, disfrazado de derviche. Durante décadas ese odio ha continuado dormido y creo que Bin Laden ha sabido catalizarlo contra sus verdugos. La forma de acabar con este personaje no ha sido muy inteligente y, más que solucionar el problema, puede generar nuevos adeptos a un Bin Laden espectral, que se refleje en cientos de imitadores que tienen un mártir al que seguir. Me habría gustado que el John Wayne de turno no hubiera actuado así. Un juicio habría servido para acabar con el mito. No hay más que recordar al líder de Sendero Luminoso encerrado en una jaula, una forma brutal y circense de evitar que se repitiera el mito de Emiliano Zapata. También el simulacro de juicio contra Sadam Hussein acabó con su imagen al mostrar al todopoderoso líder como un anciano decrépito y zarrapastroso. Otro tanto podrían haber hecho con Bin Laden.

David P.Montesinos said...

La última vez que oí hablar de los derviches fue en Estambul, cuando me hice con alguna de esas bagatelas del Gran Bazar en la que aparece un santón dando vueltas sobre su propio eje.

Un par de matices a esta hemorragia de conocimientos del amigo Joaquín Huguet que me tiene francamente impresionado. Yo sí le atribuyo sin ambages un gran poder de persuasión al señor Laden. Imagínese la escena. El avión lanzado directo para estamparse contra un rascacielos, los pasajeros aterrorizados ante tamaña locura, los terroristas gritando a coro cada vez más fuerte que Dios es grande... Joder, hay que tener un grado de convicción para hacer eso del que, desde luego, yo, pobre infiel, carezco por completo.Lo del odio al que te refieres lo presentí en Marruecos, donde estuve los días suficientes y lo bastante interesado en hablar con la gente como para apreciar ciertas cosas. Así y todo, no me pareció tan extendido como podría pensarse, y en cualquier caso, el rencor tiene una factura distinta al que generó todos esos atentados terribles.

Lo que dices del caballo de Zapata me recuerda irremediablemente a aquella imagen tan de Hollywood: Emiliano yace muerto y acribillado, pero el caballo huye. Maten al caballo, pero éste desaparece ante el temor de los enemigos del caudillo rebelde, pues su espíritu y su leyenda pueden haber pasado al caballo y seguir habitando para siempre en las praderas.