Saturday, May 10, 2014

PANEUROPA


Entre los múltiples intereses que determinaron la confección de la extensa biblioteca de mi padre, uno de los que suscitaron mi curiosidad era el del europeísmo. De crío me fijaba que, en una sección de inclasificables -al lado de Sabiduría hindú- asomaba un viejo volumen titulado Paneuropa, de un autor austriaco de nombre raro. Ahora el término suena a casi imperialista, pero lo que se manejaba en aquellos lejanos años veinte en que empezó a hablarse de este tema era un ideal de unión entre países que, para empezar, conjurara el riesgo de una segunda guerra cuyos efectos se adivinaban devastadores. Fracasó, desde luego, y ahí tenemos los datos de la apocalíptica carnicería que se nos vino encima unos años después.

"Menos OTAN y más Mercado Común", le oí decir a mi padre al inicio de los ochenta, cuando Felipe González convirtió en clave de todo su programa político la integración de España en las estructuras de poder institucionalizadas en Occidente. Luego llegaron el referéndum, el Tratado de Maastrich o el euro... Siempre advertí considerables riesgos en aquel proceso, siempre supe que al integrarnos en una unidad superior, dentro de la cual nos situaríamos siempre como país periférico (sin  poder para condicionar las decisiones del eje Berlín-París), nos veríamos abocados a la pérdida de soberanía. Si nos instalábamos en la prosperidad, sería en la medida en que la oligarquía europea decidiera tolerarlo o fomentarlo, si se nos obligaba a navegar por derroteros poco deseables, tendríamos poca capacidad para negarnos. ¿Por qué entonces acepté? Porque creí entonces, y en cierto modo lo sigo creyendo, que si había algo peor que la Europa de mercaderes que se estaba configurando era ninguna Europa.

¿Es Europa una decepción? Sí, desde luego, pero suelo ponerme a resguardo en cuando llegan en manada las aseveraciones catastrofistas, en las cuales detecto un tufo de demagogia especialmente burdo y pueril cuando proviene de quienes fundan partidos políticos para fundir tendencias tan ajenas entre sí como el antieuropeísmo y el rechazo a los inmigrantes. España incrementó enormemente su desarrollo durante los primeros tiempos de la integración porque entrar en Europa supuso cobrar unos fondos de cohesión supuestamente destinados a que el país saliera de su atraso atávico y se asemejara a sus nuevos socios. Que los fondos se agotarían y que con la inclusión de nuevas naciones la modernización de los países de la tercera oleada -España, Portugal y Grecia- dejaría de ser una prioridad es algo que habríamos debido calcular por anticipado.

Acaso no lo hicimos, acaso faltó formación democrática, poder institucional y un entramado empresarial sólido para que España se convirtiera en Francia o al menos en Italia del Norte y no en este Patio de Monipodio repleto de corruptos y con unos índices de paro y pobreza escalofriantes. Y pese a todo, creo que nos ha ido mejor dentro de Europa de lo que nos hubiera ido de haber quedado solos, una excentricidad que ahora parecen desear muchos poco informados, y que, me temo, sólo es accesible para países que, como Suiza o Gran Bretaña, han convertido eso de hacerle trampas al resto de europeos en un sello de identidad nacional.

Yo creo que no hace falta menos Europa, hace falta más. Necesitamos una fiscalidad común, necesitamos impuestos sobre la transacción de capitales que funcionen a rajatabla y sin excepciones, necesitamos convertir el defícit en un problema de todo el grupo, y no sólo del país que lo sufre... Aceptemos la pérdida de soberanía local, a fin de cuentas ya es evidente para cualquiera que Rajoy es sólo un lacayo de Merkel. Debemos pedirle cosas a Europa, desde luego, pero debemos empezar por cambiar de mentalidad. Como explica Daniel Innerarity, no se trata tanto de esperar a ver qué hace Europa por mí como preguntarme qué puedo hacer yo en favor de Europa. Una de las primeras cosas es exigir a los partidos que dejen de convertir estos comicios en un plebíscito para las elecciones nacionales. ¿Hay un proyecto democristiano y otro socialdemócrata para Europa? No se ha advertido hasta ahora en los discursos. Tampoco estaría mal que dichas organizaciones dejaran de tomarse lo del Parlamento Europeo como un chollo para agradecer servicios prestados a los viejos y leales servidores de la organización.

¿Por qué apenas se habla de Europa? Se me ocurre una maldad: nos informan continuamente de las broncas en parlamentos locales para ocultar que no es aquí sino en el centro del continente donde se está decidiendo lo que ha de pasar con nosotros. Temo que lo hayan decidido ya, y la solución no será ni echarle las culpas al bipartidismo ni gritar que nos queremos ir del euro, algo que, en el fondo, nadie dice realmente en serio. Tengo la sospecha desde hace tiempo de que Alemania y Francia han decidido que España sea pobre, y que a ellos les vendrá mejor que así sea. Quizá estén equivocados, pero no se me ocurre otra manera de exigir que se nos trate con dignidad a los europeos del sur que apostando por una organización continental más justa, igualitaria y democrática. Apostar en estas elecciones por los partidos que presionan para implantar la Tasa Tobin me parece en este sentido una opción plausible.

2 comments:

Observación Pulsante said...

Es su opinión, respetable desde luego. Pero desde mi punto de vista Europa no necesita un fiscalidad común, prácticamente ya la tiene, necesita otra fiscalidad. Entre otras dejar de ser un paraíso fiscal para todo aquel que tenga más de dos millones de euros. Por supuesto llegar a implantar aquello del “quien más tiene más paga” cosa que es una falacia.
El déficit… mire, los términos en los que se establecieron los tratados de la UE fueron puramente economicistas, sin contar con la realidad mercantil de los pueblos, se suprimieron cabezas de ganado como miles de hectáreas de cultivo en un tratado más que funesto que supuso un suicidio económico al eliminar ciertos pilares que no podrían ser repuestos salvo con burbujas especulativas.
La Europa de la ilustración pasó, sucumbió ante las mismas fuerzas que dominaron España mientras se producía. El tren pasó. Europa no ofrece nada novedoso, no promete más que los ecos de lo que fue. No veo una salida más sensata para un pueblo que aspire a salirse de las líneas mercantiles marcadas claramente por Draghi que desmarcarse decidiendo anti europeísmo, lamentablemente no existe otra posibilidad en tanto las elecciones europeas solo dejan elegir representantes al parlamento europeo, no a los órganos de decisión de sus instituciones más fuertes.
Gane quien gane en las próximas elecciones europeas, las líneas económicas seguirán siendo las mismas, no cuenta el peso de los votos, sino el peso de económico de cada miembro de la UE. Supongo que ya lo sabia.

David P.Montesinos said...

Vuelvo a agradecerle la deferencia de escribirme y explicarse.

Comparto su escepticismo, pero creo que no llego tan lejos, acaso porque me da miedo lo que pueda haber más allá de Europa. Estoy de acuerdo en la trampa de elegir sólo diputados parlamentarios -ésta es una reflexión interesante por su parte, se me ocurre pensar en el Consejo de Europa-. Tampoco puede sorprendernos el auge del euroescepticismo, tanto si se traduce en abstencionismo como si -aún más inquietante- conduce al crecimiento de las opciones populistas.

Mi problema, más que la abstención, es el desánimo, la simple indiferencia, y no adivino a saber de qué manera limitarse a ignorar que vienen elecciones nos ofrece soluciones, entre otras cosas porque no creo que los grandes partidos -el caso del PP es palmario- estén demasiado preocupados por un fenómeno de desafección que también es de desmovilización.

No, mi problema es que la abstención sea pasiva, que la gente abandone la calle y que, refugiada en la comodidad del "todos son lo mismo", opte por dejar los espacios de decisión -y los parlamentos aún lo son- en manos de las oligarquías partidocráticas.

He hablado de la Tasa Tobin, hablaría también de la necesidad de presionar a los parlamentos para construir tejido jurídico que empiece a castigar de una vez los paraísos fiscales, y estoy pensando en los que tenemos en el propio continente. Cuestiones como la de la Justicia Universal, aquí ya triturada por Gallardón, deben convertirse en materia de debate en las instituciones internacionales. Como usted dice, la fundación de la Europa unida sostiene claves economicistas -yo hablé de la Europa de los mercaderes-, luchemos para que no sea sólo eso. Debemos construir las formas de la resistencia, es cándido pensar que eso se consigue votando, pero es peor creer que no se puede hacer nada de ninguna manera.

Respecto al tema de la fiscalidad, no creo que sea la misma a todos los respectos. La estructura fiscal en nuestro país es, por ejemplo, y como indican los expertos, manifiestamente inoperante, lo que detectan en la tradicional impotencia recaudatoria. No soy experto en estos temas, pero dudo mucho que las instituciones de países como Alemania o Francia estén a nuestra altura en este asunto. Al hilo de este asunto, lo que yo pretendo decir es que no veo posible corregirlo únicamente desde la gobernación local, necesitamos a Europa para mejorar conjuntamente esta situación, como ya ha pasado en este cuarto de siglo en el que sigo pensando que habiéndonos integrado en Europa nos ha ido mejor que de no haberlo hecho.