Saturday, October 08, 2011







LOS MARCIANOS SE HAN IDO



1. Nunca como en aquellos años mágicos del estreno de la democracia -todo tan incierto, tan falto de controles, tan esperanzador- se hizo tan evidente entre nosotros esa idea del filósofo francés Jean-François Lyotard de que "la postmodernidad es la era en que se retiran las viejas imágenes del mundo". Después de cuatro décadas de nacional-catolicismo, la gente había descubierto que no sólo Dios no existía -esto lo habían sospechado siempre, de lo contrario se habrían hecho menos pajillas- sino que además, de existir, era un auténtico pelmazo incapaz de ofrecer nada realmente atractivo. Y sí, aparecieron curas con pelo largo que tocaban la guitarra y que incluso follaban, pero aquello tampoco benefició mucho a la causa, ya que puestos a ser un hombre y no un santo, mejor te quitas la sotana, cenutrio.

En cuanto al comunismo, la otra gran "imagen del mundo" que rivalizaba con la anterior en eso de redimirnos, empezaba también a ponerse un poco pesadita. Sí, sí, puestos a crear el Reino de Dios, mejor hacerlo -como querían los bolcheviques del momento-, en el Más Acá y haciendo morder el polvo a los ricos, pero llegaba un punto en que molestaba que un tipo avinagrado y que olía a Celtas te reprochara que vieras partidos de fútbol o te compraras revistas de tetas en vez de aportar tu grano de arena a la gran causa salvadora de la Revolución dejándote matar un poco. Arrinconados pues Dios y Marx, los españoles que salían de la Gran Siesta tardaron poco en ponerse a buscar nuevos referentes espirituales, y se encontraron con los marcianos. Sí, con los marcianos, no me miren así.





Bueno, también hubo mucha hermenéutica con la ouija y el Triángulo de las Bermudas. Recuerdo que se puso tan de moda aquello de contactar con los espíritus, que la gente hablaba de "mediums" o "almas en pena" con la misma naturalidad con la que criticaban a Kubala por no quitar a Pirri y Asensi del medio campo de la selección. Mi hermano y yo vimos a adultos hechos y derechos venir a casa a jugar con los vasitos de los cojones e invocar a la Princesa Soraya, lo cual nos despertó de nuestra inocencia y nos abrió a los temores propios de la pos-infancia, pues por aquel entonces descubrimos que los adultos que nos protegían andaban en realidad más descentraditos de lo que habíamos creído. Pero todo aquello se intuía ya que eran modas pasajeras, un poco como el carisma de Adolfo Suárez. Pero, cuidado, los ovnis no, los marcianos habían venido aparentemente para quedarse.






No creo que a los prelados vaticanos les hiciera demasiada gracia que TVE lanzara un programa como Más allá, pero aquel tipo de la barba que hablaba con tanta circunspección de avistamientos, abducciones y navegaciones estelares resultaba tan convincente, que la gente se lo pasaba bomba viéndolo los sábados por la tarde y mirando después a sus vecinos -los ingenuos que venían de misa- con aire de superioridad científica. El amigo Jiménez del Oso, que mostraba sin ningún pudor fotografías, testimonios y otras pruebas irrefutables de que los alienígenas llevaban ya mucho tiempo entre nosotros, abrió el camino de un próspero negocio que sigue rindiendo considerables beneficios, y que consiste en decirte, con cara de creérselo mucho, que no importa que cuando rezas el rosario no te haga nadie en los cielos ni puto caso, pues hay unos tipos que emiten sonidos como los del gol en Carrusel Deportivo (pi, pipi,pipi,piiiii) y con el pene muy grande que van a venir para llevarte a Reticulín, en la Galaxia del Puerco, donde serás muy feliz y una legión de tipos verdes se pondrán en fila para sodomizarte.




Después se impuso el estilo Mulder, que consiste en tener fe de verdad en que hay marcianos de visita, pagando el peaje de que todo el mundo piense que eres tonto. Ahora se lleva la honestidad, es decir, ser un caradura, pero que parezca que te crees el rollo, que estás entregado, para lo cual hace falta mostrar cierto temperamento adolescente y adoptar aire de víctima. Así, todos terminamos siendo unos ciudadanos engañados y rehenes de una conspiración, por la cual tipos oscuros y con mucho poder deciden que las autoridades, en especial el ejército, oculten las pruebas de que unos platillos volantes echaron las largas a un piloto de las fuerzas aéreas. (Conviene aclarar que el piloto, con los nervios del trance en la cuarta dimensión, no entendió que lo que querían los del ovni era preguntarle para ir a Molinicos, provincia de Albacete)

Pese a mis burlas, propias de un amargado que ya no cree ni en los alienígenas ni en Dios ni en los zombis ni en nada, hay que reconocer que era divertido aquel tiempo en que mirabas al cielo y casi fijo que avistabas algo. Mi padre, por ejemplo, se compró un telescopio magnífico -que por cierto aún conserva en un trastero, oxidándose con su trípode- con la secreta esperanza de verles las orejas a los selenitas. No vimos a ninguno, y quizá fuera mejor así, pues siempre he sospechado que los marcianos son unos mierdas, más o menos igual que nosotros, que tienen un aspecto baboso y desagradable, y que les gusta como a los terrícolas especular con pisos, tirarse eructos y criticar a los compañeros de trabajo a sus espaldas. Era bonita, sin embargo, aquella época... Parecía que podías mirar al espacio con la secreta esperanza de presenciar algo grandioso.




2. He vuelto, reconozco que por nostalgia, a Carl Sagan y su mítica serie de divulgación científica Cosmos. La sarta de impertinencias que acaban de leer son consecuencia de la nueva visita tres décadas después- a algunos de sus capítulos más inolvidables, por ejemplo el impagable Enciclopedia galáctica, donde Sagan -dentro de la lógica de científico riguroso que le caracteriza- pasa revista a toda esa cultura tan abundante creada en torno al fenómeno ovni y que tanta repercusión social tenía en los tiempos en que TVE emitió Cosmos.


Sagan idea la posibilidad de que lejanas civilizaciones hayan advertido y localizado ya la existencia de esta pequeña piedra azul en un rincón periférico de la galaxia, y se pregunta qué nombre y características le atribuyen. Habla de un poderoso radio-telescopio instalado por la NASA en Puerto Rico, el cual fue capaz en el año 74 de emitir un mensaje que, desplazándose a la velocidad de la luz, tardará 25000 años en llegar a las estrellas de la constelación de Hércules, hacia la que está destinada. El mensaje tardó un minuto en pasar por la órbita de Marte, media hora en hacerlo por la de Júpiter, y, tras pasar por Plutón, abandonó para siempre el sistema solar a las cinco horas de ser emitido por vez primera. Contiene una serie de informaciones básicas sobre nuestro planeta y las características de nuestra civilización.


Carl Sagan no es exactamente escéptico con la posibilidad de la existencia de vida en otros mundos, lo es más bien con tantos y tantos relatos que nos han llegado de personas como aquel matrimonio que, regresando a Nueva York de unas vacaciones en Canadá por la carretera de New Hamshire, describió con pelos y señales un encuentro con alienígenas de lo más exhaustivo. Testimonios improbables, fotos fácilmente trucables, legiones de desaprensivos que hacen negocio a costa de decirle a la gente lo que quiere escuchar... Sagan entiende que es un error negar la capacidad para ilusionarnos y fabular que tenemos los seres humanos, pero advierte del peligro de confundir la realidad con el deseo. Nos propone una encantadora ecuación en la cual, teniendo en cuenta variables como la cantidad de sistemas estelares dotados de planetas, la media de planetas con condiciones adecuadas para la vida, la probabilidad de que esta vida sea inteligente y que no se haya autodestruido y un largo etcétera, termina por alcanzar como resultado de la ecuación la cifra "2", es decir, que la estadística de civilizaciones que podrían existir en la Vía Láctea, sin incluir la nuestra, es de dos. Sagan, con cierta ironía, desconfía de la posibilidad de que estén especialmente interesados en visitarnos, aunque tampoco descarta la posibilidad de que algún día lo hagan, o de que incluso lo hayan hecho ya y habiten discretamente entre nosotros.

Me seduce la emoción con la que los hombres como Sagan nos lanzan a amar la ciencia. Los hombres como él, como Stephen Jay Gould y tantos otros, son genuinos "humanistas" -eso que ahora parece desprestigiado- pues conciben el saber científico como una gran aventura, como una empresa humana y emocional en el mejor de los sentidos que pueda imaginarse. Alguien me dice que aquellos planteamientos de los documentales de hace treinta años están ya superados, tanto en el cine como en la ciencia. No lo creo, no hay nada en esas imágenes ultratecnológicas de Life o National Geographic, donde vemos primeros planos de un colibrí comiéndose un mosquito, o de una serpiente regurgitando un ratón, no hay nada de todo ese mundo tan frío de la high fidelity que me traslade esa calidez de los hombres que, como Sagan, o Jacques Costeau, o Rodríguez de la Fuente, creían todavía que las suyas eran historias de humanos relatadas a otros humanos.


Durante el capítulo, simula viajar por las estrellas en una nave espacial, después pasea por un bellísimo campo de caléndulas y gesticula, explicándonos que debemos desconfiar de los farsantes y amar el conocimiento. Esa emoción nostálgica que me produce Sagan, y de la que algún día querré hablar a mi hija... No hay marcianos ni dioses, estamos solos, al contrario que Sagan yo no albergo dudas al respecto. Ya hace mucho que entendí que la vida ya es de por sí suficiente sortilegio... Imagino que son estas emociones tan humanas, esa belleza del campo de caléndulas por el que Sagan merodea, las verdaderas luces de la magia del cosmos.

16 comments:

Isabel Zarzuela said...

Creo que ha dado usted en el clavo cuando dice: “No hay marcianos ni dioses, estamos solos”. Eso es lo jodido, estar solo. Y es que el ser humano todavía no ha superado esos miedos ancestrales a la soledad. Así que si hay marcianitos en medio de esa inmensidad aterradora y oscura del espacio exterior, casi que mejor, ¿no?

Magnífico post, David.

David P.Montesinos said...

Magnífico es que usted y su amigo el señor Lillo se dejen caer por aquí de vez en cuando. Creo que la idea de la soledad -en este caso de una "soledad cósmica", la más metafísica imaginable- se nos hace peligrosamente insoportable. Nos negamos a pensar en nosotros mismos como ese CD con música de Mozart que suena en medio del espacio y que enviaron por si alguna civilización galáctica lo encontraba y optaba por interesarse por nosotros. Permita que ironice: creo que escuchando a Mozart el alienígena de turno se haría una idea demasiado generosa de nosotros, le daría por venir a vernos y entonces se pegaría el revolcón al encontrarse con tipos como Berlusconi, Lady Gaga, González Pons o un vecino mío que siempre me arroja colillas encendidas a las sábanas tendidas.


Creo que cada uno de nosotros es, en cierto modo, ese cd sonando en el vacío. Pedimos en medio del desierto que se nos escuche, preguntamos si hay alguien ahí... Quizá alguien esté cerca de oírnos, quizá las civilizaciones existentes estén tan lejos que las señales de nuestros radiotelescopios son como el croar de una rana de Almussafes que pretendiera ser escuchada en Polinesia... Acaso simplemente no haya nadie en ninguna parte... Aunque esto no fuera verdad, es para lo que tenemos que estar preparados. A la otra alternativa los católicos que conozco lo llaman "esperanza"... Pero quienes "esperan" me recuerdan a aquellos dos personajes beckettianos, los de "Esperando a Godot". Creo que es mejor no esperar nada, creo en la voluntad humana para mejorar su propia vida.

Carles Esquembre said...

Hola David!

En primer lugar darte la enhorabuena por tu reciente paternidad.

Como siempre te digo, leo cada uno de tus textos y me he decidido a escribirte en este en concreto, ya que se trata de un tema que obviamente me ha fascinado desde siempre. Durante mi adolescencia daba por supuesto que era una osadía y un insulto que hubiera gente capaz de afirmar rotundamente que estamos solos en el universo. Me daba rabia porque independientemente de lo poco que pueda saber sobre el cosmos, la lógica y un punto de romanticismo te dice que es prácticamente imposible que en el espacio infinito (supongo que por mucho que nos esforcemos, los humanos solamente somos capaces de imaginar el infinito como un lugar en el que el espacio deja de existir) no hayan aparecido otras formas de vida inteligente. Sin embargo, a medida que han pasado los años mi opinión al respecto ha cambiado un poco. Lo que he ido leyendo sobre el tema a través de la divulgación científica más sencilla (ese tipo de divulgación que parece haber puesto de moda Eduard Punset) viene a decir que los seres humanos y nuestra evolución no son más que un accidente aislado, y que “la vida no debería estar ahí”. Al mismo tiempo, no hago más que leer que es bastante improbable que se den las condiciones necesarias para el desarrollo de cualquier tipo de vida en el resto de los planetas del universo. Sin embargo también estuve viendo un documental en el que se decía que estamos equivocados al afirmar que hay una serie de elementos indispensables y obligatorios en el universo para que un planeta albergue vida inteligente. En el documental se decía que en algunos planetas se puede haber desarrollado un tipo de vida que contradice todas ese leyes universales. Se hablaba por ejemplo de seres vivos gaseosos y otro tipo de organismos que nos parecerían imposibles.

Otra cosa muy distinta es lo que comentas sobre el cd con música de Mozart. Independientemente de si estamos solos o no, me resulta fascinante la idea de imaginar la sonda Voyager con su disco de oro (diseñado entre otros por Carl Sagan )recorriendo el universo, traspasando el “frente de choque de terminación” (me encanta la terminología espacial) y llevando consigo los sonidos de la tierra más allá del espacio conocido.

El tema en cuestión me parece tan interesante que ha sido una influencia total a la hora de grabar nuestro nuevo disco que he titulado “Other Signs Of Intelligent Life”, Te invito que escuches alguna de las canciones a través de mi blog o de la web de ALTERNATIVE5. Ya en la portada del disco puedes advertir que “otras señales de vida inteligente” no se refiere al encuentro de marcianitos, sino a nosotros mismos enviando nuestras señales al espacio. Eso sí, durante un tiempo estuve considerando añadir un interrogante al final del título.

Un abrazo!

P.S: Me ha encantado el post, y en especial la frase: “Creo que cada uno de nosotros es, en cierto modo, ese cd sonando en el vacío”

David P.Montesinos said...

Hola, Carles, es una alegría que un ex alumno se pase por aquí, y más si eres tú. Sé cosas de la evolución de vuestros trabajos musicales porque de vez en cuando entro en tu blog -pese a que no lo tocas demasiado- y porque pregunto en nuestro querido pueblo a personas bien orientadas. Por supuesto recomiendo a quienes se pasan por aquí que también se den un garbeo por el tuyo o, como dices, vayan a la web de Alternative5 y escuchen el tema. A mí me pareció excelente cuando lo escuché, y supe lo de que os habían seleccionado para una campaña publicitaria. Es audaz internarse en estos tiempos en un territorio tan atrayente pero a la vez tan complicado como el del rock progresivo. En cualquier caso creo que cada vez sonáis mejor.

Por lo demás, no te miento si te digo que el tema de la ciencia-ficción me ha atraído tanto como a ti y desde hace muchísimo. Que desmitique a ciertos aprovechados o ironice sobre ciertas credulidades de nuestros tiempos no es óbice, pues en cierto modo, yo soy también propenso a ellas. En mi caso, la expectativa de estar solos en el universo ha terminado por generarme un misterioso atractivo. Es algo parecido a lo que me pasó el día en que llegué a la conclusión de que Dios no era concebible por mí,y que por tanto, no es que no existiera, es más bien que "no tiene lugar", que no hay razón para que su posibilidad se dé. Si lleváramos esta conclusión hasta sus últimas consecuencias creo que veríamos la vida de otra manera.

Comparto la atracción por eso que llamas la "terminología espacial". El año pasado el centro Octubre de Valencia puso una exposición sobre los objetos de la conquista del espacio, la verdadera. Ahí estaba el traje de Aldrin, con su escafandra, un trozo de nave lunar, el instrumental de navegación... Qué belleza, la aventura espacial es, antes que nada, un hermoso sueño, un sueño para el que por cierto no corren buenos tiempos. Ni tú ni yo, sospecho, veremos la era en que los viajes estelares sean cosa casi rutinaria.

Justo Serna said...

Sr. Montesinos, está alcanzando el estado de sutileza máximo. Le felicito.

Carles Esquembre said...

Mi relación con mis blogs es un tanto complicada, jeje.
Se me olvidó comentar con respecto al cd con Mozart, que también leí en algún sitio que si alguna civilización extraterrestre pudiese descifrar los datos del disco de oro y reproducir su contenido, probablemente la música de Mozart les parecería una aberración, debido a que nosotros los humanos disfrutamos la música de Mozart por una especie de evolución cultural, ya que se supone que está formada por disonancias a las que el oído humano se ha acostumbrado y ha valorado con los años. Es decir, por lo visto no existe ese rollo tan romántico de “escuchar algo así por primera vez y percibir sensaciones agradables y maravillosas sobre los seres que han sido capaces de componer esa obra maestra”.

En fin, que cada vez que me hago mayor se me van cayendo más mitos jaja.

David P.Montesinos said...

Yo también le quiero, señor Serna...

David P.Montesinos said...

Y no sabes lo peor, parece que el limbo no existe. Sí, el limbo, ese lugar intermedio entre el cielo y el infierno por el que vagan las almas de algunos que, como Platón, no tuvieron la suerte de nacer después del Redentor pero tampoco fueron tan malos malosos como para arder in secula seculorum. Pues bien, el amigo Ratzinger ha dicho que no hay limbo, que es una ficción y lo ha cerrado y puesto en venta. No quiero pensar en lo que pasaría si hiciera lo mismo con Dios: "señores, era sólo una leyenda, les hemos estado a ustedes sacando la pasta durante dos mil años y hay que ver los primos que han demostrado ser."

Pero tranquilo, sin darte cuenta estás edificando mitos nuevos que también se te caerán.

Justo Serna said...

"El amigo Jiménez del Oso, que mostraba sin ningún pudor fotografías, testimonios y otras pruebas irrefutables de que los alienígenas".

El amigo Jiménez del Oso era un doctor, doctor en Medicina. Sr. Montesinos, se le ha olvidado decirlo. ¿Ha echado un vistazo a la imagen televisiva que nos presenta? Mírela: aparece el doctor con su barba de intelectual serio, con su rebequita, con su pizarra de profesor.

'Más allá' era uno de los pocos programas en que el periodista no se ponía un terno o americana. Vestía rebeca para provocar un efecto de verdad. Todo se mostraba con un didactismo naïf, en un plató que se simulaba ser el gabinete del sabio.

Dr. Jiménez del Oso: así se presentaba en televisión y así aparecía en la pequeña pantalla. Era un psiquiatra, discípulo de Juan José López-Ibor, el célebre autor del 'Libro de la Vida Sexual': un best-seller del franquismo terminal. Qué tiempos.

A un amigo de entonces le gustaba mucho el programa del Dr. Jiménez del Oso. A mí me aburría mortalmente. Teníamos diecisiete años o así. ¿Por qué le gustaba? Aquel compañero era un tipo fantasioso que mezclaba la ciencia y la ufología. Que un doctor presentara la ufología bajo el envoltorio de la ciencia era la confirmación de la verdad que algunos no nos creíamos...

Y lo digo sin superioridad. Yo oponía resistencia a todo eso: pero no por racionalismo, sino por aburrimiento, ya digo.

David P.Montesinos said...

Bueno, señor Serna, más que olvidarlo es que desconocía por completo ese dato. Lo mismo le digo de sus vínculos con el Doctor López Ibor. En mi casa también estaban aquellos dos célebres volúmenes de El libro de la vida sexual, con los cuales el franquismo dio el salto a la modernidad, pues optó por acabar con el tabú del sexo y enseñar a los españoles a hacer cositas con sus esposas pero sin divertirse demasiado.

A mí no me aburría Más allá, diría que me divertía. Se dotó el Doctor de un atrezzo peculiar, como usted explica, y eso, la barba y el tono circunspecto le dieron una misteriosa credibilidad. A mí me gustaba mucho cuando aparecían dibujos con naves repletitas de marcianos, o aquellos vídeos donde se veía un disco luminoso y metálico pegar botes sobre una montaña. ¡Cómo estimuló mi infantil imaginación todo aquello! Me leí a HG Wells y a Asimov después porque ya me fue imposible vivir sin marcianos. Y además estaba Barbarella. Ciencia-ficción y erotismo juntos: aquello hizo mucho por sacar a los españoles de las nieblas del nacional-catolicismo.

Yo tuve unos vecinos que estaban afiliados al Partido (ya sabe usted qué partido es "el Partido") Tenían dos temas de conversación: la Revolución y los ovnis... Y creo que sólo empezaban de verdad a ponerse serios cuando pasaban a lo segundo.

Isabel Zarzuela said...

Coincido plenamente con usted, David. Me ha hecho mucha gracia el caso del CD con música de Mozart en medio del espacio para que una posible civilización alienígena se interese por nosotros. Ay, el ser humano siempre mostrando lo mejor de sí mismo para atraer la atención de alguien o algo… Sí, creo que esto es muy humano: el posible extraterrestre simplemente trataría de contactar, trataría de comunicarse.

Ah, Jiménez del Oso. Recuerdo que, siendo muy niña, algunas veces veíamos en casa ‘La Puerta del Misterio’. Me llamaba muchísimo la atención este programa, pero que miedo pasaba…

Ricardo Signes said...

Pues a mí me gustaba mucho el doctor Jiménez del Oso. Junto a Balbín fue uno de los que llevaron la barba y la pipa a la tele, que en aquella época, junto a "El País" bajo el brazo, eran signos de progresía (lo mismo que la rebeca de lana que dice el amigo Serna). Los ovnis, el monstruo del Lago Ness, la profecía de San Malaquías y todas esas historias me resultaban la mar de entretenidas. Ahora, mirando hacia atrás, me hacen sonreír, pero con benevolencia, como cuando recuerdo a Locomotoro, que ya la mayor parte de los lectores de esta cueva no sabe ni quién es.
Ah, y respecto a los marcianos, aunque ya te lo he comentado alguna vez, por supuesto que existen, vaya que sí: en mi barrio sin ir más lejos hay una que tiene un hijo de un marciano -y no es que lo diga yo, sino ella, que afirma que la abdujeron y que mantuvo relaciones con un alien muy simpático-.

David P.Montesinos said...

Nunca entendí, querido amigo Signes, como podía Locomotoro inclinar tanto el cuerpo hasta el punto de convetirse en un triángulo rectángulo cuyo hipotenusa sería la recta del suelo. En cuanto al retoño del marciano, necesito algo más de lo que usted ofrece para certificarlo: ¿tiene color verdoso?, ¿le salen de la cabeza una anténulas en vez de las protuberancias conocidas entre nosotros como "orejas"?

Anonymous said...

Pues miren, con Jiménez del Oso no tuve el placer, pero ya que hablamos de marcianos y extraterrestres, me he venido a la cabeza una serie mítica de mediados de los ochenta: "V". Esos sí que eran extraterrestres, bien vestido de rojos y haciéndose pasar por humanos... y esa malvada Diana, abriendo las mandíbulas para comerse a un ratón.

Y descuiden, que si realmente hay vida inteligente en otro planeta no vendrán a visitarnos.

Magno

David P.Montesinos said...

A usted lo que le pasa, señor Magno, es que Diana le ponía.

Anonymous said...

Y tanto, señor Montesinos, y tanto.

La ciencia-ficción en general siempre me ha gustado mucho. De hecho, recuerdo ahora que el primer trabajo que hice para el colegio fue uno sobre el espacio, sobre el Big Bang. Luego la cosa fue por otros derroteros y me centré en la literatura y el cine, pero algo que queda, siguen siendo asuntos que me interesan y a los que, desde las Humanidades, quizá no se les presta la atención que merecerían.

Por lo demás, muy buen post. Felicidades.

El ídem