1. Junta de accionistas del Banco Santander. Tres indignados intervienen. Quiero pensar que si han podido entrar en la Junta y les dejan intervenir es porque disponen de alguna acción... hábil maniobra para montar el cirio. Dicen unas pocas verdades como puños respecto al daño que hacen a la sociedad las prácticas bancarias comunes. El señor Botín en persona -cuánto honor- les obliga a callar con la excusa de que sus intervenciones salen del orden del día. Finalmente les niega el sonido de micro y unos señores muy simpáticos le invitan a salir. Es una ingenuidad pensar que una empresa es otra cosa que un entramado de poder vertical, por más que celebren juntas con cierto aire de asamblea. Es fácil explicarlo: la democracia ha llegado a la sociedad, pero no al capitalismo. Ahora bien, convendría que no olvidáramos que lo que hacen las empresas repercute en el conjunto de la sociedad, por la calle tiene todo el derecho en vigilar y denunciar sus prácticas si, además de hacer ricos a unos cuantos caballeros, empobrecen al conjunto de los ciudadanos. Y es este el verdadero gran problema, aunque a Botín se le haya olvidado ponerlo en el orden del día.
2. Buenafuente entrevistó el pasado 20 de junio a Joan Antoni Melé, al que presentaba como un “banquero sin puro ni chistera”. De entrada tiene poco tirón el personaje por la sencilla razón de que casi nadie sabe quien es. Se trata, en realidad, del subdirector de la delegación española de Triodos Bank. Al finalizar, el presentador, que parece especialmente orgulloso por la entrevista que acaba de realizar, reconoce que el hecho de que su programa de
Pues bien, la hipótesis de este anómalo banquero es la de que hay un interés oculto en implantar esta imagen en la gente, es decir, que no tenemos más remedio que someternos a la lógica de la rapiña que nos imponen porque no hay otro capitalismo que el que tenemos, y que, de igual manera, no se puede hacer banca ni administrar el dinero de la gente más que especulando.
Pero el problema, y es aquí donde la filosofía de Triodos me empieza a parecer especialmente atractiva, no está en la iniquidad moral de los banqueros, por más que no haya duda de que ha sido su insaciable codicia la que ha desencadenado la actual recesión. La realidad es que las causas de la crisis son colectivas. “Todos estábamos dormidos”, dice Melé, “nadie preguntaba qué estaban haciendo los bancos con nuestro dinero. Nos decían que pusiéramos nuestros ahorros aquí porque ganaríamos más, y la mayoría les obedecía sin hacerse más preguntas.” La conclusión de Melé es rotunda: “hemos estado dormidos durante mucho tiempo y la convulsión social del 15-M es un primer despertar”. Yo añadiría que es la realidad misma la que, a base de jarras de agua helada, nos ha despertado a todos.
Hablando del 15-M, respecto al cual experimento los mismos sentimientos que Melé, es decir, absoluta empatía cuando se trata de indignarse por las prácticas del actual capitalismo que tienden a multiplicar la injusticia, y un cierto escepticismo que intento trocar en voluntad pedagógica cuando se insiste demasiado desde los campamentos indignados en simplificar los problemas y convertirlos en películas de buenos y malos. ¿Ven dónde quiero ir a parar?: cuidado, por ejemplo, con el concepto de “mercado”, porque empieza a usarse con demasiada facilidad y con una elaboración a todas luces escasa. Y tan tendencioso resulta santificarlo acríticamente, en el sentido en que lo suelen hacer los ortodoxos del neoliberalismo, como torpe y simplista es limitarse a demonizarlo.
De lo contrario, habríamos de empezar por sospechar de Triodos, y es este prejuicio el que me propongo desactivar. La idea no es renunciar a ganar, es transformar el concepto de ganancia, y para ello, hay que empezar por abolir ese prejuicio –tan católico e hipócrita en el fondo- que ve en el dinero algo sucio por definición. Se trata, en suma, de ganar para que todos ganemos, y para ello hay que invertir el orden de prioridades, es decir, primero las personas, después la salud global –o si quieren, el planeta-, y en tercer lugar los beneficios económicos.
Dentro de esta praxis está absolutamente proscrita la alternativa de invertir en Bolsa, algo que provocaría hilaridad si se plantease en otras entidades bancarias. Además los directivos no tienen bonos, de hecho José Antonio Melé vive de un sueldo, lo cual significa que su actividad profesional no se rige por el principio de que si vendes más ganas más. Esta filosofía desactiva el prejuicio de que todo es beneficio. En otras palabras: aporta en tu trabajo lo mejor que tengas, pregúntate qué es lo que como ser humano te gustaría dar y lo demás llegará sólo.
3. Dos grandes maestros, George Simmel y Karl Marx, nos enseñaron hace mucho que el intercambio del capital es, antes de nada, un intercambio social. Con el capitalismo, los viejos valores personales y sentimentales son reemplazados por el cálculo abstracto, lo cual nos libra de importantes ataduras, pero nos abre también al riesgo de un mundo gélido y desangelado. Lejos del conglomerado ideológico que otorga al capital el valor de mero objeto, una creación que sólo transitoriamente sustituye a las mercancías, el dinero incorpora toda una metafísica, crea valores que determinan el sentido de las relaciones entre humanos, o lo que es lo mismo, el de la forma de vida.
Es un error pensar que el capitalismo se está acabando, pero sí empezamos a advertir con absoluta nitidez que el mal a combatir se refleja en frases como ésta del especulador George Soros: "No importa si tienes razón, sino cuánto ganas cuando aciertas y cuánto pierdes cuando te equivocas". Nos equivocamos si aceptamos la lógica que deja impunemente el espacio de las relaciones financieras en manos de unos desaprensivos a los que el poder político ya no se atreve a atacar por múltiples razones. Acabemos con ese prejuicio católico -muy extendido entre sectores sociales formados en la izquierda- que ve en el dinero por definición algo sucio y corrupto. El dinero que tenemos es ético porque nos ha costado obtenerlo y porque deseamos emplearlo en dignificar nuestras vidas y las de las personas a las que amamos: el desafío es alinearlo con nuestros valores y nuestra forma de pensar.
José Antonio Melé y los demás directivos de Triodos provienen de bancos convencionales de los cuales se cansaron. Hay señores de cincuenta y cinco años, algunos absolutamente forrados, que trabajan con altos cargos en bancos y cuentan los días que les faltan para jubilarse porque su trabajo les parece desagradable y estresante. Me gusta pensar que alguien puede sentirse orgulloso y digno por trabajar en un banco, aunque sea sin bonos. Triodos tiene ya cuarenta años desde que se fundó en los Países Bajos. Ha demostrado que la banca ética es viable.
2 comments:
En una ilustración del Roto leía no hace mucho: "los economistas se encargan de hacer comprensible lo intolerable". Recientemente el patrón de la fórmula 1, Bernie Ecclestone a una pregunta de la CNN sobre las reivindicaciones populares en Bahrein a favor de una mayor libertad dijo que el problema actual en el mundo es un exceso de educación. Lo que en el primero es humor negro en el segundo es una combinación de estupidez y sinceridad. "Que coman pasteles" dicen que dijo María Antonieta en vísperas de perder su cabeza. Ahora leo con gusto tu artículo y se me rebaja el cinismo. Si Ecclestone ve el exceso de educación como "el problema" es que los que estamos en esto no lo hacemos mal del todo, colega.
Sin duda al señor Ecclestone le molesta que la gente reciba educación. Un estado de ignorancia general estaría más cerca del mundo de mano de obra barata y sumisa con el cual él sería feliz. En cuanto a María Antonieta, yo le habría perdonado la cabeza, al contrario que esa María Antonieta de segunda que es el Príncipe Alberto de Mónaco. Me sorprende que no se le haya ocurrido a un notorio narrador como usted un relato sobre las oscuras tramas de esa Isla Tortuga a la Versallesca que es el Principado de Mónaco. ¿Se ha fijado en la cara de pena que pone la novia? No me creo que sea sólo porque ha descubierto que su nuevo consorte es gay.
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