Thursday, September 06, 2012

 






SEPTIEMBRE



Sensu stricto el verano acaba hacia el 22 de septiembre si nos ajustamos al calendario o, si tomamos como referencia el mundo laboral, el final del mes de agosto, que agota el periodo vacacional masivo en un país donde el calor da poca opción a componendas con el periodo de descanso como las que se estilan en el mundo anglosajón. Este año ha sido, por cierto, espantosamente caluroso, dicho sea de paso ahora que parece que los rigores aflojan y salir de casa a ciertas horas deja de ser empresa de alto riesgo.

He pasado más tiempo en Valencia de lo que indica la prudencia. Cuando ves pasar los días de canícula, con un sol despiadado cayendo sobre las calzadas y los tejados de una gran ciudad como la mía, entiendes que todo ese entramada de playa, viajes, segundas residencias o campings, no responde tanto a la búsqueda de un escenario de felicidad como a la necesidad de huir. Sucumbiendo a la temeridad de salir de casa a media tarde, hay momentos en que las pocas personas con las que te encuentras son zombis que vagan por las calles sin rumbo, fracasados que ya han renunciado a salir del paro, gentes sin hogar y esa pareja de ancianos que se sienta puntualmente todas las tardes en un banco donde da la sombra y se miran sonrientes, como complacidos de seguir juntos después de tantos años, como si todavía presintieran el hechizo del romance.

No creo en el verano, el cual, como cualquier cosa sobre la que merezca la pena disputar, es antes un símbolo o un mito que un hecho real. O mejor, como me pasa con la Navidad, creo sólo en el fabuloso poder de la ficción que encarna. Mi experiencia real  de las vacaciones de verano es hoy en día escasamente luminosa cuando lo pienso dos veces. Hace tiempo que, debido a mi reciente paternidad, no me entrego al antiguo fulgor de las expediciones exóticas, de manera que, mientras algunos compañeros relatan el primer lunes de septiembre lo que les pasó hace un par de semanas con un encantador de serpientes en Persia o que se divisaron un Zara Calzoncillos desde el Potomac, yo me conformo con explicar que mi hija le gritó irritada a nuestro mar doméstico cada vez que una ola le deshacía el dichoso castillito.

Septiembre trae cierta sensación de alivio de la que no hablan los psicólogos que informan regularmente a los telediarios acerca del síndrome post-vacacional. Con su llegada dejo de tener la sensación de que he desperdiciado mi verano, y es entonces cuando de verdad, haga lo que haga, empiezo a divertirme. Esto confirma la impresión de que a lo que llamamos "verano" es a una ficción. Esa ficción sólo tiene lugar antes, cuando el verano asoma en nuestra mente como una expectativa cercana, o después, cuando el primer soplo de aire fresco, las primeras lluvias o los aromas de vendimia nos indican que el otoño que empieza a asomar tímidamente es víctima de una vieja campaña de difamación, y que un mundo tropicalizado, es decir, sin estaciones, sería una horrorosa pesadilla.

El verano sólo existe en el invierno. Como todo lo que es grande en el mundo, su destino es brillar por su ausencia, hacerse desear. Los efectos de verdad de este fantasma son tan intensos y duraderos como los de esas otras grandes ficciones que constituyen el alma de cualquiera: el amor, el erotismo, Dios, la gloria... Las expectativas de felicidad asociadas al estío han levantado monstruos de hormigón durante décadas en las playas y los montes, proporcionando excusas a los codiciosos para ganar más dinero y adquirir más bienes.

Del imcumplimiento de todas esas promesas no se habla en los telediarios. Tampoco del alivio ante la llegada del otoño.    


6 comments:

Ester said...

Yo siempre he dicho que para mí Septiembre es como Enero para los años.

Espero que tengas un gran "año nuevo" ;)

Besos.

David P.Montesinos said...

Hola, Ester, ya hace mucho, diría que desde que tenía cinco años e ingresé en el cole, que el año natural no existe para mí, mido la vida por cursos. Ya ves, así nos mediatizan los ritmos marcados por la burocracia. Me alegra saber de ti y espero que el año sea todavía mejor que los anteriores allá por la Jaume I.

Anonymous said...

Leí hace tiempo un estudio que afirmaba que el 35% de los trabajadores presenta dificultades de adaptación a su etapa de relax. Parece que nuestro cuerpo y nuestra mente necesitan que llegue ese momento en que desaparecen las obligaciones y los madrugones; necesitamos un “reseteo” para poder afrontar la nueva temporada laboral (de algún modo esto último lo recoge el estatuto de los trabajadores, si no se lo ha cargado también este maravilloso gobierno). Pero lo cierto es que somos animales de costumbres, y si por este motivo alteramos las rutinas…, en fin…, nos molestamos y todas esas expectativas de relax y diversión que nos hemos hecho durante todo el año se van al traste. Así de complicaditos somos.

Besitos para aquélla que se enfada con el mar.


Isabel Zarzuela.

David P.Montesinos said...

La que le propina imponentes broncas al mar está desarrollando un considerable mal genio, nada que no sepas, querida. Me alegra mucho saber de ti. Tu pequeña familia y tú, por cierto, aparecisteis por cierto ante ayer en alguna conversación, en concreto con nuestro común amigo, el señor Fuster. Creo que vamos a vernos todos pronto con fondo de rock´n roll. Me consta que el trabajo ha sido ingente. Besos.

Anonymous said...

Y a mí me consta su magnífico trabajo al respecto; cosa que no me sorprende en absoluto.

Sí, nos veremos pronto. Abrazos.


Isabel Zarzuela

David P.Montesinos said...

Mi trabajo ha sido poca cosa en este asunto, pero le agradezco, como siempre, su amabilidad conmigo, Isabel. Y sí, nos veremos muy pronto todos en la Literaria.