Saturday, March 03, 2012





LA JUVENTUD PROTESTA

La juventud baila era el nombre de una sección del programa musical Aplauso, una horterada televisiva muy de hace tres décadas, cuando TVE intentaba no tanto sacar a los jóvenes a bailar y hacer el Tony Manero por las discotecas -que eso ya lo hacían sin ver Aplauso-, sino más bien convencer a los papis de que había que aceptar que sus chicos se divirtieran los fines de semana e incluso se dejaran aquellos pelos cardados tan del gusto de los tiempos. Vamos, que había que modernizarse. Hoy, aquel tipo calvo y con pantalones acampanados que lo presentaba podría presentar la sección aunque cambiándole el nombre: La juventud protesta. Sería una buena manera de adiestrar a los diez millones de adultos que en este país votan con aparente convicción a la derecha en la idea de que los chicos que se manifiestan -como ese perro del vecino que te muestra el colmillo amenazante pero "sólo quiere jugar"- hacen estas cosas sólo para divertirse un ratito. Así, el programa -que en vez de Aplauso podría llamarse Disturbio- incluiría concursos sobre las mejores consignas contra el Gobierno, los chicos más diestros en la quema de contenedores y, por supuesto, los policías que pegan hostias como panes.

Es bastante imbécil todo lo que acabo de decir, sí, pero tamaña estulticia se aviene perfectamente con la idea que la prensa de derechas -es decir, casi toda la de este país- proyecta respecto a las movilizaciones estudiantiles que protagonizaron la actualidad informativa de la última semana. Lo primero que deberíamos preguntarnos ante algaradas como éstas es si se trata de episodios aislados y marginales o si, como en la metáfora del iceberg -que sólo deja ver la minúscula parte de sí que emerge a la superficie- nos encontramos ante la concreción de una problemática profunda.

Si, como parece creer la derecha, se trata de una operación de agitación urdida desde algún lóbrego laboratorio por el artero Rubalcaba, el cual se ha servido de la rama violenta del mundo perroflautista para desestabilizar al Gobierno, entonces sí: se trata de un fuego localizado que conviene sofocar sin contemplaciones. Esta versión, que legitima la acción policial "contundente", responde al prejuicio más extendido de la derecha española, el de que el "felipismo" continúa conspirando para destruir la estabilidad de una nación y provocar pestes, guerras, sexo promiscuo y puede que hasta las derrotas del Madrid. Esta convicción, que apela a la maldad congénita de la izquierda, se complementa extrañamente con la que parece su contraria: la de que los chicos que, como los del IES Luis Vives la semana pasada, se lanzan a la calle a protestar, son unos niños malcriados que, como lo tienen todo y se aburren, montan jarana cortando el tráfico con la misma mentalidad con la que se lanzan a hacer un botellón y lo dejan todo perdido. Tras estos inocentes manipulados, a los que no vienen mal un par de coscorrones a ver si aprenden -ya lo decía mi abuela: "como vaya yo os doy una que os avío, gorrinazos"- detectan la incapacidad de la izquierda para aceptar que los conservadores tengan el poder. Prueba de ello sería que ha sido ganar Rajoy y empezar los conflictos en la calle. Que hay una mano negra, vamos.

No deja de llamarme la atención que este tipo de argumentaciones, que he leído y oído varias veces a raíz de los sucesos estudiantiles, en especial los de Valencia, provengan de quienes han estado ocho años realizando con un tesón envidiable la labor de oposición más desleal e irresponsable que yo recuerdo jamás, empezando por la repugnante insidia urdida en torno al 15-M y acabando con la serie de mentiras que configuraron su programa electoral. Nunca en los treinta y pico años de democracia tuve tan claro desde que Aznar perdió el poder por su propia estupidez que hay una España poderosa para la cual es completamente insoportable la idea de que la izquierda -incluso una izquierda tan titubeante como la del PSOE- gobierne la nación. Tampoco deja de sorprenderme la descalificación que se hace del derecho de manifestación. No sé si Rajoy pensaba que la gente se quedaría tranquilita en casa, felicitándose ante la Reforma Laboral o los recortes de los servicios públicos, pero yo he visto docenas de manifestaciones del PP a lo largo de estos ocho años, normalmente al lado de los prebostes eclesiásticos y en favor de cosas que por lo visto les preocupan mucho como la familia o el derecho a la vida de los niños.


En suma, que los estudiantes no saben lo que quieren, que es a fin de cuentas lo que suele pasar con los adolescentes, Jesús qué cruz, y cuánto me costáis de criar.


Voy a dejar de hacerme el gracioso, sobre todo porque el tema no tiene puta gracia. La semana pasada critiqué duramente la desproporcionada respuesta policial frente a unas manifestaciones cuyo poder disruptor era inicialmente escaso. Pero el asunto de la dureza policial, que puso a Valencia en las cabeceras periodísticas mundiales por la incompetencia de algunos responsables y que ha desencadenado muchas de las protestas posteriores, es solo la punta de un iceberg cuyo resplandor valdrá muy poco si no sabemos atender a lo que hay por debajo.

Ahora habría de referirme a la profunda problemática en medio de la cual vive la enseñanza pública. Las declaraciones de los responsables de los departamentos educativos apuntan a una estrategia de descrédito de las movilizaciones que me parece miserable: "no hay recortes en educación", dijo una delegada del gobierno valenciano, "sólo ha habido reducciones en complementos salariales". Que un trabajador salga a la calle porque le han reducido drásticamente el sueldo parece algo bastante comprensible, que no se entienda que lo que a los miembros de la comunidad educativa nos está irritando es el deterioro de la escuela pública, cuyo efecto sufren los ciudadanos, es algo que no me sorprende nada de la delegada en cuestión, la cual estoy seguro de que vive en una casa estupenda, lleva a sus hijos al Caxton y saldrá de la vida pública con una pensionaza super chupi. En cualquier caso, lo que de verdad se pretende, más que desprestigiar a los profesores -a los que ya nos tiene bastante manía la gente, dicho sea de paso-, es insinuar que los estudiantes que gritan y cortan el tráfico están manipulados por nosotros. Y es aquí donde se equivocan.

Llevo años -ellos pueden decirlo- reprochando a mis alumnos que, de tanto en tanto, les dé por declararse en huelga y abandonar las clases, una actitud que, cuando -como muchas veces sucedía hasta hace poco, no se sabe muy bien qué se reivindica- me parecía dañiña para la vida académica de institutos como el mío, donde ya tenemos bastante dificultad para competir con la escuela concertada para que, además, nuestros queridos estudiantes pierdan clases. Lo de las últimas semanas me está sorprendiendo. Mis alumnos ya no se declaran en huelga para eludir un examen, irse a ver una mascletá o quedarse en casa durmiendo; parece que, por primera vez desde que ejerzo esta profesión, la mayoría tienen muy claro que se están jugando algo en el espacio público. Han entendido al fin eso que tantas veces les hemos dicho creyendo que caía en saco roto: la política, que es bastante más que dos partidos repartiéndose la tarta del poder, les afecta seriamente.

Digámoslo de una vez: este no es sólo un problema de las escuelas, los jóvenes están saliendo a la calle a gritar porque tienen miedo. Lo que escuchan y leen a los adultos sobre lo mal que se está poniendo todo ha dejado de resbalarles, y han empezado a entender que si sus padres lo están pasando mal ahora mismo es porque, probablemente, lo que les espera a ellos por ejemplo a lo largo de esta segunda década del siglo es aún peor. Algunos empiezan a sospechar que podrían no salir de los trabajos basura, que cuando sean mayores no habrá unas instituciones solidarias que les protejan de la enfermedad, la vejez o la delincuencia, que cuando estén en el paro tendrán que mendigar para vivir, que nunca tendrán una casa y probablemente no marchen nunca del hogar paterno... ¿Sigo? Supongo que es difícil entender esto cuando uno ve la vida a través del prisma de Intereconomía y La Razón, pero el hecho, y sé de lo que hablo, es que los jóvenes no protestan porque les cierran pronto el pub o porque no les dejan ya piratear películas: protestan porque están aterrados, protestan porque han dejado de confiar en la seguridad del mundo que decíamos haber construido para ellos.

¿Tienen razón para ello? Me gustaría pensar que no, que su inquietud es comprensible pero demasiado teñida de un pesimismo que uno podría asociar a la impaciencia propia del temperamento adolescente. Pero mucho me temo que van bien orientados. Y solo espero que si se dan cuenta de lo que les espera no cambien lo de sentarse en una calle a parar el tráfico por cosas como las que vimos este verano en los suburbios de Londres o antes en los de París.


NOTA: La revista Ojos de papel me ha publicado un artículo en relación al mundo de la publicidad y la serie televisiva Mad Men. Me gustaría mucho que leyerais éste y otros artículos y reseñas sumamente interesantes que aparecen en la revista. http://www.ojosdepapel.com/

7 comments:

Tobías said...

Tobías said...
Como te comenté, pude asistir a lo que ocurrió en las jornadas del jueves y el lunes ante al instituto Luís Vives. Tengo claro que los hechos gravísimos del lunes tuvieron como origen órdenes directas de la delegada del gobierno y probablemente, como sugieres, una estrategia del gobierno central para dar un aviso a navegantes. El despliegue de la policía durante los días anteriores había sido desproporcionado e intimidador, pero la actuación del lunes fue más propia de una dictadura o de un estado de sitio que de un gobierno que intenta salvaguardar el orden y los derechos de los ciudadanos. Esa línea de policías con aspecto siniestro, con armadura al estilo de Robocop, plantados ante un grupito de estudiantes, indignados por las persecuciones y apaleamientos que habían sufrido desde la mañana, será una imagen que olvidaré difícilmente. A nadie, solo a la torpeza infinita de algunos que nos gobiernan, puede escaparse que la violencia policial no solo fue incapaz de calmar los ánimos y controlar la situación sino que produjo un desborde generalizado que dejó esta ciudad al borde del estallido social. Y por cierto, fue la conciencia de los que protestaban, convencidos de que solo la vía pacífica legitimaba sus reivindicaciones, lo que evitó enfrentamientos mucho más duros.

No quisiera ponerme en plan sectario, criminalizar a la policía o utilizar argumentos de manual de agit-prop, pero toda la parafernalia con la que se gestionó este asunto (armaduras, carreras porras en mano, ensañamiento, calles ocupadas por furgones policiales….) no buscaba sino crear miedo, el miedo que han pretendido generar inútimente los que no son, no lo olvidemos, más que el brazo ejecutor de quienes nos gobiernan, esos que protegen sus privilegios de casta.

La violencia represiva que hemos tenido que padecer en nuestras calles durante esa especie de semana trágica me remitía directamente a los últimos años del franquismo, o a la fase más dura de la Transición. Creo que nos han mostrado la cara más fea de un poder que se ve cuestionado y solo es capaz de responder revolviéndose rabioso contra sus ciudadanos. Es la imagen de una democracia frágil, o lo que es peor, de una democracia que nunca ha llegado a construirse del todo.

Comparto lo que dices sobre la derecha española, considero que sus razones son incompatibles con la democracia participativa, están acostumbrados al “ordeno y mando”, a la pacífica sumisión y a la arbitrariedad. Constituyen una oligarquía que monopoliza un poder que no admite contestación porque tiene el franquismo metido en su código genético y solo entiende la paz social como paz de los cementerios, impuesta por sus cuerpos de élite. Aquí ha habido un expolio financiero y nos lo van a hacer pagar, aunque sea a sangre y fuego.

Me has hablado en varias ocasiones de la importancia que está adquiriendo Spinoza para el pensamiento de izquierdas, como un referente que había sido olvidado y que ofrece una lectura subversiva de lo más provechoso. Pues bien, dijo Spinoza lo siguiente en su “Tratado político” lo siguiente:

"La paz no es, en efecto, la privación de guerra, sino una virtud que procede de la fortaleza del ánimo; es determinación constante de hacer todo lo que debe hacerse conforme al decreto común de la ciudad. Por otra parte, la ciudad cuya paz depende de la inercia de los súbditos, que son conducidos como ovejas para que sólo aprendan a servir, se denomina más adecuadamente un desierto que una ciudad."

David P.Montesinos said...

Incluyo por su interés aquí la primera de tus intervenciones, que tú has dejado en el post anterior.
No tengo mucho que añadir a lo que explicas. Me gustaría no obstante ofrecerte un enlace que, a vueltas con el ensayo de Eagleton -celebro que te haya gustado-, puede interesarte. http://justoserna.com/2011/11/16/por-que-marx-tenia-razon/

Respecto a lo que dices en tu primera intervención, cada vez tengo menos dudas de que no fue un simple caso de incompetencia, aunque el proceder, que además de contra principios democráticos esenciales, atenta contra las reglas básicas de la prudencia en un gobernante. Creo que había instrucciones de muy altas instancias para generar un efecto de intimidación sobre la reivindicación en la calle. Estoy seriamente preocupado por todo esto. La derecha española tiene en general una manera de entender la democracia que, por ser eufemístico, me parece un tanto "epidérmica". Si durante el felipismo la mayoría absoluta terminó convirtiéndose en un problema para ciertas libertades, no quiero pensar lo que puede ser una mayoría absoluta de la derecha. Y de todo ello venimos sabiendo ya algunas cosas en los últimos meses. Inquietante de veras.

Anonymous said...

Tobías said...
Hoy mismo han repetido uno de los programas que Intereconomía, fiel a su labor de defensa del capital y del orden, viene dedicando a las algaradas estudiantiles, hábilmente orquestadas desde Ferraz para crear un ambiente pre-revolucionario que desemboque en otro octubre del 34. Ya sabemos que el PSOE siempre ha sido golpista y revolucionario, da igual que se entregara con armas y bagajes a una moderada social-democracia desde Suresmes y que renunciara a cualquier intento de ruptura democrática durante la Transición. La gentuza de la caverna fascista sigue pensando que basta con criminalizar al partido dinástico de la oposición (“la misma mierda es”, como decían los del 15 M) para asegurarse la gestión ordenada de todas las medidas dedicadas a degradar cuidadosamente la educación pública.

En el programa de Intereconomía, ese en el que un tipo de pelo engominado dirige el debate entre falangistas poco disimulados mezclados con ex militantes del PSOE vendidos al mejor postor y alguien como Javier Nart, se entrevistaba a la consellera de cultura valenciana la cual afirmaba, apesadumbrada ella, que aquí no ha habido recortes, que la enseñanza concertada es una bendición para nuestros bolsillos y nuestra bienamada libertad de elección y que los profesores, en un ejercicio de irresponsabilidad sin nombre, están lanzando a su inocente alumnado a la calle (como carne de cañón) para defender unos eurillos que, al fin y al cabo, se dedicarán al esfuerzo común de sacar esta comunidad adelante. Hay que pagar eso que dice nuestro president Fabra, el "haber vivido por encima de nuestras posibilidades". Bueno, pues ponían el ejemplo, ni Goebbels hubiera imaginado tanta maldad, de un colegio de la Eliana que machaca a sus alumnos en la hora del recreo con canciones contra los recortes. Me recordaba las escenas de La naranja mecánica, oye.

En fin, tú ya has razonado muy adecuadamente sobre estas cuestiones, así que yo voy a aprovechar el libro de Eagleton (por cierto, magnífico) que recibí como regalo de Reyes para comentar algo que planteaba el señor que hablaba de fantasmas recorriendo Europa. Más o menos venía a decir que cuando los miembros de una clase se ven privados de sus derechos o se les arrebata su dignidad como personas, quedan liberados de todos los deberes que pudieran unirles al orden social que no les reconoce. Dicho de otra forma, cuando el poder es incapaz de avalar un orden social justo, que garantice los derechos de todos sus miembros, está destruyendo los principios básicos de la convivencia. No hablo de colgar en la plaza pública a la señora consellera y a todo el gabinete pepero en pleno, incluyendo al jefe de policía, hablo de cuestionamiento y protesta, de reivindicaciones democráticas ante el asalto a derechos fundamentales por un gobierno que pretende segregar la sociedad y marginalizar la enseñanza pública.


Has hablado de miedo, creo que procede de la conciencia de que uno ya no controla su vida, que está en manos de fuerzas que se le escapan. Yo creo que la revolución tan temida no es más que la lucha contra esto, el intento por recuperar la autonomía, la capacidad para decidir sobre nuestro futuro.
5:02 AM

David P.Montesinos said...

Respecto a lo segundo que dices, nada que objetar en lo referente a la cuestión de la enseñanza pública. La doble red de financiación pública de la escuela es una de las mayores perversiones del sistema educativo que puedo imaginar Pero de ello, no lo olvidemos, tiene gran parte de culpa el PSOE, que en tiempos del felipismo lo tramó, después se quejó de ello cuando gobernaba Aznar, y en los últimos años se ha limitado a ser indulgente con ello. NO deja de tener gracia que ahora el amigo Rubalcaba, cuya supuesta inteligencia debe consistir en que cree que los demás somos idiotas, habla de ir contra el Concordato; se ve que se le pasó la página de la agenda sobre este asuntillo cuando gobernaba y ahora, como el niño al que se le olvidaron los donuts, se ha dado un golpe en la frente porque se acaba de acordar.

Tobías said...

La bien probada habilidad política de Rubalcaba moviéndose en las altas esferas del poder, hasta conseguir la secretaría general de su partido, no parece corresponder con la capacidad para engañar a los españoles, ni siquiera a la mayoría de los militantes socialistas. Hay que ser bastante desvergonzado, o tener una confianza desmesurada en la estupidez de la gente, para pensar que aquí todo el mundo se va a olvidar de quien estaba en el gobierno cuando empezaron los recortes sociales, cuando se redujeron las cargas fiscales de los bancos y del gran capital, cuando se miraba hacia otro lado a la hora de perseguir paraisos fiscales, cuando se limitaba en lo posible las vías de participación democrática al margen del sistema oligárquico de partidos, cuando se reformó la constitución de manera tan democrática....

Vaya, que no creo que sea el PSOE el adalid del cambio democrático o el partido que aglutine la lucha contra la reacción social que ampara el PP. Más bien al contrario, estoy convencido que apoyaría un programa parecido en cuanto se viera en eso que Felipe González calificó tan afortunadamente como "política real".

Veo que, por algún despiste mío, he sido mucho más generoso de lo que pretendía con Javier Nart, al que califico simplemente como "alguien". Había escrito en realidad otra cosa, pero no quiero ser faltón: Nart no acabó de engañarme nunca, demasiado entregado al espectáculo del polemista mediático como para tener firmes convicciones progresistas. Su verbo radical y contundente contra los poderosos ha acabado poniéndose al servicio de la ultraderecha. Que le vaya bien, no tengo nada en contra de que la gente se busca el sustento donde mejor le parezca. Me molesta un poco que me vendan burras de independencia, dignidad y progresismo, eso sí.

David P.Montesinos said...

A Javier Nart le delatan los medios para los que trabaja. Yo también le deseo buena caza como "talk-shower", aunque sinceramente siempre pensé que el caballero daba para algo más que compartir tertulia vociferante con los chicos del coro.

Mi opinión respecto al líder socialista es algo menos negativa que la tuya, creo que ha sido un notable ministro del Interior. Mi problema es más bien con el PSOE como proyecto político. No es malo ser socialdemócrata o encarnar una izquierda moderada. Las contradicciones llegan cuando se hace desde el poder lo contrario de lo que uno reclama en la oposición. A veces, con esa etiqueta de la "realpolitik", se diría que lo mejor que podemos hacer los ciudadanos es resignarnos a aceptar la impotencia de las instituciones para construir una democracia digna. En esta tesitura resulta bastante complicado deslegitimar la abstención y el silencio del electorado progresista.

David P.Montesinos said...

NOTA: La revista Ojos de papel me ha publicado un artículo en relación al mundo de la publicidad y la serie televisiva Mad Men. Me gustaría mucho que leyerais éste y otros artículos y reseñas sumamente interesantes que aparecen en la revista. http://www.ojosdepapel.com/