Saturday, November 12, 2011









¿ES SÓLO ROCK´N ROLL?




1. Lo pasé muy bien el miércoles por la tarde en la mesa redonda que organizó el Vicedecanato de la Facultat de Geografia e Història de la Universitat de València. Pertenece al ciclo de jornadas abiertas que -con el título de Bandas sonoras: los jóvenes, la música y la revolución cultural- se va a llevar a cabo de aquí hasta el 21 de diciembre, siempre con el rock -su lenguaje, sus gestos, los sentidos que ha sido históricamente capaz de hacer emerger, su potencial ideológico- como trasfondo de los sucesivos debate.


Tuve el honor de acompañar en la sesión de apertura a Mónica Granell y Justo Serna, con un coloquio titulado Los jóvenes, cultura de masas y contracultura. Tenía planificada una sesuda conferencia en la que pretendía hablar del concepto de hegemonía cultural en Antonio Gramsci y Raymond Williams y del paralelismo histórico entre la trayectoria de las vanguardias artísticas y la de los grandes rupturistas del rock´n roll. Cuando participo en un acto de este tipo, y sobre todo si no soy el primero en intervenir, deambulan por los territorios más oscuros de mi mente deseos de lo más sucio y mezquino: siempre tengo la esperanza de que mis acompañantes parezcan más tontos que yo... No sé, que se pongan nerviosos, que resbalen y se les caigan los papeles, que estén borrachos, que salga un friki del público y la líe... Todo con idea de que la gente, al escucharme, diga: "bueno, un tipo medio normal al fin", y hasta terminen aplaudiéndome. Como no fue así el miércoles, y como a medida que hablaban mis magníficos predecesores me fui convenciendo de que en el papel de empollón no iba a dar la talla, opté por lo que vengo optando desde hace décadas cada vez que no sé muy bien cómo salir de algún entuerto: hacerme el gracioso. Y creo que no quedé mal del todo. Además me lo pasé en grande contando algunas cosas que forman parte irremediable de mi biografía sentimental, por ejemplo de mi tío Rafa, que abrió la primera discoteca que hubo en Valencia, o de los años que pasé en Radio Klara, o de mis alumnos del instituto... (De estos la verdad es que hablo siempre, no hay material humano más sincero y directo en qué inspirarse) Tuve la impresión de conseguir arrancar algunas sonrisas, me felicito pues.

Durante las próximas jornadas, siempre en la sala Joan Fuster de la facultad citada, las charlas se sucederán con la proyección de algunos films que, a vueltas con el tema de la evolución de lo juvenil en la segunda mitad del siglo XX, parecen poder ilustrar tan extenso material para el intercambio de ideas y la disensión. Tómenlo como un consejo, un buen consejo. Toda la información se puede obtener en este link y en el blog de Justo Serna.



2. Mi condición de inmigrante digital me hace vivir en un estado de permanente perplejidad: nunca deja de sorprenderme la facilidad con la que accedo a núcleos de información a los que en tiempos no lejanos uno se acercaba sólo después de largas y tortuosas travesías. Durante años escuché interminables veces una cinta-casette que recopilaba los temas más célebres de la historia del rock. Junto a My generation de los Who o Hey, Joe de Jimi Hendrix, escuchaba una versión en directo de Sympathy for devil, uno de los temas más influyentes de los Rolling Stones. Gracias a la Red, y más en concreto a youtube, he sabido con el tiempo mucho más de aquella actuación de lo que podría haber imaginado cuando en aquella cinta escuchaba a Mick Jagger decirle al público del concierto que se calmara. Lo he entendido mucho después.

En 1969, parece que siguiendo los deseos del propio Jagger -cuya banda no participó en el Festival de Woodstock, celebrado tres meses antes- se organizó en la localidad de Altamont un festival de rock que fue presentado como "el Woodstock de la Costa Oeste". Por iniciativa del propio Mick o de los organizadores, alguien tuvo la luminosa idea de encargar la seguridad del festival a los Ángeles del Infierno, esa encantadora turba de tipos que armados de sus Harleys, deambulaban atronadoramente por los USA con ganas de romperle las encías al primero que les sostuviera la mirada. Por lo visto eran baratos, y el bueno de Mick debió suponer que con el recinto lleno de hippies habría poca inclinación a montar gresca.

Fue un desastre, un desastre absoluto, hasta el punto de que Altamont ha pasado a la historia negra del rock, de igual manera que Woodstock es considerado el momento dulce y culminante de ese gran proyecto de transformación de la sociedad que reconocemos bajo el nombre de contracultura. En Altamont, que registró la muerte de un joven negro por herida de bala a manos de dos ángeles del infierno, el rock confirmó a ojos de sus detractores la especie de que se trataba de una corriente encaminada a disgregar moralmente la comunidad, un movimiento de naturaleza violenta cuyos ritmos y mensajes expresaban un profundo nihilismo destructor y promovían en los jóvenes el odio a sus padres, la molicie y el consumo de narcóticos.

¿Tenían razón? Sí y no. Altamont fue un festival mál organizado y oportunista del que se hicieron cargo señores que, como siempre sucede en estos casos, tenían menos escrúpulos que olfato para detectar dónde se podía obtener un dinero abudante, fácil y rápido. El problema es que eso también ocurrió en Woodstock. La diferencia es que aquí, milagrosamente, la organización absolutamente desbordada no desembocó en violencia ni en catástrofe: intoxicada por una misteriosa nube de marihuana y protegida por el conjuro de algún gurú hindú, la multitud de Woodstock decidio ser feliz sin malos rollos y limitarse a escuchar música, fumar porros y amarse. En Altamont, con otra conjunción de planetas y una predisposición diferente en los asistentes, pasó lo que nos ha pasado a todos los que hemos convivido alguna vez en una comunidad de jóvenes, que a los momentos más idílicos suele suceder el bajón. En este sentido Woodstock fue un gigantesco corte de rollo originado por los sospechosos habituales: la mezquindad, la codicia, la agresividad...

Pero no es el fracaso de Altamont lo que me inclina a regresar una y otra vez al vídeo de youtube que recoge aquella actuación formidable de los Stones en el infortunado festival. Miren detenidamente los nueve minutos que dura, observen cada uno de sus momentos: los disturbios en las primeras filas, los guardianes infernales ordenando parar la música a Keith Richards, las distintas actitudes de cada uno de los asistentes, el perro que atraviesa el escenario vaya usted a saber por qué, la cara que uno de los Hell´s Angels le pone a Jagger mientras éste se convulsiona al ritmo de la música -"si serás mariconazo"-, la mujer desnuda que se abre paso a golpes para ganar el escenario... Altamont fue un desastre, sí, pero, al igual que Woodstock, su peripecia corresponde a un instante crucial para la historia de la cultura juvenil. En aquellos momentos todavía emergentes para el rock, un concierto propiciaba que pasaran cosas.

Decían los Stones it´s only rock´n roll but it like me. En realidad es lo que ellos deseaban porque, reconozcámoslo incluso quienes sentimos debilidad por esta banda legendaria, estos chicos han sido siempre unos magníficos vendedores de diversión antes que los ideólogos del mal y la subversión que se quiso ver en ellos. Y sin embargo, siempre he tenido claro que no es sólo rock´n roll, con independencia de si nos gusta como si no. El rock es la banda sonora de una era como la de los años sesenta, que quedará ya irremediablemente como la más reivindicativa y liberadora de la historia contemporánea. En Woodstock y en Altamont pasaron cosas, buenas o malas, pero pasaron. No pretendo extender consignas nostálgicas, pero algo ha tenido que cambiar mucho desde aquello para que, ahora, las noticias que produce el mundo del rock se asocien a la última mamarrachada que se le ha ocurrido a la tonta del culo de Lady Gaga o si resulta que Madonna nos ha provocado mucho porque ha contado que sodomiza a su último novio con una polla de plástico.


No sé si el rock es un lenguaje agotado. Sé que durante décadas fue capaz de producir significados de ruptura y que los suyos no fueron los gestos de la complacencia. Convertidos sus signos en simulacros de provocación, el rock se queda sin colmillos y se convierte en una mercancía más, un juego inofensivo de rebeldía destilada en dosis homeopáticas que ya no expresa las tensiones que impulsaron su aparición. No es cierto eso que se dice de que el rock siempre volverá. Eso no podemos saberlo. Lo que sí tenemos derecho a esperar es que la cultura popular siga dando lugar a formas expresivas capaces de configurar espíritus críticos e inspirar la resistencia.

De esto va el ciclo en el que participé el pasado miércoles, de esto y de otras muchas cosas. No se trata de simple nostalgia, eso es seguro.

13 comments:

Tobías said...

El jueves pasado una alumna a la que aprecio especialmente me dijo que su novio, también ex-alumno y estudiante de historia, había asistido a la conferencia. El asistente, que en cierta ocasión me comentó su sorpresa cuando le hablé de la microhistoria (tenía que hacer un trabajo para Carmen García Monerris), te calificó de "crack". Aclaro que su sorpresa procedía de mi habitual ortodoxia materialista cuando explico historia de España, frente a la sutil delicadeza de las investigaciones sobre Menocchio.

David P.Montesinos said...

Los únicos cracks que conozco son Messi y una sustancia que fuman los afroamericanos en los suburbios de los EEUU (Esto último lo sé por la magnífica serie The wire, dicho sea de paso). En cuanto a tu ortodoxia, creo que ha pasado por mejores épocas, digamos que te veo últimamente de un ecléctico razonable. Tu ex-alumna tiene una excelente profesora, por cierto. Hablando de todo un poco, ha salido, al fin, la edición sobre la obra de Gramsci al cuidado de Anaclet Pons y Justo Serna. Ya la he leído y me parece imprescindible. Tu bibliofilia no habría de pasarse sin ella.

Isabel Zarzuela said...

Bueno, es un "crack" el sr. Montesinos y su tío Rafa..., no nos olvidemos.

Ya sabe, David, cómo revolucionó usted al público con su pregunta abierta; así que no ha de extrañarle tanto los comentarios que luego hagan por ahí de usted, eh.

Ese libro de Gramsci lo tengo en casa pendiente de leer. El 'Magno' también me ha dicho que es una lectura imprescindible, claro que, vieniendo del Sr. Serna y del Sr. Pons, es una apuesta a caballo ganador.

Saludos.

David P.Montesinos said...

Gracias, Isabel, generosa como siempre, también por las fotos del evento. Es ciertamente una lectura imprescindible, pero creo que es importante hacer un esfuerzo de reflexión y debate para explicar por qué necesitamos revisitar los textos de Gramsci, quizá más de lo que nunca lo ha sido.

Anonymous said...

Yo tampoco sé si el Rock es un lenguaje agotado, pero lo que parece claro es que nuestra sociedad posmoderna y el capitalismo han desactivado la capacidad revolucionaria de símbolos e iconos de la contracultura. Esto ha pasado no sólo con la música sino con otras expresiones de la cultura popular. Creo que algo así es lo que usted planteaba el otro día cuando interrogó al público acerca de las capacidades de fagocitación del sistema capitalista. Si no recuerdo mal, el Sr. Fuster planteaba algo parecido cuando hablaba en su libro de de On the Road como símbolo de la contracultura juvenil transformada por el sistema en un producto para la cultura de masas.

Escuchándoles hablar de la contracultura y el 15M, me acordé de las declaraciones de Bauman sobre dicho movimiento acerca de su emocionalidad y falta de pensamiento. Me gustaría saber su opinión al respecto.

Ah, una cosa…su gran capacidad para comunicar y la naturalidad con la que asume de antemano la imperfección, deberían minimizar sus malos deseos hacia el prójimo; ni que decir de las tablas que le proporcionan “esa fuente diaria de inspiración”.
Fue un placer oírles.
R.



PS. Todavía no estoy preparada para hablar de "El ala oeste de la Casa Blanca", pero casi. Y ya que ha sido usted el que me ha llevado hasta allí, tengo que agradecerle los buenos ratos que me estoy echando. Unos guionistas muy hábiles.

David P.Montesinos said...

Buenos días, R., en primer lugar gracias por reincidir por aquí de vez en cuando, y en segundo, lamento no haber podido saludarle el otro día, sólo supe que había estado porque así me lo hizo saber cierta amiga común. Le agradezco igualmente su felicitación. Tengo la impresión de que la temática de la mesa redonda se escoró en exceso hacia ciertas cuestiones como la del valor político de la contracultura, quedando otras, como la de la emergencia de las categorías de lo juvenil, algo desapercibidas. En cualquier caso lo pasé muy bien y, al menos para mí, resultó fructífero escuchar a los dos contertulios y al público.

Me ha recordado usted el libro de Paco Fuster. En el comentario de "América para los no americanos" sobre la reedición de On the road, Fuster nos da un dato: el clásico de la contracultura y la filosofía beatnik vende en el país cerca de cien mil ejemplares al año. La conclusión es que el autor y su célebre periplo este-oeste se ha convertido en una especie de fetiche. En cualquier caso, y pese a su inicial escepticismo, respecto al valor de rebeldía de un producto que se convierte tan exitosamente en mercancía de masas, el propio Fuster reconoce el valor que el escrito tiene como incitación a descubrir lo que llama "el lado salvaje de la vida".

David P.Montesinos said...

Sigo. Leí las declaraciones de Bauman. He seguido con atención e incluso con devoción a este escritor desde hace años, aunque en los últimos tiempos me hablo poco con él por razones que tienen que ver con las sospechas que en mí causa el oportunismo literario.

Creo que tiene parte de razón y una gran parte de sinrazón. Con el 15-M es una impostura mostrarse condescendiente, y creo que Bauman cae en ella. Me cansa esta manía de algunos teóricos de insistir en la desactivación de las multitudes como agentes políticos para luego, cuando la realidad más urgente se resiste a ello, entonces resulta que se trata de movimientos "emocionales, ingenuos, infructuosos o con propuestas difusas y utópicas". No, no es cierto, el 15-M tiene la misma faceta emocional que cualquier corriente reivindicativa digna, pero, al margen de algunas consignas más o menos melífluas -esta acusación se le hizo también mucho al Mayo Francés-, sus propuestas serias son claras y están perfectamente asumidas por personas que, no lo olvidemos, constituyen una generación muy bien preparada intelectualmente. Creo, lo digo sin ningún ambage, que este movimiento social nos está dando una lección a todos y ha encendido las luces de un camino por el que debemos aprender a transitar en el futuro.

Hablamos del Ala oeste cuando guste.

Tobías said...

Me he limitado a transcribir lo que me dijeron.

Las imágenes del concierto de Altamont son bastante significativas, esa mirada del ángel del infierno a Jagger, los asistentes, muchos de los cuales parecen estar muy lejos en el espacio-tiempo y el desorden general sonorizado por la adecuada música de los Stones: Camino del infierno.

Desde luego en los sesenta pasaban cosas en el mundo del rock, por lo visto el pequeño desastre de Altamont supuso un punto final en las aspiraciones transformadoras más pacifistas. No conozco mucho el asunto pero yo diría que el rock empieza a convertirse en algo más nihilista y radical. Estoy pensando en movimientos como el punk o el heavy metal.

Me interesa lo último que dices en el artículo, las formas de cultura popular que supongan hoy elementos de resistencia. Soy bastante pesimista en este aspecto, no voy a decir que desconfío de toda posibilidad de pensamiento crítico pero sospecho que las vías se cierran de manera cada vez más inexorable. Avanzamos hacia un ordenamiento extremedamente civilizado, en el sentido más lamentable del término; dicho de otra forma y recordando a Foucault, un sistema en el que el poder ha provocado una interiorización tal de los mecanismos de coerción que nos ha hecho cada vez más dóciles, más domesticados. Y no solo la juventud, como decías en tu libro. Salvo algún tipo de explosiones inesperadas como el movimiento del 15m, cuya fuerza sigue sorprendiendo pero que podemos esperar una desactivación a no tardar mucho, el conflicto es rechazado de plano, hemos perdido nuestra capacidad para la rebelión y el conformismo impregna toda la sociedad. En España todas las capitulaciones firmadas a partir de la Transición representan a la perfección la progresiva desactivación del país. No creo que en el resto del mundo occidental globalizado las circunstancias sean mucho más esperanzadoras.

Anonymous said...

Hace muchos años lei que el capitalismo es tan temible que tiene la facultad de desactivar elveneno de sus hijos airados, dejándoles la apariencia feroz a fin de que en adelante se enriquezcan con sus payasadas.
Así nació Lady Gagá y quizas en España tenemmos a Agatha Ruiz de la Prada y en USA a Michael Moore, aunque quizás éste pertenezca a rama distinta, la de los tapones de seguridad de las ollas a presión.
Detella

David P.Montesinos said...

Hola de nuevo, Tobías. En el coloquio que tuvimos con el público el día de la mesa redonda en tu facultad se dijeron algunas cosas interesantes. Comparto tu análisis, cuyas conclusiones expresas muy certeramente. Sin embargo, y por eso me refiero a aquel coloquio, creo que podemos caer en la consideración de "apocalípticos", si seguimos la célebre caracterización de Umberto Eco, a base de esforzarnos en alejarnos de la consideración de "integrados". Creo que hay aspectos irreductibles en la emergencia de las culturas antagónicas y, como dijeron algunos de los concurrentes, creo que hay un aprendizaje en todos aquellos movimientos cuyo epicentro situamos en los años sesenta. El 15-M, al que tú oportunamente te refieres, podría instalar sus procedimientos en un ciclo de protesta social similar al característico de aquel tiempo, pues su objetivo es dar voz y protagonismo político a sectores discriminados. No sé si transformará el mundo, eso no puede saberlo nadie, pero se me ocurre que es bastante más que un residuo de aquellos tiempos más o menos legendarios... Creo que tienen un largo camino por delante.

David P.Montesinos said...

Comparto, Detella, el inicio de su intervención. Tengo más dudas respecto a Michael Moore, un fenómeno lo suficientemente complejo como para calificarlo de válvula para la olla a presión. Quizá esta sea una imputación que pueda efectuarse sobre cualquiera que esboce una crítica no destructiva de las formas de dominio. No todo lo que hace y dice Moore me gusta, pero creo que ha sido capaz de inspirar formas de protesta y activismo político que resultan particularmente osadas y originales. Yo suelo poner sus documentales a mis alumnos.

Anonymous said...

Muchas gracias por su razonada respuesta.

Fíjese, a pesar de coincidir con lo que expresa, soy bastante más pesimista que usted con las posibilidades del 15M. Ciertamente la música que tocan suena bien y este tipo de movimientos reivindicativos son muy necesarios, más en contextos en el que el sistema político está anquilosado, los niveles de corrupción son escandalosos y en una democracia que, pese a su juventud, se ha deteriorado a la carrera .

Sin embargo creo que faltan claves- al menos a mí- para intuir siquiera cuáles serán sus efectos y los objetivos que pueden alcanzar. Usted habla del Mayo francés, quizá una de las cosas que nos falte sea esa perspectiva histórica que ya tenemos del primero, creo que Bauman lleva razón en algo : estos movimientos son más capaces de reivindicar y de desmantelar que de construir alternativas diferentes y viables (¿también movimientos contraculturales líquidos?).

Supongo que tengo los mismos interrogantes que la mayoría: ¿qué capacidad tendrán para resistir? ¿Cómo no ser tragados por el sistema que quieren combatir y cómo hacerlo si no es con los mecanismos establecidos? ¿Serán capaces de eliminar aquellos elementos violentos que le están boicoteando desde dentro? Como ves estoy próxima a Tobias.
R.


PS estoy segura que hablaremos del Ala Oeste

David P.Montesinos said...

Soy yo el agradecido, R.

No estoy lejos de lo que plantean Tobías y usted, ni siquiera puedo decir que veo medio llena la botella que ustedes ven medio vacía. Más que optimista o pesimista, lo que me encuentro es en medio de una fuerte incertidumbre. Trato de ver lo que de positivo y estimulante tiene una situación crítica como la que creo que atraviesan las sociedades occidentales, seguramente porque lo negativo está a la vista de todos y lo vemos en los periódicos y en la vida, y de esto sabe usted bastante más que yo, por cierto.

El estado líquido en que según Bauman se debaten nuestras comunidades se extiende a todos los órdenes, no solo los del capital y las relaciones laborales que implementa, también a las biografías, a las relaciones humanas, a la educación... Y, por consiguiente, también a los movimientos antagónicos. De hecho el estilo de este movimiento, con ofensivas que aparecen tan velozmente como desaparecen, corresponde a ese espíritu "postindustrial" del que Bauman extrae su celebrada fórmula. Ahora bien, quizá no sea todo negativo en ello, pues, entre otras cosas, es un estilo de antagonismo anquilosado y formalizado, el de las tradicionales organizaciones del movimiento obrero, las que se están poniendo bajo sospecha. Creo que eso, como mínimo, da pie a un debate apasionante antes que a la desesperanza. Sumémonos pues.